<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META content="text/html; charset=iso-8859-1" http-equiv=Content-Type>
<META name=GENERATOR content="MSHTML 8.00.6001.23501">
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY background="" bgColor=#ffffff><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>16 de febrero de 2014<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Feminismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Mujer y cuerpo bajo
control<BR></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>En esta entrevista, la especialista
argentina Rita Segato traza un mapa preocupante de la violencia de género en
todo el suelo latinoamericano.<BR></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Karina
Bidase</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Revista¨Ñ, Buenos Aires,
10-2-2014</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://www.revistaenie.clarin.com"><FONT size=2
face=Arial><STRONG>http://www.revistaenie.clarin.com</STRONG></FONT></A></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial></FONT><BR> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial>Rita Segato es una intelectual
feminista lúcida. Vive en Brasil, nació en el barrio porteño de Constitución y
se define como una mujer del Sur. Comprometida con el feminismo latinoamericano,
los movimientos indígenas y el movimiento negro en Brasil, sus libros son un
bálsamo al cual recurrir para poder penetrar los grandes dilemas de nuestro
tiempo. Acaba de publicar La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en
Ciudad Juárez (Tinta limón). Esta entrevista realizada en Buenos Aires es un
fragmento de una charla sobre renovados proyectos
emancipadores.</FONT></DIV><FONT size=2 face=Arial>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Qué cambios ha observado en Ciudad Juárez, y en
su propia reflexión, en la década que va de 2003 a 2013?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–En Ciudad Juárez descubro el territorio, la
territorialidad. Lo que antes se decía “estar en la base” hoy se dice “estar en
el territorio”. Ha pasado a formar parte del vocabulario de las personas y del
vocabulario político. En 2003 yo empiezo a ver al cuerpo de las mujeres como una
función territorial, como territorio mismo y lo relaciono con la idea de
soberanía. Desde los 70 se venía hablando de la posición de la mujer como
“naturaleza”, lo que después pasó a ser criticado dentro del feminismo. Eso pasó
a ser muy fértil de varias formas: comencé a decir que el cuerpo de las mujeres
era el propio campo de batalla donde se plantaban las banderas del control
territorial, jurisdiccional, donde las nuevas corporaciones armadas en las
modalidades mafiosas de la guerra no convencional, emitían los signos de sus
siempre fugaces victorias, de su capacidad de soberanía jurisdiccional e
impunidad, y también comencé a pensar en los porqués del cuerpo como ese
bastidor en que se cuelgan insignias. También vi, que el cuerpo es nuestro
último espacio de soberanía, lo último que controlamos cuando todas nuestras
posesiones están perdidas. Las afinidades semánticas entre cuerpo y territorio,
dentro del paradigma colonial, son infinitas… Posiblemente el cuerpo indio no
tenga, desde una perspectiva pre–colonial o no–colonial, esos mismos
significados. Pero la colonialidad se los asigna. Esto, cruzado con las
políticas de las identidades, cuya crítica es el tema central de mi libro La
nación y sus otros es también, y de otra forma, fértil. El formateo de las
identidades, como soporte de la política, tiene que ver también con lo
territorial, lo que voy a llamar en dos ensayos de ese libro y en otro texto
posterior el carácter territorial de la política hoy. La cultura política de las
identidades es también territorial y, si prestamos atención, constataremos que
hasta la política partidaria es hoy una cuestión de identidad y, por lo tanto,
de territorio. La expansión de las identidades en red, las formas de anexión de
miembros a redes identitarias o, en otras palabras, en redes como territorios,
es hoy el tema y el proyecto de la política. Así como la religión hoy se prende
al control fundamentalista de los cuerpos (y aquí coloco en el mismo plano el
velo obligatorio en el islam y la obsesión anti–abortista entre los cristianos)
por razones que son de soberanía jurisdiccional y no de orden teológico, moral o
doctrinal, de la misma forma, las razones de la política son hoy del orden de la
cohesión y de las alianzas y, en ese sentido hasta la política partidaria es hoy
“política de identidad” y su proyecto puede ser también comprendido como
territorial, entendiendo la red de sus miembros como su territorio. Entonces, el
tema de los cuerpos, de su control y de la espectacularización de ese control
sobre los cuerpos se ha vuelto central en la política.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cómo define la política de la
identidad?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Cuando cae el Muro de Berlín y finaliza la Guerra Fría,
el paradigma dominante de la crítica política pasa a ser el de la política de
las identidades. Identidades que, para ese fin, pasan a ser formateadas y
globales. La crítica antisistémica, al sistema capitalista y sus metas de
acumulación y concentración pasa a ser sustituida por una política de
identidades y se enfoca en lo distributivo. En ese sentido el discurso de los
DDHH pasa a tener un papel que poco se ha examinado y cuya meta “inclusiva” no
es otra que la de poner límites al pacto estado–capital. En lugar de la crítica
anti–sistémica, pasa a considerarse que deben haber algunas garantías de
protección para aquellos que no son igualmente “productivos”, “desarrollados”,
“modernos” o, mejor, “modernizados”, para que puedan incluirse, no sólo a los
derechos sino también en el mercado. Las políticas de inclusión siempre hay que
mirarlas bajo un signo de interrogación. Son interesantes como agitación porque
cuando uno dice “hay que incluir” está también apuntando a fallas severas del
orden social, de la justicia, del bienestar colectivo. Entonces los DDHH entran
ahí, cuando hay que poner límite a la intervención del capital en las
instituciones, al poder del capital en el orden estatal. El capital nunca se
satisface y los DDHH son la normativa que intenta ponerle coto a su injerencia.
Las políticas de las identidades no son más anti sistémicas como fue la política
del activismo de los 70. Cuando pasa ese período histórico, queda una especie de
silencio, un interregno, durante el cual los de nuestra generación quedamos
perplejos ante la caída del Muro. Aunque no fuésemos pro rusos, aquello era un
mundo alternativo con un proyecto alternativo al capital. Cuando esa ilusión
acaba, sobreviene un gran silencio. No tenemos una historia de la mentalidad, no
he visto investigaciones de cómo se transforma la conciencia de las personas en
el período que va desde los 60 hasta la transformación de los paradigmas de la
política, de cómo se transformó el paisaje de nuestra conciencia a través de un
cisma ideológico muy profundo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Ha podido el discurso de los DDHH proteger a
las personas de la violencia del proyecto capitalista? Y trasladado esto a las
mujeres, ¿ha podido protegerlas de la masacre misógina?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Creo que no, lo que estamos viendo es que ese techo de
contención de los males a que pueden ser expuestas las personas muestra su
incapacidad de protegerlas, y es indispensable liberarnos de nuestra fe cívica y
comenzar a sospechar de la capacidad del Estado y de las organizaciones
supraestatales para proteger a las personas. Más que de una fe cívica, estamos
sufriendo hoy de una ceguera cívica. Hemos utilizado demasiado tiempo y puesto
demasiadas fichas a la expansión de esos derechos y lo que vemos es un mundo en
que nunca hubo mayor concentración de riquezas y las personas están cada vez más
vulnerables. Tenemos que preguntarnos qué ha pasado y qué está pasando, cómo
hemos perdido derechos básicos en la Argentina frente al camino del capital, es
decir, a los valores de la competitividad, la productividad, la acumulación, la
concentración cada vez mayor y la exclusión. Entonces el discurso de los DDHH,
como promesa efectiva de protección por parte de cortes estatales
supraestatales, es, hasta el momento, francamente ficcional, es una falsa
conciencia. La justicia moderna es punitiva por naturaleza, no constructiva.
Todo el peso es colocado en la negatividad, y prácticamente no hay resultados en
los aspectos positivos de la justicia. Lo que es incontestable es el valor de
agitación y pedagógico del discurso de los Derechos Humanos, en su capacidad de
persuadirnos de que debemos transformar valores, costumbres, y por lo tanto,
humanizarnos, azuzando nuestra insatisfacción ética por una mayor felicidad
colectiva. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿En qué momento de su trayectoria se cruza con
el pensamiento de Aníbal Quijano?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Cuando escucho en él la manera más lúcida y más
conmovedora de hablar de la raza y el racismo sin entrar en la trampa de las
políticas de las identidades de matriz multicultural burguesa, que es
ornamental: las figuritas del indio, del negro, cada uno haciendo su papel,
Quijano propone cómo pensar la raza históricamente y no a partir de íconos de
diversidad que son superficiales, cosméticos, enlatados, falsamente
naturalizados, como en el multiculturalismo. Cuando cae el Muro se abren dos
caminos nuevos de la política: uno es del multiculturalismo anodino, como le ha
llamado Homi Bhabha, donde la estructura, o sea, el sistema, no está en juego y
no cambia, y el otro camino es el de la crítica de la colonialidad como la
estructura profunda que guía la reproducción de las desigualdades. La crítica de
la colonialidad busca en las lógicas indígenas y en las lógicas comunitarias
caminos alternativos al del capital. Quijano nos ofrece un análisis sociológico,
filosófico e histórico que permite entender la raza como una invención histórica
y por fuera completamente del multiculturalismo. La raza es producto de la
racialización de origen colonial. Leí recientemente una propuesta de
descolonización maravillosa en un libro publicado por el gobierno de Evo
Morales, pero que no cita al autor que es el que genera esta idea de una
colonialidad diferente del colonialismo y de un pensamiento descolonial. Y me
pareció equivocada la utilización de formulaciones que son claramente de Quijano
sin el debido reconocimiento de autoría. El reconocimiento de la gestación de
las ideas es sagrado para mí, y no se trata de propiedad y sí de parentalidad.
Reconocer autoría es muy importante sobre todo en nuestro mundo latinoamericano,
en primer lugar porque un autor es una posición en la escena histórica y tenés
que comprender la escena y la historia; si vos lo censurás, le negás este
conocimiento a la gente, le negás acceso a la genealogía de ese pensamiento, el
quién y el dónde. La genealogía permite situarse en una historia. Me doy cuenta
de eso a partir de una lucha en la que participé activamente, como fue la lucha
por las cuotas raciales de estudiantes negros en Brasil, cuyo proceso de
gestación se ha censurado. Esa lucha –que protagonicé en 1998– contra la
discriminación de un estudiante negro en el Doctorado de Antropología en la
Universidad de Brasilia originó la primera propuesta de reserva de cupos para
estudiantes negros y algunas medidas inclusivas para estudiantes indígenas. Hoy
es una realidad consagrada pero condicionada a una censura de la historia que
originó ese proceso debido a la cual muchos estudiantes negros piensan que un
rector, un ministro o el mismo Lula tuvo un día una idea beneficiosa y, con un
golpe de pluma, tuvieron la gentileza de firmar un decreto que les dio acceso a
la universidad. Decirles que sujetos concretos, situados en las escenas
históricas de nuestro continente pensaron propuestas que tomaron forma es
hablarles de su propia potencia transformadora y constituye una verdadera
pedagogía política. El reconocimiento de la autoría y del protagonismo son
esenciales por esa razón autorizadora, especialmente en un continente en el que
las universidades, por su eurocentrismo endémico, enseñan que las ideas y los
grandes cambios históricos siempre se originan en otro lugar.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cómo pensar entonces la relación de afectación
sumamente cruel y violenta del cuerpo de las mujeres por el paradigma
territorial de la política?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–El cuerpo de las mujeres es particularmente afectado por
este paradigma territorial que domina hoy el pensamiento contemporáneo. Como
sostuve en mi libro Las estructuras elementales de la violencia , la violencia
sexual tiene componentes mucho más expresivos que instrumentales, no persigue un
fin, no es para obtener un servicio. La violencia sexual es expresiva. La
agresión al cuerpo de una mujer , sexual, física, expresa una dominación, una
soberanía territorial, sobre un territorio–cuerpo emblemático.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cómo mueren las mujeres en ese espacio de la
guerra que has llamado “segunda realidad”?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–La mujer muere en el espacio doméstico por la gran
lucha, la gran tensión entre los géneros, porque el hombre está masacrado,
emasculado por el capitalismo contemporáneo. La presión sobre el sujeto
masculino es enorme, y éste se restaura como masculino también mediante la
violencia. Restaura dentro de casa la masculinidad que pierde fuera de casa.
Pero también la mujer muere en otras esferas. Por ejemplo, en las estadísticas
de Bolivia entre 1 de enero y el 31 de agosto de 2011, de todos los asesinatos
cometidos, 62,5% son de mujeres, y menos del 51% ocurren en el espacio
doméstico; el otro 49% ocurren en otro lugar y eso nuestras categorías no lo
alcanzan a ver. Muchos de esos óbitos, que, cada vez más ocurren fuera del
ambiente doméstico, son de mujeres que mueren en las guerras informales de la
segunda realidad, esfera en que las mujeres y, en algunos casos, niñas, como lo
fue Candela, son torturadas, violentadas sexualmente, asesinadas como
espectáculo de la soberanía de quien tiene el control territorial en esas
guerras que nunca empiezan y nunca terminan, que son guerras continuas, sin
declaración y sin armisticio, sin victorias ni derrotas más que transitorias. La
impunidad y discrecionalidad de lo que se puede hacer con el cuerpo de las
mujeres como el lugar donde se implanta la insignia de la soberanía expresa el
control territorial en la modalidad mafiosa de las nuevas guerras informales.
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>