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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U>boletín solidario de
información<BR></U><FONT color=#800000 size=5>Correspondencia de
Prensa<BR></FONT><U>28 de febrero de 2014<BR></U><FONT color=#800000
size=5>Colectivo Militante - Agenda Radical<BR></FONT>Montevideo -
Uruguay<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Polémica</FONT></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>¿Importa la moral del
autor?<BR></DIV></STRONG></FONT>
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size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3><FONT
size=2></FONT></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG><FONT size=3><FONT
size=2><FONT size=3>La denuncia por abuso de la hija adoptiva de Woody Allen
provocó un debate sin fin sobre las obras y autores acusados de maltratar a sus
hijos.<BR></FONT></DIV></FONT></FONT></STRONG></FONT>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Andres
Hax</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><STRONG>Revista Ñ, Buenos Aires,
24-2-2014</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT size=2 face=Arial><A
href="http://www.revistaenie.clarin.com/"><STRONG>http://www.revistaenie.clarin.com/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT> </DIV>
<DIV><FONT size=2 face=Arial></FONT><FONT size=2 face=Arial> </DIV>
<DIV align=justify>El 1 de febrero de este año la hija adoptiva de Woody Allen y
Mia Farrow publicó una larga carta en un blog de The New York Times alegando que
fue abusada sexualmente por el cineasta, hoy de 78 años. El relato de Dylan
Farrow (que hoy tiene 28 años) ocurrió en 1992 cuando era una niña de ocho. En
un placard del altillo, según cuenta el escalofriante relato, Woody la asaltó
sexualmente mientras le hablaba con suavidad y le prometía llevarla a París y
convertirla en estrella en una de sus películas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Se trata de un caso más complejo de lo que aparenta.
Legalmente, Woody Allen fue absuelto por la investigación que se hizo en su
momento y ahora mismo no está bajo sospecha legal. A los ojos de la ley, no es
sospechoso. Sin embargo, es una verdad documentada (según una nota en Vanity
Fair titulada 10 Undeniable Facts About the Woody Allen Sexual-Abuse Allegation
) que Woody había estado en terapia por su comportamineto inapropiado con su
hija adoptiva. Además, el juez en el caso original dijo que la actitud de Allen
hacia Dylan era “grotescamente inapropiada y que se tenían que tomar medidas
para protegerla.” Allen, se sabe, salió a declarar su inocencia caracterizando
la historia de su hija adoptiva como una fabricación de su ex pareja Mia Farrow.
Otro hijo adoptivo de Allen y Farrow, Moses Allen, ha tomado la partida de su
padre. El único hijo natural de Allen-Farrow, Ronan Seamus Farrow, está al lado
de su madre. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La familia en cuestión es digna de una tragedia clásica.
Tendríamos que resucitar a Sófocles para escribirla –también a Sigmund Freud.
Woody Allen está casado con una mujer 35 años menor que él, la que fue, además,
la hija adoptiva de Mia Farrow y el músico y compositor, Andre Previn. Woody y
Soon-Yi tienen dos hijos adoptivos a su vez.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se lo mire por donde se lo mire, en el peor de los casos
se abre la posibilidad de incesto de padre a hija adoptiva (abuso de una menor
agravado por el vínculo); en el mejor escenario, se trata de un desmadre
doméstico, un embrollo de parentescos transgredidos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Fíjense en el árbol genealógico y político. Ronan es el
sobrino de Soon-Yi y, a la vez, su hermano. Woody Allen, al haber sido el
padrastro (político) de Soon-Yi, es tanto el padre como el abuelo de sus hijos.
Por su lado, en total, Mia Farrow tiene 15 hijos, cuatro biológicos: todo un
clan. Entre los hijos naturales, el parentesco de uno está en duda. En 2013, en
una entrevista con Vanity Fair , cuando le preguntaron directamente si Ronan era
el hijo de Frank Sinatra, Mia contestó: “posiblemente”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En todo caso, tras la carta de Dylan en The New York
Times (publicada por un periodista amigo de Mia), arrancó un debate mediático
acerca de las películas de Woody Allen en vísperas del Oscar. ¿Podemos seguir
viéndolas con la conciencia limpia? ¿La moral de un artista importa? ¿O hasta
qué punto? ¿Es más sencillo soslayar el fascismo y las posicioenes
antipatrióticas de Ezra Pound, el antisemitismo de T. S. Eliot o el
colaboracionismo de Heidegger? ¿El incesto no constituye en sí otra categoría
aparte?</DIV>
<DIV align=justify><BR>En defensa de Woody Allen, la prolífica novelista Joyce
Carol Oates tuiteó el 8 de febrero: “Aunque Woody Allen ha sido muy denunciado,
seguramente muchos de sus denunciantes tienen gran admiración por Lolita. ¿No es
contradictorio?” Previamente, había tuiteado: “La predilección de hombres viejos
(hasta ancianos) por mujeres jóvenes no es infrecuente en otras culturas”. Ver
La casa de bellas durmientes de Kawabata; y también “lo que difiere en estas
culturas es la norma legal/moral/ética de la sociedad: en algunas se tolera, en
otras es tabú”. Agrega Oates, además, que en la cultura estadounidense las
celebridades tienen licencia para cruzar el límite del tabú. Aclara que condenar
las películas de Allen castiga a otros –actores– que nada tienen que ver con el
caso. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La defensa más fuerte de Allen –y la explicación más
efectiva de la ambigüedad del caso– podría ser el timeline de Oates. Evoca, por
ejemplo, un caso de maestros acusados de pedofilia porque en su momento se
creyó, sin cuestionamiento, el testimonio de la supuesta víctima. Y lo pone todo
en perspectiva diciendo: “Ojalá hubiera tanto escándalo público por crímenes de
guerra, por criminales de guerra, que causaron muertes, desfiguraciones de
centenares de miles de vidas”.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>En el nombre del padre</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En el debate mediático del affaire y toma de posición
sobre este árbol genealógico excéntrico de Allen-Farrow, consideramos que se ha
soslayado una pregunta central, que lo excede. ¿La práctica del arte en su más
alto nivel de compromiso es incompatible con la buena paternidad? ¿Se puede ser
un gran cineasta, pintor, novelista o poeta y quedar con un resto emocional –y
de tiempo– como para criar hijos de una manera atenta y bondadosa? </DIV>
<DIV align=justify><BR>A primera vista, la respuesta pareciera ser que no es tan
fácil. Si nos limitamos a la literatura podríamos confeccionar rápidamente una
lista de padres y madres negligentes, hasta malignos: Ernest Hemingway, William
Burroughs, John Cheever, Doris Lessing, Ted Hughes, Saul Bellow, Philip Dick,
James Joyce, J. D. Salinger, Norman Mailer, William Faulkner, León Tolstoi,
Charles Dickens...</DIV>
<DIV align=justify><BR>Seguramente hay lectores en desacuerdo con uno o dos de
los nombres de la lista. El tema es largamente discutible y además, es
histórico, cambia a través del tiempo. ¿Doris Lessing fue una mala madre por
abandonar a dos hijos en Sudáfrica y dejarlos con el padre, para ir a Londres y
comenzar una nueva vida fuera de las restricciones machistas de su época y su
país? ¿Carlos Fuentes –supuestamente, un padre abandónico de tres hijos– es
responsable de la muerte dramática de su hija? Su cuerpo fue encontrado debajo
de un puente, estaba embarazada de ocho meses de una criatura y era una adicta
severa. ¿William Burroughs hizo bien o mal en dejar a su hijo con los abuelos,
tras matar accidentalmente a su esposa? ¿Pablo Neruda es un cretino por haber
abandonado, literalmente, a su única hija, que nació con macrocefalia y a quien
ni siquiera solventó en sus necesidades básicas? ¿O Arthur Miller, que hizo lo
mismo con su hijo con síndrome de Down, internándolo de por vida en un asilo y a
quien no menciona ni siquiera en su larguísima autobiografía? ¿Cuánta
responsabilidad tiene Ted Hughes en los suicidios de sus dos esposas? Y la
primera, Sylvia Plath, ¿fue una mala madre por suicidarse una fría madrugada
londinense tras servirles la leche a sus hijos que aún dormían en sus
camas?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, acaso habría que acotar más la muestra y
justificar a los elegidos para responder a la pregunta con mayor precisión.
Quizá habría que encontrar una forma de atacar la pregunta –¿El arte es
incompatible con la paternidad?– rigurosamente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una posibilidad es circunscribirnos a ese robusto género
literario que combina biografía, psicología y autoconfesión. Me refiero a las
memorias escritas por los hijos e hijas de grandes escritores. Una bibliografía
inicial, pero suficiente como para armar un buen seminario, debería incluir: la
muy reciente Saul Bellow’s heart (2013) de Greg Bellow, Papa: a personal memoir
(1976) de Gregory Hemingway; Home before dark (1974) de Susan Cheever; My father
is a book (2006) de Janna Malamud Smith; Dream catcher (2001) de Margaret A.
Salinger; Correr el túpido velo (2010) de Pilar Donoso; Reading my father (2011)
de Alexandra Styron; Townie (2011) de Andre Dubus III.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay una imagen que se repite en todas estas memorias y es
la de la puerta cerrada. Greg, el hijo de Bellow, escribe: “La puerta de su
estudio estaba firmemente cerrada todas las mañanas, un signo de la barrera que
Saul erigió entre la escritura y la vida”. Alexandra, la hija del novelista
William Styron escribe en su libro que la oficina donde escribía su padre era
sacrosanta y allí no se podía entrar de ninguna manera. Sobre ella había un
letrero de una sola palabla: Verboten (prohibido en alemán). <BR>La puerta
cerrada es una realidad y también un emblema del artista como madre o padre. La
primera condición necesaria para escribir una obra es tiempo. Océanos de tiempo.
Es famosa la anécdota de Gabriel García Márquez quien, al ocurrirsele la idea
para Cien años de soledad , le dijo a su esposa que se ocupara de mantenerlo
abastecido de cigarrillos y whisky hasta que saliera de su cuarto con la obra
escrita. Entró y cerró la puerta. Se demoró más de un año en salir. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay una anécdota al comienzo de la memoria de la hija de
Styron. Era una infante, de dos o tres años, y sus hermanos la dejaron sola por
un rato en la cocina. Cuando volvieron, descubrieron que se había caído por las
escaleras del sótano y estaba en el piso con la cabeza seriamente lastimada. Por
no molestar a su padre, que estaba en plena composición de La decisión de Sophie
, esperaron dos horas a la madre, para llevar al médico a la niña, en grave
estado. <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Arte y responsabilidad</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque el nivel de abuso o negligencia de los padres,
sujetos de estas biografías, varía considerablemente, la clave está
ejemplificada en la desafiante pregunta que Gregory, el hijo de Ernest
Hemingway, le hace a su padre: “¿Cuándo al fin todo está sumado, papá, la cuenta
será así: escribió unos cuantos cuentos buenos, tuvo una manera novedosa de
encarar la realidad, y habrá destruido a cinco personas –Hadley, Pauline, Marty,
Patrick y posiblemente a mí mismo? (La lista son los cuatro hijos del escritor,
más su tercera esposa, Martha Gelhorn). ¿Qué consideras que es más importante?
Tu mierda egocéntrica, los cuentos o las personas?” Se nos agrega otra pregunta
existencial para analizar este problema: ¿una obra brillante vale más que la
felicidad de una persona? Un ejemplo concreto: la novela y los cuentos de
Salinger han hecho a millones de personas profundamente felices. En una
hipotética balanza moral, ¿eso pesará más o menos que la infancia miserable de
su hija?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sería incorrecto afirmar que este conjunto de memorias
son categórica y exclusivamente despectivas hacia los padres involucrados. Lo
que se aprende leyéndolas es el nivel de sacrificio necesario para lograr una
obra brillante, o para intentar estar entre la primera fila de los creadores.
Lleva mucho, mucho tiempo escribir (o hacer cine o matemática o poesía) y
requiere una enorme concentración. Es un trabajo solitario, alejado de las
rutinas de un oficinista, que puede sobrevivir a la jornada laboral por un
esquema que comparte con otras compañeros y que, a cierta hora está liberado de
la obligación diaria. Se corre el riesgo de no cumplir con expectativas propias
y de terceros porque no hay garantía de que el capital de tiempo, solo en un
cuarto, redundará en un producto que justifique el sacrificio. Esto aparece
muchas veces en las memorias de los hijos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>También muchas veces se vislumbra un gesto de rechazo a
la familia que viene, irónicamente, desde el amor. En su memoria sobre William
Styron, Alexandra cuenta una carta que el novelista Irwin Shaw le escribió a su
amigo para felicitarlo por el nacimiento de su primer hijo: “Aprende de mí y no
te intereses demasiado en tu hijo. Desde que nació el mío apenas he escrito una
palabra, ya que es mucho más interesante mirar todas las sutiles y complejas
corrientes que fluyen de un ser humano complejo, que batallar con el material
inerte y chato del arte. Préstale atención en dosis medidas a la criatura, por
el bien de tu carrera”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una cosa más sobre las memorias de los hijos de los
escritores: no son libros excepcionalmente buenos. En si mismos no suben a la
categoría de Literatura. Son intrigantes por sus contenidos y por lo que puden
aportar sobre la comprensión de los procesos creativos. Pero pasa algo
fascinante entre líneas. El sujeto –hijo o hija– al enfrentarse con el problema
de escribir un libro, entra en el problema básico de su padre y comienza a
aprender, de primera mano, las dificultades reales que implicaba su vocación.
Allí, invariablemente, nace el perdón o una aproximación al perdón. Sí, sus
infancias fueron complejas, pero al fin, sus padres dejaron algo. La mayor parte
de de la humanidad ha tenido pésimas infancias y, llegados a la adultez, han
comprobado que sus padres dejaron una obra. La excepción es Pilar, la hija
adoptiva del chileno Donoso. En la dedicatoria de su libro confiesa: “Escribir
este libro tuvo grandes consecuencias para mí, pérdidas irreparables y,
seguramente, habrá más...” Pilar se suicidó, dejando atrás a tres hijos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>William Faukner, en su entrevista con The Paris Review en
1956, dijo: “La única responsabilidad del artista es su arte. El será
completamente despiadado si es uno bueno. Tiene un sueño. Le angustia tanto que
se tiene que deshacer de él. Hasta entonces no tiene paz. Todo queda relegado:
honor, orgullo, decencia, seguridad, felicidad, todo, para lograr que el libro
se escriba. Si un escritor tiene que robarle a su madre, no dudará. Un poema de
Keats vale cualquier cantidad de viejas.”
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>