<html xmlns:v="urn:schemas-microsoft-com:vml" xmlns:o="urn:schemas-microsoft-com:office:office" xmlns:w="urn:schemas-microsoft-com:office:word" xmlns:m="http://schemas.microsoft.com/office/2004/12/omml" xmlns="http://www.w3.org/TR/REC-html40"><head><meta http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1"><meta name=Generator content="Microsoft Word 14 (filtered medium)"><!--[if !mso]><style>v\:* {behavior:url(#default#VML);}
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El proyecto cooperativo logró transformar uno de los trabajos más precarizados e informales que había en un emprendimiento laboral digno, con derechos contemplados, aunque para ello fueron necesarias arduas batallas políticas y callejeras con la patronal del taxi. Aprendiendo sobre la marcha, sin recetas ni experiencias ajenas para usar como espejo o guía, fueron haciendo su camino. Cambiar hábitos de relacionamiento laboral y el reparto de los ingresos obtenidos fueron y son lo más complejo en las discusiones, aunque singularmente éstas dieron forma a lo que hoy es Cootelpa. Una de las tantas contiendas dialécticas fue motivada por el nombre a ponerle a la cooperativa, que según Sergio “Pájaro” Pereira resultó muy controversial en la interna. Había dos firmes candidatos. “Le terminamos poniendo Cooperativa Obrera de Telefonistas de Paradas. Podríamos haberle puesto Cooperativa de Mendigos Organizados. Estuvimos a punto…”<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Parado en el medio de José Ellauri frente a la puerta de ingreso del Punta Carretas Shopping, Walter Vázquez levanta su mano derecha y le hace señas a un tachero preguntándole si está disponible, y al mismo tiempo avisándole que tiene un viaje para hacer. El código de señas es recibido con aceptación por el obrero del volante, que inmediatamente se orilla al cordón. Walter abre la puerta delantera del coche, corta un boleto del rollo que tiene guardado en su bolsillo derecho, recibe en la palma de su diestra la ficha valor cinco pesos que el taxista paga por el servicio de la parada, al tiempo que con sus dedos ofrece el boleto al chofer, que no acusa recibo. Ayuda a ingresar a una señora al coche, recibe una propina, agradece el gesto, cierra la puerta del taxi saliente y pasa a abrir la siguiente del taxi entrante para un nuevo cliente. Detrás de él, un delivery le pregunta una dirección y él responde con precisión. Se forma una cola detrás del cartel que indica la parada de taxis, y comienzan a llegar vehículos libres haciendo fila contra el cordón. Walter llama de a uno, según el orden de llegada, a personas y coches. Hace más de veinte años que labura en esa parada. <o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>La Farola, de Punta Carretas, tiene uno de los 13 permisos de gestión adjudicados a la Cootelpa. Según Ary Wiedemann, trabajador de la parada de Tres Cruces y actual vocero del Sindicato Único de Automóviles con Taxímetros y Telefonistas (suatt), “han pasado miles de compañeros por los registros de Cootelpa”, y explica que fue el salvavidas de muchas personas desempleadas, que por un tiempo encontraron en las paradas un ingreso hasta que consiguieron algo mejor. “Siempre se buscó dar una orientación abierta a la cooperativa a través de la bolsa de suplentes: por un lado, que sirva para los trabajadores del taxi que se quedan sin laburo, para compañeros del resto del movimiento obrero que han tenido distintas complicaciones, y también para compañeros del movimiento estudiantil, que somos muchos, y que algunos nos fuimos quedando para continuar el proyecto. A veces el cooperativismo tiende a cerrarse al pequeño grupito de los fundadores. Con nosotros es todo lo contrario, la idea es que esto esté abierto, que se nutra de compañeros, que participen, y todos tengan las mismas oportunidades de intervenir en la asamblea”, dice Wiedemann.<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><b><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Mancos, rengos y bobos<o:p></o:p></span></b></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>“¿Querés saber cómo es este trabajo? Este trabajo es una mierda. En la parada de taxis trabajaban los mancos, los rengos y los bobos”, definió el Pájaro Pereira. Históricamente el trabajo en las paradas de taxis fue de una informalidad total. Fueron inauguradas por patrones del taxi que identificaban determinados puntos de la ciudad donde se amontonaba gente en busca de este transporte, lo que significaba una cantidad asegurada de viajes por día. Esos puntos generalmente eran las puertas de los hospitales, terminales de ómnibus, y luego los ingresos a los centros comerciales. Al establecerse las paradas, la Intendencia capitalina comenzó a otorgar los permisos para la gestión de esos puntos, que fueron entregados a comisiones de taxistas o patrones del taxi. Los trabajadores de las paradas eran empleados de esas comisiones patronales. “Se trabajaba por la propina, sin ningún tipo de beneficio social. Si te enfermabas te hacían una colecta, en el mejor de los casos. Estaba el tema de que el que mandaba en la parada era el otro, vos tenías que aprontarle el mate, limpiarle la vereda. Era una lógica bastante perversa”, explica Wiedemann.<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>En 1994, a partir de la presión de los trabajadores por “blanquear” el trabajo, se logró una resolución municipal que, mediante un plus cobrado a las patentes de los taxis, permitía pagar los aportes jubilatorios de los trabajadores de las paradas. Esa resolución fue vetada por el Legislativo nacional y quedó trunca. “Ahí comenzó a tener participación activa el sindicato del sector. Si bien el suatt siempre incluyó a los telefonistas de las paradas como afiliados, comenzó a entender esa situación como una problemática a resolver. Fue entonces que se formó la cooperativa y se fundó jurídicamente”, cuenta Wiedemann. Pero el mayor problema seguía siendo el de los permisos de gestión de las paradas, que continuaban en manos patronales. Más allá de la conformación de la cooperativa, en las paradas seguía mandando el patrón. Recién en el año 2001 la Junta Departamental de Montevideo aprobó un proyecto impulsado por el sindicato que le da “prioridad a quienes cumplan la función de telefonistas de las paradas” para la asignación de permisos. Pero si bien los permisos estaban en manos de Cootelpa, en la práctica el asunto no fue tan sencillo. “Había compañeros que llegaban a la parada a empezar el turno, estaba el patrón del taxi que decía: ‘Acá estoy yo’, y bueno, es la calle, terminaban a las piñas. Así hubo un montón de problemas durante mucho tiempo, hasta que se fueron consolidando los permisos y la cooperativa logró mantener y gestionar, en principio, unas 20 paradas, lo que abarcaba a más de cien trabajadores efectivos”, cuenta Wiedemann. <o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Esa consolidación sirvió para continuar el proceso de formalización del trabajo que se estaba gestando en una época muy particular de la realidad del país: plena crisis económica. Al tiempo que gran cantidad de trabajadores pasaban a la informalidad o simplemente quedaban desocupados, las paradas de taxis se estaban formalizando. Según Wiedemann la crisis generó una merma en la producción, puesto que “en momentos de crisis la gente en lo primero que ahorra es el taxi”; pero por otro lado se seguía con el proceso de formalización, y en vez de desocupar gente, el sector comenzó a dar trabajo a muchos con la creación de la “bolsa de suplentes”. Walter Vázquez le vio algo positivo a ese contexto, sintió que de alguna forma la crisis fortaleció a la masa sindical, pues estar peleando por la formalización del trabajo más informal del mundo, ganar beneficios como el aguinaldo, la licencia y el seguro de salud en plena crisis económica, manteniendo los puestos laborales, todo gestionado por ellos mismos, era un gol de media cancha, un cachetazo a la realidad. “Si hoy existe algo de formalidad en el trabajo de las paradas es gracias al trabajo de la cooperativa, que siempre mantuvo el pago de aguinaldos, de beneficios, procuró que los compañeros tuvieran la sociedad médica, a costa muchas veces de hacerle alguna moña al bps, no pagarle siempre y generar algún endeudamiento. Pero se logró mantener esa formalidad que generó un vínculo muy importante entre los trabajadores”, sintetizó Wiedemman.<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><b><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>La trifulca<o:p></o:p></span></b></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Ya sentado en la humilde y decorosa cabina de trabajo, el Pájaro Pereira, tiempo atrás vocero del suatt y conocido por muchos como “el pelado del taxi”, se dispone a contar la gesta mayor de los trabajadores de Cootelpa después de reprocharle a Walter no haberlo mencionado en la entrevista: “¿No le dijiste nada de la ocupación de la Junta Departamental?”. En 2001 el conflicto entre los trabajadores de las paradas y la patronal del taxi por los permisos para gestionar las paradas se agudizó. Llegado 2001, los permisos de gestión seguían en manos de los patrones del taxi y las comisiones de taxistas. Ese año el suatt presentó un proyecto a los ediles planteando que los permisos de gestión de las paradas fueran entregados únicamente a los trabajadores de éstas. “En ese entonces el presidente de la Junta era (Jorge) Zabalza. Se entregó el proyecto pero algunos ediles del Frente Amplio empezaron a echar para atrás, no les convencía que sólo los trabajadores gestionáramos las paradas. Las idas y vueltas políticas fueron tales que determinamos ocupar la Junta Departamental”, contó el Pájaro. Finalmente consiguieron su objetivo. “Expropiamos las paradas a los patrones sin pagar ninguna indemnización”, sintetizó el Pájaro. Las respuestas patronales no se hicieron esperar. <o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Una tarde fría de cielo encapotado, como las que caracterizaron a esta semana capitalina, el Pájaro cayó a La Farola acompañado por la dirección del sindicato. Los trabajadores de la parada habían telefoneado avisando de la inminente amenaza que implicaban más de setenta coches de patrones e integrantes del sindicato amarillo apostados en la acera de enfrente, por la calle Francisco García Cortinas, hasta la esquina de Zorrilla de San Martín y Ramón Fernández. Era una contraofensiva a la aprobación del proyecto por parte de la Junta Departamental. Había poco más de veinte trabajadores, cruzando miradas desafiantes hacia el otro bando junto con esporádicos improperios de ida y vuelta. Cuando arribó la dirección sindical llegaron a ser un puñado más, la intención era abrir el debate con los de enfrente. El diálogo fue corto, la trifulca fue un tanto más larga y enardecida. Piñas, codazos, patadas, la trenzada fue dura. Todo prosiguió como buen enfrentamiento callejero hasta que llegó la Policía. “Esa tarde toda la dirección del sindicato terminó en la décima”, acotó el Pájaro. Pero la medida amarillista no terminó ahí, según él. “Pusieron una carpa acá, frente a la parada, disfrazada de medida gremial. Estuvieron un tiempo, hasta que nos hicieron un atentado, nos prendieron fuego la cabina. Era de fibra de vidrio con piso de hormigón, que fue lo único que quedó, el resto estaba todo derretido. Así estuvimos trabajando meses, sin tener un techo, electricidad, sin poder calentar agua para el mate, hasta que levantamos esta cabina de madera. Ahora estamos mucho mejor, al ser de madera lleva su mantenimiento, pero estamos bien. Lo que sí, no busques una escuadra porque no la vas a encontrar.”<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><b><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Inventarlo todo<o:p></o:p></span></b></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>Según el Pájaro Pereira, Cootelpa es la única experiencia cooperativa de trabajadores de paradas de taxis en el mundo. Eso llevó, según él, a improvisar en decisiones de funcionamiento; algunas dieron buenos resultados y en otras “se metió la pata”. “Hemos perdido permisos por no saber leer bien los cambios que fue teniendo Montevideo en el entramado social. Otros los dejamos de lado porque no daban, no rendían. Pero el cambio más fuerte, y que costó, fue el hecho de que antes trabajaba para mí y ahora trabajamos para todos.” Hoy los trabajadores de las paradas de taxis tienen un fondo común por parada, que terminado el día lo dividen en partes iguales. En cada parada todos ganan lo mismo. Wiedemann explica que esto, que parece tan sencillo y lógico, llevó su tiempo. “Mirá aquél que no hace nada”; “Éste siempre llega tarde”; “Yo me mato y gano lo mismo”: contra esas visiones también tuvieron que luchar. “Son problemas más estructurales, egoísmos, problemas que surgen por la propia composición social de la cooperativa. Son temas de formación que llevan su tiempo, pero de hecho pudimos implementar el fondo común del aguinaldo. Estos temas se resolvieron en asambleas generales de la cooperativa, que juntamos una o dos veces por año”, explica Wiedemann.<o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>La cooperativa se organiza en comités de paradas, comisiones laborales, plenarios, la comisión administrativa y la comisión directiva. La directiva es elegida cada dos años por el voto de los cooperativistas, y los cargos no son renovables. Tienen una empleada administrativa –único sueldo fijo que paga la cooperativa– y dos cargos para la gestión elegidos cada año y medio –no renovables–, que se encargan de la organización de reuniones, el manejo de la bolsa de suplentes, reparto de jornales, aguinaldos, licencias, e intervenir en los problemas que puedan surgir en las paradas. El Pájaro los llama “interventores”, porque la comisión directiva los habilita a intervenir en las paradas para solucionar diferendos. “Es un determinado poder que se le adjudica al interventor, con el cual hay que tener cuidado porque te puede marear”, explica. <o:p></o:p></span></p><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'>El próximo objetivo que se planteó la asamblea de la cooperativa es avanzar hacia un fondo común único, puesto que hoy las distintas realidades de las paradas hacen que haya una diferencia salarial entre los trabajadores, que han intentado matizarla sumando trabajadores a las paradas que más trabajan. Este mecanismo de reparto igualitario de lo recaudado haría que –independientemente de la parada donde se trabaje y el turno que se haga– todos ganaran lo mismo. Según Wiedemann no es algo sencillo de implementar, pero se está avanzando siguiendo el ejemplo de los aguinaldos. “El estar organizado te da la posibilidad de hacer esas cosas, y es lo que da el colectivo. El planteo general es que la cooperativa sirva para que el sindicato se fortalezca, que los compañeros tengan mejores herramientas para defender sus derechos, y sirva como motor de algo más general, que es un proyecto de cambio. Nosotros queremos demostrar que desde esto chiquito que es trabajar en las paradas de taxis, que desde el punto de vista económico para el país no significa nada, se pueden hacer las cosas de otra manera. Hacer notorio que un montón de gente puede vivir sin patrón”, concluye Wiedemann.<o:p></o:p></span></p><div class=MsoNormal align=center style='text-align:center'><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'><hr size=2 width="100%" align=center></span></div><p class=MsoNormal><span style='font-size:10.0pt;font-family:"Arial","sans-serif"'><o:p> </o:p></span></p></div>
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