Argentina: Kirchner y la privatización del Belgrano Cargas [Héctor Menéndez]

Ernesto Herrera germain en chasque.net
Vie Mayo 19 11:19:00 UYT 2006


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Boletín informativo - Red solidaria de la izquierda radical

Año III - 19 de mayo 2006 - Redacción: germain en chasque.net

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Argentina

Sindicatos, Empresas y Estado

El gobierno Kirchner y la privatización del Belgrano Cargas


Héctor Menéndez 
Grupo Frente Comunista
Córdoba, mayo 2006


La privatización del Ferrocarril Belgrano Cargas es un ejemplo a la medida para el análisis del gobierno Kirchner de Argentina que, por analogía, sirve también para una interpretación de este nuevo curso de gobiernos bonapartistas o semibonapartistas de las burguesías nacionales enfrentados al imperialismo en América Latina.

 El siguiente párrafo del trabajo que Trotsky [1] escribiera en 1940 en México, en los años finales del gobierno del General Lázaro Cárdenas, explica con meridiana claridad, salvada la distancia histórica, las relaciones de clase que se establecen en la etapa imperialista "cuando un gobierno nacional intenta ofrecer alguna resistencia al capital extranjero".

"Como en los países atrasados el papel principal no lo juega el capitalismo nacional sino el extranjero, la burguesía nacional ocupa, en cuanto a su ubicación social, una posición muy inferior a la que corresponde al desarrollo de la industria. Como el capital extranjero no importa obreros sino proletariza a la población nativa, el proletariado nacional comienza muy rápidamente a jugar el rol más importante en la vida nacional. Bajo tales condiciones, en la medida en que el gobierno nacional intenta ofrecer alguna resistencia al capital extranjero, se ve obligado en mayor o menor grado a apoyarse en el proletariado. En cambio los gobiernos de países atrasados que consideran inevitable o más provechoso marchar mano a mano con el capital extranjero destruyen las organizaciones obreras e implantan un régimen más o menos totalitario. De modo que la debilidad de la burguesía nacional, la ausencia de una tradición de gobierno comunal propio, la presión del capitalismo extranjero y el crecimiento relativamente rápido del proletariado corta de raíz toda posibilidad de un régimen democrático estable. El gobierno de los países atrasados, o sea coloniales o semicoloniales, asume en general un carácter bonapartista o semibonapartista. Difieren entre sí en que algunos tratan de orientarse hacia la democracia, buscando el apoyo de obreros y campesinos, mientras que otros implantan una cerrada dictadura policíaco-militar. Esto determina también la suerte de los sindicatos: o están bajo el patrocinio especial del Estado o sujetos a una cruel persecución. Este tutelaje del estado está determinado por dos grandes tareas que éste debe encarar: en primer lugar atraer a la clase obrera, para así ganar un punto de apoyo para la resistencia a las pretensiones excesivas por parte del imperialismo, y al mismo tiempo disciplinar a los mismos obreros poniéndolos bajo el control de una burocracia". 

Desde finales de la década del setenta, con la derrota y el reflujo, se acentuó la dominación imperialista y los movimientos nacionales de dirección burguesa o pequeñoburguesa nacionalista, cayeron o se transformaron en agentes del capital extranjero. Solamente pensemos en la evolución del nasserismo, hoy sostenido por los EE.UU. con 3000 millones de dólares anuales para apoyar la política imperialista en Medio Oriente; o en el movimientismo, que coronó el proceso reaccionario en Bolivia con Gonzalo Sanchez de Lozada o en el peronismo, travestido al menemismo, ejemplo y figura de la globalización financiera imperialista y la penetración del capital externo en Argentina.

Dice Clarín: "Pese a que algunas empresas pasaron de manos extranjeras a nacionales, en Argentina casi el 75% del valor que generan las 1.000 principales empresas corresponden a firmas de capital extranjero. El mismo estudio realizado por el INDEC diez años antes, en 1993, muestra que la riqueza generada desde empresas de capital local llegaba a 49,5% de las primeras 1.000 del ranking." [2].           

Pero la crisis mundial de ese curso de penetración y explotación imperialista de finales de los años noventa - 2001 en Argentina - que arrasó a las burguesías nacionales y su sistema de representación, sus partidos históricos, abrió el camino a estos nuevos gobiernos de América Latina. Kirchner dijo que quería refundar la burguesía nacional y eso trata de hacer. Luego de coquetear con la estatización del Belgrano Cargas, en el segundo semestre del año pasado retomó el camino de la privatización apoyándose en la propuesta de Macri y del consorcio chino:  

De acuerdo con los datos obtenidos por Clarín, la nueva distribución accionaria del Belgrano Cargas sería la siguiente: Macri y sus socios, 70%; la UF, 12%; el Estado Nacional, 8%; la Federación de Camioneros, 4% y otro porcentaje similar para La Fraternidad, el gremio de maquinistas. Tras un fallido intento de venta que demoró casi dos años y un proyecto de reestatización que no caminó, la administración kirchnerista terminó aceptando, a mediados de 2005, una propuesta de "reprivatización" que había presentado el grupo Macri con el holding chino Sanhe Hopefull. Por indicación del Gobierno, Macri tuvo que ampliar el consorcio para el ingreso del grupo Roggio y Emepa. Luego de numerosas discusiones por la participación de cada una, las empresas locales acordaron repartirse así la mayoría accionaria del Belgrano: el 51% para Macri y el socio oriental y el 49% para Emepa y Roggio. La propuesta que Macri le elevó al Gobierno y que ahora se pondrá está armada sobre la base de inversiones privadas y estatales. Para los 24 años que restan de la concesión, el grupo privado prometió invertir $ 860 millones, siempre y cuando el Estado concrete otro desembolso en obras por $ 750 millones. A esos recursos se agregaría un préstamo de China a largo plazo de $ 900 millones para importar locomotoras y vagones [3].
 
Desde el punto de vista del interés burgués nacional, del gobierno, la estatización no reforzaría socialmente a la burguesía nacional frente a los trabajadores ni frente al capital externo. Por eso, a pesar del fracaso de la primera privatización y el anuncio de estatización en junio del 2005, finalmente se privatiza bajo estas particulares condiciones. Si en cambio se hiciera una privatización sin intervención del Estado y los sindicatos quedaría rápidamente en manos del capital extranjero que no tiene interés en invertir en ferrocarriles y apostó históricamente, desde el levantamiento de ramales de Frondizi, a liquidar la red ferroviaria para favorecer su industria automotriz. De allí, más que de una posición de teoría económica, surge con este gobierno la propuesta generalizada de empresas mixtas en reemplazo de algunas privatizaciones del menemismo. Pero, además de la participación del Estado, la debilidad de la burguesía nacional llevó al gobierno de Kirchner a imponer la incorporación de Roggio y Emepa y a buscar el apoyo de la burocracia sindical, agregando en la sociedad anónima, además de la Unión Ferroviaria, a la Federación de Camioneros y a La Fraternidad.

Los Sindicatos de Obreros y Choferes Camioneros están en la Federación de Camioneros que dirige Moyano. Cuando este sindicato ocupa las playas de distribución de hipermercados, o cuando cortan caminos para conseguir los subsidios al gas oil, gestionan en realidad a las empresas de transporte por automotor de cargas. Quien paga a los obreros y choferes camioneros no son los hipermercados ni el gobierno, sino las empresas de transporte. Esa sociedad de Moyano con las empresas de transporte por automotor de cargas debía tener participación en la empresa ferroviaria de cargas que, de este modo, tenderá a regular la competencia con ellas.
 
No podemos evitar citar aquí otro párrafo del mismo trabajo de Trotsky:

"El capitalismo monopolista no se basa en la competencia y en la libre iniciativa privada sino en una dirección centralizada. Las camarillas capitalistas que encabezan los poderosos truts, monopolios, bancas, etcétera, encaran la vida económica desde la misma perspectiva que lo hace el poder estatal, y a cada paso requieren su colaboración. A su vez los sindicatos de las ramas más importantes de la industria se ven privados de la posibilidad de aprovechar la competencia entre las distintas empresas. Deben enfrentar un adversario capitalista centralizado, íntimamente ligado al poder estatal. De ahí la necesidad que tienen los sindicatos -mientras se mantengan en una posición reformista, o sea de adaptación a la propiedad privada- de adaptarse al estado capitalista y de luchar por su cooperación. A los ojos de la burocracia sindical, la tarea principal es la de "liberar" al estado de sus ataduras capitalistas, de debilitar su dependencia de los monopolios y volcarlos a su favor. Esta posición armoniza perfectamente con la posición social de la aristocracia y la burocracia obreras, que luchan por obtener unas migajas de las superganancias del imperialismo capitalista. Los burócratas hacen todo lo posible, en las palabras y en los hechos, por demostrarle al estado "democrático" hasta qué punto son indispensables y dignos de confianza en tiempos de paz, y especialmente en tiempos de guerra. Al transformar a los sindicatos en organismos del estado el fascismo no inventó nada nuevo: simplemente llevó hasta sus últimas consecuencias las tendencias inherentes al imperialismo (...)

Los países coloniales y semicoloniales no están bajo el dominio de un capitalismo nativo sino del imperialismo extranjero. Pero este hecho fortalece, en vez de debilitarla, la necesidad de lazos directos, diarios, prácticos entre los magnates del capitalismo y los gobiernos que, en esencia, dominan los gobiernos de los países coloniales y semicoloniales. Como el capitalismo imperialista crea en las colonias y semicolonias un estrato de aristócratas y burócratas obreros, éstos necesitan el apoyo de gobiernos coloniales y semicoloniales que jueguen el rol de protectores, de patrocinantes y a veces de árbitros. Esta es la base social más importante del carácter bonapartista y semibonapartista de los gobiernos de las colonias y de los países atrasados en general. Esta es también la base de la dependencia de los sindicatos reformistas respecto al Estado". 
 
Encontramos aquí una de las causas que explican la gran dispersión salarial. Salarios de 3.000 pesos en sectores minoritarios y la mayoría de los trabajadores en blanco con salarios de 800 pesos. El sueldo promedio de los trabajadores privados registrados es de 1.093 pesos. Pero la mitad unos 2,5 millones gana menos de 900 pesos por mes. Los no registrados ganan en promedio 548 pesos, pero la mitad, y sin tomar en cuenta el servicio doméstico, cobra menos de 420 pesos. Así este sector gana la mitad del que está en blanco. Esto es consecuencia de la ausencia de una dirección política y sindical de clase, de la burocracia de la CGT que deja librada la determinación de los salarios de cada sector de trabajadores a la mayor o menor capacidad de negociación. La burguesía y su gobierno cooptan a las direcciones sindicales de los gremios mejor pagados y al frente de la CGT. Consagran así la división de los trabajadores que no pueden sentirse unidos y fortalecidos como clase con una diferencia abismal de ingresos y condiciones laborales.

A pesar de esta "sociedad" de la burocracia sindical con el Estado, que hace muy difícil la lucha por la independencia total e incondicional de los sindicatos respecto del Estado capitalista y por la democracia sindical, esta la tarea de los nuevos contingentes que tratan de reorganizar la vanguardia obrera que tratarán de convertir los sindicatos en organismos de las grandes masas explotadas y no de la aristocracia y burocracia obreras.


Notas

[1] León Trotsky, Los Sindicatos en la Era de la Decadencia Imperialista. Escrito en 1940 antes de su asesinato. 
[2] Luis Ceriotto, Clarín, 11 de noviembre de 2005
[3] Antonio Rossi, Clarín 9 de abril de 2006 
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