Historia: a 50 años del "informe secreto" de Kruschev [Jaime Pastor]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Lun Feb 27 09:14:36 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - Lunes 27 de febrero 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Historia

Una oportunidad histórica frustrada...

En el 50 aniversario del "Informe Secreto" de Kruschev *

Jaime Pastor  
Corriente(a)lterna
http://www.espacioalternativo.org/


Quienes lean hoy por primera vez el Informe de Kruschev, cincuenta años después de que se diera a conocer a los delegados del XX Congreso del PCUS, pueden no dar mucha relevancia a su contenido teniendo en cuenta todo lo que se ha ido desvelando desde entonces, sobre todo tras la apertura de los archivos del extinto régimen soviético. Sin embargo, el alcance histórico  que, pese a su carácter inicialmente "secreto", tuvo ese discurso fue enorme puesto que se trataba de la primera ocasión en la que un máximo dirigente del Partido-Estado soviético hacía un juicio crítico de la era post-leninista, aunque fuera para recaer toda la responsabilidad de los crímenes cometidos en Stalin.

En realidad, ese Informe contenía pocas cosas que no se supieran ya y que no se hubieran denunciado por parte de "los veteranos de la lucha socialista contra el stalinismo", tal como afirmaba la presentación que del mismo hizo el POUM en lo que fue su primera edición en castellano. Es cierto que las torturas, "confesiones" y asesinatos de los años treinta, la deportación de pueblos enteras tras la Segunda Guerra Mundial, la paranoia que generó la noción de "enemigo del pueblo" o la constante fabricación publicitaria de "centros antisoviéticos" a los que había que exterminar, aparecían descritas y denunciadas por el nuevo Secretario General. Pero todo eso era sólo una parte de la historia de la represión stalinista, ya que quedaban fuera no sólo muchas de las víctimas de los años veinte y cuarenta sino también los principales dirigentes de la "vieja guardia bolchevique" y muchos militantes y dirigentes de partidos comunistas y organizaciones disidentes en el mundo a los que alcanzó esa política, entre ellos el dirigente del POUM Andreu Nin.  

La relativa novedad del Informe estaba en las descripciones tan detalladas que hacía de algunos aspectos del comportamiento vanidoso y los métodos autoritarios de Stalin, acompañados por la constante falsificación que hacía de los hechos, para así poder desmitificar ante los delegados la imagen que éste se había ido creando en torno a su papel como "padre de los pueblos" o como "genio militar" durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la tendencia a resaltar esos rasgos era precisamente lo que revelaba la principal debilidad del Informe: reducir toda la responsabilidad de la política represiva en Stalin y su personalismo extremo era caer en una interpretación completamente ajena no sólo al marxismo -del que se reclamaba todavía formalmente Kruschev- sino a toda explicación racional. Porque era evidente que el "culto a la personalidad" había llegado a extremos grotescos, pero esto era sólo, como escribiría Wilebaldo Solano entonces, "una de las manifestaciones patológicas del sistema basado en la expropiación de los trabajadores por la burocracia". Había que ir, por tanto, a las raíces materiales de esa paranoia del nuevo grupo social que se había ido consolidando con el stalinismo y no considerar que, desaparecido su principal actor y portavoz, fuera a extinguirse espontáneamente.  

Por eso mismo la pregunta que queda sin respuesta en el Informe es por qué no se había rebelado ningún miembro del máximo órgano dirigente del Partido durante todo ese tiempo, pese a haber sabido de primera mano lo que en 1956 se reconocía. Y era inevitable que no la hubiera, ya que en el fondo todos ellos compartían los mismos intereses que Stalin en mantener el monopolio del poder político y los privilegios sociales y materiales que se derivaban del mismo, como se pudo comprobar en noviembre de ese mismo año con la intervención militar soviética en Hungría contra el movimiento de consejos obreros que se desarrollaba en ese país. Pero, más allá de esa complicidad generalizada, lo que quedó en evidencia es que a partir de entonces no iban a poder impedir que ese mismo discurso se convirtiera en el primer precedente de una nueva etapa en la que sería ya imposible atribuir sólo a "contrarrevolucionarios trotskistas" o a la burguesía internacional la denuncia de la era stalinista. 

* Artículo publicado en la Sección Internacional del diario El Mundo el domingo 26 de febrero de 2006.
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