Debates: luego de los atentados de ETA ¿cuáles perspectivas? [Castaños - Zallo - Brown]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Lun Ene 15 11:52:21 GMT+2 2007
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boletín informativo - red solidaria de revistas
Correspondencia de Prensa
Año IV - 15 de enero 2007 - Redacción: germain5 en chasque.net
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Debates
Después de los atentados de ETA
Corriente(a)lterna
http://www.espacioalternativo.org/
ETA dinamita los puentes de la negociación
José Ramón Castaños
¿Por qué la bomba de Barajas?. ¿Cómo se toma esa decisión a pesar de que los puentes del diálogo permanecían abiertos?
El atentado de ETA en el aeropuerto de Barajas ha sido una sorpresa para todos. El primer sorprendido ha sido el propio gobierno socialista, quien una semana antes había anunciado que el proceso de paz avanzaba satisfactoriamente, y que cabía esperar su consolidación definitiva a lo largo del año 2007. También nos ha sorprendido a los demás, porque tomamos la promesa de "alto el fuego permanente" como un viaje sin retorno al final de la violencia de ETA. Pero lo que más llama la atención a propios y extraños han sido las manifestaciones de sorpresa de algunos dirigentes de Batasuna, como Joseba Alvarez y otros, que expresaron públicamente su propio desconcierto ante un atentado que no esperaban. ¿Cómo suponer un atentado de ETA una vez conocida la reunión de mediados de diciembre entre sus representantes y los delegados del Gobierno, sobre todo después de que se filtraran a la opinión pública las bases de un supuesto acuerdo sobre algunas cuestiones relacionadas con los presos políticos y con las fórmulas jurídicas que permitieran la legalización de Batasuna.?. Nadie lo podía suponer. Tan es así que se dispararon todo tipo de especulaciones a propósito de su autoría. Se empezó a hablar de rupturas en ETA, y algunos portavoces del Gobierno llegaron incluso a decir que el atentado de Barajas era una desautorización manifiesta de sus representantes en la mesa de negociación. Pepe Blanco, responsable de organización del PSOE, llegó incluso a poner nombre y cara a la persona desautorizada. Nos habló de que la interlocución de Josu Urrutikoetxea, viejo dirigente de ETA y diputado de Batasuna en el Parlamento Vasco, actualmente en el exilio, había sido desautorizado como interlocutor por los comandos de ETA.
Esta interpretación de los hechos sugiere la idea de un desbordamiento político de los dirigentes de ETA y de Batasuna por los comandos activos de los militantes más jóvenes, menos experimentados y más impacientes de ETA. Nadie puede saber cuanto hay de cierto y cuanto de especulación en ello, pero esta teoría sobre el cómo y el quién toma las decisiones en ETA y en Batasuna, no debe echarse en el olvido porque ha sido así como ha ocurrido con alguna frecuencia en el curso de su historia. Algo de eso ocurrió en las escisiones del pasado entre ETA (m) y ETA (pm); en el caso de los "berezis" o en las sucesivas escaladas militaristas que se han producido en el curso de los últimos 15 años. También se puede rastrear ese mismo fenómeno entre las causas que explican la ruptura de la tregua de Lizarra y el posterior plegamiento a ella de Batasuna, LAB y otros, a pesar del alto grado de identificación que todos ellos tenían con la idea de sustituir la acción armada por la confrontación democrática con el Estado. La hipótesis del desbordamiento de la dirección política por la acción unilateral de los comandos militares cobró más fuerza si cabe a partir de la declaración realizada por la comisión negociadora de Batasuna en las conversaciones para la mesa de partidos políticos, pues en ella se emplazaba a ETA a que restableciera la tregua para recomponer el proceso de negociación política.
La noticia fue tomada con cierto interés pues se trata de la primera vez que ocurre algo así. Sobre todo, cuando existe el precedente contrario de que esa misma exigencia formulada a Batasuna desde el pacto de Lizarra en la tregua anterior fue rechazada por ella, y que su negativa a pedir a ETA el restablecimiento de la tregua fue una de las causas de la ruptura de aquél pacto. Este precedente daba más importancia al emplazamiento que Batasuna hizo a ETA, pues con él se daban a entender dos cosas: una, que había sido desbordada sin su consentimiento, y, dos, que a diferencia del pasado quería restablecer la dirección política del proceso restableciendo el compromiso de ETA con la tregua y la negociación. El hecho que esa Comisión esté formada por tres de los principales dirigentes de la izquierda abertzale: Arnaldo Otegui, Rufi Etxeberria y Arantza Santesteban, reforzaba aún más esa hipótesis
La autonomía de Batasuna y el liderazgo de ETA sobre la izquierda abertzale
La declaración de Batasuna pidiendo a ETA el restablecimiento de la tregua y la respuesta de ETA un día después, dando satisfacción a esa demanda, ha sido calificado como una pantomima por algunos comentaristas políticos. Otros lo han definido como un sarcasmo o una mofa a la inteligencia. Sin embargo, y con independencia del juicio de valor que cada cual quiera hacer al respecto, hay que considerar la posibilidad de que se trate de la escenificación del reencuentro entre corrientes de opinión que piensan de modo distinto.
Hay que suponer que no toda ETA ni toda Batasuna estén de acuerdo con una estrategia de negociación que incorpora la amenaza del coche-bomba al discurso del diálogo y de la tregua permanente. Tampoco hay que descartar que el atentado de Barajas haya provocado desconcierto y crisis, de tal modo que la sucesión de comunicados y declaraciones emitidos entre ETA y Batasuna, hayan tenido la función de escenificar una apariencia de unidad entre ellas. El emplazamiento de Batasuna a ETA parece afirmar su autonomía, aunque sólo se aparente, en tanto que la respuesta de esta a la demanda de aquella parece dar satisfacción a la primacía de los criterios políticos sobre los militares. Sin embargo, y más allá de las apariencias, el resultado de ese cruce de declaraciones ha sido la legitimación del atentado de Barajas ante el electorado de Batasuna, así como la recomposición de la unidad alrededor de ETA, otorgándole la dirección incuestionable del proceso negociador.
La estrategia de negociación de ETA, ¿una copia del IRA?
Si reparamos en el comunicado del 9 de enero, apreciaremos que el coche-bomba no se pone para romper la tregua sino para presionar al Gobierno. Esta circunstancia no cambia el juicio moral que pueda hacerse de él ni la valoración política de sus consecuencias, pero debe tenerse en cuenta a la hora de enjuiciar la estrategia de negociación de ETA. Entre otras cosas, porque el cambio que hay en ella respecto a la estrategia de negociación que siguió en los casos precedentes de Argel y Lizarra, se justifica en la creencia de que ella abre perspectivas diferentes a la negociación emprendida por la izquierda abertzale.
A primera vista, la nueva estrategia de negociación parece estar tomada de la que aplicó el IRA con los atentados de Londres en 1993 y 1996. Se supone que el IRA no buscaba provocar una masacre sino avisar al Gobierno de Londres de que podía hacerlo si quería. Aquellos atentados eran más una exigencia de conversaciones de paz que un retorno a la lucha armada, y el hecho que el proceso de paz irlandés recibiera un nuevo impulso con la llegada de Tony Blair al poder, pareció confirmar las bondades de una táctica de presión basada en una amenaza tan cruel como aquella.
Después del fracaso de las estrategias de negociación precedentes, ETA parece emular ahora la táctica del IRA hasta en sus más pequeños detalles. En su justificación del atentado de Barajas nos lo dice con claridad meridiana, y no hay razones para suponer que quiera engañar a nadie. Nos recuerda así que los 500 kilos de explosivos colocados en la terminal del aeropuerto querían demostrar su capacidad de destrucción masiva, y que el aviso con antelación suficiente para que fuera desalojado un lugar transitado por miles de personas, debía interpretarse como una muestra de su voluntad de no romper la tregua ni el proceso de negociación. Su intención ha querido circunscribirse a mandar un último aviso al Gobierno para que desbloquease el proceso empantanado desde junio, y cumpliera los compromisos adquiridos en la mesa de negociación. El coche-bomba de Barajas se inscribe así en la misma perspectiva de amenazas anteriores como el robo de las armas en Nimes, la activación de la "kale borroka" o las ráfagas de metralleta en los actos de homenaje a los milicianos vascos de 1936 ("Gudari Eguna" de las juventudes abertzales), lanzadas al aire como testimonio de compromiso de la lucha armada si el estado no cumple la parte del pacto que se le asigna.
Las consecuencias del atentado van más allá de las intenciones de ETA
En la declaración antes mencionada, ETA justifica el coche-bomba en la siguientes tres razones: (1) en que el Gobierno no ha tomado medidas de distensión en los capítulos pactados de presos, juicios políticos y detenciones policiales. (2) en que no ha cumplido el acuerdo para la legalización de Batasuna, y (3), en que impone la Constitución y las leyes españolas como límites del derecho de autodeterminación del pueblo vasco.
Si tomamos en consideración la política del Gobierno socialista desde que ETA anunció la tregua permanente, apreciaremos que esa crítica es acertada en todos sus puntos. En efecto, a una primera declaración de intenciones en la que el Gobierno anuncia el inicio de la negociación, comprometiéndose a resolver la cuestión de los presos y de la legalización de Batasuna, así como a dar satisfacción a las demandas nacionalistas de unidad territorial y de respeto a lo que los ciudadanos vascos decidan, le sucede una etapa de presiones del poder judicial y de la derecha española que el Gobierno Zapatero no sabe o no quiere desactivar. Se suceden las sentencias judiciales contrarias a derecho como en los casos de Parot y de De Juana Chaos. Se congela la legalización de Batasuna y se cambia el discurso sobre los derechos políticos del pueblo vasco: el derecho de decisión se deberá circunscribir ahora a los límites de la Constitución.
Esta involución política exigía una respuesta; de eso no cabe duda. Ahora bien, ¿ha sido apropiada la respuesta del coche-bomba?. ¿Cambiará por ello la política del Gobierno socialista?. La izquierda abertzale supone que así será porque en caso contrario ETA se verá obligada a romper la tregua, y ese hecho provocará la pérdida de las elecciones al Partido Socialista. Se supone erróneamente que el Gobierno aceptará el chantaje de ETA antes que correr el riesgo de perder las elecciones, pero las consecuencias del atentado de Barajas demuestra sin embargo que los acontecimientos evolucionan en sentido contrario.
Si tuviéramos la posibilidad de dialogar con ETA le invitaríamos a reflexionar sobre las siguientes consideraciones.
1.- Sobre la dimensión moral del coche-bomba más allá del hecho de que haya provocado dos víctimas inocentes. El aviso con una hora de antelación a la prevista para su explosión no es un eximente moral. La importancia del hecho está en la cantidad de explosivo utilizado (500 kilos), y el lugar donde ha sido colocado (la terminal de un aeropuerto por el que transitan miles de personas). El precedente de Hipercor demuestra que, a pesar del aviso dado, la explosión de esa bomba en ese lugar podía haber provocado una masacre de dimensiones similares al atentado "yihadista" de los trenes de Atocha.
2.- Sobre la evolución de la opinión pública española a propósito de la acción de ETA y de la negociación política con el Estado. El hecho que hasta ahora haya sido favorable al diálogo no quiere decir que lo vaya a ser siempre. Antes bien, las tendencias que se aprecian en ella después de este atentado refuerzan la idea sustentada por la derecha de que la única solución al problema de ETA es la persecución policial, y que el único diálogo que cabe con ella es para saber cuando y como hace entrega de las armas.
3.- Sobre el significado de las divisiones políticas apreciables entre unos partidos y otros. Algunos comentaristas de la izquierda abertzale aprecian esas divisiones como una consecuencia positiva de la acción de ETA, pero se olvidan decir que esa división expresa una evolución a la derecha de la mayoría de los partidos políticos, de los poderes fácticos y de los medios de comunicación de masas. Si ya antes del atentado había una fuerte resistencia a la negociación con ETA de parte del PP, de la Conferencia Episcopal Española, del poder judicial, de la mitad de los medios de comunicación, y de una parte significa de los aparatos de Estado, en el momento presente no hay nadie que se atreva a hablar de diálogo político hasta después de que ETA abandone definitivamente las armas.
4.- Sobre el impacto negativo de la acción de ETA en la reivindicación de los derechos nacionales. Siempre se ha dicho, y se ha dicho bien, que la violencia injustificada de ETA pervierte los fines políticos en cuyo nombre se realiza. Resulta difícil encontrar la bondad de la autodeterminación nacional reivindicada con métodos tan crueles como los de ETA, pero además de eso hay que considerar otra circunstancia añadida que empieza a cobrar nueva fuerza social de la mano del discurso de los socialistas vascos. Me refiero a la petición que hace al nacionalismo democrático para que renuncie voluntariamente a sus demandas políticas de autodeterminación y soberanía mientras persista la violencia de ETA, pues esa idea puede empezar a cobrar nuevas alas en el supuesto de que ETA inicie un nuevo ciclo de lucha armada.
5.- Sobre la credibilidad de ETA y la continuación del proceso de diálogo. ETA y Batasuna suponen que por el hecho de que ellos quieran reanudar la negociación política ella volverá a abrirse tarde o temprano. Se equivocan de nuevo. ETA parece incapaz de entender que, más allá del rechazo moral que produce el atentado de Barajas, el incumplimiento de sus promesas políticas (la idea de tregua permanente) le hace perder la poca credibilidad que le quedaba después del incumplimiento anterior en las treguas de Lizarra. Al día de hoy, y aunque ella no lo quiera, el hecho costatable es que el proceso de dialogo y negociación ha sido interrumpido por el Gobierno español. Las decisiones adoptadas de "motu propio" por los socialistas, bajo la presión de la derecha y por consejo de los medios de comunicación que le son afines, no dejan lugar a dudas sobre el "reajuste de la política antiterrorista" del Estado. La resolución parlamentaria de mayo de 2005 a favor del diálogo, ha quedado inhabilitada. Los contactos entre PSE, PNV y Batasuna para la formación de la mesa de partidos en la que se quería delegar la elaboración de un nuevo marco político para Euskadi, han quedado en suspenso. Las conversaciones ETA-Gobierno suspendidas "sine die". La legalización de Batasuna, previsto para las primeras semanas del 2007, está congelada mientras no se pronuncie contra la violencia de ETA. Otro tanto ocurre con el reconocimiento del derecho de los presos políticos, y empiezan a activarse de nuevo todos los mecanismos de presión judicial contra la izquierda abertzale. ¿ No es eso el fin del proceso de negociación abierto el 22 de marzo con la declaración de alto el fuego permanente?.
¿Qué perspectivas tiene la estrategia de negociación de ETA?
Si su acción se mantiene en los términos anunciados en el comunicado del 9 de enero, me temo que ninguna. En ese comunicado, ETA anuncia que se reserva la libertad de acción en función de cual sea la política del Gobierno español. Eso contradice abiertamente la declaración de alto el fuego permanente del 22 de marzo del 2006, pero más allá de esa evidencia, hay que preguntarse por lo que cabe esperar de ella en el supuesto más que probable de que el Gobierno español lleve a cabo la nueva política que está anunciando. ¿Cómo responderá ETA a situaciones tales como la previsible muerte en huelga de hambre de De Juana Chaos, o la más que probable sentencia condenatoria del sumario 18/98, o la casi segura ilegalización de las candidaturas municipales que presente la izquierda abertzale?. De su comunicado se desprende que responderá en términos militares, y si lo hace siguiendo las pautas de conducta ya conocidas, el resultado será la apertura de un nuevo ciclo de violencia y represión en el que se ahogarán la izquierda abertzale y el soberanismo vasco.
Hace falta otra estrategia política y otro modelo de negociación
La reapertura del proceso de negociación requiere algo más que la declaración del deseo de reanudarlo. Los puentes rotos por el atentado de Barajas no pueden recomponerse a menos que se produzca antes el abandono definitivo de las armas. Eso es lo que dicen todos los partidos políticos y sindicatos, todos los movimientos sociales y todas las redes asociativas. Eso es lo que también piensan desde hace tiempo la inmensa mayoría de los ciudadanos vascos y españoles, de tal modo que no descubrimos nada nuevo al señalarlo. Cabe añadir sin embargo que, aún en ese supuesto, hará falta además ofrecer garantías complementarias para restablecer la confianza rota y la credibilidad perdida. Esa era ya una de las principales demandas públicas que formuló el obispo Uriarte antes del atentado de Barajas, y parece ser tanto más oportuna después de él. Eso requiere a su vez un tiempo de verificación añadido que no puede recorrerse a menos que la dirección de todas las organizaciones de la izquierda abertzale emprenda una tarea de reeducación política de sus propias bases militantes. Eso se puede hacer si quiere hacer, porque en política nada es inevitable, y porque todos los procesos son reversibles si se adoptan las estrategias políticas apropiadas a cada caso.
El abandono de las armas no debe hacerse para cumplir una de las exigencias que el Estado y la sociedad civil hacen a ETA. Si esa fuera la razón estaríamos en presencia de una claudicación política como la que protagonizó ETA (pm). Lejos de eso, el abandono de las armas debe hacerse voluntariamente y en razón de los beneficios que esa decisión tiene para la expansión del movimiento político por la autodeterminación nacional.
Esta decisión política requiere en primer lugar aceptar el hecho de que ETA no representa ni puede representar a esa mayoría de ciudadanos vascos que se reconocen en las ideas de autodeterminación y de soberanía política. Ella tiene que saber que, en el mejor de los casos, sólo puede aspirar a representar a ese 12% del electorado vasco que se reconoce en Batasuna, y que con esa correlación de fuerzas no se obliga a un Estado poderoso y socialmente legitimado entre sus propios ciudadanos, como es hoy el Estado español, a pactar con ETA los términos de un acuerdo igualitario entre naciones soberanas. Para intentar algo parecido a eso hace falta una estrategia democrática de movilización ciudadana articulada en un frente amplio de partidos, sindicatos, movimientos sociales y redes asociativas, que, tomando como base la reivindicación del derecho de decisión de los pueblos y naciones lo ejerza en un sentido solidario con los otros pueblos y naciones del estado español. El modelo de negociación que correspondería a esta política democrática se limitaría exclusivamente a resolver las cuestiones relativas a las derivaciones de la lucha armadas: la cuestión de los presos y exiliados, el abandono de las armas y el reconocimiento de las víctimas.
Esta nueva estrategia política permitiría corregir los errores de la estrategia esbozada en Lizarra; se abriría hacia políticas incluyentes de otras identidades nacionales, y permitiría transformar la opinión pública (la identificación con las ideas de autodeterminación y soberanía), en movimiento de transformación política. La izquierda abertzale tiene la palabra, pero debiera saber que, al margen de esta política no habrá futuro para nadie; ni para ella, ni para el pueblo vasco ni para los demócratas españoles.
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La supuesta permanencia del alto el fuego
Ramón Zallo
Con más de dos centenares de kilos de explosivos en Barajas ETA ha quebrado el "alto el fuego permanente" y lo ha convertido en efímero.
Daños
Primer damnificado: unas instalaciones públicas y, posiblemente, dos ciudadanos ecuatorianos que se han topado con una violencia que no esperaban en El Dorado, incorporándose a la larga nómina de daños colaterales creada por los responsables de los daños colaterales.
Segundo damnificado: la palabra de ETA. Al parecer, solo vale para nueve meses, el tiempo de una gestación que por el momento termina en aborto, y toca volver a empezar para que renazca la esperanza. En el futuro será necesario el arbitraje.
Tercer damnificado: la sociedad. ETA ha querido que la uva se nos quede en la garganta y que sepamos que aún hemos de soportarla por intereses más tácticos que estratégicos y que sigue tutelando cualquier proceso.
Cuarto damnificado: el Gobierno Zapatero. Queda en entredicho, un día después de la pomposa comparecencia del Presidente mientras se desmentía su supuesto control del proceso y toda su etérea línea de actuación.
Quinto damnificado: ahora mismo la acción de ETA pone en peligro el proceso de incorporación de Batasuna al proceso político institucional. El Gobierno español tendrá pocos alicientes para ser proactivo. Asimismo, visto lo que hay, la huelga de hambre de Iñaki de Juana se convierte así en una huelga sin esperanza.
Responsables
El primer responsable es de una obviedad sin paliativos. ETA es la autora y responsable material e ideológica.
Pero también es responsable, por omisión, el Gobierno Zapatero con su pasividad basada solo en comunicaciones -gestión de la opinión pública- y no en hechos que generaran dinámicas de confianza en la otra parte.
Zapatero ha jugado a encantador de serpientes pero la que tenía enfrente era una vieja pitón con hacha que le ha cortado su vacuo discurso de tranquilidades que no tenía detrás nada, salvo contactos. No sé quien le asesora pero, hasta ahora, no ha tenido una percepción correcta de lo que tenía entre manos, ni ha hecho movimientos animadores del proceso que, encima, le están llevando al suicidio en beneficio del PP. Elkarbide ya lo avisó.
Hipótesis
No cabe ponerse en la cabeza de un pensamiento militarizado, que no es el del común de los mortales, pero este atentado es una de dos cosas: o el final de la tregua y del proceso de paz con el resultado de seguir con la espiral de más daños, más dolor y más deterioro democrático (una salida sin esperanza); o una gran acción de aviso al Gobierno Zapatero -como la que hizo el IRA en la City- para indicarle que no había entendido un proceso que consistía en gestos recíprocos que no se estaban produciendo.
De primeras, el Gobierno Zapatero no ha dado por terminado el proceso, no lo rompe, pero lo paraliza todo. Entiende que el atentado, como es natural, es incompatible con un proceso de paz, pero también suspende las iniciativas para el dialogo, por lo que no es de esperar que mueva ninguna ficha en meses, salvo indirectamente. En los próximos meses puede hacer dos cosas: o echarse en brazos de la absurda y dolorosa estrategia del PP; o tomarse más en serio un proceso que nunca ha sido de rendición ni de armisticio por parte de ETA, sino de búsqueda de puentes de plata para el último foco de lucha armada en Europa.
Ciertamente no está roto el proceso de paz pero sí en suspensión de pagos y al borde de la quiebra. Se entiende que ahora le toca al siguiente comunicado de ETA: o bien ofrecer confirmaciones y nuevas garantías situando en un plano más realista el proceso, o bien dar por finiquitado para una temporada este proceso, llevándose por delante a Batasuna. Nadie lo sabe.
Toca movilizarse con consignas propias, que no puedan capitalizar ni ETA ni el Gobierno Zapatero, exigiendo de cada cual su responsabilidad. Habrá que ponerse manos a la obra para no perder la pizca de ocasión que, pesar de todo, aun queda.
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Susto o muerte. Acerca del atentado de Barajas y de su reivindicación por ETA
John Brown
- ¿Susto o muerte?
- Pues, susto
- Uuuhhh!
- Ay, qué susto!
- Pues, haber elegido muerte.
(Chiste infantil)
A propósito del trágico fin del alto el fuego de ETA con un coche bomba colocado en un aparcamiento público es exagerado hablar siquiera de terrorismo. El Roto lo ha visto bien en su viñeta del País en la que dibuja a un encapuchado con txapela que dice con una mueca: « daríamos risa si no diésemos miedo ». Lo de Barajas es una mayúscula gamberrada de unos chavales de pueblo que no conocen sus límites. No es que la organización armada vasca carezca de un afán de seriedad, es que su seriedad, como la de los engolados representantes del Estado de derecho, apenas oculta la amenaza permanente de gastarnos una buena broma, de darnos un susto de muerte, conservando aún así la inocencia y la impunidad, como la pandilla del GAL que hoy gobierna en España; como la gigantesca panda que hace de las suyas en Iraq y que dio muestras de su humor en Abú Graib... Este siniestro humor pone al desnudo el núcleo de terror y la máscara de legalidad que constituye a todo poder soberano. De los representantes del famoso « estado de derecho » podría decirse también: « darían risa si no diesen miedo ». Zapatero y compinches, por no ceder ante los terroristas están dispuestos a conculcar las mínimas normas democráticas. Por no ceder ante los terroristas tampoco cederán ante la mayoría de la población vasca y española que quiere un auténtico proceso de paz. Lo propio del poder soberano -y el terrorismo no es sino su imagen especular, reflejada en un espejo deformante- es reservarse más allá del derecho esa capacidad de violencia impune que caracteriza a las cuadrillas de pueblo y a las mafias. En ese margen de indistinción donde es imposible diferenciar al gobernante responsable y con talante del gamberro barriobajero coexisten ETA y las autodenominadas « fuerzas políticas democráticas ». Quizá sin saberlo, tal vez aspirando a ello, ETA es tan terriblemente ridícula como pueden serlo Bush, Aznar y Berlusconi. O tan ridículamente terrible como pueden serlo Zapatero y Prodi.
El comunicado en que reivindica la colocación de la bomba de Barajas es buena ilustración de esa mezcla muy peculiar de la afectada gravedad de los políticos que pretenden representar a un pueblo con el gamberrismo pueblerino. El último resquicio de marxismo que queda en ETA es una mala imitación de los hermanos Marx. Un posible error en la traducción desde el original en euskera realizada por Vasco Press les hace decir algo que ni siquiera Groucho se habría atrevido a escribir : « queremos hacer llegar nuestro más sincero pésame a las dos personas, Carlos Alonso palate (sic) y Diego Armado Estacio, que perdieron la vida en esta acción, así como a sus familias, amigos y al pueblo de Ecuador. » Por mucho que el pésame destinado a los difuntos sea resultado de un error de traducción, cabe dudar que sus familiares y amigos puedan recibirlo con consuelo. El lapsus del traductor tiene además algo de sintomático, pues hace que ETA repita aquí una desdichadísima práctica anterior al alto el fuego consistente en que después de que sus comandos mataran en pueblos y ciudades del País Vasco a indefensos concejales, sus partidarios resucitaran simbólicamente a las víctimas insultándolas postmortem con pintadas de « jódete ».
Como las muertes no fueron intencionales pues todo era una broma un poco exagerada, puede afirmar la organización pretendidamente « militar » que « todavía sigue en pie el alto el fuego permanente que comenzó el 24 de marzo a las cero horas ». Ello no les impide naturalmente sostener que « mientras se mantenga la situación actual de ataque contra Euskal Herria, tal y como dimos a conocer en el comunicado de agosto, ETA tendrá toda la determinación para responder». Se supone que en un estilo parecido al de Barajas.
Total, que no ha pasado nada y quien no lo comprenda es un soso incapaz de reconocer una broma, por lo cual la misma pandilla reivindica su derecho a seguir gastando bromas. Quizá sólo lleguen a comprender la gracia los que, como el PSOE y el PP, aún hoy siguen considerando el golpe de Estado de Franco y los 40 años de dictadura como un acontecimiento sin consecuencias importantes para la democracia y el Estado de derecho. Efectivamente, sólo un « negacionista » del golpe y de la dictadura de Franco de los que abundan en los dos partidos mayoritarios puede oponerse a que se anulen las sentencias de los tribunales políticos franquistas o apoyar una ley « de memoria histórica » destinada al olvido y la banalización de los crímenes franquistas.
El surrealismo del comunicado incrementado por la traducción oficiosa de Vasco Press parece reflejar las profundas contradicciones que desgarran a la organización armada y a sus partidarios. Por un lado, parece que la dirección o un sector de ésta está dispuesta a mantener (¿?) el alto el fuego; pero acto seguido se ven obligados los autores a matizar tal compromiso afirmando, probablemente a inspiración de un sector más « militarista », que ETA se reserva el derecho a nuevas acciones « de respuesta ». Estas profundas contradicciones existen también del lado del gobierno español, quien ha adoptado en público una personalidad bifronte, siendo Zapatero el guardián de la esperanza en la continuidad del proceso y Rubalcaba su enterrador. Tanto el gobierno español como la izquierda abertzale y un sector al menos de la propia ETA tienen aparentemente interés en mantener las apariencias del proceso de paz sin ninguna consecuencia importante. Ello les permite justificar su propia actuación, aún la más censurable, como las violencias callejeras de los partidarios de ETA que han culminado en Barajas con ese muy particular acto de kale borroka o los numerosos quebrantamientos de la legalidad democrática en materia penitenciaria o de libertades públicas que perpetra el gobierno español. Todo ello en nombre del proceso de paz, incluso la guerra permanente e ilimitada.
No sólo ETA es surrealista. El proceso de paz ni ha impedido ni impide al gobierno y al aparato judicial español mantener la represión contra ETA y las organizaciones de la izquierda independentista valiéndose de leyes de excepción dignas de la « democracia » turca como es la ley de partidos o de la aberración penal que es la ley antiterrorista. En el sumario 18/98 en que se juzga a la pretendida infraestructura civil de ETA se encausa en virtud de esta ley a sectores muy diversos y numerosos de la sociedad vasca considerándolos parte integrante del aparato logístico de ETA. En él se incluyen desde grupos de excursionistas a academias de euskera, pasando por periódicos relativamente conservadores escritos en euskera u ONG de desarrollo. No se sabe ya si el sumario 18/98 es una provocación contra una buena parte de la población vasca o un acto involuntario de apología del terrorismo, al demostrar cuán arraigado está según la judicatura española el apoyo a ETA en la sociedad vasca.
El gobierno español tampoco parece dispuesto a poner fin a la legislación de excepción hoy vigente, desde la ley de partidos a las leyes y jurisdicciones antiterroristas. Tampoco está dispuesto a respetar sus propias leyes pues mantiene la dispersión de los presos políticos vascos y llega incluso a modificar retroactivamente las normas penales en perjuicio de los presos prolongando así penas ya purgadas por estos como en el trágico caso de De Juana. El retorno al Estado de derecho que tanto preconizan el PSOE y el PP exige no ya el mantenimiento sino la definitiva abolición de todas estas leyes y normas especiales por no hablar de sus patentes infracciones por los distintos gobiernos españoles. Y por supuesto el reconocimiento del derecho de autodeterminación del pueblo vasco, pues con arreglo a convenios internacionales que el Estado Español ha suscrito ese derecho ya ha sido reconocido muy recientemente y sin escándalo alguno en Europa -y con el aplauso del Reino de España que tiene hoy embajadas en sus capitales- a croatas, eslovenos, eslovacos, bosnios, macedonios, letones, lituanos, estonios, ucranianos, bielorrusos, moldavos e irlandeses... El propio PSOE reivindicaba este derecho que quedó plasmado en el punto 5 de la Plataforma de Convergencia Democrática que los socialistas suscribieron con otros partidos de oposición. Lo siguió reclamando hasta poco después de la muerte de Franco, cuando los militares, con poderosos argumentos, le hicieron una oferta que no pudo rechazar. A quien ahora presume como el PSOE de no doblegarse ante el chantaje y la violencia convendría recordárselo.
Por su lado ETA está dispuesta a mantener formalmente el proceso, pero sin renunciar realmente a la acción armada. Con ello evitará durante un tiempo una ruptura del campo abertzale, pero no permitirá la politización del conflicto indispensable para su solución. Al conflicto hasta ahora vigente se le rebautizará como proceso de paz y todo seguirá igual o probablemente peor. La absurda y trágica situación a la que hemos llegado recuerda otro famoso proceso de paz que sigue arrastrándose desde hace décadas entre Israel y los palestinos. Israel ha manifestado desde el principio su incapacidad de reconocer a los palestinos no ya un mínimo de legitimidad política sino su mera existencia física: fiel a la idea de Herzl, el proyecto sionista prometía y aún promete a los judíos « una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra ». En este proyecto los árabes de Palestina tienen que desaparecer tanto real como simbólicamente para que exista esa « tierra sin pueblo ». La respuesta lógica de los palestinos fue negar la existencia del nuevo país creado sobre su negación. La historia del « proceso de paz » del Oriente Medio ilustra bien una situación en la que ninguno de los interlocutores -y sobre todo, Israel- está dispuesto a hacer la más mínima concesión. Desde hace más de medio siglo, ambas partes afirman su voluntad de paz, al tiempo que acusan al adversario de terrorismo, negándole la más mínima legitimidad política. Siniestro presagio para el proceso de paz en Euskal Herria tal como hoy se plantea.
El pretendido concepto de « terrorismo » no supone sino la moralización y falsa juridización de un conflicto de carácter político en nombre del rechazo de la violencia e incluso del antagonismo político. El terrorista es el adversario político que no se quiere reconocer como tal, y que se fustiga como enemigo de supuestos principios universales como la paz o la democracia. Un adversario excluido de la humanidad en nombre de la humanidad y sus valores y contra el cual es posible cualquier violencia. El rechazo del antagonismo genera así en nombre de la paz una violencia sin límites, contra el otro « que no quiere la paz ». Una vez instalados en la lógica del (anti)terrorismo, los sujetos políticos enfrentados se aplican recíprocamente el calificativo de terrorista, instaurando una relación especular en la que el terrorista siempre es el otro. La lógica del terrorismo se opone así a la política y a la guerra. Constituye de hecho un sustituto de la guerra y el principal instrumento de neutralización de esta y de la propia política. Allí donde el (anti)terrorismo neutraliza la política sólo quedan adversarios que se autoadjudican tareas policiales de lucha contra el crimen. Donde rige el (anti)terrorismo no hay enfrentamiento ni antagonismo legítimos, sino recíproco castigo entre sujetos que se consideran unos a otros como delincuentes. La política deviene indistintamente actuación delictiva o acción policial.
Salir de este laberinto de espejos es difícil. Para ello es necesario ver, más allá de la calificación del enemigo como terrorista o delincuente, cuáles son sus reivindicaciones políticas. Las que plantean ETA y la izquierda abertzale no sólo son aceptables para cualquier demócrata sino incluso necesarias para que haya democracia. Si el precio a pagar para que ETA se desarme es una ruptura democrática y el fin de la larga y pesadísima broma del franquismo perpetuada por la jocosa monarquía de Juan Carlos, es urgente ceder ante el terrorismo.
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