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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>25 de enero de 2014<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Tierra
purpúrea </STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3>Casavalle: territorios, droga
y tramas sociales<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Mariana Contreras </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Brecha, Montevideo,
24-1-2014</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://brecha.com.uy/"><STRONG>http://brecha.com.uy/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR><BR>Un informe de la Junta Nacional de Drogas (jnd)
afirma que la estrategia de represión del gran narcotráfico, en detrimento del
combate al microtráfico, permitió la expansión de las bocas de venta en los
barrios, en especial los más pobres de la capital. El efecto “perverso” de esta
opción se expresa en las bandas que se adueñaron de cada zona y en los vínculos
muchas veces de supervivencia que los vecinos debieron tejer para adaptarse a la
situación. Partiendo del diagnóstico sobre Casavalle que la jnd realizó, Brecha
hizo su recorrido para entender cómo viven los vecinos esta realidad.<BR><BR>Si
el lector googlea “mapa Casavalle” y hace clic sobre el plano que allí aparece,
le va a pasar como en la vida real. De lejos el territorio aparecerá
perfectamente definido: Aparicio Saravia al sur, Pedro de Mendoza al este, la
ruta 102 al norte y el arroyo Miguelete al oeste. Pero zoom mediante, Casavalle
es el Barrio Municipal y es el Marconi, el Borro, Palomares y Nuevo Amanecer. Es
el asentamiento Primero de Mayo y los barrios Jardines de Instrucciones, las
Quintas o Santa María; es Aquiles Lanza, Padre Cacho, Bonomi y muchos otros
etcéteras. El área de Casavalle reúne a 11 barrios y 120 asentamientos que
conviven en un mosaico donde cada “unidad territorial” contribuye a conformar
una realidad para nada homogénea. Cualquier intento de simplificación de la
misma será entonces una mentira o un fracaso.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ahora que llueve y el ómnibus no da señales de vida, los
ojos se posan en la vereda. Ese cordón, tan desapercibido siempre, fue todo un
tema de conversación con vecinos y también con técnicos que trabajan en la zona.
Es un límite simbólico, una imagen potente que configura zonas integradas o no a
la trama urbana. En las conversaciones todos hacen el mismo contraste: el Barrio
Municipal es “más barrio” porque tiene sus casitas que comparten un techo a dos
aguas, y “tiene veredas”. Una vereda y su cordón ordenan la trama y separan el
espacio público del de cada quien. Ayudan, también, a sentirse parte de algo
definido. El Marconi, por el contrario, se fue construyendo “sin ton ni son. No
hay calles, la gente construyó según se le fue dando la familia”, una casa al
lado, delante o atrás de la otra, sin orden alguno, describió Pío, que lleva 30
años viviendo en Casavalle. A falta de calles, en Marconi –como en otros
asentamientos también– hay “pasajes” que no son de nadie pero por los que no se
circula libremente; son lugares en los que pasa gente y pasan cosas, pero quedan
ocultas casi como si sucedieran en un ámbito privado. Es que las veredas y su
ausencia son uno de los aspectos que contribuyen a “guetificar” el espacio, los
pasajes no son calles que permitan entrar y salir del territorio: por ellos el
barrio vuelve sobre sí mismo contribuyendo a generar dinámicas propias. Está el
adentro y está el afuera. Son muchos adentros y afueras, en realidad. Porque si
poco después de la creación de un asentamiento llegaron nuevas familias a ocupar
los predios de al lado, los nuevos no se suman al barrio ya existente sino que
“fundan” un nuevo barrio. Son “otros”, que vienen con otra circunstancia, tal
vez con otras reglas a ocupar su territorio.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Claro que un gueto no se arma sólo por el trazado urbano.
Hay aspectos simbólicos, como el recelo que los habitantes de las zonas más
consolidadas tienen hacia los asentamientos y zonas menos consolidadas, basado
en las fantasías pero también en las realidades de lo que sucede en cada
“microespacio”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Casavalle “está en el horno” en todos sus indicadores,
dijo Marcia Barbero, socióloga y consultora responsable del diagnóstico de
Casavalle para la Junta Nacional de Drogas. Este es el barrio con mayor
vulnerabilidad social de todo el departamento: 63 por ciento de los hogares
tiene necesidades básicas insatisfechas; 30,9 por ciento de sus jóvenes no
estudian ni trabajan; casi 45 por ciento de la población sólo cursó primaria.1
“No son barrios-hotel –señala la socióloga a Brecha– a donde uno vuelve luego
del trabajo. Aquí toda la vida se desarrolla en el barrio. Porque hay problemas
de traslado (la plata para el boleto, por ejemplo) pero también porque no hay
necesidad de salir.” No hay trabajo al que concurrir, no hay paseo que hacer.
“Nosotros tenemos el taller de percusión y de panadería en Padre Cacho, y está a
siete cuadras de acá. Los chiquilines de acá no caminan siete cuadras, porque te
dicen: ‘No, no voy a la villa. Es otro barrio’.” “En cada barrio te piden su
salón comunal adentro, su policlínica adentro, (existe) la dificultad de
movilizarse a un barrio que está a dos o tres cuadras”, testimonian dos técnicos
en el diagnóstico.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Invisibles</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Si ya se está preguntando por qué una nota que prometió ser
sobre drogas hace énfasis en la trama urbana y social, sepa que tras esa
complejidad descripta hay muchas pistas para entender cómo se configuran las
relaciones barriales en torno a la droga. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El documento elaborado por la jnd con base en los ocho
diagnósticos barriales afirma que la estrategia de represión al tráfico de pasta
base estuvo basada en la persecución de los grandes traficantes, “dejando menos
controlado el microtráfico en estos territorios”. Esto provocó, según la Junta,
un “efecto perverso”, puesto que proliferaron las “bocas”, que pasaron a ser
gran fuente de recursos para muchas familias. “La actividad de las ‘bocas’,
incluyendo vigilancia, intercambio de objetos robados y hasta el establecimiento
de zonas de consumo, pasa a constituir parte del movimiento cotidiano de los
barrios. Actividades visibles y claramente identificadas por los vecinos, pero
finalmente protegidas por miedo a las represalias ante una denuncia.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>A partir de 2002 esos espacios “guetizados” de Casavalle
y de otros barrios fueron tomados por las familias que, viviendo previamente
allí, comenzaron a comercializar droga, en particular pasta base, aunque no sólo
ésta. Es que el negocio es demasiado suculento: una boca puede estar facturando
entre 30 mil y 100 mil pesos por día, y eso hace muy difícil que quienes la
manejan se vean tentados por un trabajo formal y poco calificado, que es a lo
que podría acceder la mayoría de ellos. En la familia hay quienes fraccionan,
quienes venden, acopian, vigilan o trasladan, y participan hasta los niños.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>La propia configuración urbana facilitó esta situación.
Claro que en toda la ciudad hay bocas (y la venta es de múltiples sustancias),
pero aquí nada sucede sin la mirada de quienes operan como jefes. Y en la medida
en que ese “gran hermano” crece, los espacios se convierten crecientemente en
“invisibles” para el resto. Así, con esa palabra, lo describe Claudia Crespo,
psicóloga e integrante del proyecto El Achique, que funciona en el barrio. En
esos espacios se compra, se vende, se intercambian objetos por droga, se
consume, y se respetan los códigos a riesgo de dejar la vida: las deudas se
pagan, no se “alcahuetea”, se respeta a los niños, y también a “las mujeres de
los otros”. Además, robar en el barrio sólo es perdonado si es para comer.
Nadie, salvo los propios habitantes, sabe bien qué sucede ahí dentro, porque si
a la Policía le es imposible (¿?) entrar, también a los técnicos se les
dificulta si no es con alguien “de adentro”. Las únicas que recorren el barrio
sin inconvenientes son las maestras comunitarias, que se convirtieron en un
eslabón fundamental para otros técnicos (médicos, asistentes sociales,
psicólogos) que necesitan saber qué sucede. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Un niño de 4 años llega a la consulta a través del jardín
de infantes. Sube, baja, se trepa, se agarra de su madre, se suelta; no para
nunca. Tiene miedo de la bruja debajo de la cama que por las noches aparece. “Te
das cuenta de que lo que sucede excede los terrores propios de la edad.” El niño
vive con su madre y el compañero de ésta, pegados a una boca de pasta base. Por
las noches hay consumidores que salen de allí y fuman en su patio. Un día el
pequeño avisó a su madre que cuando él estaba afuera a uno le dieron dos
puñaladas. Semanas después vio cómo otro moría de dos disparos en su
patio.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Tejidos</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La experiencia de atención del pequeño la tuvo Crespo. Y la
contó a Brecha para explicar cómo la realidad de las drogas atraviesa a todo el
barrio, incluidos quienes no consumen ni venden. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Son “territorios poco privados”, donde con sólo caminar
“pasás por una boca, o te cruzás con alguien que consume, o presenciaste un acto
de violencia. Lo visual impacta, se guarda sin procesar y así se van
normalizando conductas”, dijo. El costo de lo vivido se expresa a través de
angustias, ansiedad e inseguridad, que se acrecientan mientras más cerca se esté
de los espacios cooptados por el narcotráfico. Por eso es que Casavalle, como
cualquier barrio, no es un espacio homogéneo ni siquiera en las apreciaciones
que los vecinos tienen sobre el tema. “Negar que existen no se puede –dice un
vecino en la lluviosa parada del ómnibus–, pero tampoco es tan así como lo
pintan, ¿o vos no viniste sola y sos mujer?” Ciertamente. “Si vos la sabés
llevar y no te regalás... Pero si te regalás… como que no van a tener
escrúpulos, ¿no? Pero acá no, se complica para allá, que yo voy porque vive mi
hija. Son unos pocos nomás, pero dominan la cosa. Me conocen, entonces paso,
hago gesto como que saludo, mismo a los de las bocas, que yo sé que son porque
sabemos todos, porque te das cuenta de mirar nomás, los zombis salen igual de
día, pobrecitos.” ¿Y si es tan obvio por qué nadie denuncia? “¿Denunciar qué?”
La violencia. “Porque a veces más te conviene aprender a convivir con ella”,
dijo el entrevistado ocasional, ya con un pie en el escalón de un Cutcsa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El “estar” permanente de la gente en el barrio, las
dificultades de vincularse con otros espacios fuera de allí (porque no quieren,
porque no pueden o porque no saben cómo), y la propia vulnerabilidad social
hacen que los habitantes deban recurrir a los lazos vecinales. “No es como en
otros barrios, que uno puede prescindir de esos vínculos”, dice Barbero. Si
alguien tiene una urgencia, se le enferma un hijo y necesita plata para
trasladarse en un taxi, tan sólo por poner un ejemplo, puede ser que recurran a
alguien vinculado a la venta de drogas para que le preste plata. Si se arma lío,
por ejemplo por un robo entre vecinos (algo que, aunque prohibido en los
códigos, creció a partir del surgimiento de la pasta base), es mejor estar cerca
de una familia poderosa. Entonces no es tan sencillo decir que la gente no
denuncia “por miedo”. Muchas veces no denuncia porque necesita hacer uso de los
vínculos –“solidarios” según unos, de “silenciamiento” para otros–, que son
esencialmente de supervivencia. Otras veces sucede simplemente que los lazos de
vecindad son de toda una vida, y eso inhibe a un posible denunciante de una
boca, o de un consumidor que se zarpa o que roba para conseguir sus dosis.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por otro lado, el miedo y la desconfianza están presentes
pero no sólo hacia los narcos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>“Si voy a la 17, no sé si estoy hablando con el comisario
o con el jefe narco.” Claro y directo, este vecino argumenta por qué no denuncia
las bocas que afirma conocer. “Así como sé yo, saben los demás, y sabe la
Policía también. Para denunciar se necesitan pruebas, y aunque las tenga me
pueden matar. El ciudadano necesita determinadas garantías, no te olvides de que
estás denunciando a un vecino, y denunciar algo con tanta fuerza… después hay
que seguir viviendo al lado. Hubo uno que sacó fotos y filmó, lo llevó a la
Policía y nomás volver le estaban tiroteando la casa. O sea, no tengo respaldo,
pero no es que no sienta la obligación de denunciar.”<BR>Los técnicos también
optan por no hacerlo. En algunos casos por temor, o falta de garantías, en el
caso de El Achique fue una decisión consciente, la forma que encontraron para
seguir trabajando sin estar en líos permanentes con los narcos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>EL FACTOR JOVEN. El diagnóstico de Casavalle hizo el
ejercicio de contrastar el imaginario de la Policía en torno a la droga y su
vinculación con el delito, y la realidad de los casos que atiende la seccional.
Mientras los policías ven en los menores infractores “uno de los problemas más
acuciantes del territorio” y aseguran que la mayor parte de las infracciones
están vinculadas al consumo o comercialización de drogas, un estudio-ventana
realizado en la seccional durante una semana dice otra cosa. El perfil de los
detenidos es de “adultos, vinculados a violencia doméstica y consumo de
alcohol”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A Pío le gustaría que le demostraran la relación entre
consumo y delito, porque él conoce gente que se hizo rica robando autos y no
consume nada. Y tampoco cree el discurso de “jóvenes, pastabaseros y chorros”
con el que “la prensa colabora”. De todas formas, no deja de reconocer que hay
un sector de chiquilines en el barrio que “andan en la vuelta” y tienen cero
disciplina laboral y nada de solidaridad con el entorno. “Para ellos todo es
‘¿Cuánto hay?’. Si les pedís que colaboren con algo del barrio te dicen ‘¿Cuánto
hay?’. Si se rompe una pelota de ping pong que sale diez pesos te dicen que
ellos no la reponen, ¡pero son ellos los que están jugando gratis todo el día!”
Y si no hacen nada, dice, “se vuelven insoportables. Pero no es que hagan cosas
malas, y son una minoría”. Así es fácil que, “si un día necesitan plata, los
inviten a robar y salgan”. Aunque “todo depende de los vínculos y de la plata
que quieran hacer sin hacer un sacrificio mayor”. <BR></DIV>
<DIV align=justify>El señalamiento hacia los jóvenes es tan complejo como el
mosaico de Casavalle. La realidad que describe Pío en los párrafos anteriores
parece tan cierta como la experiencia de El Achique, donde se trabaja con 30
jóvenes con un abordaje comunitario basado en la reducción de riesgos y daños en
el consumo. Cuatro de esos jóvenes se anotaron ya para retomar la escuela en
2014. Y en estas semanas terminaron de formalizar una cooperativa de trabajo con
otros cinco. Se llama Achicando Caminos, y nació a partir de los talleres de
comida saludable que imparte un profesor. Primero empezaron vendiendo a los
técnicos que trabajan en la zona. Después la propia gente comenzó a encargar
cosas para sus casas. A partir de una visita de integrantes de la oea y la
Presidencia de la República, que almorzaron sus productos, lograron el interés
de estos últimos, que ahora contratan el servicio para algunas de las
actividades que realizan. También están negociando con ose para que el reparto
de las facturas de la zona se haga con la cooperativa. El reparto no es fácil
aquí porque en algunas zonas la numeración de las calles está salteada o es
inexistente, o complicada de encontrar. </DIV>
<DIV align=justify><BR>“No sé qué estoy haciendo con mi vida”, confesó
angustiada a Crespo una muchacha que pertenece a una de las familias que
controlan el tráfico en uno de los microterritorios de Casavalle. La muchacha
había sido consumidora, pero hace largo tiempo que abandonó por completo. Cuando
la psicóloga le preguntó el motivo de su actual angustia, la interrogada
respondió: “Porque abro la heladera de mi hermana y tiene hamburguesas de las
gordas, y Coca-Cola uruguaya, y championes para los hijos, y yo no tengo nada”.
Crespo ahora lo cuenta para explicar la complejidad que enfrentan los
consumidores cuando quieren salir, o los narcos cuando quieren alejarse del
negocio. “Todos intentamos tener para ser, viene dado con estos tiempos. El
adicto es un sufriente, no es que no quiera saber de nada, ni que no quiera
trabajar ni que nada le importe. Pero en estos contextos faltaron oportunidades,
y constantemente están buscando formas de supervivencia. Si les das
oportunidades, ellos quieren aprovecharlas. En El Achique decimos ‘Todo con amor
y de buena calidad’. Porque de pobreza y precariedad están hartos.” <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Nota</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>1. Los datos presentados en el diagnóstico fueron tomados del
INEy del Mides.
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>