[Gcap-mujeres] marta re Los verdaderos colores de la economía verde

Marta Benavides tlalibertad en gmail.com
Lun Oct 31 11:58:23 UYST 2011


saludos.. compartiendo info clave re rio+20.. abrazos..marta

---------- Forwarded message ----------
From: Hierald E. Kane-Osorto <hierald en gmail.com>
Date: 2011/10/31
Subject: HIERALD re Los verdaderos colores de la economía verde
To: Marta Benavides <tlalibertad en gmail.com>, Cesar Neftali Artiga Cartagena
<cesarneftali en gmail.com>, "Viviana Bernal, WMGS Program Asst" <
bernalvm en gmail.com>, Katie Mcghee <katherine.mcghee en gmail.com>


Aquí - esta un informe para discernir sobre la economía verde ya que
debemos tener claridad sobre lo que significa el Green Economy como leerán
la autora lo articulo muy bien: "Sin embargo, la noción de “economía verde”
que se está manejando desde los gobiernos va por un camino opuesto. Se
trata básicamente de renovar el capitalismo frente a las crisis, aumentando
las bases de explotación y privatización de la naturaleza."

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Hierald


---------- Forwarded message ----------
From: Jacqueline Guerreiro <jacguerreiro en gmail.com>
Date: 2011/10/29
Subject: [GT Rio - Rio+20] Fwd: Los verdaderos colores de la economía verde
To: gt-rio en googlegroups.com, gtmobilizacao_rio2012 en googlegroups.com



Los verdaderos colores de la economía verdeSilvia
Ribeiro<http://www.alainet.org/active/show_author.phtml?autor_apellido=Ribeiro&autor_nombre=Silvia>
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http://www.alainet.org/active/50105


A 20 años de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y
Desarrollo (Cumbre de la Tierra o Eco´92) se realizará una nueva
conferencia global, en junio 2012, en Río de Janeiro, Brasil. Río+20, como
se le llama, ocurrirá en medio de las mayores crisis globales del siglo:
devastación ambiental y erosión de la biodiversidad, crisis climática,
crisis económica y financiera, crisis alimentaria, crisis de salud.

Aunque Río+20 debería revisar los compromisos asumidos, el estado de los
problemas y estrategias reales para resolverlos, los temas en la agenda son
economía verde y nuevas formas de gobernanza ambiental global. Si el
término “desarrollo sustentable”, era ambiguo y se prestó a abundante
manipulación, la sustitución por “economía verde” señala un enfoque aún más
estrecho, que privilegia a quienes dominan los mercados.

Lejos de una reunión anodina de Naciones Unidas, Río+20 se anuncia como un
escenario de disputa, porque podría ser clave para un reordenamiento
discursivo y geopolítico global, consolidando nuevos mercados financieros
con la naturaleza y más control oligopólico de los recursos naturales,
legitimando nuevas tecnologías de alto riesgo y creando las bases de una
nueva estructura de gobernanza ambiental global que facilite el avance de
una “economía verde” en clave empresarial.

*¿A qué se refiere la economía verde?*
* *
Para muchas personas y organizaciones, “economía verde” puede tener un
significado positivo, asociado a producción agrícola orgánica, energías
renovables, tecnologías limpias. En los movimientos existe una diversidad
de propuestas de economías alternativas, socialmente justas, culturalmente
apropiadas y ecológicamente sustentables. Sin embargo, la noción de
“economía verde” que se está manejando desde los gobiernos va por un camino
opuesto. Se trata básicamente de renovar el capitalismo frente a las
crisis, aumentando las bases de explotación y privatización de la
naturaleza.

Ya en la Eco´92 las trasnacionales empleaban maquillaje verde. Intentaban
hacer una cortina de humo sobre su responsabilidad en la devastación
ambiental, apoyando proyectos de conservación o “educación” ambiental,
sellos verdes, etc. Pero sobre todo, afirmando que no había necesidad de
cambiar el modelo de producción y consumo, ya que con tecnología para mayor
eficiencia energética y otras, se podía llegar a soluciones de
"ganar-ganar", donde las empresas seguirían lucrando mientras mejoraban el
ambiente con negocios “verdes”.

El planteo de la nueva economía verde sigue este camino, pero es más
preocupante, tanto por la expansión de la mercantilización de la naturaleza
y los ecosistemas –y el impacto en los pueblos que dependen de ellos­–,
como porque las nuevas tecnologías a las que se refieren ahora,
explícitamente o no, –como nanotecnología, transgénicos, biología
sintética­, geoingeniería– implican enormes riesgos.

*Oficialmente verde*

El concepto “economía verde” es ambiguo y no hay consenso tampoco entre los
gobiernos. Un antecedente recurrente en las discusiones oficiales hacia
Río+20 es la Iniciativa sobre Economía Verde del Programa de Naciones
Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Allí se enmarca el “Nuevo acuerdo
verde global”, planteado por ese organismo en 2008, del que se hicieron eco
Obama y otros mandatarios, como una respuesta de “ganar-ganar” a las
crisis. Plantea enfrentar la crisis financiera y climática redirigiendo las
inversiones al “capital natural”, dando estímulos fiscales a empresas para
energías “limpias” (como agrocombustibles), ampliar los mercados de
carbono. Brasil, que ya tenía amplias inversiones en esos sectores y muchos
recursos naturales para meter a los mercados, propuso que la economía verde
fuera tema central de la conferencia Río+20, lo cual fue posteriormente
aprobado por Naciones Unidas.

Dentro de la Iniciativa sobre Economía Verde, el PNUMA publicó en 2009 el
informe del proyecto TEEB (*La economía de los ecosistemas y la
biodiversidad*, por sus siglas en inglés) y en 2011, el extenso reporte
“Hacia una economía verde”, dividido en tres secciones: inversiones en
capital natural (agricultura, agua, bosques, pesca); inversión en
eficiencia energética y uso de recursos (energías renovables, industria
manufacturera, basura, construcción, transporte, turismo, ciudades) y
transición a la economía verde (financiamiento y condiciones políticas
favorables).

Significativamente, tanto el informe sobre economía verde como el TEEB, son
coordinados por Pavan Sukhdev, un alto ejecutivo de la banca trasnacional.
Reflejan su lógica de poner precio –aunque lo llamen valor– a toda la
naturaleza y sus funciones. Sukhdev es ejecutivo del Deutsche Bank y
trabajó anteriormente el tema de la valuación económica de la biodiversidad
para el Foro Económico de Davos.

El proyecto TEEB surgió en 2007 a partir de una reunión del G8+5. Los cinco
gobiernos “agregados” a las potencias globales, eran Brasil, China, India,
México y Sudáfrica –todos gobiernos de países megadiversos interesados en
comerciar con la biodiversidad de sus países. Con la crisis financiera, la
mercantilización de la naturaleza que entraña TEEB, destaca como tabla de
salvación frente al naufragio de los mercados especulativos. Sukhdev llama
a la biodiversidad un nuevo "mercado multibillonario".

Estos y otros planteos similares sobre economía verde se apoyan en tres
grandes pilares: a) una mayor mercantilización y privatización de la
naturaleza y los ecosistemas, integrando sus funciones como “servicios” a
los mercados financieros, b) la promoción de nuevas tecnologías y la vasta
expansión del uso de biomasa y c) un marco de políticas que permitan y
premien todo eso, es decir lo que los gobiernos y las sociedades deberíamos
hacer para que las empresas puedan hacer ganancias con los dos anteriores.

*Privatizando el aire*

Un componente temprano del paquete propuesto por la economía verde es el
pago por servicios ambientales (PSA) o servicios ecosistémicos. Incluyen el
pago por servicios ambientales forestales, hidrológicos, paisajísticos y de
bioprospección (biopiratería). Conllevan la redefinición de las funciones
de la naturaleza y la biodiversidad como “servicios”, para poder
mercantilizarlos.[1] Los PSA han significado muchos conflictos entre grupos
indígenas, campesinos, dentro y entre comunidades, ya que promueven la
competencia por quien llegue primero a comerciar bienes compartidos. Los
esquemas de PSA requirieron inventar “dueños” (lugar que ocuparon ONG o
grupos dentro de las comunidades) de las funciones ecosistémicas, de los
conocimientos sobre biodiversidad, de los cuidados tradicionales del agua,
cuencas y bosques, porque siempre han sido bienes comunes y colectivos que
no se podían mercantilizar.

En muchos casos, los PSA comenzaron con préstamos del Banco Mundial –deuda
pública a pagar por todos– con el objetivo expreso de crear mercados de
servicios ambientales. A éstos siguieron mercados secundarios de servicios
ambientales, altamente especulativos. Los PSA significaron que una
transnacional –que quizá nunca estuvo en el lugar– pueda terminar
decidiendo sobre el territorio, el agua o la biodiversidad de comunidades
indígenas y campesinas de países del Sur.

Basados en esas experiencias, surgen los programas REDD (Reducción de
Emisiones por Deforestación y Degradación evitada), cuya aprobación en el
Convenio de Cambio Climático en diciembre 2010, abrió de un plumazo todos
los bosques del planeta a los mercados financieros especulativos.

La hipótesis de REDD es que para parar la deforestación –factor grave de
crisis climática– hay que compensar económicamente a los que deforestan. No
evitar la deforestación, sino pagar a los que lo hacen. Por eso se llama
deforestación "evitada": primero hay que deforestar, para luego vender el
dejar de hacerlo. Otro típico escenario de "ganar-ganar". Quienes más se
benefician de estos programas, son los que más bosque y selva hayan
destruido. Y que podrán seguir haciéndolo, ya que REDD acepta que dejando
un 10 por ciento del área que piensan deforestar, puedan recibir créditos
de carbono o pagos por "deforestación evitada".

Al programa original se agregaron compensaciones por "acrecentar los
inventarios de carbono" y por "conservación" y "manejo sustentable del
bosque". En el primer caso, se trata de luego de deforestar, plantar
monocultivos de árboles, otra fuente de lucro adicional, con fuertes
impactos ambientales y sobre las comunidades. Pero lo más perverso de este
mecanismo, es lo que llaman "conservación y manejo sustentable", porque
apunta directamente a despojar a las comunidades indígenas y forestales de
sus derechos y territorios, ofreciéndoles pago por el aire de sus bosques.

Como REDD "se paga", lo que se haga con el bosque y su capacidad de
absorción de dióxido de carbono debe ser "verificable", es decir, definido
por agentes externos a las comunidades, que deben pagar caro a "expertos",
para que les digan qué pueden hacer o no en sus propios bosques y
territorios. Las empresas altamente contaminantes y grandes emisores de
gases de efecto invernadero compran la capacidad de absorción de carbono de
los bosques, para seguir contaminando exactamente igual que antes, pero
ahora con la justificación (no probada científicamente, pero muy lucrativa)
de que en alguna parte del mundo habrá un bosque que absorberá sus
emisiones. A su vez, los bonos de carbono obtenidos entran en un mercado
secundario donde la misma empresa puede revenderlos a otros por un precio
mayor, recuperar toda su inversión y además ganar dinero extra. El mayor
volumen monetario de los mercados de carbono es en especulación secundaria,
es decir la venta y re-venta de, literalmente, puro aire.

En general, todos los esquemas de comercio de carbono se dirigen a mercados
especulativos, que es un mercado mucho mayor que los mercados primarios.
Ahora está también en juego, en el Convenio de Cambio Climático, la
inclusión de los suelos y la agricultura –que es base de la alimentación
mundial– como un gran sumidero de carbono a meter en la especulación
financiera.

Algunas organizaciones creen que estos programas son un reconocimiento a
los aportes de comunidades indígenas y campesinas por cuidar el ambiente y
frenar el cambio climático, y que por eso está bien que existan. La
experiencia demuestra que los impactos sobre las comunidades de estos
esquemas de mercantilización de la naturaleza y sus funciones, han sido
mucho peores que cualquier pago que reciban algunos. Pero lo más grave, es
la aceptación de que los ecosistemas, la naturaleza, la biodiversidad, los
saberes, se transformen en mercancías al mejor postor, dejando a la
arbitrariedad y afán de lucro de las empresas que decida si se reconoce un
aporte esencial para la existencia de todos.

En lugar de un reconocimiento social auténtico del papel fundamental,
histórico y presente, de las comunidades indígenas, campesinas y locales en
el cuidado de la biodiversidad y la producción de alimentos diversos y
sanos para la humanidad, que debería traducirse en el apoyo al ejercicio
efectivo de sus derechos integrales –incluyendo derecho a la tierra y
territorio, a las culturas y formas diversas de economía y política–, la
economía verde privatiza y mercantiliza la naturaleza, sustituyendo los
derechos por transacciones comerciales, y lo que deberían ser políticas
públicas, por una competencia de mercado.

*Tsunami tecnológico ¿verde?*

El otro pilar fundamental de la economía verde se basa en el uso de nuevas
tecnologías. La propuesta tecnológica es particularmente importante frente
a las crisis, porque revitaliza la industria productiva con fuentes de
ganancias extraordinarias y afirma la ilusión de que no es necesario
revisar las causas de las crisis: todo se puede resolver con más tecnología.

Las patentes sobre tecnologías –también las necesarias para energías
renovables, como eólica y solar– están en su casi totalidad en manos de
grandes empresas, que defienden ferozmente sus monopolios y no están
dispuestas a discutir la derogación de éstas, en ninguna economía, verde o
de otro color. Menos aún si se trata justamente de aumentar sus mercados.

De todas formas, ni siquiera estas energías consideradas amigables con el
ambiente son apropiadas en todas partes y mucho menos cuando se aplican
como megaproyectos de trasnacionales, abusando de territorios indígenas.
Además, implican a menudo el uso de materiales basados en nanotecnología,
una industria ampliamente difundida, que pese a cientos de estudios que
muestran toxicidad de nanopartículas y nanocompuestos en salud y ambiente,
no están reguladas en ninguna parte del mundo, ni se conoce el verdadero
costo energético en el ciclo de vida completo de los productos
nanotecnológicos, ni la basura tóxica que generan, entre otros factores.

Otra nueva tecnología subyacente a propuestas de la economía verde es la
biotecnología, que implica desde más cultivos transgénicos para
agrocombustibles y “resistentes al clima”, hasta biología sintética, es
decir la construcción en laboratorio de genes, pasos metábolicos o
microbios sintéticos enteros, para producir nuevas sustancias industriales.
Los usos más inmediatos refieren al procesamiento de celulosa, que antes no
era viable por demasiado ineficiente y costosa. Con microbios producto de
la biología sintética, es posible procesar cualquier fuente de
carbohidratos –como celulosa– para hacer polímeros que se pueden convertir
en combustibles, farmacéuticos, plásticos u otras sustancias industriales.
De pronto, toda la naturaleza, todo lo que esté vivo o lo haya estado, es
visto como “biomasa”, la nueva materia prima universal para procesar con
biología sintética. La disputa industrial por acaparar cualquier fuente de
biomasa natural o cultivada está en marcha y es una de las mayores amenazas
nuevas a la naturaleza y los pueblos.[2]

También propuestas tecnológicas como la geoingeniería, es decir la
manipulación deliberada del clima del planeta, convergen en la economía
verde con algunas de sus tecnologías, como el uso masivo de biomasa para
quemar y fertilizar el suelo como sumidero de carbono (*biochar*), las
grandes plantaciones de monocultivos o la fertilización de los mares para
absorber carbono.

Frente a los riesgos de estas nuevas tecnologías, el grupo ETC plantea
establecer un mecanismo multilateral de evaluación previa ambiental,
social, económica y cultural de las tecnologías, con participación real de
la sociedad civil y los potenciales afectados, antes de que lleguen a los
mercados. Tecnologías extremadamente peligrosas y con alto potencial
bélico, como la geoingeniería, deben ser prohibidas.

En lugar de esta “economía verde”, lo que necesitamos es justicia social y
ambiental. En todo el mundo los movimientos sociales tienen diversidad de
propuestas para ello. Y además de propuestas, contundentes realidades, como
que la producción campesina e indígena da de comer a la mayoría del planeta
y ya está “enfriando” el planeta.

- Silvia Ribeiro es miembro del Grupo ETC.



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[1] Ver “Aire no te vendas”, Camila Montecinos, Grain, 2005,
http://www.grain.org/article/entries/1015-aire-no-te-vendas
[2] Sobre la economía de la biomasa, ver artículo de Jim Thomas en esta
misma publicación
*Publicado en América Latina en Movimiento, No. 468-9:
http://alainet.org/publica/468-9.phtml<http://www.alainet.org/publica/468-9.phtml>
*




http://www.alainet.org/active/50105





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Jacqueline Guerreiro
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produces effects far beyond our capabilities."
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