Libia/ las trampas de una guerra [Serge Halimi]

ernesto herrera germain5 en chasque.net
Lun Abr 11 09:39:49 UYT 2011


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Correspondencia de Prensa 
11 de abril 2011
Colectivo Militante - Agenda Radical
Gaboto 1305 - Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Libia

Las trampas de una guerra



Serge Halimi 
Le Monde Diplomatique, abril 2011
Traducción de Viento Sur
http://www.vientosur.info/


Desde hace varios meses, las revueltas árabes están cambiando la situación política, diplomática e ideológica de la región (véase el dossier "Las revueltas democráticas en el mundo árabe" en Le Monde diplomatique). La represión libia ponía en peligro esta dinámica. Y la intervención militar occidental autorizada por las Naciones Unidas acaba de introducir en esta panorámica un factor de consecuencias imprevisibles.

Incluso un reloj estropeado marca la hora exacta dos veces al día. El hecho de que la resolución del Consejo de Seguridad que autoriza el uso de la fuerza contra el régimen libio responda a una iniciativa de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido no basta para rechazarla de plano. Una revuelta desarmada que se enfrenta a un régimen de terror no tiene a veces más remedio que llamar a una policía internacional poco recomendable. Concentrada en su desgracia, no rechazará su ayuda por la mera razón de que dicha policía hace caso omiso de los llamamientos de otras víctimas, por ejemplo palestinas. Incluso olvidará que tiene más fama de fuerza represiva que de asociación de ayuda mutua.

Pero lo que lógicamente ha guiado la actitud de los insurgentes libios en peligro inminente no basta para legitimar esta nueva guerra de las potencias occidentales en territorio árabe. La intervención de países miembros de la OTAN constituye un medio inaceptable para llegar a un fin deseable (la caída de Muamar el Gadafi). Si este medio ha adquirido la apariencia de necesidad, cuando cada uno se ve obligado a "escoger" entre los bombardeos occidentales y la aniquilación de los libios sublevados, esto se debe exclusivamente a que se han descartado otros recursos posibles, como la intervención en su defensa de una fuerza de la ONU, egipcia o panárabe.

Sin embargo, el balance del pasado de los ejércitos occidentales impide dar crédito a los motivos generosos que aducen ahora. ¿Quién cree, por cierto, que los Estados, cualquiera de ellos, van a consagrar sus recursos y sus ejércitos al cumplimiento de objetivos democráticos? Sea como fuere, la historia reciente nos recuerda suficientemente que si las guerras lanzadas con este pretexto logran al principio éxitos fulgurantes y pregonados a bombo y platillo por los medios, las etapas subsiguientes son más caóticas y sus resultados más discretos. En Somalia, Afganistán e Iraq, los combates no han cesado, y eso que Mogadiscio, Kabul y Bagdad ya "cayeron" hace años.

Los insurgentes libios habrían preferido derribar por sí solos el poder despótico, como sus vecinos de Túnez y Egipto. La intervención militar franco-anglo-estadounidense amenaza con convertirlos en deudores de potencias que jamás han movido un dedo por su libertad. Pero la responsabilidad de esta excepción regional corresponde ante todo a Gadafi. Sin la furia represiva de su régimen, que en cuarenta años ha mutado de dictadura antiimperialista a régimen despótico prooccidental, sin sus diatribas en que calificada a todos sus adversarios de "agentes de Al Qaeda", de "ratas que reciben dinero y están al servicio de agencias de espionaje extranjeras", el destino de la sublevación libia no habría dependido más que de su pueblo.

La resolución 1973 del Consejo de Seguridad que autoriza el bombardeo de Libia impedirá tal vez el aplastamiento de una revuelta condenada por la escasez de sus medios militares, pero ello no obsta a que parezca un baile de hipócritas. Las tropas de Gadafi no han sido bombardeadas porque se trate del peor de los dictadores, o del más sanguinario, sino porque era al mismo tiempo más débil que otros, carente de armas nucleares y de amigos poderosos capaces de protegerle de un ataque militar o de defenderle en el Consejo de Seguridad. La intervención decidida contra él confirma que el Derecho internacional no establece principios claros cuya vulneración suponga sanciones en toda regla.
Con el blanqueo diplomático ocurre lo mismo que con el blanqueo de dinero: el minuto de virtud permite borrar decenios de infamia. Así, el presidente francés bombardea a su antiguo socio comercial, a quien recibió en 2007 cuando todos conocían la naturaleza de su régimen. aunque al menos habrá que anotar en el haber de Nicolas Sarkozy que no haya ofrecido a Gadafi el "buen hacer de nuestras fuerzas de seguridad", como hizo el pasado mes de enero con el presidente tunecino Zin el Abidin Ben Alí. En cuanto a Silvio Berlusconi, "amigo íntimo" del Guía libio, quien le ha visitado once veces en Roma, se apunta a regañadientes a la coalición virtuosa.

La Liga Árabe está dominada por una mayoría de vejestorios contestados por el empuje democrático y se suma a la iniciativa de la ONU antes de aparentar estar consternada nada más caer los primeros misiles de EEUU. Rusia y China tenían el poder de oponerse a la resolución del Consejo de Seguridad, de enmendarla para reducir su alcance o los riesgos de escalada. Si lo hubieran hecho, no tendrían que haber "lamentado" acto seguido el uso de la fuerza. En fin, para calibrar bien la "equidad" de la "comunidad internacional" en esta cuestión conviene destacar que la resolución 1973 acusa a Libia de "detenciones arbitrarias, desapariciones forzosas, torturas y ejecuciones sumarias", actos que como todo el mundo sabe no se producen en Guantánamo, ni en Chechenia, ni en China...

La "protección de los civiles" no es simplemente une exigencia irrecusable. Implica también, durante un conflicto armado, el bombardeo de objetivos militares, es decir, de soldados (que a menudo son civiles obligados a llevar uniforme...), que a su vez se mezclan con poblaciones desarmadas. Por otro lado, el control de una "zona de exclusión aérea" significa que los aviones que patrullan por ella pueden ser abatidos y sus pilotos capturados, lo que acto seguido justificará el envío de comandos terrestres para rescatarlos./1 Se puede sacar todo el lustre que se quiera al vocabulario, pero a la larga no se puede disimular la guerra a base de eufemismos.

El caso es que en última instancia la guerra pertenece a quienes la deciden y la hacen, no a quienes la recomiendan soñando que será breve y feliz. Elaborar en casa unos planes impecables para una guerra sin odio y "limpia" tiene muchos encantos, pero la fuerza militar a la que se confía la tarea de aplicarlos lo hará en función de sus propias inclinaciones, métodos y exigencias. Esto significa que los cadáveres de soldados libios ametrallados durante su retirada son, al igual que las multitudes entusiastas de Bengasi, consecuencia de la resolución 1973 de las Naciones Unidas.

Las fuerzas progresistas del mundo entero se han dividido en torno a la cuestión libia, según que hayan priorizado la solidaridad con un pueblo oprimido o su oposición a una guerra occidental. Los dos criterios de valoración son necesarios, pero no se puede pedir siempre que se cumplan al mismo tiempo. A la hora de elegir queda por determinar lo que una etiqueta de "antiimperialista" ganada en la arena internacional autoriza a infligir cada día a su pueblo.

En el caso de Gadafi, el silencio de varios gobiernos de izquierda latinoamericanos (Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia) con respecto a la represión que ordenó resulta tanto más desconcertante cuanto que la oposición del Guía libio a "Occidente" es pura fachada. Gadafi denuncia el "complot colonialista" del que se pretende víctima, pero lo hace después de haber asegurado a las antiguas potencias coloniales que "estamos todos librando el mismo combate con el terrorismo. Nuestros servicios de información cooperan. Os hemos ayudado mucho estos últimos años"./2

Coreado por Hugo Chávez, Daniel Ortega y Fidel Castro, el dictador libio pretende que el ataque de que es objeto se explica por el deseo de "controlar el petróleo". Sin embargo, este ya está siendo explotado por la compañía estadounidense Occidental Petroleum (Oxy), la británica BP y la italiana ENI (véase al respecto el artículo de Jean-Pierre Séréni, "Le pétrole libyen de main en main"). Hace algunas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) aplaudía por cierto "los magníficos resultados macroeconómicos de Libia y sus progresos en el refuerzo del papel del sector privado"./3 Amigo de Gadafi, Ben Alí habría recibido felicitaciones similares en noviembre de 2008, pero presentadas personalmente por el director general del FMI, Dominique Strauss-Kahn, que venía directamente... de Trípoli./4

La antigua pátina revolucionaria y antiimperialista de Gadafi, restaurada en Caracas y La Habana, tampoco la había visto, sin duda, Anthony Giddens, teórico de la "tercera vía" blairista, quien en 2007 anunció que Libia se convertiría pronto en una "Noruega del norte de África: próspera, igualitaria y orientada al futuro"./5 Vista la composición ecléctica de la lista de incautos que le rindieron honores, ¿cómo creer todavía que el Guía libio está tan loco como se pretende?

Son varias las razones que explican que varios gobiernos de izquierda latinoamericanos se hayan dejado tomar el pelo por él. Han querido ver en Gadafi al enemigo de su enemigo (EEUU), pero esto no debería ser suficiente para convertirlo en su amigo. Un conocimiento mediocre del norte de África -Chávez dice que se ha informado sobre la situación en Túnez llamando a Gadafi...- les ha llevado seguidamente a oponerse a "la colosal campaña de mentiras orquestada par los medios" (Fidel Castro), máxime cuando esta les traía recuerdos personales cuya pertinencia era discutible en el caso concreto. "No sé por qué lo que sucede y ha sucedido allí -ha declarado el presidente venezolano a propósito de Libia- me recuerda a Hugo Chávez el 11 de abril." El 11 de abril de 2002 hubo un intento de golpe de Estado apoyado por los medios con informaciones manipuladas para derrocarle.

La antigua pátina revolucionaria de Gadafi ha engañado a la izquierda latinoamericana.

Y otros factores más favorecen el error de análisis de la situación libia: une óptica forjada por decenios de intervención armada y de dominación violenta de EEUU en América Latina, el hecho de que Libia haya ayudado a Venezuela a implantarse en África, el papel de ambos Estados en el seno de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de las cumbres América del Sur-África (ASA), el planteamiento geopolítico de Caracas con vistas a reequilibrar su diplomacia y estrechar las relaciones Sur-Sur.

A todo esto hay que añadir además la tendencia del presidente Chávez a estimar que los lazos diplomáticos de su país implican para él una buena relación personal con los jefes de Estado: "He sido amigo del rey Fahd de Arabia Saudí, soy amigo del rey Abdallah, que ha estado aquí en Caracas (...). Amigo del emir de Catar, del presidente de Siria, un amigo que también estuvo aquí. Amigo de Buteflika."/6 Cuando el régimen de Gadafi ("amigo mío desde hace tanto tiempo") desencadenó la represión contra su pueblo, esta amistad influyó en sentido negativo. En definitiva, Chávez ha perdido la ocasión de presentar las revueltas del continente africano como las hermanas menores de los movimientos de izquierda latinoamericanos que él conoce bien.

Más allá de este error, la diplomacia representa sin duda el terreno en que, en todos los países, se revelan mejor los defectos de un ejercicio solitario del poder a base de decisiones opacas, tomadas al margen de todo control parlamentario y de toda deliberación popular. Cuando además presume, como en el Consejo de Seguridad, de defender la democracia con una guerra, el contraste es por fuerza sorprendente.

Después de haber usado, no sin éxito, el registro geopolítico antioccidental con el argumento progresista de la defensa de los recursos naturales, el dirigente libio no ha podido resistirse durante mucho tiempo a la tentación de sacarse de la manga la última carta del enfrentamiento entre religiones. "Las grandes potencias cristianas -explicó el pasado 20 de marzo- han lanzado una segunda cruzada contra los pueblos musulmanes, con el pueblo libio a la cabeza, cuyo objetivo es borrar el islam [del mapa]." Trece días antes, sin embargo, Gadafi había comparado su labor represiva con otra que causó 1.400 víctimas palestinas: "Incluso los israelíes en Gaza tuvieron que recurrir a los blindados para combatir a esos extremistas. Nosotros también." /7 Palabras que no habrán contribuido precisamente a incrementar la popularidad del Guía en el mundo árabe.

Pero este último viraje en redondo tiene al menos una virtud: recuerda la nocividad política del enfoque que reproduce, dándole la vuelta, la temática neoconservadora de las cruzadas y los imperios. Las sublevaciones árabes, al haber juntado a laicos y religiosos -y a las que se han opuesto laicos y religiosos-, pondrán fin tal vez a un discurso que se proclama antiimperialista cuando no es más que antioccidental. Y que en su abominación de "Occidente" confunde lo peor que tiene -la diplomacia de cañoneras, el desprecio de los pueblos "indígenas", las guerras de religión- con lo mejor que puede ofrecer, desde la filosofía de la Ilustración hasta la seguridad social. Apenas dos años después de la revolución iraní de 1979, el pensador radical sirio Sadik Jalal al Asm detalló, para refutarlas, las características de un "orientalismo al revés" que, al tiempo que rechazaba la vía del nacionalismo laico y del comunismo revolucionario, llamaba a combatir a Occidente a través del retorno a la autenticidad religiosa. Los principales postulados de este análisis "culturalista", resumidos y después criticados por Gilbert Achcar, afirman que "el grado de emancipación de Oriente no debe ni puede medirse a la luz de valores y criterios 'occidentales', como la democracia, el laicismo y la liberación de la mujer; que el Oriente musulmán no puede aprehenderse con los instrumentos epistemológicos de las ciencias occidentales; que no sirve ninguna analogía con fenómenos occidentales; que el factor que mueve a las masas musulmanas es cultural, o sea, religioso, y que su importancia es mayor que la de los factores económicos y sociales que condicionan las dinámicas políticas occidentales; que la única vía de los países musulmanes hacia el renacimiento pasa por el islam; y finalmente, que los movimientos que enarbolan la bandera del 'retorno al islam' no son reaccionarios o regresivos, como los percibe la mirada occidental, sino todo lo contrario, progresistas en la medida en que se resisten a la dominación cultural occidental."/8

Es posible que este enfoque fundamentalista de la política no haya dicho su última palabra, pero tras la onda de choque que partió de Túnez se siente que su pertinencia se ha visto mermada por unos pueblos árabes que ya no quieren situarse "ni contra Occidente ni a su servicio"/9 y que lo demuestran levantándose acá contra un aliado de EEUU (Egipto) y acullá contra uno de sus adversarios (Siria). Lejos de temer que la defensa de las libertades individuales, la libertad de conciencia, la democracia política, el sindicalismo, el feminismo no son más que prioridades "occidentales" maquilladas de universalismo emancipador, los pueblos árabes las hacen suyas para manifestar su rechazo del autoritarismo, de las injusticias sociales, de los regímenes policiales qui infantilizan a sus pueblos tanto más espontáneamente cuanto que están dirigidos por ancianos. Y así estos pueblos, con un ardor que recuerda otros grandes empujes revolucionarios, arrancan día tras día nuevas conquistas sociales y democráticas en una práctica que en otras partes ha caído en el olvido, en un momento en que "Occidente" parece dividido entre su temor al declive y su inercia ante un sistema político anquilosado en el que lo parecido sucede a lo idéntico, siempre al servicio de los mismos.

Una resolución de las Naciones Unidas que vale también para las luchas de las poblaciones occidentales...

No hay garantías de que este empuje y este coraje de los pueblos árabes vaya a seguir marcando tantos, pero ya nos muestran posibilidades inexploradas. En el artículo 20 de la resolución 1973, el Consejo de Seguridad, por ejemplo, "afirma su determinación de asegurarse de que los activos [libios] congelados [en virtud de una resolución anterior] se pongan a disposición del pueblo de la Jamahiriya Árabe Libia y se utilicen en beneficio de este posteriormente y lo antes posible". Por tanto, ¡es posible congelar activos financieros y devolverlos a los ciudadanos de un país! Esperemos que no se olvide la lección: los Estados tienen el poder de satisfacer a los pueblos. Desde hace algunos meses, el mundo árabe nos recuerda otra igualmente universal: los pueblos tienen el poder de obligar a los Estados.

Notas

[1] Véase al respecto "Libye: les enjeux d'une zone d'exclusion aérienne", de Philippe Leymarie, Défense en ligne, 7 de marzo de 2011.
[2] Entrevista publicada en Le Journal du dimanche, París, 6 de marzo de 2011.
[3] Cf. "Le FMI tresse des lauriers à Kadhafi", Le Canard enchaîné, París, 9 de marzo de 2011.
[4] "Strauss-Kahn - ou le génie du FMI - soutient Ben Ali!", Dailymotion.
[5] Anthony Giddens, "My chat with the colonel", The Guardian, Londres, 9 de marzo de 2007.
[6] Chávez: "Nos oponemos rotundamente a las pretensiones intervencionistas en Libia", Aporrea, 25 de febrero de 2011.
[7] "Interview de Kadhafi 07/03/2011 pour france24 part 2/2", Dailymotion.
[8] Gilbert Achcar, "L'orientalisme à rebours: de certaines tendances de l'orientalisme français après 1979", Mouvements, n° 54, 2008/2, La Découverte, París.
[9] Cf. Alain Gresh, "Ce que change le réveil arabe" (resumen), Le Monde diplomatique, marzo de 2011. En un discurso pronunciado el pasado 19 de marzo, el secretario general del Hisbolá libanés, Hasán Nasralá, afirmó que "toda imputación que fabrica, dirige, provoca o lanza EEUU contra estas revoluciones [árabes] es injusta para estos pueblos y falsa". 
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