Uruguay: motines carcelarios, la crisis penintenciaria [Daniel Erosa]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 15 12:46:35 GMT+3 2007


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boletín informativo - red solidaria
Correspondencia de Prensa
Año IV - 15 de junio 2007
Redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Uruguay

Motines carcelarios

Volver a punto cero

Cada vez que los presos se suben a los techos del algún penal, el tema de las cárceles se trepa a las primeras planas de los diarios y encabeza los titulares de los informativos.

Daniel Erosa
Semanario Brecha, Montevideo, 15-6-2007
http://www.brecha.com.uy/


Motines, hacinamiento, falta de comida, agua y servicios higiénicos, escasa atención médica, ocio compulsivo, cortes, rehenes, destrozos, boquetes, intentos de fuga, transas, drogas, violencia, reyertas y asesinatos son sólo algunos de los problemas más frecuentes. Las palabras y las imágenes generan alarma pública y la sensación de estar detenidos frente a una misma realidad sin resolver.

Existen dos alternativas para interpretar en forma global semejantes "fallas": se las puede entender exclusivamente como fruto de una crisis del régimen carcelario, o como rasgos propios e inherentes de todo sistema de reclusión moderno. El carácter casi universal de estos problemas tiende a inclinar la balanza hacia la segunda llave explicativa, dejando así al descubierto la existencia de una doble moral social que por un lado defiende los derechos humanos de los ciudadanos pero por otro cierra los ojos, o incluso considera legítimo vulnerar todos los derechos de los individuos que han sido tocados por la varita mágica de la justicia. 

La cuestionada ley de humanización de cárceles, tan defendida por el ex ministro José Díaz, parece ahora incendiarse junto a los colchones de las celdas repletas, inútil ante la evidencia de media decena de presos ajusticiados. "Pero las noticias no quieren ver al Rambo plantando boniatos, las cámaras lo enfocan sólo cuando arma bardo", dijo a Brecha una fuente de la guardia del penal de Libertad. Quizás esa mirada tuerta que atiende sólo el conflicto, pierde de vista algunos avances humanitarios de nuestro sistema penitenciario, pero a la vez documenta un mundo oscuro donde el código es sobrevivir. Un mundo sometido cada vez más a una presión mayor debido al ritmo frenético de ingreso de nuevos presos (en Uruguay la proporción de reclusos es 216 cada 100 mil habitantes, cifra que lo ubica tercero en el ranking de América Latina), lo que permitió ocupar rápidamente tanto las plazas desocupadas por los 800 liberados (gracias a la ley de humanización), como las nuevas, creadas durante estos últimos dos años. 

El gélido frío otoñal nos encuentra así paradójicamente en el punto de partida. Actualmente hay unos 7.200 reclusos y a este ritmo se calcula que para fin de año se llegue a unos 8 mil. ¿Cuáles son las alternativas para frenar los motines? ¿Sobre qué ejes debe repensarse la política carcelaria uruguaya? ¿Basta con aprobar una ley interpretativa para resolver el problema? ¿Fracasó la ley de humanización y modernización carcelaria?

Para el comisionado parlamentario, Álvaro Garcé, no se puede hablar de que la ley de humanización haya fracasado: "Hay un dato: se dio sólo el 25 por ciento de reincidencia. Cerca de 600 reclusos no volvieron a la cárcel. Sin la ley habría 600 presos más, muchos de ellos en el Compen (Complejo penitenciario Santiago Vázquez). Además hay que valorar el segundo capítulo que está recién en proceso de aplicación. Ha tropezado en las cárceles de mayor población, en otras, con un número manejable de reclusos, ha funcionado. Hay buenos mecanismos que no se están cumpliendo y deberían cumplirse, sobre todo aquellos que buscan la reinserción laboral. La redención de la pena por trabajo y estudio ha avanzado más en algunos lugares que en otros".

La causa de los últimos episodios carcelarios que terminaron con cinco muertos, decenas de heridos y la suspensión de las visitas fue un conflicto entre reclusos (véase recuadro). Según datos del comisionado parlamentario, "unos pocos internos quisieron pasar de un módulo a otro, se generó un incidente, luego la intervención de la guardia fue contestada y se armó el motín". Para Garcé los motivos "pueden ser conflictos entre los internos, con la guardia, o entre la visita y los guardias, pero son canales por donde emerge la situación de fondo que es independiente de los esfuerzos que realiza en la gestión el comando del establecimiento. Es muy difícil administrar una cárcel prevista para 1.200 internos con 3.100". 

Tramas y armas plantadas

Por lo que se dice en el ambiente carcelario, los presos jamás denuncian a los policías verdaderamente corruptos porque dependen de ellos, pero sí pueden "embagayar" al que no lo es. Una práctica común es "plantar" armas dentro de la cárcel para usarlas luego como moneda de cambio para obtener traslados. El comisionado parlamentario dijo a Brecha que "muchas denuncias realizadas por los reclusos son planteos de traslado encubiertos. Un preso realiza una denuncia y luego para protegerlo hay que trasladarlo". Esa misma artimaña fue la que usó un recluso con el senador Víctor Vaillant (Espacio 609, fa). Para una fuente del penal de Libertad, lo que hizo "el Betito Suárez no es nuevo, es una táctica común en los presos: plantear intercambiar información de armas o policías corruptos por traslados y beneficios". 

El propio senador contó a Brecha cómo fue la situación que lo llevó a renunciar el pasado martes 12 a la presidencia de la Comisión de Seguimiento del Sistema Carcelario: "Me llamaron al celular y me informaron que habían ingresado dos armas y combustible al penal de Libertad. Avisé al director de la cárcel y, después de las requisas, lo único que encontraron fueron algunos celulares y droga. Luego me llamó un recluso que dio su nombre y apellido y me dijo que me podía decir dónde estaban las armas y quién era el policía que las ingresó". Vaillant fue entonces junto a Garcé al penal y pidieron una entrevista con el preso que había llamado, y luego de esperar casi una hora se entrevistaron "no más de tres minutos". El preso dijo dónde estaban las armas y el nombre del policía y pidió a cambio un traslado. El senador cuenta que llamó a la ministra y le informó la situación. Según Vaillant, Tourné le preguntó "¿Qué hacemos?", él dio su opinión y luego la ministra dijo textualmente: "Si las armas aparecen y nos da el nombre, lo trasladamos esta noche. No te preocupes". Las armas aparecieron con cargador y todo. Una hora después comunicaron la orden de traslado. 

Sin embargo el episodio no terminó ahí. La gestión del senador fue duramente criticada por la ministra, quien aseguró que se le "plantea el hecho consumado de que las armas están y que hay que hacer los traslados. Yo no tuve tiempo ni posibilidad". Enfatizó que en su cartera "no se negocian armas por plazas" y pidió "colaboración responsable" del sistema político y no buscando "cinco minutos de gloria en la televisión". Hasta el presidente Tabaré Váquez intervino haciéndole llegar a Vaillant el "malestar" del Poder Ejecutivo por su "inadmisible injerencia".

Vaillant se defendió diciendo que "el problema real es que los presos tengan armas como moneda de cambio. Nosotros las denunciamos a las autoridades de la cárcel y en las requisas no las encontraron. Ahora estamos discutiendo si fue correcto que interviniera un senador. La que ordenó el traslado fue la ministra y después se arrepintió. Lo que hizo fue una patraña. Integrando la Comisión de Seguimiento de la situación carcelaria como legislador, no creo que esté impedido de intervenir. Lo hice en el marco estricto de mis competencias. Con la certeza de la información que tenía, volvería a actuar así. Sería un irresponsable si no lo hiciera", dijo a Brecha. Consultado sobre una posible inocentada de su parte al desconocer que ese tipo de denuncia se trata de una artimaña típica de los presos, dijo: "¿Qué tendría que haber hecho, les tendría que haber dicho quédense con las armas? Si el director de cárceles dice que esta práctica es habitual y que los presos 'plantan' armas para obtener traslados, tendría que renunciar. Que pongan un detector de metales". 

Garcé dijo que tenía "información general" acerca de actos de corrupción de guardias que permitían el ingreso de armas en los penales. A su juicio las armas de fuego son difíciles de ingresar si "no hay algún tipo de colaboración" de la guardia. Pero no sólo la Policía puede ingresarlas, el confuso episodio de la abogada defensora del Betito y el Carlinho que entró al penal de Libertad una pistola calibre 38, lo ha dejado en evidencia. Cabe consignar que la profesional declaró a la prensa que había actuado bajo amenaza ya que habían tomado a su hijo de rehén.

Esta semana un grupo de delegados de los presos del Compen planteó al comisionado que están dispuestos a colaborar en situaciones de crisis y ofrecieron la posibilidad de ser convocados cuando haya alguna situación que requiera el uso de la fuerza para actuar como factor disuasorio. Además se mostraron preocupados por la restricción de la visita, medida que fue tomada por el clima de inseguridad que se vivía en los últimos días en el Compen. Para Garcé "de la visita depende el mantenimiento del lazo familiar y sobre todo la provisión de alimentos y artículos de primera necesidad. Prolongar la restricción podría generar consecuencias importantes, porque se generaría un gran malestar entre los presos". Lo último que le planteó la delegación fue que los internos "recibieron insultos en tres oportunidades durante el fin de semana, por parte de grupos de apoyo policiales que fueron convocados por la situación de emergencia. Además varios refieren que les pusieron la marcha '25 de Agosto'". Según el comisionado, es una versión confiable, que fue ratificada por los familiares que estaban siguiendo de cerca la situación. 

Hacinados 

Casi todos coinciden en que el principal problema que tienen que enfrentar quienes administran las cárceles es el hacinamiento. Y el paradigma es el Compen, caldo de cultivo que genera condiciones objetivas de violencia, corrupción, intentos de fuga, ingreso de drogas y armas. De la reja para adentro funciona, grabado a fuego, un sistema de equilibrios donde algunos ejercen su cuota de poder sin que nadie pueda hacer nada para evitarlo. Según un experimentado asesor parlamentario en el tema, consultado por Brecha, "en las cárceles hoy las autoridades no tienen el timón, mandan los presos. Si vos no ejercés el poder, alguien lo ejerce. La señal es que si renunciás posiciones, las toman los 'brazos gordos'. En este momento, el poder interno está en mano de los presos. Y las cárceles estallan cuando a ellos les conviene".

En ese submundo donde funcionan bandas que cometen los mismos delitos que cometieron en la calle, se dan rapiñas, copamientos y violaciones. "Entra una banda de tipos armados a una celda y le llevan todo lo que tiene otro preso que está durmiendo la siesta, eso es un copamiento. O asaltan un sector a los gritos y rastrillan todo lo que pueden, en especial drogas, cigarrillos, teléfonos, ropa y comida. Pero nadie lo denuncia", explica. De acuerdo a datos del servicio de atención médica del Compen, el nivel de violaciones y episodios de violencia sexual creció en forma alarmante en los últimos tiempos. "Nos llama la atención cuando matan a uno o a dos presos, pero que haya dos o tres heridos graves diarios no trasciende. Muchas veces son luchas por el poder y otras para sobrevivir. Tenés que pelear por todo: por tu vida, para que no te roben la comida, por el rancho, por los medicamentos, por la celda y por poder caminar en el patio", cuenta. El comisionado parlamentario admite la existencia de esta realidad: "La proporción de policías por número de internos es muy baja. En la medida que aumenta la población reclusa y se mantiene la cantidad de guardias, es posible que los conflictos intragrupales y los episodios de violencia con la guardia aumenten".

Si bien resolver el hacinamiento no necesariamente elimina esa cultura carcelaria, disminuir el roce entre los internos puede minimizar los conflictos. Hay algunas celdas de cinco metros cuadrados donde 18 reclusos cocinan, comen, duermen, se bañan y hacen sus necesidades. "Si tenés 600 tipos compartiendo un patio de 18 por 36, en donde no pueden hacer deporte sino sólo caminar pechándose, se va a armar lío", asegura este asesor que conoce la interna de las cárceles desde hace años. 

Además, el sistema de ingreso a la mayoría de las cárceles favorece el abuso de los "viejos" sobre los nuevos. "Tenés un accidente de tránsito, matás a uno y el juez te manda preso, terminás en el módulo 5 del Compen. Es el peor módulo de todos. Son primarios de 18, 20 años, sin códigos, todos arruinados por la pasta base", asegura la fuente consultado por Brecha. "Ahí es donde se da la mayor parte de los delitos internos porque no hay presos viejos y no tienen quién les enseñe códigos. Ahí te van a robar, violar, lastimar y vas a hacer una cana desastrosa. Sólo te respetan si entrás con buen pie, le metés el peso a dos o tres, 'bailás' (pelear con cuchillo) un par de veces y lastimás a alguno. Pero vas a ser reprocesado por lesiones y te convertís en uno más". De todas formas, agrega, nunca dejás de "bailar", tenés que armar tu "cuadro" y tener "perros" que te cuiden las espaldas, que te avisen cuándo va a haber "camorra" o si alguno "te la quiere dar".

Hay varios tipos de arma blanca o "corte carcelario", pero de acuerdo a una clasificación interna se pueden especificar tres formatos típicos que de alguna manera se relacionan con la intención de quien la empuñe. Un "corte" normal, de hoja de 25 centímetros, es para matar, igual que la "espada", que es como una especie de mandoble medieval que se usa cuando la mano viene "pesada". El tercero es "un cuchillito garronero que no te mata, sólo te lastima". A veces, dice un ex recluso, "se transa una herida con el garronero para ir a la enfermería o al Maciel, estar unos días internado y despejar la cabeza. Hay presos que te lastiman a pedido. Eso también se transa". 

Policías y ladrones 

Así como se pueden clasificar los cortes, también existen modalidades de presos. Están los "viejos chorros" que en general empezaron a delinquir por opción, que no provienen de zonas marginales y que querían vivir bien sin trabajar. Son parte de colectivos barriales con códigos. Después apareció "una camada nueva de chorros por necesidad". Y más recientemente, la última vertiente, que son "los que no tienen nada en el balero y para ellos todo vale. Les da igual robarle al que no conocen como a la madre, o pegarte tres tiros para sacarte cien pesos o las pipas de los Nike". Además se dan otras diferencias, como los narcos, los violadores y los "tipos que nunca tiraron un tiro y robaron millones de dólares de un banco. Los más famosos son los más violentos, pero no los más bandidos", cuenta este experto. 

Pero luego de aprender a "caminar" adentro de la cárcel, algunos presos no se acostumbran a vivir en libertad, porque en el penal "son alguien, son un personaje. Algunos tienen guardado el recorte de prensa donde salió la noticia del delito que cometieron. Se sienten orgullosos de ser tapa de diario. Eso les da identidad. Los conocen en la planchada, y con suerte los conocen en varios pisos y hasta los milicos". Además conocer la interna también ayuda a conseguir posiciones de poder: "Para el liberado, que mal o bien aprendió cómo es la cosa, la cárcel no es un lugar tan hostil. Un tipo que hace una cana larga y tiene código, no se pelea todos los días, por ahí le toca una vez al mes. Pero es natural para él. Es más hostil el barrio, donde es un gil cualquiera y un pibe lo mata por tres pesos".

Trabajar en la cocina para un preso es clave porque consigue mercancía para la "transa". Cambia carne por cigarrillos o por ropa o por droga y además se transforma en alguien poderoso: "Si querés comer bien tenés que hablar conmigo, soy el dueño de la carne. Y a vos te vendo y a vos no". Cuentan que hasta la visita a veces se va con carne de adentro de la cárcel. El preso transa y compra carne mucho más barata que afuera. Por ahí un quilo y medio de asado cuesta una cajilla de cigarros. El Nevada adentro vale 30 pesos, está cotizado más barato que en los quioscos. La unidad de cambio es una caja de Nevada. Es el cigarro que más se consume. Se fume o no, porque es un bien de cambio, como una moneda interna. La otra son las tarjetas de teléfono. Son mercancías de fácil ingreso que están permitidas. 

Otro de los problemas que junto al hacinamiento jaquea los equilibrios dentro de las cárceles es la baja proporción entre guardias y reclusos. Los policías que trabajan en el sistema penitenciario, además, cumplen jornadas muy pesadas, con guardias de hasta 18 horas y pueden pasar más de 20 días separados de su familia. Trabajan en forma rotativa: una semana en la cárcel, otra cumpliendo el servicio 222, la tercera de nuevo en la penitenciaría y la cuarta descansan en su hogar. El 80 por ciento de los guardias están divorciados y muchos viven en asentamientos. 

Están constantemente tentados de corromperse y se da un tironeo permanente por los espacios de poder con los reclusos. La inmensa mayoría intenta mantenerse al margen, informó a Brecha una fuente del Ministerio del Interior, "pero los bolsones de corrupción los tenés y surten contagio. A los que arreglan les cambia la vida y vos seguís viviendo en el cante, se te pudre la cabeza". Además, dice, "socialmente, si hay algo peor que ser preso en este país, es ser policía. Acá nadie quiere ser policía. Los únicos que agarran son los que no tienen formación para otra cosa". De hecho, Garcé asegura que de las 500 vacantes que se generaron para reforzar las guardias del sistema penitenciario sólo se pudo llenar la quinta parte, porque "no existe interés por parte de la población de pertenecer a la guardia del sistema penitenciario. Hay un rechazo por la función".

Y además hay un porcentaje importante que termina padeciendo enfermedades psiquiátricas. La conducta habitual es que "jamás piden atención psicológica, aunque estén pasando mal, estén tomando pastillas para poder dormir, porque si la piden, lo primero que hacen las autoridades es sacarle el arma. Y si entrega el arma se le terminó la posibilidad de llegar al barrio y se les termina el servicio 222. Entonces aguantan, y si pueden transan". 

Números entre rejas

En el último año fueron procesados 17 policías de cárceles por diversos delitos y atraparon a 12 agentes por introducir armas de fuego o drogas a los celdarios. Los guardias cobrarían el 30 por ciento de la venta de la droga en los penales o 1.500 pesos por cada paquete ingresado. Un arma puesta adentro por un guardia vale entre 750 y 1.500 dólares, un celular 300 dólares, y un traslado desde 3.500 hasta 7.500 dólares, según fuentes consultadas por Brecha y datos publicados por distintos medios de prensa. En el último año la Policía requisó 21 armas de fuego, 233 celulares, decenas de "cortes" carcelarios, dos quilogramos de marihuana y 300 gramos de pasta base.

Si continúa el ritmo de procesamientos con prisión como hasta ahora, a fin de año habrá 3 mil reclusos más tras las rejas. La Suprema Corte de Justicia niega el 75 por ciento de las solicitudes de libertad anticipada. Hoy habría en todo el sistema carcelario 4.609 presos sin condena. 

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