[Gcap-mujeres] ¿Hegemonía o emancipación?

Luisa Cruz Hefti chluisa en gmail.com
Sab Dic 10 05:56:29 UYST 2011


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¿Hegemonía o emancipación?

Ana Esther Ceceña

ALAI AMLATINA, 08/12/2011.-

Las primaveras libertarias

Si una década atrás los aires de primavera americanos inundaban el resto
del planeta, hoy regresan refrescantes aunque enigmáticos desde tierras
árabes hasta nuestro continente.

Las revueltas americanas inauguraron un ciclo de luchas por la
descolonización y la desalienación; por la desobjetivación de los sujetos;
por la complementariedad y las diversidades; por la recuperación de la
intersubjetividad; por la humanidad y contra la carrera suicida de un
sistema insustentable y perverso. Partiendo del mundo en el que caben todos
los mundos, proclamado por los zapatistas desde el fondo más profundo de
las diversidades negadas, hasta las revueltas andinoamazónicas que llaman a
refundar la relación con la naturaleza y a restablecer la integridad de la
Pacha Mama, se ha recorrido un camino conceptual del que emana una
politicidad transformada, subversiva y libertaria cuya potencia sólo puede
ser medida en el tiempo y el espacio de los amplios horizontes, en los que
se encuentran y a los que contribuyen los movimientos emancipatorios que
crecen en todos los rincones del mundo.

El momento actual puede muy bien ser definido como de oportunidad y
peligro, como de catástrofe y esperanza. Atendiendo a la alta inestabilidad
sistémica que lo caracteriza, las rutas posibles de bifurcación están
abiertas e invitan a esa creatividad sujética con que los pueblos
reinventan su historia. No sólo hay un rechazo a la perpetuación del
sistema sino un afloramiento de alternativas que van construyendo nuevos
imaginarios y sus consecuentes cables a tierra, ya sea que aparezcan como
políticas públicas, como nuevas institucionalidades o como construcciones
autonómicas y comunitarias.

Desafiantes, atrevidos, audaces, convencidos y múltiples, los movimientos
libertarios brotan por todos lados buscando materializar utopías viejas y
nuevas y colocan al sistema en su conjunto en aprietos, casi desoyendo sus
contradicciones internas. Que se vayan todos los representantes de este
orden caduco y autodestructivo donde quiera que se encuentren no es más una
aspiración argentina sino mundial, ya rumiada por los colonizados de todos
los continentes y replicada unos años después por los indignados e
insurrectos que brotan hasta en el corazón del sistema. Y todos significa
los saqueadores, los creadores y defensores del orden establecido así sean
legisladores, represores, financieros, inversores, educadores o
civilizadores, bajo cualquiera de sus modalidades. No más opresión; no más
alienación. El capital está en riesgo.

Diez años después en la Plaza Tahrir se escuchan los ecos de la Plaza de
Mayo: que se vayan todos. Emblemas del Che Guevara, del Subcomandante
Marcos y de Hugo Chávez ondean entre los manifestantes demostrando que la
lucha es una sola más allá de sus matices y diferencias temporales y
situacionales. Es un levantamiento contra el capitalismo que apenas empieza
a mostrarse, atizado por la evidencia de insustentabilidad de un sistema
que en consecuencia se militariza cada vez más.

Las pacíficas voces del Ya basta o del Ya no más que movilizan en contra
del saqueo y que abren nuevos imaginarios atrevidos y esperanzadores se van
convirtiendo en el enemigo principal de ese sistema obsoleto, pero
sanguinario y despiadado, que extiende y profundiza la guerra colonial con
la que inició hace más de 500 años, y con la que seguramente cavará esa
tumba, a la que quiere arrastrarnos a todos.


Geopolítica a dos bandas

El control del homeland

Si América es considerada espacio vital de Estados Unidos por su carácter
insular y sus condiciones de autosustentabilidad, el Medio Oriente, Asia
Central y algunas regiones de África forman parte de sus emplazamientos
neurálgicos. En un juego que se mantiene a dos, tres o cinco bandas, una en
cada continente, Estados Unidos, como expresión del máximo poder mundial,
intenta hacer honor a la pretensión del Pentágono de alcanzar la dominación
de espectro completo.

Con ritmos distintos, pero manteniendo siempre el principio de los
contrapesos; utilizando diferentes mecanismos pero aplicándolos de manera
simultánea; comprometiendo actores que en otras circunstancias podrían
pretenderse competidores pero manteniendo claramente el control desde la
cúspide de la pirámide del poder; guardando una continuidad impecable de
sus políticas hegemónicas no obstante los cambios de gobierno y los
reacomodos de fuerzas, Estados Unidos se despliega por el mundo reforzando
o conquistando posiciones que se constituyen en nodos estratégicos de un
entramado global de dominación y disciplinamiento encaminado a la
apropiación material de los elementos esenciales de reproducción del
sistema, llamados de manera simplificada recursos naturales, y a la
disuasión o confrontación de cualquier iniciativa de territorialidad,
organización social o visión del mundo diferente a la occidental
capitalista que encabeza.

En América Latina a pesar de la complicidad de muchos de los gobiernos de
la región y del lanzamiento de grandes y ambiciosos proyectos que
combinaban intereses económicos, reordenamiento territorial y control
policíaco-militar directo e indirecto, no en todos los terrenos se logró
mantener la preeminencia. Casi todos estos proyectos han sido cuestionados
y han levantado una oposición en ocasiones dispersa, siempre multiforme, y
en momentos articulada subregionalmente o incluso a nivel continental. Por
su importancia simbólica, por haber permitido crear una plataforma de lucha
en la que confluyeron movimientos muy distintos entre sí y también
gobiernos comprometidos con la autodeterminación de los pueblos de Nuestra
América, el rechazo militante y finalmente la derrota del Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) en 2006 marcó un momento culminante de la
fuerza descolonizadora regional y a la vez un llamado a reforzar la
estrategia contrainsurgente para detenerla.

A partir de ese momento puede observarse un reforzamiento de la política
hegemónica sobre el Continente que juega simultáneamente en todos los
frentes buscando a la vez penetrar y envolver, cercar y desarticular.

La señal de partida, que marca tanto cambios de forma como un claro
aceleramiento del ritmo de intervención, fue dada en Sucumbíos, ratificando
a Colombia como punto de irradiación interno, centro de una estrella capaz
de lanzar sus rayos en todas direcciones y vinculado a las fuerzas del
Pentágono, activas desde su implante en la base de Manta en Ecuador en ese
momento.

Efectivamente Colombia es el asiento principal de este nuevo ciclo
ofensivo, con un importante cambio de matiz con la salida de Álvaro Uribe
de la Presidencia.

Después de un conjunto de movidas relativamente imperceptibles en toda el
área del Gran Caribe, la base de Manta se multiplica en territorio
colombiano mediante un convenio que admite 7 nuevas ocupaciones
–anteriormente había 6- de instalaciones militares en condiciones de total
inmunidad, tanto para los efectivos militares estadounidenses como para sus
contratistas, que bien pueden ser ingenieros o mercenarios de guerra,
espías, expertos en comunicaciones, biotecnólogos o cualquier otra cosa que
sirva a los fines inmediatos y estratégicos de la cúpula del poder mundial
bajo la representación del Pentágono.

Sin demeritar la importancia de las nuevas posiciones alcanzadas en el
centro del continente, con capacidad de proyección rápida no sólo hacia los
polos sino hacia otros continentes -particularmente África-, una de las
jugadas de mayores consecuencias en la geopolítica continental fue la
extensión del Plan Colombia por lo pronto hacia el norte.

La proyección hacia el sur, con su punto nodal en Paraguay, ha tenido
algunos vaivenes. Pasó de la libertad de tránsito de efectivos militares
estadounidenses en todo el territorio paraguayo, con inmunidad total
(2006), a un relativo retiro y un nuevo convenio en virtud del cual se ha
instalado una Base de Operaciones en el norte del país (2010), para
capacitar en esta ocasión a los cuerpos policíacos, que son los que han
tomado la delantera en la lucha contrainsurgente y de protección a los
capitales transnacionales (lo que incluye desplazamiento, expulsión
violenta, criminalización, encarcelamiento, asesinatos y reordenamiento
territorial). No obstante, todavía no se logra establecer explícitamente un
Plan Paraguay similar al de Colombia, como sí ha ocurrido en el norte.

La Iniciativa Mérida (2008), nombre con el que se ha querido disfrazar el
Plan México, sienta un precedente que se repetirá en todas las subregiones
donde se han escalado los acuerdos de seguridad previos, creando una nueva
institucionalidad en el campo.

Tanto las normatividades (antes Planes, ahora Iniciativas), como los
emplazamientos directos (bases), e indirectos (IV Flota); algunos
encaminados a envolver y otros a penetrar, algunos unidireccionales y otros
compartidos (ver cuadro), han logrado modificar el equilibrio geopolítico,
en permanente redefinición.

Estados Unidos logró revertir la tendencia emancipatoria ascendente que
marcó el cambio de milenio pero no ha logrado derrotar la resistencia, que
se recompone desde diferentes lugares y con distintas modalidades. La
ocupación y control territorial (que incluye los mares), alcanzados
mediante un juego combinado de compromisos de cooperación, trabajo
mediático, cooptación, inyección de recursos e ideología a la sociedad
civil y despliegue de fuerzas físicas, determinó un cambio de balance en el
segundo quinquenio del siglo XXI. Las contradicciones y disyuntivas
inevitables de la resistencia y de una construcción alternativa, que no
termina de despegarse de los imaginarios y prácticas capitalistas; que no
termina de atreverse a “caminar sobre sus propios pies”; que no se acaba de
desprender de los modos de pensar, de concebir, de hacer que le han sido
impuestos por los colonizadores; que no alcanza todavía a concretar las
condiciones de irreversibilidad del dislocamiento sistémico que está
intentando; dan soporte al terreno de la reconquista.

Las puntas de lanza socavadoras del proyecto emancipador tienen asiento
concreto en Colombia y México, junto con Honduras, Panamá, Costa Rica y
ahora también Guatemala. Haití es un caso doloroso y paradigmático dentro
de este tablero en el que sucesivos intentos de golpe de estado o de golpe
de sociedad redirigen las dinámicas con un sentido hegemónico.

Por el otro lado, la terquedad de los pueblos en la defensa de sus
territorios y sus culturas, de sus historias y sus horizontes, de sus
visiones del mundo y modos de vida, aunada a los esfuerzos de construcción
de institucionalidades tendientes a la desconexión del capitalismo (sumak
qamaña, sumak kawsay, biopluralidad), al reconocimiento de las diversidades
(estados plurinacionales, autonomías), contrahegemónicas (ALBA) o, por lo
menos, impulsoras de la autodeterminación, de la descolonización, o de
nuevos entendimientos Sur-Sur (CELAC), son los puntos de apoyo de un futuro
no suicida y, consecuentemente (aunque no sólo), no capitalista. Todo esto
siempre que se logre la confluencia, que no la unificación, entre los
diferentes sujetos y procesos en búsqueda de una emancipación integral.

Las apuestas del control planetario

Entendiendo que el control de casa es absolutamente prioritario, éste
ocurre paralelamente y en consonancia con el de áreas o espacios de
importancia estratégica en términos de su dotación de recursos
fundamentales, de su rebeldía político-cultural, de su arraigo histórico
específico (en este caso no-occidental), o de su capacidad para conformar
una articulación hegemónica alternativa (1).

El corredor petrolero de Asia Central, Medio Oriente y África es sin duda
la segunda prioridad de la política hegemónica, no sólo por sus riquezas
sino por los juegos de poder presentes en él.

Desde la búsqueda por impedir la relación entre China y los países
proveedores de petróleo; la de China y Rusia o de cada uno con sus redes de
alianzas regionales; hasta la de impedir la formación de nodos de
articulación no occidentales como podrían ser (o haber sido) Libia y, sobre
todo, Irán (2), las piezas llevan tiempo acomodándose en la zona y son una
referencia de equilibrio con respecto a América.

En África el Golfo de Guinea, Sudán y Libia marcan un triángulo de codicia
que se inserta en la línea Libia, Siria, Irán, de manera que tiende a
abarcar casi toda la región que el Pentágono considera ser la “brecha
crítica”, tanto por sus riquezas como por su presunta indisciplina,
desorden o insumisión.

Escenarios simultáneos, contrapunteados y fundamentales, para los que se
diseñan políticas diferentes y se movilizan actores específicos, pero que
sólo en conjunto garantizan el mantenimiento de la hegemonía y, lo que es
infinitamente más importante, del orden sistémico.

Ahora bien, como en todo juego de estrategia, un movimiento implica siempre
efectos varios. La jugada entonces pone a prueba también a las fuerzas
aliadas como las de la OTAN, suplantadoras sin riesgo de competencia porque
requieren la asociación, y mueve las relaciones internas de la Unión
Europea de modo que puede resultar en un debilitamiento general de su
fuerza relativa. De esta manera los costos de la guerra se expulsan y los
beneficios se comparten, dejando los inmediatos en las manos más pequeñas y
los estratégicos en la cúspide de la pirámide del poder.

De algún modo el corredor petrolero contrahegemónico liderado por Venezuela
en Latinoamérica, antes por Libia en África y por Irán en Asia Central
marca las pautas de movimiento de la geopolítica y enciende los focos de
alerta.

Evidentemente, el involucramiento popular en la construcción de los
procesos contrahegemónicos o alternativos es la base de su solidez y el mal
manejo de las diferencias puede llevar a situaciones en que éstas se
conviertan en contradicciones incluso antagónicas.

La suerte de la región y las posibilidades de construcción de un futuro
distinto, que permita caminar hacia fuera de este sistema de guerra y
depredación, se encuentran en gran medida en la sabiduría con la que estos
procesos generan los consensos e inventan su realidad, cosa que no en todos
los casos sucede y que, por supuesto, es la más difícil de lograr.

Tanto Libia como Siria muestran fracturas sociales que han sido muy bien
aprovechadas por los intereses hegemónicos. No obstante, en geopolítica
nada se escribe de manera definitiva y la balanza puede nuevamente
orientarse hacia la bifurcación sistémica, hacia lo que hoy muchos ya
nombran el vivir bien.

Notas:
1) En el caso de América este lugar le corresponde a Venezuela.
2) Irak en su momento fue destruido por los mismos motivos.

- Ana Esther Ceceña, economista mexicana, es investigadora en el Instituto
de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica
www.geopolitica.ws

* Este texto es parte de la Revista América Latina en Movimiento, No. 471,
diciembre 2011 que tiene como tema central "De indignaciones y
alternativas" (http://alainet.org/publica/**471.phtml<http://alainet.org/publica/471.phtml>
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