Crisis regional: el peor ALCA posible [Roberto Bouzas - entrevista]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Mar Mayo 9 07:28:39 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - 9 de mayo 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Crisis regional

Con el investigador argentino Roberto Bouzas

El peor ALCA posible


Gabriel Papa
Suplemento Detrás de los Números
Semanario Brecha, Momtevideo, 5-5-06


La situación del MERCOSUR, los contenidos de un tratado de libre comercio (TLC) con Estados Unidos y el panorama general de la integración regional fueron analizados por este reconocido investigador y académico en temas de negociación internacional.

-¿Cómo caracterizaría a la actual situación del MERCOSUR?

-Hay una situación de estancamiento, de pérdida de rumbo, eficacia y credibilidad. Cada vez hay más interrogantes sobre la funcionalidad del proceso de integración regional para cada uno de sus miembros, incluso porque no está claro cuál es el objetivo estratégico y a qué apunta: si se trata de un proceso que tiene un sentido económico, si es básicamente un instrumento de política exterior o de proyección estratégica. Hace bastante tiempo que los socios no consiguen sintetizar una visión común que permita empujar en la misma dirección.

-¿Cuál sería la visión que prima en Brasil, el líder regional?

-Mi impresión es que el MERCOSUR como espacio de ejercicio de una regulación está desde hace bastante tiempo en un plano secundario para Brasil. Básicamente ha extraído lo que tenía para extraer del MERCOSUR mientras que las expectativas que tenían los otros socios, incluyendo a los más chicos, de obtener ventajas a cambio no siempre se han verificado. Pero también Brasil ha tenido alguna frustración con relación a los réditos políticos que pensó podía obtener. Hay una especie de frustración generalizada.

-Argentina, por su lado, exhibe una especie de ímpetu reindustrializador y obtuvo el mecanismo de adaptación competitiva (MAC) en su relación con Brasil.

-El MAC es básicamente un instrumento defensivo que surge tras una larga historia. El tema de tener algún mecanismo de salvaguardias en el MERCOSUR estuvo en discusión desde 1994. Pasaron más de diez años para que Brasil admitiera que sin algún mecanismo de administración del comercio en un contexto de asimetrías tan marcadas en las políticas y en lo estructural surgirían tensiones intolerables.

-¿Qué escenarios se abren a partir del ingreso de Venezuela?

-La impresión es que refuerza la falta de sentido de orientación del MERCOSUR, en cuanto a que no se termina de entender dónde empiezan lo estratégico y lo político y dónde lo económico y lo comercial. No es que la división sea tajante ni lineal, pero es distinto ver el MERCOSUR como un mercado ampliado dentro del cual los países puedan crecer más rápido e insertarse mejor en la economía global, a tener una visión que pone más el énfasis en la necesidad de usar el espacio como un ámbito de poder y de influencia en el espacio regional.

-Un panorama que se complica con el tema de la instalación de las plantas de celulosa .

-Las plantas de celulosa no tienen nada que ver con el MERCOSUR, ni siquiera es una inversión que esté destinada al mercado intrarregional. Lo que no quiere decir que el tipo de problemas que se genera con el corte de los puentes no sea relevante para el MERCOSUR como área de libre comercio y unidad aduanera.

-En definitiva el bloque tiene un problema de identidad y de rumbo.

-Sí, un problema de inconsistencia de objetivos, de imposibilidad de construcción de una visión común que no necesariamente parte de los mismos intereses pero que debe tener como fundamento intereses que no sean contradictorios. Eso es lo que está en crisis desde fines de los noventa, desde antes de la devaluación brasileña. El bloque es hoy en día un instrumento de regulación muy ineficaz; tiene serios problemas de funcionamiento institucional. Ha habido progresos, pero no son clave ni suficientes a la luz de los desafíos. El MERCOSUR tiene una agenda de negociaciones externas importante pero no tiene instrumentos para llevarla adelante. Todo ello ha redundado en un problema obvio de credibilidad: nadie presta demasiada atención ni cree demasiado en ninguno de los compromisos o instrumentos que se desarrollen en el marco del bloque. Es una situación muy grave, es terrible que los gobiernos de los cuatro países, sobre todo los de los más grandes, que son los que tienen mayor responsabilidad política, hayan dejado llegar el proceso al punto en que está.

-Mientras tanto varios países de la región emprenden la negociación de TLC con Estados Unidos. En ese sentido se suele presentar al TLC como un simple acuerdo comercial. ¿Es así?

-Está claro que para Estados Unidos los TLC van mucho más allá del comercio de bienes, en realidad eso es una parte relativamente secundaria. La lógica del bilateralismo estadounidense está asentada en profundizar la agenda que está en tratamiento en la omc. Y también aquellos temas que todavía no están en la omc. Esa es la lógica de la diplomacia estadounidense, desde el tratado bilateral con Canadá a fines de los ochenta en adelante. Si se miran los sucesivos TLC hay una lógica incremental: cada uno tiene elementos adicionales en relación con los anteriores; los anteriores ponen un piso en los intereses ofensivos de Estados Unidos y de ahí se va hacia adelante. Va mucho más allá del comercio porque Washington hoy tiene intereses articulados en campos que van mucho más allá del comercio, o sea que son acuerdos con cobertura e implicaciones mucho mayores.

Para países como Argentina o Uruguay el tema del acceso a los mercados es importante, pero también lo son las otras disciplinas ligadas con otros ámbitos, como la protección de la propiedad intelectual y los compromisos incrementales que se asuman en el contexto de los TLC, el tema de servicios, donde también hay avances importantes en los compromisos en el plano multilateral, algunos de los cuales son beneficiosos para el país. Cada diplomacia y cada sociedad tiene que hacer su balance de costos y beneficios, porque hay de los dos.

-Hay quienes plantean que se trata de una negociación entre temas del siglo xix (acceso a mercados) y del siglo xxi (servicios, propiedad intelectual). ¿Es éste un abordaje muy simplista?

-Depende del país. Argentina probablemente mejore el acceso en recursos naturales, pero no está claro si van a mejorar las asimetrías que distorsionan esos mercados, en particular los subsidios internos. Ninguno de los TLC de Estados Unidos tiene ese tipo de disciplinamiento. Y cuando un país tiene su ventaja comparativa en sectores muy distorsionados, hay un problema porque las ganancias aparecen limadas por esa asimetría. Para México, que básicamente exportaba petróleo y manufacturas, el nafta implicó una mejora de acceso en manufacturas.

-En el marco de un TLC, ¿como deberían ser tratados temas como propiedad intelectual y servicios?

-Varía mucho de sector a sector, no es como en el caso del comercio de bienes. Son áreas de política de "sintonía fina". En materia de propiedad intelectual el tema central es qué se protege, cómo se lo protege, durante cuánto tiempo, con qué eficacia, qué instrumentos se construyen para garantizar la eficacia y para penalizar las situaciones de ineficacia en la protección. En materia de servicios no se trata simplemente de levantar barreras, sino cómo se regula. Generalmente se entra en un campo que cubre áreas de política económica mucho más diversas que la comercial. Y en muchos casos con una gran incertidumbre con respecto a sus efectos sobre los países que negocian. Cuando se negoció el acuerdo sobre derechos de propiedad intelectual, en el marco de la omc, había bastante poco conocimiento difundido sobre su efecto en los países en desarrollo.

-Todo ello nos habla de una negociación que debe ser encarada como una política de Estado, con un equipo negociador muy competente y un fuerte vínculo entre el gobierno, el sector privado y la academia.

-Eso es básico. La única manera de evaluar si un acuerdo, ya sea el MERCOSUR o un TLC con Estados Unidos, es bueno o malo es tener un objetivo, un programa, un diseño de hacia dónde ir. Uno de los pocos países en América Latina que tuvo eso fue Chile. Se puede estar de acuerdo o no con el objetivo de una política en particular, pero la evaluación de la funcionalidad de una estrategia de inserción internacional está en relación con cuál es el proyecto de desarrollo. No se trata simplemente de sumar el bienestar agregado y ver si da positivo o negativo.

-¿Los TLC reducen significativamente los márgenes de maniobra de los gobiernos?

-En cierta medida sí, pero, de nuevo, tampoco es tan claro que necesariamente tener el espacio sea algo bueno. Es paradójico, pero es así. Por ejemplo, si un país tiene más incentivos para tener una política macroeconómica más ordenada debido a la firma de un TLC, se trataría de un efecto positivo.

-En ciertos círculos existe la percepción de que la firma de un TLC con Estados Unidos sería un "requisito de seriedad".

-No me parece que sea un requisito, porque no me parece que la seriedad provenga de un acuerdo. De cualquier manera, si bien un TLC limita el rango de opciones, de discreción en las políticas, no siempre lo hace en la dirección correcta. En segundo lugar el país sigue siendo soberano, con lo cual puede hacer lo que decida, el único problema es que el costo de hacerlo va a ser distinto. De hecho no hay país más integrado a Estados Unidos en América Latina que Venezuela.

-En relación con los temas comerciales y de integración, ¿cómo ve este momento tan peculiar de América Latina?

-Es un momento de gran fragmentación. Los procesos de integración están todos -con la probable excepción del caso Estados Unidos-Centroamérica- hechos pedazos. Al mismo tiempo, paradójicamente, se ha armado una red de acuerdos bilaterales en los cuales los países le dan a Estados Unidos mejores condiciones de acceso que las que se dan entre sí. Esto podría abrir la puerta para que una profundización de la integración entre los países latinoamericanos no fuera tan imposible. El problema es que se necesita capacidad de coordinación y de liderazgo, y eso es lo que no hay en este momento. No hay una visión desde América Latina respecto de cómo se puede aprovechar todo lo que pasó por acción u omisión en los últimos quince años. Estamos llegando a algo muy parecido al ALCA, sólo que de la peor manera posible: a través de la suma de bilateralismos, donde los países chicos en general van a negociar en peores condiciones, con peores acuerdos que si hubieran podido construir intereses comunes.

-¿Se puede reconstruir esa red?

-Es un ejercicio de diplomacia y de política, no veo por qué no se puede reconstruir. Hay menos obstáculos que en el pasado porque muchos países ya se han desprotegido frente a Estados Unidos, con lo cual debería resultarles relativamente poco traumático desprotegerse frente al vecino. 
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