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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>27 de octubre 2013</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
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href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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size=3>Cine/Memoria<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
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size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Arendt, Eichmann
y la banalidad del mal<BR><BR>No exactamente un hombre normal</FONT></STRONG>
</FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT
size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>El pasado 14 de octubre
Hannah Arendt (1906-1975) habría cumplido 107 años. Se estrena en Montevideo una
película de Margarethe von Trotta que aborda las circunstancias en que la
pensadora alemana escribió para "The New Yorker" un famoso reportaje acerca del
proceso a Adolf Eichmann en Israel, las dolorosas consecuencias personales que
la publicación de ese texto le trajo y su polémico concepto de "banalidad del
mal".</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Aníbal Corti
</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Brecha, Montevideo,
25-10-2013</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
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<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV><FONT size=2
face=Arial>
<DIV align=justify>Adolf Eichmann (1906-1962) fue el máximo responsable de la
logística de la así llamada "solución final" y tuvo bajo su responsabilidad
directa el traslado de centenares de miles de judíos europeos a los campos de
exterminio, donde muchos de ellos finalmente perecerían. Refugiado en Argentina
después de la guerra, Eichmann fue secuestrado por agentes de los servicios
secretos israelíes el 11 de mayo de 1960 en una localidad del conurbano
bonaerense, y trasladado clandestinamente a Israel pocos días más tarde para ser
juzgado por sus crímenes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Su juicio, que comenzó al año siguiente, concitó
naturalmente la atención internacional. Hannah Arendt, antigua discípula de
Martin Heidegger y de Karl Jaspers en su Alemania natal, emigrada a Estados
Unidos y destacada intelectual judía que había publicado ya un par de obras
consagratorias, pidió a la revista The New Yorker hacer un reportaje del
proceso. El trabajo en cuestión fue publicado en 1963 en la revista y ese mismo
año en forma de libro, bajo el título de Eichmann en Jerusalén.</DIV><FONT
size=3 face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR>La publicación del libro disparó una campaña política
contra su autora. Probablemente eso no haya tenido tanto que ver con la tesis
central del trabajo, sino sobre todo con sus juicios acerca del papel de los
Judenräte (los consejos judíos establecidos por los alemanes con fines
administrativos y de gobierno en las comunidades de la Europa ocupada) en la
instrumentación del exterminio. Muchos judíos pensaban que ese no era un tema
del cual debiera hablarse; no al menos en ese momento. Otros muchos pensaron que
Arendt había abordado el asunto con frivolidad, soberbia y desconocimiento de la
realidad. En cualquier caso, la discusión (seria o frívola, bien o mal
encaminada) del papel que desempeñaron los líderes y funcionarios judíos en la
Europa ocupada no constituye sino un aspecto muy lateral del libro. Su centro es
la tesis de la banalidad del mal.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo primero que sorprendió a Arendt de la figura de
Eichmann fue su vulgaridad. La mediocridad de aquel hombre no se condecía con
los horrendos crímenes que había cometido. La experiencia del proceso marcaría
profundamente el curso de la reflexión posterior de la autora. Y es que, a
partir de su acercamiento a la figura de Eichmann, Arendt llegó a la conclusión
de que los crímenes más horrendos pueden originarse no sólo en el sadismo y la
perversidad, en la marcada intención criminal, en la voluntad expresamente
dirigida hacia el mal, sino también en la superficialidad y la frivolidad, en la
ausencia de pensamiento y de capacidad reflexiva.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Eichmann no parecía un perverso ni un sádico, ni tampoco
un cínico o un fanático doctrinario. Ni siquiera parecía odiar a los judíos. La
autora sostiene que Eichmann "no supo jamás lo que hacía", no desde luego en el
sentido de que no tuviera idea del destino final de las personas que deportaba a
los campos de exterminio, sino en el sentido de no tener real conciencia de la
naturaleza criminal de sus actos, de no tener real dimensión del significado de
lo que estaba haciendo. "A pesar de los esfuerzos del fiscal, cualquiera podía
darse cuenta de que aquel hombre no era un 'monstruo', pero en realidad se hizo
difícil no sospechar que fuera un payaso", escribió.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La personalidad del acusado fue entonces lo que más
impresionó a Arendt durante el proceso. Ella conocía en detalle la clase de
crímenes que estaban a juicio y es razonable suponer que esperara encontrarse
con otra clase de individuo. Después de todo, si Eichmann hubiese sido un
monstruo, su conducta -efectivamente monstruosa- habría sido perfectamente
explicable y natural en virtud de ese hecho. Además, eso sería ciertamente
tranquilizador: un monstruo es por definición una rara aberración, alguien que
se aparta en forma tan notoria del patrón dominante que es fácilmente
identificable como tal. Eichmann en cambio, aunque ciertamente no era un hombre
común y corriente, estaba bastante más cerca de serlo que de la caricatura
estereotipada del monstruo que algunos querían ver en él.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Muchas veces se ha dicho que los hombres ordinarios
pueden llegar a cometer los crímenes más terribles si las circunstancias de sus
vidas los determinan a ello. Aunque algunas expresiones de la autora pudieran
hacer pensar que ella misma abonaba este punto de vista, lo cierto es que Arendt
no pensaba que Eichmann fuera un hombre normal o corriente. Pensaba que era un
hombre particularmente superficial e irreflexivo.<BR>Arendt descubrió -o creyó
descubrir- en el juicio de Eichmann que el mal es un fenómeno superficial, que
arrastra sobre todo a los individuos que no se detienen a pensar en sus
acciones. Resistimos al mal no quedándonos en la superficie de las cosas, es
decir, apartándonos de la vorágine de la vida cotidiana y deteniéndonos a pensar
en las cosas que nos rodean. En otras palabras, cuanto más superficial sea una
persona, tanto mayores serán las probabilidades de que ceda ante el mal. Una
indicación de esa superficialidad es el uso de lugares comunes en la expresión,
y Eichmann le pareció a Arendt una colección ambulante de ellos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es posible ver en esta tesis de Arendt una influencia
directa de la filosofía de su maestro Martin Heidegger.</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>En su famosa lección
inaugural como catedrático de filosofía en la Universidad de Friburgo de 1929,
Heidegger sostuvo que para llevar una existencia significativa el hombre no
puede meramente establecer relaciones con las entidades del mundo que se
encuentran en su inmediata proximidad. Si estableciera relaciones en forma
exclusiva y excluyente con esas entidades, esas relaciones lo paralizarían: no
podría llegar a concebir otras alternativas posibles a esos estados de cosas, no
podría llegar a preguntarse por qué el mundo es como es y no de otro modo. Jamás
podría notar, por ejemplo, que el mundo no es como debería ser, que no se ajusta
a un ideal normativo o evaluativo y, en definitiva, no podría decidir libremente
cómo tratar con las entidades que lo pueblan. Sería un esclavo de ellas. Para
escapar de la tiranía de las entidades el hombre debe negarlas, al menos en un
cierto sentido de la expresión. Debe trascenderlas. Debe ir más allá. Esta
operación de trascendencia no se alcanza para Heidegger a través del intelecto,
sino a través de un estado de ánimo en que los entes que nos rodean y nos
asfixian huyen o escapan de nosotros.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ese estado de ánimo es la angustia. Lo que sucede en la
experiencia de la angustia se puede describir como un alejamiento, un
apartamiento o una retirada -una huida o un escape- de los entes que pueblan
nuestro mundo y que tienen un significado para nosotros. En la experiencia de la
angustia el mundo en su totalidad se convierte en algo extraño y ajeno. La
angustia interrumpe, desorganiza, quebranta nuestra relación con los entes,
incluso con aquellos que nos resultan más familiares. Todo el pensamiento es
consecuencia para Heidegger de esta angustia que interrumpe nuestra relación con
lo familiar y lo cotidiano, poniendo todo lo que conocemos bajo un manto de
extrañamiento. Gracias a la angustia los hombres tienen la capacidad de
trascender su entorno habitual e inmediato, para hacer un balance de sus vidas,
y para decidir cómo éstas deben ser vividas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los ecos de esta lección de Heidegger parecen resonar en
muchas páginas de Eichmann en Jerusalén. Arendt no se detiene en la explicación
del fenómeno de la banalidad del mal. Sólo lo describe. Hay para ella hombres
superficiales, sometidos a la tiranía de las cosas que los rodean y de la
cotidianeidad. No llegan a concebir cosas distintas de las que conocen. No
llegan a concebir que sus vidas pudieran ser diferentes al modo en que de hecho
son. Esos hombres pueden llegar a cometer los crímenes más terribles. Pueden
llegar a ser Eichmann.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde luego, es posible impugnar la mirada de Arendt,
ponerla en cuestión, dudar de los fenómenos que ella creyó ver. Es posible
sostener, como se ha sostenido, que el Eichmann de Arendt no es el Eichmann
auténtico. En cualquier caso, la verdadera naturaleza del Eichmann histórico (un
asunto para historiadores, precisamente) es independiente del valor que pueda
tener la tesis de Arendt según la cual los crímenes más horrendos pueden ser
cometidos sin una auténtica intención criminal, sin sadismo o sin un cálculo
cínico de costos y beneficios, sino meramente por motivaciones superficiales y
por individuos también superficiales.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR><STRONG><FONT
size=3>"Hannah Arendt"</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Retrato de
mujer</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Rosalba Ozandabarat</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Brecha, Montevideo, 25-10-2013</STRONG></DIV>
<DIV><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3 face=Calibri></FONT><FONT size=3
face=Calibri></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify>Esta película se centra en la vida de Hannah Arendt durante
los primeros años sesenta, cuando asistió como enviada por The New Yorker al
juicio realizado en Jerusalén al criminal de guerra Adolf Eichmann -secuestrado
por los servicios secretos israelíes en Argentina-, publicando al respecto una
serie de reportajes en la revista y luego un libro, asentando su idea -hoy
archicitada- sobre la "banalidad del mal". Como retrata el filme, las
conclusiones de Arendt despertaron una violenta polvareda de reacciones adversas
especialmente entre miembros de la comunidad judía, estadounidenses e israelíes,
incluso entre algunos de sus amigos y colegas más próximos, mucho más por las
menciones al papel jugado por los Consejos Judíos en los campos de exterminio
que por la identificación de Eichmann como un mediocre individuo, en vez del
monstruo que cabe esperar. Coincidentemente o no, Claude Lanzmann, el autor de
Shoah, acérrimo opositor a las conclusiones de Arendt, culminó este mismo año su
documental El último de los injustos -que se proyectó en el reciente Doc Buenos
Aires-, donde entrevista largamente al último presidente del Consejo Judío del
campo de Theresienstaadt y único sobreviviente de aquellas organizaciones
montadas por los nazis para administrar los campos, y para engañar a la Cruz
Roja. A juzgar por las reseñas, esta suerte de "último juicio" que es esa
película concluye en un veredicto de inocencia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como un eco, ciertamente más pálido, de las reacciones
despertadas por las publicaciones de Arendt, también la película de Von Trotta
desató polémicas en casi todos los lugares donde fue proyectada. Algunas por el
tema en sí, que recogen y prolongan las despertadas en el momento en que
sucedieron los hechos, otras abarcando desde puntillosas aclaraciones
históricas, como que el editor de The New Yorker, William Shawn (Nicholas
Woodeson en la película), sí metió la mano en lo que publicó bajo la firma de
Arendt, y no acató sumisamente, como muestra el filme, todo lo exigido por la
escritora, o si su gran amigo Hans Jonas (Ulrich Noethen), reaccionó exactamente
como se ve acá, hasta consideraciones sobre la imposibilidad de "mostrar" el
pensamiento, y desarrollar en una película un asunto que sobre todo tiene que
ver con el lenguaje. (Fue precisamente la "grotesca estupidez" del lenguaje de
Eichmann, "su incapacidad para hablar [que] iba estrechamente unida a su
incapacidad para pensar" lo que desata las conclusiones de la filósofa sobre su
condición.)</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo que hace Von Trotta es, en primer lugar, diseñar un
formidable retrato de una mujer formidable, por sus bríos, su soltura, sus
matices, su pasión, tanto en lo que refiere al pensamiento y su entereza al
sostenerlo, pese a todas las oposiciones, como en su amor por su esposo Heinrich
Blücher (Axel Milberg en la película) y por sus amigos ("Yo no amo a ningún
pueblo, dice una desolada Hannah a su viejo amigo israelí que le reprocha no
amar a "su" pueblo; "yo amo a mis amigos"). Barbara Sukowa, actriz impresionante
y vieja cómplice de la realizadora -y de buena parte del mejor cine alemán-
desde Las hermanas alemanas, compone a su Hannah con una pasión equivalente: con
su silueta maciza pero elegante, sus matices expresivos, fumando sin parar -el
único vicio ligado al pensamiento, dijo alguien-, su presencia electriza la
pantalla, mantiene la tensión en escenas de puro diálogo, de esas que tanto
aterran a los defensores de la "pura imagen" y que acá son la sustancia central
de la película. El filme de Von Trotta trae una Nueva York </DIV>
<DIV align=justify><BR>-bien distinta a la que nos muestra Woody Allen-
académica y a veces enclaustrada, donde filósofos y escritores tanto nativos
como exiliados, incluso la célebre Mary McCarthy (Janet McTeer), debaten ideas y
principios que exceden ampliamente al ambiente donde se formulan. El "aire" para
matizar esas atmósferas cargadas de palabras lo dan los viajes de Hannah a
Jerusalén, algunos flashbacks al pasado para que entrara el mentado amor y la
influencia magisterial de Heidegger en la vida de una joven Hannah, y que
algunos consideran un recurso formidable pero a juicio de esta escriba es lo
menos interesante de la película, casi un cumplir con una historia muy conocida
que agrega contradicciones a la personalidad proteica y libre de la
protagonista. Y sobre todo, el juicio a Eichmann, para el que, en una afortunada
decisión, se recurrió a tomas de archivo donde vemos al mismo puntilloso y
atildado funcionario de la muerte tal como lo vio Arendt hace más de cincuenta
años, y lo vuelve a ver, hoy, en la mirada de Barbara Sukowa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Margarethe von Trotta ha dicho de esta película que viene
a ser el cierre de una trilogía comenzada con Rosa Luxemburgo (1986) y
continuada con La calle de las rosas (2003), que desarrolla una historia durante
el período nazi, en 1943. Nacida en febrero de 1942, la realizadora pertenece a
la generación de los hijos de quienes protagonizaron el período más oscuro de la
historia alemana, y no sorprende que lo sustancial de su filmografía se afirme
en la búsqueda de tratar de entender esa historia, en sus raíces y en su
contemporaneidad. Tratar de entender, eso mismo que postuló Arendt, y que no
quiere decir, en ningún caso, tratar de justificar. Más allá de cualquier
reparo, esta película tiene la virtud de, precisamente, despertar esa inquietud.
<HR>
</FONT></DIV>
<br /><br />
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