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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>23 de noviembre de 2013<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Estados Unidos</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>La mano oculta del
tomate</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify></FONT><FONT size=2 face=Arial><FONT size=2
face=Arial><STRONG><FONT size=3>Explotación laboral. Según Wolf, la industria
alimenticia de EE.UU. genera conflictos e injusticias en el trato a sus
empleados que van desde salarios bajos hasta condiciones lamentables de
trabajo.<BR></FONT><BR></STRONG></FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Naomi
Wolf *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Revista Ñ, Buenos Aires,
20-11-2013</STRONG></FONT></DIV></FONT><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.revistaenie.clarin.com/"><STRONG>http://www.revistaenie.clarin.com/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Es probable que la última hamburguesa que comió en un
restaurante de comidas rápidas a usted no le a costado prácticamente nada. Pero
¿cuánto le costó la rodaja de tomate que había en esa hamburguesa al trabajador
que la hizo llegar hasta ahí? En casi todas partes del mundo –incluido EE.UU.–
ese costo puede llegar a ser escandalosamente alto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los salarios pasmosos son sólo el comienzo. En Florida,
los recolectores de tomate ganan un promedio de US$ 0,50 por cada balde de 14,5
kilogramos. Un trabajador que cosecha todo el día gana con suerte US$ 10.500
anuales quedando debajo de la línea de pobreza.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Siguen luego las alarmantes violaciones a los derechos
humanos. En México, las autoridades liberaron recientemente a casi 300 personas,
entre éstas 39 adolescentes, que eran mantenidas “en condiciones similares a la
esclavitud en un campamento donde se clasifican tomates y se los envasa para
exportación”. Las autoridades federales estadounidenses definieron a los campos
de tomates de Florida como “la zona cero de la esclavitud actual”. Los abusos a
los que son sometidos allí los trabajadores agrícolas por los intereses de la
agroindustria han sido graves y sistemáticos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cabe señalar aquí la Campaña para una Comida Justa –una
lucha por mejores salarios y condiciones que los recolectores de tomate en
Florida y sus aliados han librado y en gran medida ganado. Su esfuerzo no sólo
pone en evidencia los obstáculos que enfrentan las organizaciones de
trabajadores en una época de subcontratación y cadenas de alimentos globales,
sino que también podría servir como modelo para los trabajadores de otros
sectores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante muchos años, la industria del tomate en Florida
dependió de trabajadores blancos y afro-estadounidenses pobres. Actualmente,
depende de jornaleros con bajos salarios de Haití, México, Guatemala y otros
países de América Central –un cambio que debe mucho a dos decenios de
liberalización del comercio. Políticas como el Tratado de Libre-Comercio de
América del Norte (TLCAN) permitieron a las multinacionales vender producción
barata en México y otros países a precios más bajos que los agricultores locales
y desalojar a millones de personas de sus tierras. En busca de empleo, muchos
migraron a los EE.UU. donde, como trabajadores desprotegidos, fueron a trabajar
para las mismas multinacionales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero la globalización ahora está afectando la táctica que
eligieron los trabajadores rurales. Como señala Jake Ratner, un joven activista
que trabaja para Just Harvest USA, las corporaciones globales suelen estar al
margen de tácticas tradicionales como los boicots. Por ello, los jornaleros
rurales y sus aliados han elegido una metodología novedosa de “eliminación de
marca” que ataca la imagen pública de las empresas –y eso ha atraído la atención
de los encargados de tomar las decisiones en lo alto de la jerarquía alimentaria
global.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El programa de Campaña para una Comida Justa se propone
persuadir a todos los grandes compradores de tomates de adherir al Programa por
una Comida Justa (FFP es su sigla en inglés) que, por un pequeño recargo –un
penique por libra (453 gramos)– cambia considerablemente las vidas de los
trabajadores y sus familias. Según FFP, los trabajadores que cobraban US$ 0,50
centavos por balde de 14,5 kilos (precio que no aumentó en más de 30 años)
reciben US$ 0,82 –o sea un incremento de 64%. Una tercera organización, el
Consejo de Normas para una Comida Justa monitorea el sector para verificar que
se cumplan las normas vinculadas a los salarios y los derechos humanos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Antes del lanzamiento del FFP en noviembre de 2010, la
poderosa industria del tomate en Florida se había resistido a aumentar el precio
por balde o a adherir a los códigos de conducta para proteger a los trabajadores
de los abusos. Esto cambió cuando los activistas empezaron a acosar a las
corporaciones multinacionales en lo alto de la pirámide y no a los productores
(que en la actualidad son simplemente intermediarios aplastados por las empresas
globales). A raíz de esto, once de las corporaciones alimentarias globales más
grandes que compran sus tomates a los productores de Florida –como McDonald’s,
Taco Bell y Burger King– y cadenas de supermercados como Whole Foods y Trader
Joe’s adoptaron el FFP.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El FFP no solamente elevó los salarios de los
trabajadores. Una línea confidencial para denuncias permite a los trabajadores
informar sobre violaciones a los derechos humanos; desde 2011 se han recibido
más de 300 llamadas (todas fueron investigadas y la gran mayoría se resolvió).
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Asimismo, antes del FFP, los trabajadores del tomate en
Florida debían levantarse entre las tres y las cuatro de la mañana para tomar
autobuses y llegar a los campos en el momento en que entraban las órdenes. Pero
no se les permitía comenzar a cosechar hasta 2-3 horas más tarde, cuando el
rocío en las plantas se secaba –un tiempo por el que no se les pagaba nada.
Ahora, con la introducción de los relojes obligatorios del FFP, los trabajadores
pueden fichar y registrar sus horas de trabajo, garantizando que por lo menos
recibirán el salario mínimo del Estado. De ahí que a los productores ya no les
convenga que empiecen tan temprano, lo cual les da más horas de sueño –y pueden
desayunar con sus familias.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin estos programas, la presión de las multinacionales
subsiste. Al hacer uso de su enorme poder adquisitivo, las grandes corporaciones
alimenticias multinacionales empujan los precios para abajo, lo cual no sólo
empobrece a los trabajadores rurales, sino que también erosiona los beneficios
de los productores que los emplean. Mientras tanto, la disgregación y la
“des-intermediación” de las corporaciones globales permiten que éstas creen
barreras formales gracias a las cuales los directivos no ven nunca a sus propios
trabajadores (y productores), ni hablar de verse influenciados por ellos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Viví esto directamente cuando me sumé a una protesta
organizada por la Coalición de trabajadores de Immokalee contra el punto de
venta de comidas rápidas de Wendy’s en Union Square, Nueva York. (Cuatro de las
cinco corporaciones de comidas rápidas han adherido al FFP, Wendy’s quedó
afuera.) Mencionando la política de la empresa, los gerentes de Wendy’s se
negaron a aceptar una carta donde los manifestantes solicitaban a la empresa que
adhiriera al FFP y les dieron el número del portavoz empresarial de Wendy’s. Los
activistas dicen que el resultado de llamar a ese número es obtener un modelo de
comunicado formal y que nadie habla nunca con ellos directamente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De todas maneras, la campaña de FFP puede a la larga
conseguir que Wendy’s firme –logrando que la rodaja de tomate sea un poco más
sabrosa para los clientes con conciencia. Quizá más importante aún, desarrollar
una coalición de trabajadores, clientes, y activistas aliados para ejercer
presión arriba podría representar un modelo de cambio positivo para los
trabajadores en las industrias globalizadas de India, Bangladesh, China y otros
lugares.<BR></DIV></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>* Activista política y crítica
social. Su último libro es "Vagina: a New Biography".
<HR>
<BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>