Puerto Rico: cinco crisis en una [Rafael Bernabe]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Mie Mayo 17 01:25:35 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - 17 de mayo 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Puerto Rico

Cinco crisis en una

Rafael Bernabe *
 


Una sensación de crisis atraviesa todo Puerto Rico. No está demás hacer un intento de orientarnos en este laberinto. Ese es el objetivo de lo que sigue, que necesariamente tiene un carácter esquemático. Es apenas el esbozo de un mapa que nos ayude a orientarnos desde una perspectiva más amplia. Hago críticas y auto-críticas, creo que el momento lo exige. Callar para no ofender sería irresponsable. Pero vamos al tema.
 
Cinco crisis en una o cinco aspectos de la crisis

La crisis actual puede describirse como cinco crisis en una. Las cinco crisis se refieren a: (1) crisis de la estructura económica construida a partir de 1947 y, más específicamente, de los intentos de reorganizarla a partir de la década del setenta; (2) crisis del estado, es decir del Estado Libre Asociado instalado en 1950-52; (3) crisis del sistema de partidos políticos dominantes, caracterizado por la alternancia PPD-PNP en funciones desde la década del setenta; (4) crisis de las estructuras del movimiento obrero, surgidas también desde finales de la década setenta y principios de los ochenta, y, más específicamente, de su reciente re-alineamiento bajo la Ley 45; (5) crisis del independentismo y de la izquierda socialista. Quisiera tomar cada una de estas crisis, o elementos de la crisis, una por una.
 
Crisis de la estructura económica

El primer aspecto al que hice referencia es la crisis de la estructura económica del periodo post-guerra. Esta es la cuarta estructuración de la economía de Puerto Rico desde la invasión norteamericana en 1898. La primera fue la época de la especialización en la producción de varios productos agrícolas semielaborados para exportación (azúcar crudo, hojas de tabaco) y manufacturados (aguja y otros), estructura que entró en crisis a raíz de la gran depresión. La segunda fue la depresión misma y los intentos de responder a ella con reformas de diverso tipo, así como el esbozo de un proyecto de desarrollo más orientado al mercado interno y una reducción del control del capital extranjero. La tercera fue el viraje de "Manos a la obra" desde 1947 que centró la estrategia económica del gobierno en la atracción de inversión norteamericana con el incentivo de exención contributiva, bajos salarios y acceso al mercado de Estados Unidos. 

Como ya se sabe, la estructura económica colonial surgida de este proceso nunca pudo reducir el desempleo en Puerto Rico a menos del 10% y buena parte de su éxito se debió a la salida de cientos de miles de trabajadores hacia Estados Unidos. De hecho, durante la década del cincuenta se redujo el número total de empleos en Puerto Rico, a pesar de que el nivel de vida de la mayor parte de la población mejoró visiblemente. 

La crisis que ahora vivimos implica un agotamiento de este esquema basado en la exención contributiva o más específicamente, del intento de reorganizarla a partir de la recesión de 1973-1974, bajo el manto de la Sección 936. Esta reorganización (la tercera desde 1947, algo que no vamos a detallar aquí) se caracterizó por la expansión de la industria electrónica, farmacéutica y otras de alta inversión capital por mano de obra empleada. 

Pero está política reformulada no logró lanzar una nueva expansión vigorosa de la manufactura. El desempleo se mantuvo por lo general por encima del 15%, la tasa de participación laboral por debajo del 50%. Tan sólo un incremento del flujo de fondos federales permitía proveer a buena parte de la población con un ingreso mínimo. Quienes señalan esto como muestra de las bondades del colonialismo olvidan que la necesidad de tal flujo es precisamente una muestra de las insuficiencias de la estructura económica que el colonialismo ha creado en Puerto Rico. 

Por otro lado, la incapacidad de esa economía capitalista-colonial, de la cacareada empresa privada, de enfrentar el problema del desempleo ha conllevado un aumento considerable del sector público. No cierto que el estado haya "sofocado a la empresa privada" como dicen los ideólogos del capital privado y la mal llamada "libre empresa". Al contrario: tan sólo la expansión del sector público ha evitado niveles catastróficos de desempleo, dadas las insuficiencias de la empresa privada. No obstante, esa expansión del empleo público tiene sus límites: dada la política de no cobrar impuestos a las grandes empresas, depende del impuesto a individuos, de ayudas federales y de un creciente endeudamiento. Ese mecanismo llegó al límite: los fondos federales aumentan poco o se reducen. El crédito del gobierno está al límite. El gobierno tiene entonces dos opciones: aumentar los impuestos a la clase trabajadora y despedir empleados públicos o realizar una reforma que le meta el diente a las grandes ganancias. El peso de la deuda, al igual que en el resto del mundo, permite a los centros financieros imponer sus condiciones que incluyen: reducir el sector público, cero concesiones a empleados públicos, privatización, cobro por servicios del estado, aumento de tarifas, etc.

Por otro lado, la sección 936 ya no existe. Se han perdido cerca de 30  empleos en la manufactura, los llamados depósitos o fondos 936 en la banca del país se han reducido igualmente. El gobierno necesita una nueva estrategia económica y no la tiene. La empresa privada, con el apoyo de las casas acreditadotas de Wall Street exigen eliminar protecciones del trabajo y reglamentación de sus operaciones: su horizonte es inmediato y se limita a exprimir más al trabajador y trabajadora. No se trata de nuevas estrategias de crecimiento y prosperidad: se trata de asegurar que mientras el país se hunde en una crisis cada vez más grave, sean los desposeídos quienes acarreen las consecuencias, mientras unos pocos se aprovechan del desastre para consolidar sus privilegios. 
 
Crisis del estado

La segunda crisis a que hice referencia es la crisis de la estructura política, es decir del Estado Libre Asociado instalado en 1952. Esta ha sido la tercera organización de la estructura colonial desde 1898. La primera fue el gobierno militar de 1898 a 1900, la segunda fue la estructura de tutela directa con participación insular bajo las leyes Foraker primero y la ley Jones después. La tercera fue la creación del ELA en 1950-52. Bajo el manto de la adopción de una constitución propia y de la realización de un pacto bilateral con Estados Unidos y cimentada en la indudable prosperidad económica del periodo de post-guerra y mejoramiento de condiciones de vida, el ELA gozó de considerable legitimidad y apoyo.  Pero, como indicamos, la prosperidad que le sirvió de fundamento empieza a erosionarse según la expansión de post-guerra da paso a la onda depresiva a mediados de la década del setenta. La economía del ELA entra en crisis. Ya vimos los lineamientos generales y más recientes del proceso en el apartado anterior. 

La sociedad puertorriqueña entera se sumerge cada vez más en un ambiente de tensión y violencia, cuya manifestación más dramática es la expansión de la economía informal -causadas por las insuficiencias de la economía formal-  y, sobre todo su sector vinculado al narcotráfico, en el que la competencia típica de toda economía de mercado adquiere un carácter particularmente violento.

Por otro lado, a la vez que el apoyo al ELA se desgasta en Puerto Rico con el crecimiento del movimiento estadista, crecen en los sectores dominantes en Estados Unidos la preocupación sobre la viabilidad del ELA y sus crecientes costos para el gobierno federal. Hay que recalcar que los fondos federales que llegan a la isla no son una deducción a la economía norteamericana, pues la mayor parte se usa para comprar productos norteamericanos: se trata de un subsidio a los exportadores norteamericanos. Aunque ciertamente es una carga al gobierno federal. Por otro lado, tampoco está claro que haya consenso en las altas esferas del poder en Estados Unidos sobre qué hacer con Puerto Rico, si moverlo hacia la estadidad, a la independencia o a la libre asociación. Lo más probable es que cada solución cuente con sus partidarios. Pero no hay duda de que el tema está en debate y de que, más aún, cada vez es más difícil encontrar funcionarios o figuras prominentes en Washington que defiendan o abracen el ELA como ha sido defendido históricamente por el PPD, es decir, como una mezcla de "unión permanente" y "pacto bilateral". El ELA es ya casi universalmente descrito como una versión de territorio no incorporado, es decir una colonia, lo cual no puede menos que acelerar su ya avanzada pérdida de legitimidad. El hecho de que líderes clave del PPD como Aponte en Carolina empiecen a coquetear con la libre asociación es síntoma de que incluso entre sus defensores el ELA empieza a presentarse como una estructura en crisis. 
 
Crisis del sistema de partidos

La tercera crisis a la que hice referencia es la crisis del sistema de partidos políticos dominantes, caracterizado por la alternancia PNP-PPD. Este es el cuarto sistema de partidos políticos que ha surgido en Puerto Rico desde 1898. El primero se caracterizó por el dominio del Partido Unión de 1904 a 1930, retado con cada vez más éxito por el Partido Republicano y el Partido Socialista. El segundo implicó la reorganización y crisis de los partidos durante la década del treinta y que concluyó con el surgimiento y ascenso del PPD. El tercero fue el dominio casi absoluto del PPD durante la época de gloria de "Manos a la Obra" y bajo el recién creado ELA durante el periodo de expansión de post-guerra. El cuarto ha sido la pérdida de dominio absoluto del PPD y la alternancia política con el PNP desde los setenta.

Este rejuego de ambos partidos se hace ahora inoperante. El balance de fuerzas entre ambos sectores no se traduce ahora en alternancia en el gobierno sino que produce un gobierno dividido, incapaz de actuar con un mínimo de coherencia, ni siquiera en términos de un funcionamiento cotidiano de las estructuras existentes. Claro está, las crisis que hemos señalado se combinan de manera compleja: la crisis de la estructura económica se combina con el tranque de los partidos, en el contexto de forcejeos ante posibles iniciativas sobre el status, para producir una crisis fiscal y una parálisis de parte del gobierno como la que acabamos de vivir. (Parte de esto es la posible estrategia del caos de Rosselló de desarticular el ELA, confiado en que ello redundará en beneficio de la estadidad.) 

Ante todo esto crece la crisis de los partidos existentes: el PNP se divide en dos bandos y uno expulsa al otro que aún así retiene control de un cuerpo legislativo en alianza con el PPD. El PPD, por su lado, sabe bien que no puede ganar elecciones sin el apoyo de un sector del independentismo y que en la crisis actual ha tenido que contar con el sector estadista en el Senado. Así mismo crece el rechazo de los políticos y hasta de la política, sin que surja por otro lado, una  clara opción de nueva política, de nueva forma de hacer política o de reemplazo de los viejos partidos. A esto se suma la degradación del personal político surgida de lo que Perry Anderson ha llamado el "encanallamiento" de la burguesía en la época del neoliberalismo. Incluso el personal de la política burguesa imperial se degrada: Bush es el ejemplo más notorio. En Puerto Rico son tantos los ejemplos de políticos sin visión y sin más compromiso que la politiquería entendida en la forma más pedestre que no sabría uno donde empezar.
 
La crisis del sindicalismo

La cuarta crisis a que hice referencia toca las estructuras del movimiento sindical según se reorganizaron a partir de 1998, es decir, del desenlace negativo de la lucha contra la privatización (cuyo momento culminante fue la Huelga del pueblo) y la aprobación de la Ley 45. Este es el cuarto momento de la historia del movimiento sindical desde 1898. El primero estuvo dominado por las organizaciones en lo fundamental de obreros diestros agrupados en la Federación Libre de Trabajadores y el Partido Socialista. El segundo correspondió a la crisis de la FLT y el Partido Socialista en el década del treinta y la búsqueda de nuevos vehículos de organización sindical, proceso que culminó en la creación de la Confederación General del Trabajo en 1940-45. El tercer momento implicó la división y desarticulación de la CGT en 1945-46 y el predominio de las internacionales vinculadas a la AFL-CIO que a su vez sufrían un rápido proceso de burocratización luego de las grandes luchas de la década del 1930. El cuarto momento lo conforma la fragmentación del movimiento sindical en varias corrientes (básicamente la AFL-CIO, la CPT, otras corrientes: el CGT, luego la coordinadora sindical) luego de la desarticulación de los intentos de crear un nuevo movimiento obrero unido a principios de los setenta. Además de la fragmentación, esta etapa se ha caracterizado por la retirada del sindicalismo del sector privado y de la manufactura en particular y su creciente concentración en el sector público. No tenemos aquí el espacio para hacer la historia de los intentos de coordinar esta fragmentación sindical ante las embestidas del gobierno patrono, desde el COS en los ochenta y noventa a la creación del CAOS en 1997. Sin embargo, el momento actual, como indicamos, es la crisis de las estructuras surgidas de dos hechos: la desaparición del CAOS como frente unido anti-privatización y la reorganización de buena parte del movimiento sindical bajo la ley 45.

Un sector del liderato sindical actual tiene como único horizonte la administración convenios colectivos, para lo cual apuesta sobre todo al cabildeo en sus mil variantes. Esta corriente está ante una pared, pues la crisis fiscal implica que las negociaciones difícilmente pueden avanzar normalmente. Es desde esta perspectiva que se enfrentan a la crisis fiscal: aceptan cualquier solución que a corto plazo permita (o aparente facilitar) negociar los convenios. Aceptan de entrada, como han hecho algunos, el impuesto de ventas de 7% propuesto por el Gobernador Acevedo Vilá, o, en cambio, acabarían por aceptarlo como mal menor o inevitable (más allá de algunas protestas verbales). Todo con tal de evitar el cierre, volver al trabajo y volver a la normalidad de administrar sus convenios. El problema, claro está, es que Acevedo Vilá propone pero no dispone y el 7% no ha podido legislarse. Por ello, incluso este sector del liderato sindical se ve empujado a regañadientes a la movilización. Para que sea efectiva, esa movilización requiere amplitud y este sector del liderato sindical se inclina por ello a buscar aliados con otros sectores sindicales. Así, en la medida que el cierre se extendía y el PPD no era capaz de imponer su solución se llegó a considerar algún tipo de movilización, e incluso consignas como "que la crisis la paguen los ricos". Pero, como indicamos, la orientación de este sector no deja de ser la búsqueda de la salida más rápida posible: por ello gravitaban a movilizarse para presionar al PNP para que aceptara la propuesta de Acevedo Vilá. Y estas vacilaciones se traducen en consignas vagas como ¡Basta de abusos!, ¡A resolver el tranque!, ¡Si no responden van pa'fuera en el 98!, que sin abrazarlo, tampoco rechazan las soluciones que propone el Gobernador, con el cual, por otro lado, no dejan de abrazarse públicamente y contra el cual no organizan protesta alguna, concentrando su fuego sobre la  Cámara. Atrapados en esta oscilación este sector fluctúa de día en día: el jueves 4 proponen el paro nacional para el lunes 8 y hay que convencerlos de esperar hasta el martes. El viernes 5 deciden, amparándose en que se anunció prematuramente, que no han de participar en el paro. El sábado 6 lanzan una campaña contra el sector sindical que rechaza las propuestas tanto del PNP como del PPD tildándolos de ser traidores, extremistas, y mil pecados más. El jueves 11 realizan una movilización exigiendo el regreso al trabajo, sin decir claramente que solución fiscal favorecen, aunque como marcha al Capitolio la actividad correspondía  a la lógica de presionar a la legislatura y de presentar a dicho cuerpo como la causante de la crisis, en consonancia con la orientación del PPD.

Un segundo sector, vinculado a la corriente que recientemente se separó de la AFL-CIO en Estados Unidos para crear la coalición Change to Win, se inclina a la movilización, pero se trata todavía de una reacción a medias, producto de la parálisis del gobierno: esta corriente se une al llamado del paro nacional el viernes 5, acude a Fortaleza a exigir una salida al Gobernador, denuncia la intransigencia del último al salir de la reunión, insiste en las consignas de que la crisis la paguen los ricos. Pero, al igual que el primer sector, da la retirada ante el brutal embate publicitario del PPD y sus aliados que acusan a todo el que no apoye al Gobernador contra la legislatura de ser "monigote del PNP", de ayudar a Aponte a mantener el tranque, de alargar la crisis fomentando la división social. Y a última hora el lunes 8 se retiran también del llamado al paro nacional. 

Pero repito: todas estas corrientes enfrentan un problema, pues la administración de convenios se ha convertido y seguirá siendo en el futuro una ruta escabrosa, en que el patrono exigirá más y más concesiones. Es necesario un cambio de funcionamiento o las consecuencias serán terribles, incluso para los líderes sindicales implicados, para no hablar de sus matrículas. De poco van a servir los aplausos que hoy les da el Nuevo Día por ser responsables (contrastándolos con los irresponsables Rafi Feliciano y Ricardo Santos), a la hora de negociar convenios en el futuro o de evitar despidos, producto de la política de privatización que promueve el Nuevo Día. En esa hora lo único que podría salvarlos es la unidad del movimiento obrero a partir de un programa opuesto a la defensa de las prerrogativas de la empresa privada y el mercado que defiende el Nuevo Día. No tengo duda que la necesidad de supervivencia empujara al movimiento sindical a la unidad en la acción. La pregunta es: ¿cuantos golpes será necesario recibir para dar ese paso y cuán desfavorable será la situación en que al fin se haga?

Llegamos entonces a los sectores sindicales más orientados a la movilización y a asumir posiciones independientes de ambos partidos dominantes. No hay duda de que este sector, incluyendo los actuales presidentes de la Federación de Maestros y de la UTIER actúa bajo una presión extraordinaria. Bestial es la única palabra que describe la campaña que se ha desplegado en su contra por una amplia gama de actores que incluyen: el liderato de la AFL-CIO y de la CPT, la Fortaleza y el PPD y sus acólitos y repetidores en la prensa radial y escrita, buena parte del independentismo favorecedor de acuerdos o alianzas con el autonomismo. Todos coinciden en denunciarlos como "socialistas sectarios", monigotes del PNP, etc.  Se trata de un poderoso frente, que, en su flanco sindical, incluye a los mismos que en 1997 se opusieron a la creación del CAOS, y en 1998 hicieron campaña contra la dirección de Alfonso Benítez en la UIET, obstaculizaron la huelga del pueblo y acabaron por desarticularla y desbaratar el CAOS.

Pero lo cierto es que el sector a que ahora nos referimos no ha respondido efectivamente al momento actual. Ha imperado la improvisación, las acciones de vanguardia sin apoyo masivo, la falta de preparación adecuada de procesos como un paro nacional, la ausencia de espacios importantes, como los campamentos frente al Capitolio. Pero sobre todo ha faltado un programa claro de cómo salir de la crisis: es necesario un proyecto fiscal, presupuestario y económico propio que la izquierda sindical no tiene, pues no ha dedicado los recursos necesarios a su elaboración.

Tanto el tema de los ataques del PPD y sus aliados en el independentismo hacia este sector como la falta de un programa amplio de este último nos llevan al tema de la crisis del independentismo y el socialismo. 
 
Crisis del independentismo y del socialismo

Ya que al Frente Socialista y sus militantes se les achacan tantas cosas equivocada o falsamente, no está demás aclarar cuál ha sido nuestra posición durante esta crisis. Ha tenido dos aspectos fundamentales: llamado a unidad y unidad tras un programa mínimo propio, es decir, no subordinado a ninguno de los partidos existentes. Hemos insistido en todas nuestras intervenciones en que no basta con exigir que se resuelva el tranque o se pongan a trabajar los legisladores. Hay que decirles la salida a que aspiramos. Hay que decirles que medidas rechazamos. Pero insistimos igualmente que es necesaria la acción unida de toda la clase obrera, empezando por todos los sectores del movimiento sindical, para lograr una salida a la crisis favorable a los intereses del pueblo trabajador. A los que, no importa el sector, nos planteaban que tal unidad es imposible dadas las rencillas pasadas y presentes contestamos: en ese caso está asegurada la derrota de la clase obrera en esta jornada. La crisis en ese caso la van a pagar los pobres. Las grandes empresas y detrás de ellas Wall Street están presionando y cabildeando día a día para que no se adopte medida alguna que afecte sus privilegios. Si no podemos poner del otro lado la fuerza del movimiento obrero unido no hay duda que los primeros se saldrán con la suya. 

Por eso, para dar un ejemplo, cuando hicimos un piquete al mensaje del gobernador a la legislatura no tuvimos reparo en dar nuestros micrófonos a líderes del CPT que allí protestaban cerca de nosotros. Pero, ¿qué reacción tuvo el liderato de la CPT y AFL-CIO cuando asistimos a una actividad que realizaron en el lado norte del Capitolio? A pesar de que estábamos repartiendo una hoja suelta llamando a la unidad sindical, explicando por qué era necesaria y sin entrar en ataques a nadie, desde la tarima se hizo un llamado a no tomar la hoja suelta y no hacer caso a grupos que no auspiciaban la actividad. Es un ejemplo típico del verdadero terror que tienen algunos líderes sindicales al contacto de sus matrículas con otras uniones, con llamados a la movilización, para no hablar de la movilización misma, la organización de comités regionales autónomos o cualquier proceso que amenace escapar su vigilancia y control. Es una política que llevará al movimiento obrero a la parálisis: es poco lo que podrá arrancar a un gobierno que se cantará en quiebra, y no estará lejos el momento en que los trabajadores desmoralizados se pregunten para que tener una unión si no sirve para nada. 

Nada de esto nos alegra. Por eso insistimos que la crisis apenas comienza. El debate sobre el sales tax y sobre los impuestos a la corporaciones aún no se decide. La pregunta de quién pagará por la crisis sigue sobre el tapete. Sigue siendo necesaria la unidad bajo la consigna general de que la crisis la paguen los ricos, que el sales tax no pase del 1% que ya van a imponer y se reemplace cuanto antes por un impuesto a las grandes empresas. Defender este programa no es ser monigote del PNP. Defender este programa no es ser títere del PNP, es defender más bien una orientación independiente, tanto del PPD como del PNP. Claro, a los que apoyan la política del PPD, o piensan que en todo enfrentamiento un patriotismo mal entendido nos obliga a apoyar el PPD contra el PNP, tal política independiente se les presenta como alianza con el PNP. Pero no podemos ceder a este chantaje que nos obligaría a apoyar a Fortaleza con tal de no aparecer como aliados de la Cámara.

Hay que reconocer que el PIP en la coyuntura actual ha presentado los proyectos de ley que más se acercan a la orientación aquí esbozada. Echar al PIP en el mismo saco que los partidos dominantes sería equivocado. Pero lo cierto es que el bloque que ha favorecido una salida alterna a la crisis, que comprende al PIP, el Frente Socialista, parte del liderato sindical no hemos coordinado esfuerzos, ni hecho el trabajo para crear un polo amplio de atracción a los muchos sectores que sin duda simpatizan o simpatizarían con nuestras propuestas.

Las cinco crisis señaladas exigen respuesta. Las líneas generales de estas respuestas no son difíciles de formular. El problema está en dar los pasos concretos inmediatos que a mediano plazo las hagan viables. 

La crisis de la estructura económica, construida sobre la empresa privada y el capital norteamericano, requiere un nuevo modelo económico centrado en el sector público, los imperativos del bienestar social y la protección ecológica, la determinación democrática de prioridades y la gestión participativa, algo que no es posible sin atacar los privilegios y prerrogativas del gran capital y desafiar la lógica del mercado. Nada de esto es posible en un Puerto Rico aislado: ha de ser parte de proyectos similares que se emprendan o ya estén en curso en otras tierras y debe contar con el apoyo de fuerzas progresistas en Estados Unidos. Los procesos en curso en Venezuela y Bolivia, y el movimiento de los inmigrantes en Estados Unidos son síntomas positivos en ese sentido. 

La crisis del ELA exige la descolonización de Puerto Rico y la conquista de la soberanía política que facilite una nueva economía, que a su vez es necesaria si es que esa soberanía ha de constituir un cambio liberador. Esto, como indicamos, hay que pensarlo como parte de un proyecto de carácter internacional. 

La crisis de los partidos exige la constitución de un vehículo político nuevo: un partido de los trabajadores, comprometido con los intereses de las mayorías, enemigo de todas las formas de opresión, dotado de un programa que integre los elementos políticos y económicos precedentes. Parte de eso es la exigencia de un sistema electoral que facilite la creación de nuevos agentes políticos y debilite el monopolio de los partidos existentes. 

La inmediata crisis del movimiento obrero exige la acción conjunta, a pesar de las divergencias y rencores, a veces justificados, ante un enemigo que actúa con decisión. La crisis del independentismo, convertida una parte en satélite del PPD, y otra parte en aparato electoral desvinculado de las luchas sociales exige una reformulación a partir de las necesidades del pueblo trabajador ante una brutal ofensiva del capital en el contexto de la crisis de la colonia. 

La debilidad de la izquierda socialista exige una reconsideración del pasado y reformulación de su proyecto más allá de la visión de la construcción de los respectivos kioscos. ¿Podría pensarse en momento más propicio para presentar al país un proyecto político nuevo que el momento actual en Puerto Rico? Sin embargo, cuán lejos estamos de poder articularlo: acortar la distancia entre lo necesario y lo viable es la tarea que el momento nos impone.    

* Rafael Bernabe, portavoz del Frente Socialista, reagrupamiento de la izquierda revolucionaria. Corresponsal de Correspondencia de Prensa en Puerto Rico. 

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