Brasil: San Pablo, una cruenta estrategia de represalia policial [Gustavo Sierra y Eleonora Gosman]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Jue Mayo 18 10:58:51 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - 18 de mayo 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Brasil

La campaña electoral se mete en la crisis paulista...

Crónica de otra noche negra en San Pablo 

Cruenta represalia 

La ofensiva policial buscó apagar las críticas por el pacto con los narcos


Hubo 33 muertos en doce horas. Fue después del brutal ataque narco de tres días, donde murieron más de 115 personas, 35 de ellos policías. Y del pacto con el jefe narco para ponerle freno a la violencia. 

Gustavo Sierra, enviado especial a San Pablo 
Clarín, Buenos Aires, 18-5-06


A Richard Moreira lo entierran sin ninguna pompa. Los enterradores agarran el cajón, le pasan dos sogas por debajo y lo dejan deslizarse hasta el fondo del hoyo. Un segundo más tarde ya le están tirando tierra colorada encima. En el enorme cementerio de Vila Formosa, al este de San Pablo, hay un silencio gris y pesado. María Rosa, la madre, es la única que llora en silencio. Unas mujeres miran compungidas, pero sin lágrimas. Los otros, los amigos, los muchachos, miran casi distraídos. Para estos "caras" (tipos) la muerte parece ser apenas una raya de tiza que en cualquier momento tienen que cruzar. 

Despiden a un ladrón de 20 años que parece haber estado en el lugar equivocado en la noche negra del martes en que la policía paulista salió a vengar la vergüenza de haber sido traspasada por los delincuentes del Primer Comando de la Capital (PCC), la organización de narcotraficantes que los atacó, mató a 35 efectivos y mantuvo la mayor ciudad de Sudamérica sitiada por tres días.

Richard Moreira había salido con permiso por buena conducta de la cárcel de Franco da Rocha. El domingo fue el Día de la Madre y Richard, junto a otros varios miles de detenidos en régimen semiabierto, pudo pasar el fin de semana con su familia. Pero no era momento para estar en las calles con esos antecedentes. 

"No tuvo nada que ver con los ataques. Había enfrentamientos por todos lados, pero él estaba con sus amigos y durmió en casa todos los días", me cuenta María Rosa, una lavandera de 52 años.

En la madrugada de ayer, según la policía, Richard estaba pasando con una moto Honda CG-125 por delante de un puesto policial en la zona de Sao Mateus. Dicen que no se detuvo y que hasta sacó un revólver Taurus y disparó. Los policías respondieron varias veces. Ayer a la mañana, María Rosa tuvo que ir a buscar el cuerpo a la morgue. Tenía atado al dedo de un pie el número de "NN 66". "Le pegaron tres balazos. Lo fusilaron. El no era del PCC ni nada. Había robado una vez y por eso estaba pagando. No era un delincuente peligroso", me asegura la madre.

Todo sucedió en la zona más caliente de la ciudad. En este enorme barrio de Sao Mateus, con varias favelas en su interior, fue donde comenzaron los ataques ordenados el viernes desde la cárcel por el jefe del PCC, Marcos Camacho, más conocido por "Marcola". En la madrugada del martes, cuando la policía logró retomar el control, cayeron allí cinco hombres jóvenes. En todo San Pablo y en menos de 12 horas fueron muertos 33. 

"Entraron con rabia. Vinieron en caravana y se metieron en las casas rompiendo todo", me cuenta Douglas dos Santos, uno de los pibes que acompañó el entierro. El jefe de la comisaría 49 de Sao Mateus, Carlos Moretti, tiene otra versión. "Actuamos dentro de la legalidad, aunque tengo que decir que lo hicimos en forma enérgica", asegura. Y da ejemplos. Otro de los muertos, Jonathan Farías, de 19 años, llevaba una medalla de oro en la que se veía la inscripción "Paz, libertad y justicia", que es el lema del PCC. Otros dos, que cayeron en la favela Vila Buenos Aires, estaban en un Palio robado y tenían dos revólveres 38. Y un cuarto llevaba en un bolsillo un papelito con las direcciones de dos lugares que fueron atacados y la firma "15-3-3", por el lugar en el alfabeto portugués donde están ubicadas las letras P-C-C.

Viajo hacia el norte. Dos horas por autopistas y calles atestadas de coches y camiones. Las camionetas blancas, rojas y negras de la policía militar están por todos lados. Llego al barrio obrero de Jardim Filos da Terra. Hay una entrada con una pintada del Che Guevara cubierto por una bandera cubana. Acá mataron a Ricardo Flauzino, un muchacho de 22 años que varios vecinos aseguran era un trabajador y "no andaba con malandras". 

Un primo de Ricardo me confirma la historia que ya había escuchado. Un comando de la fuerza táctica de la policía militar llegó en una camioneta M-3074. Venían encapuchados y con armas largas en posición de tiro. Bajaron de un salto y comenzaron a disparar. Ricardo estaba sentado en el umbral de una casa esperando a su novia, con la que se iba a casar el 8 de julio. Cayó y en un minuto ya había una enorme mancha de sangre en la vereda. Un vecino se acercó, reconoció a Ricardo y empezó a gritar. Los policías primero se asustaron y salieron corriendo, después regresaron y se llevaron arrastrando el cadáver "como si fuera una bestia". "Yo estaba ahí en la ventana -me cuenta Rosinha Guimaraes- y vi cuando llegaron y cómo siguieron disparando como locos. Eran las diez de la noche y todavía había chicos en la calle. No hubo más muertos de milagro." 

La policía dio otra versión. Dijo en un comunicado que había sido alertada de un ataque y que al llegar "los efectivos del batallón 43 encontraron a Ricardo Flauzino baleado y lo llevaron hasta el hospital". Pero la Secretaría de Seguridad Pública dijo que el caso no está entre los 71 que cayeron en tiroteos con la policía y que Ricardo no tenía antecedentes penales. Los amigos de Ricardo quieren que se esclarezca lo que pasó. Ayer iniciaron una protesta. Pararon un colectivo, hicieron bajar a todos los pasajeros y le prendieron fuego. Antes de irme del barrio me anunciaron que a la noche iban a "quemar llantas y, tal vez, otro colectivo".

Del otro lado también se escuchan voces de protesta. Antonio Carlos Alves, de la Asociación del Cuerpo de Bomberos de Sao Paulo y amigo del soldado Alberto Costa, asesinado en uno de los ataques de los narcotraficantes, dice que "esto hay que pararlo de alguna manera. No se puede hacer ningún acuerdo con los bandidos (por el pacto que terminó con la rebelión el lunes). Tuvimos 35 policías muertos. Con el asesino de Marcola no hay que arreglar nada y con sus sicarios, menos".

En la morgue del Instituto Médico Legal de la avenida Carvalho Aguiar la situación también era tensa. Ahí había varios familiares retirando cadáveres de caídos en la "noche negra". Un hombre me dice que viene a buscar a Carlos Rodiney, "un tipo que andaba en la mala, pero era mi amigo". Dice que Carlos "pareciera que era del PCC" y lo mataron en un enfrentamiento en Morumbí. "Mataron a muchos, acá en un rato vinieron a buscar como a diez más", me cuenta el hombre, que asegura no ser un delincuente ni saber nada del PCC. "Vine a buscarlo porque no tiene a nadie", dice.

En ese momento, la policía saca a un contingente de presos encadenados. Van en tres grupos de siete cada uno. Son todos muy jóvenes. Tienen rostros que dan miedo. Los trajeron para hacer la revisión sanitaria y son trasladados directamente a la cárcel.

"¡Muévanse, rápido, filhos da puta!", grita un sargento. Estos son los que tuvieron suerte. Sobrevivieron a la noche negra de San Pablo.

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La campaña electoral se mete en la crisis paulista

Una cruenta estrategia para intentar reducir el costo político 

La ofensiva policial buscó apagar las críticas por el pacto con los narcos


Eleonora Gosman, corresponsal en San Pablo 
Clarín, Buenos Aires, 18-5-06



Réplica de la violencia del Primer Comando de la Capital, el sangriento grupo mafioso que copó durante 72 horas esta ciudad, la policía paulista lanzó una ofensiva. El golpe revela la reacción por sus compañeros asesinados desde el viernes pasado y la intención de aliviar los costos por el acuerdo con los narcos. 

El mayor Sergio Olimpo Gómez, de la Asociación de Oficiales Policiales, alertó directo al diario O Globo sobre el profundo sentido de esa represalia. Afirmó que los agentes seguirán la máxima del "ojo por ojo" con los delincuentes. "A partir de ahora morirá un promedio de 10 a 15 bandidos por día en San Pablo."

En las últimas 24 horas, justo después del pacto entre el gobierno del estado de San Pablo y los cabecillas del Primer Comando que puso fin a la rebelión y al terror desatado en la capital paulista, 33 personas perdieron la vida. Antes la cifra había llegado a 115 muertos. La prensa y la TV de Brasil daban cuenta ayer de la "falta de transparencia" del gobierno estadual respecto a los datos de los muertos. Y se hicieron eco de quejas de familiares de jóvenes que perdieron la vida por causa de las balas policiales. 

En el gobierno nacional brasileño sospechan que esta "contraviolencia policial" en San Pablo desatada en las últimas horas sería una estrategia de las autoridades paulistas con un doble propósito. Primero, un objetivo político: diluir la "impresión" generalizada en la sociedad, como lo demuestran las encuestas, de que el pacto hecho por las autoridades con el Primer Comando de la Capital (PCC) sólo puede traer más desgracias en el futuro. Segundo, un objetivo humano: descomprimir la angustia de las tropas policiales de base, muy afectadas por la guerra que desató la mafia.

Según admitían los expertos consultados por este diario, una "cantidad suficiente" de muertos en el otro bando indicaría que la masacre de policías no iría a quedar impune. La especialista en violencia con la que conversó Clarín, la antropóloga Alba Zaluar, una autoridad nacional en este tema, remarcó un dato: la mayoría de los agentes ametrallados vivía y revistaba en los barrios periféricos. "Es la reiterada historia de los pobres contra los pobres", subrayó. 

Lo cierto es que el gobierno nacional no digirió el "pacto" entre las autoridades paulistas y los cabecillas del PCC.

El ministro de Articulación Política de Lula da Silva, el gaúcho Tarso Genro, subrayó lo que ayer estaba en boca de todo el mundo en la capital paulista, el enclave más fuerte de la oposición socialdemócrata; "El gobierno estadual prefirió negociar con los delincuentes antes que aceptar la ayuda del gobierno federal". dijo Genro.

Según el ministro, cada uno debe asumir su responsabilidad en esta historia: "Parece -remarcó- que el ex gobernador Geraldo Alckmin (principal adversario de Lula en las elecciones de octubre próximo), quien prometió dar un choque de gestión (esto es, hacer un gobierno más eficiente), ahora no quiere asumir sus responsabilidades en los acontecimientos."

Hay un dato que se debe destacar: Alkmin fue desde 1994 vicegobernador de San Pablo y en 2000 se convirtió en gobernador. Esto es, lleva 12 años en el Ejecutivo paulista.

El actual gobernante de este estado es Claudio Lembo, un hombre del ultraconservador Partido del Frente Liberal que apenas lleva un mes a la cabeza de la administración estadual. Según Genro, el ministro de Lula, Lembo es apenas el hombre al cual el problema le estalló en las manos. "Esta crisis no comenzó hoy. Comenzó hace mucho tiempo y Alkmin no le dio la debida atención."

Para el presidente Lula da Silva no hay dudas en el análisis. "Para interrumpir los ataques parece que hubo una comunión entre policías y bandidos, acuerdos y no acuerdos. Lo que debemos dejar claro es que el gobierno federal ofreció al gobernador toda la ayuda necesaria." Lula sostuvo que al gobierno nacional le "preocupa que el delito organizado tenga más fuerza que la sociedad, que las policías y que el Estado". Subrayó: "Todos somos responsables. Lo que ocurrió con estos delincuentes es el resultado de lo que somos en la sociedad brasileña."
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