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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información</U><BR><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR><U>24 de diciembre 2013</U><BR><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical</FONT><BR>Montevideo -
Uruguay<BR>redacción y suscripciones: <A
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href="mailto:germain5@chasque.net">germain5@chasque.net</A></FONT></STRONG><A
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Memoria<BR></FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Contra las
estatuas de Lenin</FONT></STRONG><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Pepe
Gutiérrez-Álvarez<BR>Viento Sur<BR><A
href="http://vientosur.info/">http://vientosur.info/</A></STRONG><A
title="http://vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo"
href="http://vientosur.info/"><STRONG
title="http://vientosur.info/ CTRL + clic para seguir el vínculo"></STRONG></A></FONT></DIV><FONT
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<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>La medida de Lenin no son sus estatuas, ni mucho menos. Sus
medidas son su lucha y su obra, todo lo polémica que se quiera. Los que las
instalaron querían ante todo, apropiárselo para los fines de la camarilla que se
había apoderado del aparato.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde que los trabajadores húngaros derribaron en 1956 la
estatua de Stalin, como antaño los romanos hicieron con las del no menos
megalómano Nerón, muchas revueltas han buscado con este gesto su foto para la
posteridad. Con ocasión del destrozo a martillazo de la de Lenin en Kiev erigida
en 1946, algunas de ellas han sido recordadas estos días Por ejemplo, la del
bolchevique polaco Dzerzhinsky en Moscú (1991), patrón de la GPU, un monstruo
que creció contra la reacción pero que acabó cobrando vida propia; la de Enver
Hoxa, por las mismas fechas, pero sobre todo, la de Sadam Hussein, un burdo
montaje de los ocupantes.El sentido último de ésta tampoco está muy claro aunque
se dice que se trata de un gesto simbólico dirigido al presidente filoruso
Víctor Yanukóvich.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las estatuas de Lenin se levantaron después de su muerte.
Así fue a pesar de sus ácidas advertencias. Son célebres las escritas en el
prólogo a El Estado y la revolución, que muchos consideraron una obra
"anarquista", quizás porque fue escrita antes de la guerra civil, cuando Lenin
se paseaba entre la gente trabajadora como un alcalde de pueblo, según cuenta
Dora Russell en sus Memorias. Lenin denunció la "icononización" de los grandes
revolucionarios, refiriéndose singularmente a lo que la socialdemocracia había
acabado haciendo con Marx. Sin embargo, el "leninismo" acabó convertido por la
burocracia en doctrina de Estado y Lenin fue objeto de un culto claramente
religioso. Ulteriormente, las estatuas se reprodujeron en todos los países del
"socialismo real", y la destruida en Kiev, fue levantada en 1946, para celebrar
el X Aniversario de la "constitución más democrática del mundo", la de Stalin,
que, por sí alguien lo ha olvidado, anulaba la de 1918. Quedan todavía algunas
en una área cercana (78 en Rusia, 7 en Ucrania), cuya suerte es dudosa desde el
momento en que resulta simple confundir a Lenin con sus herederos. No estará de
más anotar que Lenin tiene un museo en Finlandia, y es recordado en plazas y
calles sin problemas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Gonzalo Aragonés, el cronista en Ucrania de La Vanguardia
de Barcelona (Por un trozo de Lenin, 10/12/13), señala que, para millones de
ciudadanos de los antiguos países llamados socialistas, "Lenin siempre ha tenido
un halo de respeto por ser el hacedor de la revolución y el fundador de un nuevo
país. Nada que ver con sus sucesor.". También recogía la matizada opinión de
Anatoli Tsetán, ferroviario jubilado: "Él fue un gran héroe de la revolución. Yo
no soy comunista, soy demócrata. Tiene un gran simbolismo para nosotros, pero me
parece bien que la tirasen. Superaremos la nostalgia, pero tenemos que pensar en
el futuro para que Ucrania pueda compararse al país de usted, a Francia, a
Alemania". Sin embargo, no parece que esto sea menos utópico que el
socialismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aquí no queremos entrar en las múltiples
intencionalidades de los manifestantes. Todo parece indicar que se trata de
escoger entre la peste y el cólera y que, por lo tanto, la situación para el
pueblo de izquierdas debe de ser todavía más difícil que la nuestra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Otra cosa es lo de la estatua.</DIV><FONT size=3
face=Calibri></FONT>
<DIV align=justify><BR>Algo así no se puede explicar sin saber algo sobre lo que
significó el "socialismo real". Un amigo bien advertido y muy dado a viajar por
la Europa del Este, me contaba el recelo que en esta parte de Europa provocan
las palabras ligadas al socialismo. Se trata de un sentimiento que solamente se
puede explicar por lo que se llegó a hacer y decir en nombre del socialismo, o
sea de una alternativa que tenía ser opuesta a la reaccionaria. No menos
ilustrativa fue una aventura protagonizada por militantes comunistas
"prosoviéticos" (entonces en ruptura con el eurocomunismo), allá a principios de
los años ochenta. Se presentaron en El diario de Barcelona porque querían que
los entrevistáramos. La noticia era que marchaban a Polonia, a su núcleo
proletario y llevaban con ellos materiales "leninistas" para los trabajadores,
sin duda engañados. Les dije que la entrevista estaría mejor a la vuelta. Como
pasó el tiempo y no volvían, inquirí a un amigo común que me contó sus
desventuras: habían tenido que salir por piernas. Los trabajadores lo habían
confundidos con provocadores de la policía del régimen.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A los que no nos sorprendían estas actitudes, tampoco nos
extrañaron tanto las fotos de las estatuas de Lenin destruidas en las plazas o
vendidas al por mayor, aunque compartíamos los mismos sentimientos que expresó
Theo Angelopoulus en La mirada de Ulises (Grecia, 1995), de visión obligada para
todo el personal que tuvimos a Lenin en nuestro partenón revolucionario.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Me resulta extraño comprobar qué no pocos leninistas de
antaño, nada sospechosos de haber cambiado de barricada, se hayan mostrado tan
reacios al fundador del partido bolchevique. Cito un poco al azar algunos
ejemplos: un amigo editor que, al tratar de una edición de Lenin a mediados de
los noventa, me respondió que el único Lenin editable era el agonizante; en una
charla de Paco Fernández Buey, éste proclamó -provocadoramente- que los únicos
clásicos terceristas recuperables eran Gramci y Rosa Luxemburgo, o sea, los que
no habían llegado al poder. Finalmente, el comentario de un camarada afín que,
en un debate sobre la cuestión nacional, declaraba que este era el único (o uno
de los pocos no recuerdo bien) puntos recuperables de su legado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aquí cabría citar las voces que desde la izquierda oponen
un Lenin "autoritario" (o "totalitario", que en esto de los conceptos algunas
escuelas son muy alegres) a una Rosa Luxemburgo (más) "libertaria".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Este antagonismo no tiene en cuenta los paralelismos
entre una y otro. Mientras Rosa contempló la cuestión organizativa del partido
desde su oposición a la "nomenclatura" del SPD (en Polonia, Leo Jogiches fue tan
"rígido" como Lenin), Lenin lo hizo desde el acoso de la Ojrana y en unas
condiciones sociales muy atrasadas. Pero se olvida que ambos criticaron
duramente el revisionismo, defendieron la huelga general y los soviets, fueron
igualmente internacionalistas durante la I Guerra Mundial; Rosa apoyó la
revolución de Octubre, perteneció a la III Internacional y apoyó la creación de
un partido comunista en Alemania. En aquellos tiempos las divergencias formaban
parte del orden natural y, aunque empleaban un lenguaje nada amable, se
respetaron muchísimo. Sin ánimo de parecer petulante, creo que el personal que
trata de negar a Lenin desde Rosa debería consultar autores como Georges Haupt o
E.H. Carr, por citar un par de ejemplos /1.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuesta aceptar la pendiente denigratoria neoliberal, que
ha proclamado que Lenin no merece perdón, mientras que toda clase de renegados
citan a Lenin junto con Stalin y Hitler, mientras que pasan de puntillas sobre
la barbarie colonial e imperialista, de los genocidios perpetrados en nombre de
la libertad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El nuevo anticomunismo neoliberal no ha aportada nada
nuevo sobre los hechos. Ya se sabía perfectamente que Lenin estimó que la salud
de la revolución era la ley suprema. Desde este punto de vista apoyó actuaciones
que se pueden considerar extremas como el exterminio de la familia Romanov. No
lo hizo por el "pecado original" de un presunto odio contra los zares por la
ejecución de su hermano, Alejandro, como dictaminó el último Evgeni Evtuchenko;
lo hizo porque los Romanov podían servir de bandera unificadora para los
ejércitos blancos divididos. Sobre este punto existen trabajos tan sugestivos
como el artículo de Isaac Deutscher, La moral de Lenin /2, un autor que ya había
trabajado este terreno, dejando claros puntos como los siguientes: a) Los
bolcheviques temían ser aplastados como lo fueron los comuneros; además fueron
testigos de la barbarie de la "Gran Guerra" y no dudaron es responder al fuego
con fuego; b) estas acusaciones no son nada diferentes a las ya clásicas
utilizadas contra Cromwell, que tardó varios siglos en ser reconocido; y no
digamos contra Robespierre, al que se le niega hasta una calle en París; o entre
nosotros, a la descalificación de la actuación de la CNT-FAI y del POUM en
relación a la República, muy común en autores pro republicanos, como Ángel Viñas
o Paul Preston, sin ir más lejos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>También es verdad que la historiografía ha podido
establecer con claridad, que el "monstruo" de la burocracia no creció con la
muerte de Lenin, aunque éste fue su último obstáculo importante. Aparte de las
precondiciones objetivas (recordemos que los bolcheviques justificaban la toma
del Palacio de Invierno como el inicio de una revolución internacional), la
gangrena policial ya se había forjado contra los blancos durante la guerra
civil. Entonces, los bolcheviques no vieron más allá del dilema vencer o morir.
Así, por citar el ejemplo trágico de Kronstatd (cuyas consecuencias en las
relaciones del marxismo con el anarquismo serían "eternas"), el peso de la GPU
estaba por encima del PCUS. Fue el aparato policial el que marcó que no había
nada que negociar con los insurrectos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Afortunadamente, este debate sobre Lenin ya no se puede
hacer como en las tres últimas décadas, y la medida la ofrecen autores como
Robert Service, tan dispuesto a destronar a Carr y Deutscher de los anaqueles; o
Dimitr Volkógonov, un militar soviético que sirvió por igual a Breznev que a
Gorbatchev y, finalmente, a Yeltsin /3. En justa réplica, Moshe Lewin en El
siglo soviético (Editorial Crítica, Barcelona, 2006) se burlaba de la presunción
archivera, según la cual la apertura documental que siguió a la Glasnost,
permitía saber lo que antes se ignoraba. El general que escribía siguiendo las
órdenes del último ocupante del Kremlin, presumía de haber desenterrado 3.724
notas firmadas por el propio Lenin, más 3.000 documentos inéditos de los
archivos del PCUS, et voilá!, ¿Qué más se podía pedir? Con avales como estos, el
canon parecía ya fuera de toda duda. Así lo certificaba el historiador y "barón"
del PSOE, Santos Juliá, para quien esto probaba que Lenin había sido el
"cerebro" que creó un régimen que ya nació con vocación de crear el Gulag.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre los aportes leninianos más recientes (o sea con
acceso a todos los archivos), cabe citar el Lenin de Jean-Jacques Marie (Ed.
POSI, Madrid), el de Jean Salem, Lenin y la revolución (Ed. Península,
Barcelona, 2010), sin olvidar el trabajo exhaustivo de un representante de la
vieja escuela, Tony Clift, autor de Lenin: La construcción del partido (Ed.
Viejo Topo /La Hiedra) En una onda reivindicativa cabe señalar el imprescindible
Lenin reactivado. Hacia una política de la verdad, una edición de Slavoj Zizek,
Sebastián Budgen y Stathis Kouvelaki, que incorpora trabajos de Alex Callinicos,
Daniel Bensaïd y otros; lo editó Akal que antes lo había hecho con otra
aportación de Slavoj Zizek, Repetir Lenin (Madrid, 2004). En un terreno más
divulgativo se encuentra Lenin. El revolucionario que no sabía demasiado, de
Constantino Bértol, que ha publicado la Catarata. Sin olvidar el libro de
François Sabado, Lenin. Breve manual para romper con el capitalismo (Crítica
Alternativa, 2012).</DIV>
<DIV align=justify><FONT size=3 face=Calibri></FONT><BR>Quizás sean estas las
mejores estatuas que se pueden erigir a Lenin.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>/1 Carr ha dedicado diversos perfiles tanto a Lenin como
a Rosa (por ejemplo, en 1917: antes y después), pero, seguramente el historiador
que más ha trabajado sobre las conexiones entre ellos, ha sido Georges Haupt,
del que recomiendo recuperar, El historiador y el movimiento social (Siglo XXI,
Madrid, 1986).<BR>/2 Artículo originalmente publicado en The Listener, el 5 de
febrero de 1959, incluido en Ironías de de la historia, Ed. Península,
Barcelona, 1969. Se encuentra fácilmente en Internet.<BR>/3 El verdadero Lenin,
editado por Anaya & Mario Muchnik, 1996, con un prólogo de Manuel Vázquez
Montalbán.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>