Sudáfrica/ ahora que el ícono ya no está [Ana Agostino]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 13 23:36:26 UYST 2013


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boletín solidario de información
Correspondencia de Prensa
13 de diciembre 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net

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Sudáfrica

Ahora que el ícono ya no está 

Cuando se hayan ido todos los jefes de Estado, las celebridades y la prensa internacional que han desembarcado en Johannesburgo para los funerales de Nelson Mandela, Sudáfrica continuará siendo uno de los países más desiguales del mundo.
 


Ana Agostino 
Brecha, Montevideo, 13-12-2013
http://brecha.com.uy/

 
Casi 7 millones de sudafricanos son portadores del VIH, el desempleo llega al 26 por ciento de la población, hay altísimos índices de violencia, en particular hacia las mujeres, pésimos resultados en educación, sobre todo entre la población negra, 13,6 por ciento de los hogares se ubican en asentamientos irregulares -prácticamente el mismo porcentaje que al final del apartheid-. Estos y otros datos estadísticos dan la imagen de un país que en casi 20 años de democracia multirracial ha tenido serias dificultades para alcanzar el sueño plasmado en la Constitución de 1996, que en su preámbulo establece: "Adoptamos esta Constitución como la suprema ley de la república para curar las divisiones del pasado y establecer una sociedad basada en valores democráticos, justicia social y derechos humanos fundamentales". 

En estos días en los que tanto y tanto se ha hablado del legado de Mandela, el también ex presidente Thabo Mbeki declaró al City Press que "está bien que la gente celebre la vida de Mandela, pero no sólo debemos celebrar el pasado, ¿qué pasa con el futuro?". Algo salió mal en estos 20 años, y la gran pregunta que emerge en estos días de duelo es si Sudáfrica podrá remediarlo en ausencia del "padre de la nación".

Reconciliación como prioridad

Es difícil imaginarse otra ceremonia religiosa en honor a un ex presidente con representantes de casi cien países, incluidos más de 50 jefes de Estado y de gobierno. Tal vez porque la unanimidad de simpatías y admiración que convocó Nelson Mandela apenas tiene antecedentes. El mundo en realidad está despidiendo a un ícono, a un gigante (a alguien que a lo largo de los años fue siendo colocado por encima de su humanidad para convertirse en el gran símbolo de la reconciliación. Poco sabremos en el futuro cercano del Nelson Mandela hombre, que según crónicas del Centro de Memoria de la Fundación Mandela era distante, caprichoso, obsesivo en el orden. Seguramente ya no se hablará de su participación en la lucha armada como primer comandante en jefe de Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano (cna), por la que estuvo en la lista de terroristas según los gobiernos de Estados Unidos encabezados por los tres ex presidentes que acompañaron a Barack Obama en la ceremonia de este martes: Jimmy Carter, George Bush padre y Bill Clinton. El gran legado, lo que su póster dirá sin palabras, el mensaje de su sonrisa, su "marca", será la reconciliación. Efectivamente, ésta fue su prioridad durante su actuación como presidente. Tanto que para dedicarse a ella en plenitud prefirió no gobernar. Siempre se supo en Sudáfrica que quien llevaba el timón del Ejecutivo era su vicepresidente, y en estos días Mbeki declaró que fue idea del propio Mandela hacerse cargo de la reconciliación del país mientras Mbeki se ocupaba del gobierno. Él tomaba las decisiones que tenían que ver con la consolidación de un modelo económico y de inserción internacional, mientras Mandela colaboró para hacer de Sudáfrica uno de los países más respetados por su transición pacífica del apartheid a una democracia multirracial. Esto, sin duda, tuvo sus costos. 

El periodista inglés Jonathan Cook, en un artículo que él mismo aclaró no iba a hacerlo popular entre los lectores, escribió que Mandela "pasó la mayor parte de su vida adulta tratado como terrorista (.) y fue rehabilitado como un estadista a cambio de que Sudáfrica fuera rápidamente transformada en un puesto de avanzada del neoliberalismo. Este status de ícono (.) lo forzó a convertirse en una especie de princesa Diana, alguien a quien podemos amar porque rara vez dijo nada demasiado amenazante para los intereses de la elite corporativa que maneja nuestro planeta". 

Tal vez la "división del trabajo" acordada entre Mandela y su vicepresidente permitió que su figura creciera dentro y fuera del país mientras las políticas económicas del cna iban marcando un rumbo que terminaría alejando la posibilidad de transformar los logros de los derechos civiles adquiridos en una calidad de vida en igualdad de condiciones para el conjunto de la población. El primer plan del gobierno fue el Programa de Reconstrucción y Desarrollo (rdp), con el foco puesto en políticas sociales y proyectos de infraestructura. En 1996 fue sustituido por el Crecimiento, Empleo y Redistribución (gear), que priorizó los aspectos macroeconómicos, y en 2000 la guía económica pasó a ser el Empoderamiento Económico Negro bee. Mientras que el programa original priorizaba responder directamente a los problemas de la población, los siguientes apostaron a hacer crecer la torta, y sobre todo a que de ella se beneficiaran empresarios negros, para luego repartir. Sólo que el reparto nunca se concretó. 

Cambios

En agosto de 1994, cuando se cumplieron los primeros 100 días del gobierno de Mandela, la presentación de los logros se hizo en el estadio de Seshego, el township de la ciudad llamada en ese entonces Pietersburgo, capital de la Provincia del Norte, hoy Limpopo, elegida por los altos porcentajes de población rural y de pobreza, pero también porque nueve de cada diez habitantes había votado por el cna. Recuerdo haber entrado a la cancha sin que nadie me pidiera siquiera la acreditación de periodista, haber estado a escasos pasos del entonces presidente, y sobre todo, haber registrado para siempre en mi memoria lo que parecía la alegría inagotable de un pueblo. Ese día mandé mi primera nota a Brecha desde Sudáfrica. Los primeros años estuvieron signados por una enorme esperanza, y la figura de Mandela, su apertura, su escasa atención al protocolo, su presencia paternal, marcaron el período. La sede de gobierno, el Union Buildings, era un edificio abierto al público, se entraba a las conferencias de prensa prácticamente sin controles, los turistas se sacaban fotos en las escalinatas y las fechas patrias se celebraban en sus jardines. Cuando asumió Thabo Mbeki, en 1999, cercó el predio. El cerco alrededor del Union Buildings es el símbolo de un cambio de época a partir del cual comenzaron a coincidir las políticas económicas con la imagen del partido: una creciente distancia entre la realidad de la mayoría y la de una elite cada vez más enriquecida. El nivel de descontento y el sentimiento de traición quedaron claramente expresados en la ceremonia religiosa del martes 10 con los repetidos abucheos cada vez que aparecía el actual presidente, Jacob Zuma, en la pantalla gigante y durante su discurso. Una semana antes de la muerte de Mandela, la protectora del pueblo, Thuli Madonsela, dio a conocer un informe según el cual Zuma utilizó más de 20 millones de dólares de fondos públicos para refaccionar su casa privada en su pueblo natal. Parece ser la gota que desbordó el vaso frente a la opinión pública mientras se celebra la vida de Mandela. 

En estos días la prensa sudafricana plantea abiertamente el final de una etapa para el partido de gobierno, que se ha mantenido unido por la sola presencia de su líder histórico, más allá de que éste poco o nada tuviera que ver con las decisiones políticas. Según el semanario Mail and Guardian, Mandela era el recordatorio vivo de glorias pasadas y representaba la esperanza de que el partido pudiera retornar a sus raíces. El mero hecho de que siguiera siendo miembro del cna, que los dirigentes se sacaran fotos con él (incluso en condiciones que llevaron a cuestionar el respeto a su dignidad, como las últimas tomadas en junio), parecían legitimar las orientaciones de ese partido. Pero su ausencia pone fin a esas ilusiones o legitimaciones. Sin Mandela, los que podían verse como errores de orientación o dificultades de gestión pasarán a ser actos intolerables de ineficiencia y corrupción. La lista es interminable: desde la incapacidad del Departamento de Educación de hacer llegar los libros de texto a las escuelas rurales, pasando por la falta de agua y electricidad en asentamientos urbanos, hasta situaciones trágicas, como la matanza de mineros. Todo esto acompañado por enriquecimientos desmedidos de los líderes, incluido el maestro de ceremonias del martes 10, Cyril Ramaphosa, ex líder minero, vicepresidente del cna, futuro candidato a la presidencia y uno de los hombres más ricos del país. 

En los últimos años las protestas por la falta de servicios, el alto desempleo, la corrupción, la criminalidad, la falta de respuesta a la crisis del sida han movilizado a millones de personas y han cobrado víctimas fatales. En los próximos años sin duda habrá un aumento significativo de estas protestas. Si darán lugar a un movimiento capaz de poner fin a la hegemonía del cna en la vida política, económica y social del país y 
de construir visiones alternativas es una de las principales interrogantes que quedan planteadas para una Sudáfrica pos Mandela. 

Nota

1. A dissenting opinion on Nelson Mandela" (en www.jonathan-cook.net/blog/2013-12-06/a-dissenting-opinion-on-nelson-mandela/).

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