Francia: el sabor agridulce de una victoria [Hugo Moreno]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Mar Abr 18 10:32:09 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - 18 de abril 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Francia

El sabor agridulce de una victoria

Hugo Moreno * 
www.sinpermiso.info


"Este conflicto, que hizo irrumpir en el escenario social a una nueva generación, puede ser considerado a justo título como una gran victoria contra el neoliberalismo europeo. Ha sido un rotundo 'No' a la política económica y al proyecto de dominación de las clases dominantes."

Dos meses de protestas y movilización social contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) -artículo 8 de la « ley de igualdad de oportunidades » - terminaron con una retirada sin gloria por parte del primer ministro Dominique de Villepin y del gobierno presidido por Jacques Chirac. Esta semana, la Asamblea nacional y el Senado resolvieron precipitadamente « reemplazar » el polémico CPE por una serie de medidas destinadas a facilitar el empleo de jóvenes en dificultad. De hecho, se trató de la derogación del mismo y de su substitución por medidas ya existentes en otras resoluciones. Las propuestas para anular otras disposiciones de la ley, formuladas por la izquierda, no fueron aceptadas. (1) Lo único novedoso es el mayor aporte estatal, con subsidios de 400 euros por cada empleo en el primer año, y 200 en el siguiente, involucrando unos 150 millones de euros en beneficio de las empresas. Estas medidas, por cierto, son apenas un paliativo y, nadie se llama a engaño: no pueden resolver la gravísima cuestión del desempleo que golpea particularmente a los jóvenes entre 18 y 26 años (estimado en alrededor del 25 %, sobrepasando el 40 % en los barrios suburbanos, cuando la media general es el 9 %).
 
Por otra parte, se mantienen otras medidas regresivas contenidas en la ley, como la autorización para trabajar a partir de los 14 años o el trabajo nocturno a partir de los 15. Sin embargo, la supresión de hecho del CPE -símbolo de la precarización del empleo, en un contexto de enfrentamiento social y político genera - ha sido un gran triunfo de la juventud. Ésta salió a las calles, atrajo y motivó el apoyo de las federaciones sindicales, y logró ganarse a una mayoría de la opinión pública, lo que constituye en sí mismo un hecho histórico. Las cinco grandes jornadas entre el 7 de marzo y el 4 de abril -con paros, huelgas y millones de personas manifestándose contra el CPE (en la última, más de tres millones en unas 250 ciudades)- fueron expresión de un poderoso movimiento contra el conjunto de la política económica y social del gobierno Chirac-Villepin-Sarkozy. Por su duración, combatividad y fuerza unitaria, estos dos meses de revuelta popular y democrática han sido el punto culminante de la resistencia a la ofensiva desplegada por la derecha conservadora desde 1995. Este conflicto, que hizo irrumpir en el escenario social a una nueva generación, puede ser considerado a justo título como una gran victoria contra el neoliberalismo europeo. Ha sido un rotundo « No » a la política económica y al proyecto de dominación de las clases dominantes. Sus antecedentes más recientes fueron el rechazo de la Constitución europea, el 29 de mayo 2005, y, con otras motivaciones y formas, el estallido de los jóvenes suburbanos en noviembre del año pasado.
 
La movilización contra el CPE  sacó a luz la crisis de la V República oligárquica, de sus instituciones y de su forma de canalizar la representación política. Sin embargo, el régimen logró encontrar una válvula de seguridad, cediendo en lo que ya no podía defender, manteniendo los mismos fantoches que, con un mínimo de dignidad, hubieran tenido que renunciar, como es el caso del primer ministro Villepin. No se equivoca Jean-Louis Bourlanges, diputado de la derecha centrista (UDF), cuando aprovecha para señalar que Chirac sumó un exiguo 19 % de sufragios en abril de 2002 y logró ser reelegido, en la segunda vuelta, con el apoyo de los electores de izquierda ante el espectro de Le Pen y de la extrema derecha. Su opinión sobre Villepin también fue terminante : « Se mostró un émulo digno de Chirac, un papagayo que se quería hacer pasar por un águila, sin éxito. »
 
El divorcio entre la juventud y las elites gobernantes nunca fue tan grande ni evidente. Empero, este formidable movimiento social logró ser canalizado en las condiciones mencionadas. El movimiento se desinfló, por así decirlo, en 24 horas. Las organizaciones sindicales se apresuraron a aceptar el cambio propuesto, sin reticencias, y los partidos de la oposición, manifestando algunas reservas, colaboraron en la « solución al conflicto social ». A excepción de algunas organizaciones como la LCR, nadie propuso lo que era una evidencia : derogación de la ley y dimisión de Chirac y su gobierno. Al contrario, se creó la apariencia de un consensus para asegurar el mantenimiento del orden vigente y del funcionamiento institucional. Prevalecieron el diálogo y los acuerdos  « entre colegas », pues, al fin y al cabo, la casta política que gobierna se diferencia en cuestiones tácticas, de oportunidad y de carrerismo político, pero comparte buena parte de los valores, salvo honrosas y raras excepciones. Esto puede parecer sorprendente, pero es parte de la crisis profunda del régimen y de las elites políticas de derecha y de izquierda (aunque por cierto, como aconseja la inteligencia y la prudencia, no hay que meterlas en la misma bolsa).
 
El desencanto no resulta entonces sorprendente. Por ahora, solo algunos grupos de estudiantes persisten en la tentativa de relanzar el conflicto, pero la mayoría retomó las vacaciones, los trabajos y la preparación de los exámenes, en un extraño ambiente. Después de la combatividad, las invectivas, la festividad y la algarabía de la revuelta juvenil durante más de dos meses, el sentimiento que prevalece es, desde luego, el de haber derrotado al gobierno, pero amalgamado con la acritud de la decepción. Una amargura resultante de la desproporción entre la magnitud de la fuerza desatada y expresada, de las energías e invectivas puestas en marcha, y los modestos resultados conseguidos ¿Toda esta lucha, entonces, para qué ?, se preguntan muchos. Pues precisamente lo que estaba, y sigue estando, en cuestión no era sólo el artículo 8 de la ley - el CPE -, sino el enfrentamiento con un régimen que apareció desnudo, con formas ubuescas, exhibiendo una carencia total de legitimidad.
 
Los jóvenes sienten, con la inteligencia y la intuición de los veinte años, que una victoria les ha sido usurpada, como absorbida por los juegos entre bambalinas del poder en ejercicio y de la oposición. Prevalecen las rivalidades, enfrentamientos, luchas por el poder, en la carrera ya abierta por las candidaturas para las elecciones del 2007. En detrimento de la movilización social, el juego electoral volvió a ocupar el centro de la escena política,  aunque ni el cuadro ni los personajes tengan la misma presencia.  A la derecha, el ministro del interior, Nicolás Sarkozy ha marcado un punto fundamental a su favor, con el entierro simultáneo del CPE, del cual se diferenció proponiendo su modificación, y con el desplome de su principal rival, Dominique de Villepin, que perdió la arrogancia y las plumas, aunque sigan, él, como inquilino del Hotel Matignon, y su padrino Chirac, como morador del Palacio del Eliseo. Ocupan los lugares y los sillones, pero el poder se les ha escapado de las manos.
 
El peligro de una derecha dura -aunque no tenga nada que ver con el fascismo- representada por Sarkozy, que aparece como el único líder de una derecha descompuesta, árbitro capaz de poner orden y restaurar la disciplina, es real. Este partidario del neoliberalismo y de la alianza con Estados Unidos, hombre del orden y de la represión contra el movimiento social y la inmigración, oportunista que no vacila en acudir al lenguaje execrable de la exprema derecha para cosechar la xonofobia y el racismo, es uno de los ganadores, paradojicamente, de este formidable movimiento social que ha sacudido Francia. Pues Sarkozy aparece, en definitiva, como el único candidado creíble de la UMP para las presidenciales, con un Villepin obligado a eclipsarse detrás de un vergonzante « yo siempre he dicho que no tenía ambiciones presidenciales. » Menospreciar este peligro sería probablemente un error fatal. Los partidarios de los valores republicanos y democráticos y quienes luchan por la construcción de una alternativa socialista a la ofensiva avasalladora del capital no pueden soslayarlo.
 
Las consecuencias de esta victoria primaveral agridulce son un dato esencial de la escena social y política de los próximos tiempos. La incorporación a la política de una nueva generación es el hecho fundamental, quizá lo más importante, sin que por ahora sea posible vislumbrar las formas en que ésta se expresará. La extraordinaria experiencia vivida en las calles, en las asambleas, en las luchas -donde se construyen los lazos de solidaridad indispensables para avanzar, en ruptura con el individualismo y la resignación que la ideología dominante pretende imponer- está adquirida. Quizá la enseñanza práctica mayor haya sido que no hay resignación aceptable, que hay que luchar para defender las conquistas del pasado, premisa fundamental para obtener otras nuevas. Eso ya, en sí mismo, es un paso adelante fundamental. Pero, al mismo tiempo, esta experiencia y sus resultados alimentan la desconfianza hacia los partidos políticos, en particular hacia la izquierda en torno del partido socialista, como también hacia las organizaciones sindicales, otro dato que no hay que minimizar. Se ilusionan los dirigentes socialistas, que ya están contando los meses para un supuesto retorno al poder, en una pelea interna donde los principios y la dignidad están sometidos a los apetidos desenfrenados de carrera y de poder. Deberían tener en cuenta, si consejo se puede dar, que entre el mundo y las aspiraciones de la nueva generación, y el de los círculos del poder, del dinero y de las instituciones políticas, la brecha abierta se ha convertido en un profundo abismo. No solo en relación a la derecha conservadora descalificada, sino también respecto a la izquierda que no logra y no quiere romper con el sistema.
 
¿Lograrán las fuerzas de esta izquierda, en todas sus expresiones y matices, recomponerse y ser capaces de responder a este desafío ? Vencer a la derecha conservadora, ahora mismo, se ha demostrado que es posible. Pero se trata también de elaborar y proponer un proyecto alternativo y creíble, orientado hacia una transformación social radical. Eso es mucho más difícil. No hay que olvidar las consecuencias devastadoras del neoliberalismo, que ha sido capaz de sentar las condicones para una regresión ideológica, cultural y política mayor en Francia y en Europa. La izquierda tradicional, en particular los socialistas, tienen una buena parte de responsabilidad. ¿ Acaso es posible cerrar los ojos ante el rotundo hecho de que el PS gobernó durante muchos años desde la victoria de François Mitterrand en 1981 ? ¿De que buena parte de la cúpula socialista ya ni siquiera  postula hacer reformas -tarea que correspondería por antonomasia a los reformistas-, sino gobernar y gestionar el capitalismo según el modelo de Toni Blair, tan apreciado por Segolène Royal, candidata ascendente a la presidencia ?
 
La izquierda francesa, y en particular su ala republicana y democrática radical, está confrontada a este desafío mayor. En primer lugar, se trata de reconquistar una credibilidad perdida, lo que es imperioso para el PS, cuyos dirigentes están en buena parte subidos al carro del social-liberalismo, pero también para el PCF y el resto de las organizaciones y grupos que se reclaman de la democracia y del cambio social. Elaborar y reconstruir una alternativa pasa, entre otras cosas, por el rechazo a las instituciones caducas de la V República y su degeneración bipartidista, estableciendo los mecanismos políticos y sociales de una República democrática basada en la participación de los ciudadanos y productores en la gestión de la economía y de la sociedad entera. En esta tarea están involucrados los militantes de diversos colectivos asociativos, sindicales y otros, así como militantes del PCF, LCR, socialistas disidentes e independientes, que constituyeron la Convergencia ciudadana por una Alternativa de izquierda, reunidos en el cuadro de un llamado a candidaturas antiliberales unitarias en 2007 y 2008, una de las pocas iniciativas que se registran en esta dirección. Por cierto, eso no se puede realizar sin enderezar el rumbo de una Europa embarcada en la aventura del neoliberalismo sin límites ni fronteras. Tampoco sin una buena brújula, se puede llegar al buen puerto.
 
Quizá por aquí pasa la única forma de proponer una alternativa al Estado de la seguridad, regresivo y racista que puede ofrecernos la derecha conservadora actual, en particular en su versión estilo Nicolás Sarkozy. La resistencia contra la desocupación, la precariedad, la pobreza, el racismo -incluída la resistencia contra las guerras en curso y venideras del capitalismo- pasa por el gran esfuerzo por construir una perspectiva para el socialismo del siglo XXI. Eso es lo único que puede canalizar el deseo de cambio y el rechazo al sistema que pueden observarse hoy en buena parte de la juventud y de la población francesa. La reciente y formidable movilización lo ha puesto nuevamente sobre el tapete. Perder la oportunidad sería nefasto. Pues en caso de victoria del enemigo, la barbarie que acecha no tendrá piedad. Como decía Walter Benjamin, entonces ni los muertos en sus tumbas estarán seguros. El sabor agridulce de la victoria reciente contra el gobierno conservador de Chirac-Villepin-Sarkozy, podría así transformarse en una fuente de esperanza, en el sentido de que otro mundo es no solo necesario, sino posible. No hay para ello otro camino, sino la perseverancia en la resistencia y la lucha social en todas sus formas

París, 15 de abril 2006.

* Hugo Moreno, docente investigador en la Universidad de París 8, es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO.

Nota
 
(1)  El texto fue aprobado en la Asamblea el miércoles 12 de abril, por 151 votos (UMP, UDF) contra 93 (PS, PCF) ; en el Senado, al día siguiente, por 153 (UMP) contra 123 (PS, PCF). Una mayoría de senadores de la derecha centrista del UDF no tomaron parte en la votación.

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