Guerra global: la emergencia de un fascismo energético [Michael T. Klare]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Dom Ene 28 12:20:05 GMT+2 2007
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boletín informativo - red solidaria de revistas
Correspondencia de Prensa
Año IV - 28 de enero 2007 - Redacción: germain5 en chasque.net
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Guerra global
¿Viene el fascismo energético?
La carrera energética global y sus consecuencias
Michael T. Klare *
Sin permiso
www.sinpermiso.info
Traducción de Camila Vollenweider
Una vez más se ha puesto de moda, para los pocos seguidores de la guerra de Irak de Bush, hacer hincapié en el peligro del "Islamofascismo" y en la supuesta intención de los seguidores de Osama Bin Laden de establecer un régimen talibán monolítico -un "Califato"- que se extienda desde Gibraltar a Indonesia.
El mismo presidente ha empleado este término en algunas ocasiones (http://www.whitehouse.gov/news/releases/2005/11/20051114-3.html) utilizándolo para describir los esfuerzos de los extremistas musulmanes para crear un "imperio totalitario que suprima toda libertad política y religiosa". A pesar que podrían existir tal vez cientos, o aun miles, de individuos trastornados y suicidas que comparten esta visión ilusoria, en realidad el mundo se enfrenta a una amenaza más sustancial y universal, que podría denominarse fascismo-energético, o la militarización de la lucha global por las siempre menguantes fuentes de energía. A diferencia del Islamo-fascismo, el fascismo-energético, tarde o temprano afectará de cerca de cada persona del planeta.
O bien nos veremos obligados a participar o a financiar guerras extranjeras para asegurar fuentes vitales de energía, como el actual conflicto en Irak; o estaremos a merced de quienes controlan las fuentes de energía, como los clientes del monstruo energético ruso en Ucrania, Bielorrusia y Georgia (http://www.gazprom.com) ; o, más temprano que tarde, nos encontraremos bajo un estado de supervivencia constante, por miedo a consumir más de nuestra porción asignada de combustible, o comprometernos en el comercio ilícito de energía. Esto no es solamente una delirante pesadilla de futuro, sino una realidad potencial cuyas características básicas, en gran medida desapercibidas, se están desarrollando hoy.
Estas incluyen:
*La transformación del ejército estadounidense en un servicio mundial de protección del crudo, cuya misión principal es defender las fuentes ultramarinas de crudo y gas natural, mientras patrulla los principales oleoductos y gasoductos del mundo y proporciona otras rutas.
*La transformación de Rusia en un superpoder energético con control sobre los principales suministros de crudo y gas natural euroasiáticos y su determinación de convertir esos activos en una creciente influencia política sobre los Estados vecinos.
*Una carrera despiadada entre los grandes poderes por el petróleo restante, el gas natural y las reservas de uranio de África, América Latina, Medio Oriente y Asia, acompañada por intervenciones militares recurrentes, la constante instalación y reemplazo de regímenes clientelares, corrupción sistémica y represión, y el continuo empobrecimiento de la gran mayoría de quienes tienen la desdicha de habitar en las regiones energéticamente ricas.
*Una creciente intromisión del Estado en, y vigilancia de, la vida pública y privada como corolario del aumento de la dependencia del poder nuclear, acarreando con ello una creciente amenaza de sabotajes, accidentes y el desvío de materiales fisionables hacia las manos de propagadores nucleares ilícitos.
En conjunto, este y otros fenómenos relacionados constituyen las características básicas de un fascismo-energético global emergente. Aunque puedan parecer disparatados, todos comparten una característica común: una creciente implicación del Estado en la obtención, transporte y asignación de suministros energéticos, acompañada de una mayor inclinación a emplear la fuerza contra aquellos que resisten las prioridades del Estado en esos asuntos. Como en el fascismo clásico del siglo XX, el Estado busca asumir un mayor control sobre todos los aspectos de la vida pública y privada en procura de lo que, dicen, es el interés nacional fundamental: la adquisición de energía suficiente como para mantener el funcionamiento de la economía y la gestión de los servicios públicos (incluido el ejército).
El rompecabezas de la Demanda/Oferta
Trayectorias poderosas, con la potencialidad de alterar tendencias planetarias, no ocurren en el vacío. El surgimiento del fascismo-energético puede ser extrapolado hasta dos fenómenos predominantes: un inminente choque entre demanda y oferta de energía, y el traslado histórico del centro de gravitación de la producción energética planetaria desde el norte hacia el sur. Durante los últimos 60 años, la industria energética internacional tuvo bastante éxito en la satisfacción de la siempre creciente sed de energía del mundo en todas sus formas. Cuando esta sed se refiere a petróleo exclusivamente, la demanda global saltó de 15 a 82 millones de barriles diarios entre 1955 y 2005; un incremento del 450%. El producto mundial aumentó en una cifra semejante en esos años.
Se espera que la demanda total siga creciendo a este ritmo, si no más rápido, en los años próximos -impulsada en gran medida por el gran crecimiento de China, India y otras naciones en desarrollo. No obstante, no hay esperanza de que la producción global pueda continuar avanzando al mismo ritmo. Más bien lo contrario: un creciente número de expertos creen que el crecimiento global del crudo (líquido) alcanzará su máximo tan sólo en 2010 o 2015 -y luego comenzará a declinar irreversiblemente (http://www.peakoil.net). Si este es el caso, ninguna cantidad de arena alquitranada canadiense, petróleo de esquisto bituminoso, u otras fuentes "no convencionales" prevendrán una catastrófica escasez de combustible líquido dentro de una década, generando un trauma económico generalizado. No es de esperar que se contraiga tan rápidamente la demanda global de otros combustibles primarios, incluyendo gas natural, carbón y uranio, pero todos estos materiales son finitos y finalmente escasearán. El carbón es el más abundante de los tres; si se sigue consumiendo a los niveles actuales, es probable que dure sólo 150 años más. Aunque si es utilizado para reemplazar al petróleo (frente a varios procedimientos de transformación de carbón a líquido) desaparecerá mucho más rápidamente.
Esto, por supuesto, no tiene en consideración la desproporcionada contribución del carbón al calentamiento planetario; si no hay un cambio en la forma en que se quema en las centrales eléctricas, el planeta será inhabitable mucho antes de que las minas de carbón se extingan. El gas natural y el uranio sobrevivirán al petróleo una década o dos, pero ellos también alcanzarán finalmente un tope de producción y comenzarán a disminuir. El gas natural simplemente desaparecerá, como el petróleo; cualquier escasez futura de uranio puede ser superada en algún grado mediante una utilización mayor de "reactores regeneradores" que produzcan plutonio; esta sustancia puede, sucesivamente, ser usada como combustible reactor por derecho propio. Pero cualquier incremento en el uso de plutonio aumentará enormemente el riesgo de proliferación de armas nucleares, convirtiendo al mundo en un lugar mucho más peligroso y el correspondiente requerimiento de mayor vigilancia gubernamental de todos los aspectos del comercio y la producción nuclear. Tales posibilidades de futuro están generando una gran ansiedad entre los funcionarios de las principales naciones consumidoras de energía, especialmente los Estados Unidos, China, Japón y los poderes europeos.
Todos estos países han emprendido en los últimos años importantes revisiones en su política energética, y todos han arribado a la misma conclusión: no se puede confiar más en las fuerzas del mercado para satisfacer las necesidades energéticas nacionales esenciales, por lo que el Estado debe asumir responsabilidades crecientes para llevar a cabo esta tarea. Esta fue, por ejemplo, la principal conclusión de la Política Energética Nacional adoptada por la administración Bush el 17 de mayo de 2001 (http://www.whitehouse.gov/energy) y servilmente seguida desde entonces; similar es la postura oficial del régimen comunista chino. Cuando encuentran resistencia a tales intentos, además, los funcionarios del gobierno sólo ejercen el poder del Estado más regularmente y con mano más dura para alcanzar sus objetivos, sea a través de bloqueos comerciales, embargos, arrestos y confiscaciones, o el abierto uso de la fuerza. Esto es parte de la explicación de la emergencia del fascismo-energético.
Esta emergencia también está siendo provocada por la geografía cambiante de la producción energética. En un momento, la mayoría de las principales fuentes de petróleo y gas natural del mundo se localizaban en Norteamérica y sectores europeos del Imperio Ruso. Esto no era accidental. Las principales empresas de energía preferían operar en países hospitalarios que estuvieran al alcance de la mano, relativamente estables y poco inclinados a nacionalizar los depósitos privados de energía. Pero estos depósitos han sido agotados y las únicas áreas aun capaces de satisfacer la creciente demanda mundial están en África, Asia, América Latina y Medio Oriente. Los países que se encuentran en esas regiones estuvieron sujetos hasta hace poco bajo el yugo colonial y abrigan una profunda desconfianza hacia la participación extranjera; muchos de ellos también albergan grupos étnicos separatistas, insurgentes o movimientos extremistas que los hacen especialmente inhóspitos para las compañías petroleras extranjeras.
La producción de petróleo en Nigeria (http://www.eia.doe.gov/emeu/cabs/Nigeria/Background.html), por ejemplo, ha sido bruscamente disminuida en los últimos meses por una insurgencia en el empobrecido Delta de Níger (http://www.csmonitor.com/2006/0307/p04s01-woaf.html). La han dirigido miembros de grupos tribales pobres que han sufrido terriblemente las secuelas medioambientales causadas por las operaciones de empresas petroleras, mientras recibían pocos beneficios palpables de las ganancias resultantes; la mayor parte de la renta que permanece en el país es apropiada por elites políticas en Abuja, la capital. Combinando esta especie de resentimiento local con la falta de seguridad y a menudo con gobiernos débiles, resulta poco sorprendente que los líderes de las principales naciones consumidoras hayan tomado estos asuntos entre sus manos -estableciendo acuerdos petroleros preventivos con funcionarios locales complacientes y proporcionando protección militar, donde se necesite, para garantizar entregas seguras de petróleo y gas natural.
En muchos casos, esto ha originado el establecimiento de relaciones forjadas por el petróleo, del tipo patrón-cliente, entre las principales naciones consumidoras y sus más importantes proveedores, parecidas a las que tiene el protectorado norteamericano sobre Arabia Saudita y las que ha creado recientemente con Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán (http://en.wikipedia.org/wiki/Ilham_Aliyev). Ya tenemos los comienzos del equivalente energético de la clásica carrera armamentista, conjuntamente con muchos de los elementos del "Gran Juego" del que una vez participaron los poderes coloniales en algunas de las mismas partes del planeta. Militarizando las políticas energéticas de las naciones consumidoras y aumentando las capacidades represivas de los regímenes clientes, los cimientos para un mundo fascista-energético han sido colocados.
El Pentágono: un servicio mundial de protección del petróleo
La expresión más significativa de esta tendencia ha sido la transformación del ejército estadounidense en un servicio de protección petrolera (http://www.tomdispatch.com/index.mhtml?pid=1888) cuya función principal es vigilar las fuentes energéticas ultramarinas así como sus sistemas de distribución mundial (oleoductos, buques petroleros, y rutas). Esta misión principal fue articulada en un principio, por el presidente Jimmy Carter en enero de 1980, cuando describió al caudal petrolero del Golfo Pérsico como un "interés vital" para los EE.UU., y afirmó también que este país debería emplear "cualquier medio que sea necesario, incluyendo la fuerza militar" para enfrentar cualquier intento por parte de un poder hostil de bloquear ese caudal. Cuando Carter emitió este edicto, inmediatamente apodado "Doctrina Carter", los EE.UU. aun no poseían ninguna fuerza capaz de desempeñar ese papel en el Golfo (http://en.wikipedia.org/wiki/Carter_Doctrine). Para llenar ese espacio, Carter creó una nueva entidad, la Fuerza Conjunta de Tareas de Desplegamiento Rápido (Rapid Deployment Joint Task Force-RDJTF), un conjunto de fuerzas designadas para ser empleadas en Medio Oriente (http://www.centcom.mil/sites/uscentcom1/Shared%20Documents/History.aspx)
En 1983, el presidente Reagan transformó la RDJTF en Comando Central (Centcom), nombre que aun se mantiene (http://www.centcom.mil). El Centcom ejerce la autoridad sobre todas las fuerzas de combate norteamericanas desplegadas en el área del Golfo Pérsico incluyendo Afganistán y el Cuerno de África. Actualmente, el Centcom está fundamentalmente preocupado por las guerras en Irak y Afganistán, pero nunca ha renunciado a su rol original de guardián de los caudales petroleros del Golfo Pérsico, en consonancia con la Doctrina Carter (http://www.nytimes.com/2007/01/14/weekinreview/14kifn.html?_r=1&oref=slogin&pagewanted=print).
El mayor peligro para el petróleo del Golfo Pérsico parece provenir de Irán, que ha amenazado con cortar todos los envíos de crudo que pasen por el estratégico estrecho de Hormuz (el angosto paso en la boca del Golfo) en el caso de un ataque aéreo norteamericano sobre sus instalaciones nucleares (http://www.tomdispatch.com/index.mhtml?pid=92161). Anticipándose a tal maniobra, el Pentágono recientemente ha ordenado fuerzas navales y aéreas adicionales en el Golfo y reemplazado al Comandante del Centcom -General John Abizaid, partidario del compromiso diplomático con Irán y Siria (http://www.centcom.mil/sites/uscentcom1/CENTCOM%20Leadership/GeneralJohnAbizaid.aspx)- por el Almirante William Fallon (http://www.pacom.mil/leadership/j0/j0bio.shtml), jefe del Comando Pacífico (Pacom) y un experto en operaciones navales y aéreas (http://www.thenation.com/doc/20070122/klare). Fallon llegó al Centcom justo cuando el presidente Bush, en un discurso televisado el 10 de enero (http://www.columbian.com/news/APStories/AP01142007news92474.cfm), anunció el despliegue en el Golfo de un grupo adicional de batalla y advirtió sobre una dura acción militar contra Irán si no detenía su apoyo a los insurgentes en Irak y su política de enriquecimiento de uranio.
Cuando fue promulgada en 1980, la Doctrina Carter apuntaba principalmente hacia el Golfo Pérsico y sus aguas circundantes. Sin embargo, en los últimos años los políticos estadounidenses han concluido que los Estados Unidos deben extender este tipo de protección a cada región productora de petróleo del mundo en desarrollo. La lógica de una Doctrina Carter a escala global fue deletreada en un informe de un comité de trabajo bipartidista "La geopolítica de la energía", publicado por el Centro para los Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS) en noviembre de 2000 (http://www.csis.org). Debido a que los Estados Unidos y sus aliados han visto incrementada su dependencia energética respecto de inestables países ultramarinos, el informe concluyó que "los riesgos sociopolíticos en relación a la disponibilidad energética no parecen disminuir".
Bajo estas circunstancias, "Estados Unidos, como la única superpotencia mundial, debe aceptar sus especiales responsabilidades para proteger el acceso a las fuentes mundiales de energía". Esta clase de pensamiento -al que adhieren tanto dirigentes Republicanos como Demócratas- parece haber regido el pensamiento estratégico norteamericano desde finales de los 90. Fue el presidente Clinton quien hizo efectiva esta política, extendiendo la Doctrina Carter a la cuenca del Mar Caspio. Fue Clinton quien originalmente declaró que el flujo de petróleo y gas desde el Mar Caspio hacia el oeste son una prioridad para la seguridad norteamericana, y quien, sobre esta base, estableció vínculos con los gobiernos de Azerbaiyán, Georgia, Kazajstán, Kirguizistán y Uzbekistán. El presidente Bush ha afianzado esos lazos - lo cual fue la fase preparatoria para la presencia permanente del ejército estadounidense en la región- pero es importante considerar esto como un esfuerzo bipartidista en consonancia con la creencia compartida de que la protección de las fuentes de crudo mundial es, cada vez más, no sólo una de las funciones vitales del ejercito norteamericano, sino su función vital.
Más recientemente, el presidente Bush ha extendido el alcance de la Doctrina Carter al África occidental, ahora una de las principales fuentes americanas de petróleo. Un énfasis particular se ha puesto sobre Nigeria, donde los disturbios en el Delta (que contiene la mayoría de los campos petroleros en tierra firme del país) han provocado una disminución sustancial en la producción de crudo. "Nigeria es el quinto proveedor de petróleo hacia Estados Unidos", señaló el Fiscal del Departamento de Estado, y el presupuesto del año fiscal 2007 de Operaciones Extranjeras del Departamento de Estado se justificó frente a la oficina presupuestaria del congreso declarando, "una interrupción del aprovisionamiento del petróleo nigeriano representaría un gran golpe para la estrategia de seguridad petrolera norteamericana". Para prevenir tal situación, el Departamento de Defensa esta aprovisionando el ejército nigeriano y las fuerzas de seguridad interior destinadas a sofocar la violencia en la región del Delta (http://allafrica.com/stories/200605251026.html); asimismo, el Pentágono está colaborando con fuerzas nigerianas regionales en el esfuerzo de patrullaje y vigilancia que procura mejorar la seguridad en el golfo de Guinea, donde yace la mayoría de los campos de gas y petróleo off-shore de África occidental.
Por supuesto, los altos funcionarios y las elites políticas extranjeras se resisten a reconocer tales motivaciones para la utilización de la fuerza militar -ellos prefieren hablar de la extensión de la democracia y de la lucha contra el terrorismo. Pero, de vez en cuando, algún indicio del verdadero basamento energético de estas convicciones sale a la superficie. Especialmente revelador es un informe de la fuerza de tareas del Consejo de Relaciones Exteriores de noviembre de 2006, titulado "Las consecuencias de la dependencia energética de los EEUU para la seguridad nacional" (http://www.cfr.org). Co-presidido por el ex Secretario de Defensa James Schlesinger y el ex director de la CIA, John Deutsch, y respaldado por una elite de políticos empollones de ambos partidos el informe exaltó sonoramente los habituales tópicos, destinados a ser ignorados, sobre eficiencia energética y conservación, pero después contraatacó repitiendo el tono militarista anunciado en el reporte CSIS de 2000 (que Schlesinger también co-dirigió): "varias operaciones normales de las fuerzas americanas regionalmente desplegadas [presumiblemente el Centcom y el Pacom] han hecho importantes contribuciones para mejorar la seguridad energética, y la continuidad de tales esfuerzos será necesaria en el futuro. La protección naval estadounidense de las rutas marítimas por las que se transporta el petróleo son de suprema importancia".
El informe también pidió reforzar el compromiso de la marina estadounidense en la costa nigeriana del Golfo de Guinea. Cuando se expresan tales ideas, los políticos norteamericanos a menudo adoptan una postura altruista, afirmando que Estados Unidos está haciendo un "bien social" protegiendo las fuentes mundiales de petróleo en nombre de la comunidad mundial. Pero esta arrogante postura altruista ignora aspectos cruciales de la situación.
*Primero, Estados Unidos es el principal consumidor de gasolina, tragándose uno de los cuatro barriles de crudo consumidos diariamente en el globo.
*Segundo, los oleoductos y vías marítimas -protegidos por soldados y marines americanos que arriesgan sus vidas por ello- están en su mayor parte orientados hacia los EE.UU. y cerca de sus aliados, como Japón y los países de la OTAN.
*Tercero, a menudo las fuerzas militares norteamericanas en el extranjero protegen específicamente a corporaciones estadounidenses con operaciones ultramarinas, nuevamente, con el riesgo que esto conlleva para el personal militar involucrado.
*Cuarto, el Pentágono es por si mismo uno de los mayores consumidores mundiales de combustible -en 2005 consumió 134 millones de barriles de crudo, lo mismo que consumió Suecia.
Entonces, si bien es verdad que otros países pueden llegar a obtener algunos beneficios de las actividades del ejército norteamericano, los principales beneficiarios son la economía americana y sus gigantescas corporaciones; los principales perdedores son los soldados americanos que arriesgan sus vidas a diario para proteger los oleoductos y refinerías, los pobres de esos países, quienes perciben pocos o ningún beneficio de la extracción de sus recursos naturales, y también el medioambiente como un todo.
El costo de esta operación, tanto en sangre como en tesoros, es enorme y sigue en aumento. Antes que nada, está la guerra en Irak, la cual debe haber estallado por varios motivos, pero a fin de cuentas no puede ser separada de la misión histórica, diseñada por Carter, para eliminar cualquier amenaza potencial a la libre circulación del petróleo desde el Golfo Pérsico. Un ataque sobre Irán podría también deberse a múltiples razones, pero en último término debería vincularse a esta misma misión -aún si tuvo el efecto perverso de cortar los suministros de crudo, elevar el precio de la energía y hacer caer en picada la economía mundial. Y seguramente habrá más guerras alrededor del petróleo después de ésta, con más heridos americanos y más víctimas de los misiles y balas estadounidenses. El costo en dólares también será mayor. Aun si se excluye de la cuenta la guerra de Irak, los EEUU gastan aproximadamente la cuarta parte de su presupuesto de defensa, unos cien mil millones por año, en el Golfo Pérsico y otros gastos relacionados -el precio anual aproximado para la aplicación de la doctrina Carter. Uno podría preguntarse sobre qué porcentaje del costo aproximado del billón de dólares de la guerra en Irak debería ser agregado a esta cuenta (http://www.msnbc.msn.com/id/11880954/), pero seguramente estamos hablando, como mínimo, de cientos de miles de millones de dólares sin final a la vista.
La protección de los oleoductos y las rutas marítimas en el Océano Índico, el Pacífico, el Golfo de Guinea, Colombia y las regiones del Mar Caspio agrega miles de millones adicionales a esta cuenta. Estos costos serán como una bola de nieve en el futuro, cuando EEUU sea, predeciblemente, más dependiente de la energía del hemisferio sur, cuando crezca la resistencia a la explotación occidental de sus pozos, cuando se acelere la carrera energética entre las emergentes China e India, y cuando las elites de la política exterior norteamericana comiencen a depender más aun del ejército para vencer esta resistencia. Eventualmente, la escalada de estos costos requerirá impuestos nacionales más elevados o la disminución de beneficios sociales, o ambas cosas; en algún punto, la creciente necesidad de fuerza de trabajo para defender todos esos campos petroleros de ultramar, refinerías, gasoductos, oleoductos y rutas marítimas de transporte supondría la reanudación del reclutamiento militar.
Esto generará una amplia resistencia doméstica a estas políticas -y ello, a su vez, podría disparar el tipo represivo de enérgicas medidas gubernamentales que arrojarían una sombra aún más oscura de fascismo-energético sobre nuestro mundo.
* Nota de Correspondencia de Prensa: Michael T. Klare, experto en seguridad internacional y analista en temas de defensa. Dirige el Five College Program in Peace and World Security Studies con sede en el Hampshire College en Amherst, Massachusetts. Autor de numerosos libros sobre la naturaleza de los conflictos bélicos, entre ellos: Guerras por los recursos. El futuro del conflicto global. Ediciones Urano-Tendencias, España, 2003. .
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