Uruguay/ a 40 años de la Huelga General [En Lucha - testimonios]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jun 27 22:51:57 UYT 2013


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boletín solidario de información
Correspondencia de Prensa
27 de junio 2013
Colectivo Militante - Agenda Radical
Montevideo - Uruguay
redacción y suscripciones: germain5 en chasque.net 

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Uruguay

A 40 años de la Huelga General 


En Lucha Nº 9, mayo-junio 2013
periodicoenlucha.enlucha en gmail.com


Un ciclo de grandes luchas 
 
El "Uruguay liberal" llegaba a su fin. La bonanza exportadora que había generado la guerra de Corea (1951-1953) se agotaba. El modelo "neo-batllista" basado en la "sustitución de importaciones" tocaba en retirada. Con la victoria "conservadora" del Partido Nacional (1958) llegaron el FMI y su primera "Carta de Intención". Vinieron las Medidas Prontas de Seguridad contra las luchas sindicales y estudiantiles. La "Alianza para el Progreso" de Kennedy fue secundada por la OEA, definida por el Che Guevara como el "ministerio de colonias yanquis". Estados Unidos ordenó y consiguió la expulsión de Cuba (1962). Uruguay votó con los gobiernos serviles. Había que evitar el contagio revolucionario.   
 
En los años siguientes la polarización política se agudizó. El país de la "medianía", según la descripción de Carlos Real de Azúa, se fracturó. La lucha de clases se hizo violenta. La clase trabajadora resistió la ofensiva patronal que se apoyó en los sucesivos gobiernos blancos y colorados. Organizó el Congreso del Pueblo (1965) y concretó la unidad sindical con la creación de la CNT (1966). Entre 1968-1973, la cuestión de las "vías de aproximación al poder" dejó el plano de la teoría y se plantó en la agenda de la izquierda: un inminente desenlace de la "crisis nacional" actualizaba al problema. La masividad de las luchas obreras, la combatividad del movimiento estudiantil, la radicalización de la "clase media", y la gestación de una vanguardia revolucionaria, diseñaban el nuevo mapa político del país.
 
El atolladero del modo de acumulación capitalista se manifestó en el plano político-institucional. La "crisis nacional" se traducía en un bloqueo del régimen bipartidista de dominación. El Parlamento era su caja de resonancia. La deriva autoritaria del "Uruguay batllista" era funcional a la demanda de las clases dominante: crear las condiciones para una mayor explotación de la clase trabajadora, cercenando derechos democráticos y eliminando conquistas sociales. Bajo los gobiernos de Jorge Pacheco Areco y Juan María Bordaberry, la represión se hizo más brutal y masiva: incursiones policiales contra las huelgas, militarización de los empleados públicos, asesinatos de obreros y estudiantes, torturas a los presos políticos, escuadrones de la muerte, ilegalización de partidos de izquierda, clausura de medios periodísticos.  
 
La creación del Frente Amplio en 1971 con su singular organización de Comités de Base, y la "lucha con armas" desplegada por el movimiento tupamaro y otras fuerzas de inspiración guevarista, agregaron nuevos elementos al debate. Se profundizó la brecha entre una izquierda reformista (adepta a la teoría estalinista de "revolución por etapas") y una izquierda revolucionaria que no se resignaba a esperar que las "condiciones objetivas" terminaran de madurar. Aunque debe aclararse: esta izquierda revolucionaria -que tenía en el MLN su componente esencial- nunca puso en peligro la hegemonía estratégica y programática del Partido Comunista. Mucho menos entre los trabajadores organizados, aún cuando en la CNT había importantes sindicatos dirigidos por la Tendencia de sindicatos clasistas y combativos.  En todo caso, las diferencias entre esta "dos izquierdas" se ubicaban en el terreno de los "estilos", los "métodos", y las "tácticas" de lucha. De todas maneras, el debate en torno a las demandas programáticas, los caminos de "acumular fuerzas", el sistema de "alianzas sociales", el papel de la Huelga General y hasta la perspectiva de "doble poder", estuvo planteado en el campo popular. Podría decirse que, para una amplia franja de luchadores y luchadoras sociales, fue un período donde "la revolución" aparecía no sólo como necesaria, sino también como "posible". 
 
Para 1972, la "estrategia de lucha armada" estaba derrotada. La mayoría de los dirigentes y militantes del MLN se encontraban presos, dispersos o camino al exilio. Su intento último de negociar la rendición (que las Fuerzas Armadas exigían "incondicional"), parar las salvajes torturas, y acordar con los militares una serie de puntos programáticos levantados por el MLN (sobre todo en el terreno económico), tampoco dio resultado. Las Fuerzas Armadas habían ganado "la guerra contra la subversión". En poco más de un año el aparato del MLN fue desarticulado por completo.  Poniendo en evidencia tanto su aislamiento político como la falta de una base social de sustentación. La inmensa mayoría de los trabajadores, incluidos amplios sectores del activismo político y sindical, no identificaron su lucha con las acciones del MLN y, finalmente, se desentendieron de la suerte corrida por la guerrilla.   
 
El golpe de Estado y la derrota de la Huelga General, cortaron drásticamente el ciclo de grandes luchas obreras y estudiantiles. El proceso de acumulación y socialización de experiencias se truncó. La derrota histórica sufrida por la clase trabajadora en la Huelga General, permitió que la dictadura impusiera su "proceso de reconstrucción nacional" en beneficio de los capitalistas locales y extranjeros. Por vía del terrorismo de Estado, se impuso un reordenamiento del régimen de dominación bajo otra correlación de fuerzas entre capital y trabajo. La instauración de una etapa contrarrevolucionaria con su secuela de presos, torturados, asesinados, desaparecidos, exiliados, postergó el balance de aquellas estrategias y de aquellos programas que ni siquiera lograron impedir el "golpe fascista". Y puso bajo la alfombra la responsabilidad política del Partido Comunista, fuerza dirigente del movimiento obrero y popular en aquellos años.   
 
La apuesta "peruanista"
 
Las Fuerzas Armadas ya habían volteado al Ministro de Defensa (general Antonio Fancese) y derrotado al sector constitucionalista de la Marina, encabezado por el contraalmirante Juan José Zorrilla. El llamado de Bordaberry a "defender las instituciones" había tenido como eco una raquítica concentración de 150 personas en la Plaza Independencia. Pocos días después firmaba con los militares el Pacto de Boiso Lanza (comando de la Fuerza Aérea). Acordaron los objetivos a cumplir: el desafuero de Enrique Erro, senador del Frente Amplio; la disolución del Parlamento (sin fecha establecida); y la instauración de un régimen cívico-militar basado en "Doctrina de la Seguridad Nacional". El proyecto contrarrevolucionario contaba con dos apoyos decisivos: la embajada norteamericana y las fracciones hegemónicas del empresariado. Además de algunas complicidades políticas: los caudillos blancos y colorados más reaccionarios: Pacheco Areco, Alberto Gallinal, Martín Echegoyen, entre otros. 
 
En ese "febrero amargo" denunciado por el senador Amilcar Vasconcellos (Partido Colorado), aparecieron los Comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas, emitidos por cadena de radio y televisión los días 9 y 10 de febrero. Allí, los planteos "nacionalistas" se acompañaban del más feroz anticomunismo. No obstante, los Comunicados crearon la ilusión de un giro "patriótico" de los militares uruguayos. Estaban cercanas las experiencias "reformistas" y antiimperialistas" del gobierno del general Juan José Torres en Bolivia y, sobre todo, la del régimen encabezado por el general Juan Velazco Alvarado en Perú. El término "peruanista" fue acuñado entonces, como sinónimo de una postura "desarrollista", "soberana", enmarcada en una "etapa avanzada" de "liberación nacional". 
 
El Partido Comunista fue el principal sostén político de los Comunicados 4 y 7. En su edición del 11 de febrero, mientras ocurría la insubordinación del Ejército y la Fuerza Aérea, El Popular hacía explícito el apoyo del Partido Comunista a la incursión militar: "Pensamos que es razonable que las Fuerzas Armadas, que no se consideran 'una simple Fuerza de represión o vigilancia' quieran dar su opinión sobre las problemáticas del país, quienes tienen menos derecho que nadie a discutir esa actitud son los que les han dado determinadas funciones en los últimos tiempo. Y si hay una realidad que debe ser cambiada y las Fuerzas Armadas no quieren ser el brazo armado de grupos económicos y políticos que pretendan apartar a las Fuerzas Armadas de su fines, es imprescindible que se conozca su pensamiento (.) Nosotros hemos dicho que el problema no es el dilema entre poder civil y poder militar; que la divisoria es entre oligarquía y pueblo, y que dentro de esta caben indudablemente todos los militares patriotas que estén con la causa del pueblo, para terminar con el dominio de la rosca oligárquica". (Citado por Alfonso Lessa, en "El pecado original. La izquierda y el golpe militar de febrero de 1973", Editorial Sudamericana, Montevideo, 2012) En el mismo sentido se pronunciaba uno de sus principales dirigentes, Jaime Pérez, quién decía a un activo partidario: los Comunicados 4 y 7 "junto a cierto contenido propagandístico, expresan a su modo la existencia de una nueva conciencia programática en la República (.) el programa no es antiimperialista en sentido firme, aunque su aplicación chocaría objetivamente con el imperialismo". (Citado por Lessa)
 
Esta simpatía hacia el (supuesto) "peruanismo" pasó a un estimulo material: "A tal punto que el Partido Comunista apoyó secretamente el financiamiento del semanario 9 de Febrero, que expresaba las posiciones del general Álvarez". (Citado por Lessa y no desmentido por nadie hasta el día de hoy)  En dicha publicación, un periodista de sospechosos antecedente, llamado Luis Michelini, llegaba a destacar la figura del "Goyo" como la de a un "nacionalista de izquierda". Nada menos.
 
Otros sectores del Frente Amplio adhirieron a la "apuesta peruanista". Si bien exigían la renuncia de Bordaberry, los sectores mayoritarios se alinearon con la posición del Partido Comunista. Desde el general Liber Seregni al Partido Demócrata Cristiano. En el Partido Socialista, su tendencia mayoritaria liderada por Vivián Trías (que simpatizaba con el papel de los militares en las "revoluciones nacionalistas" de África y el mundo árabe, en particular sobre el nasserismo en Egipto), también se expresó a favor de un apoyo a los Comunicados de la Junta de Comandantes. No fue el caso, hay que decirlo, el de los militares frentistas (algunos de los cuales ya estaban presos); por conocer los bueyes que araban en la corporación militar, descartaron cualquier ilusión "peruanista".
 
Por el lado de la CNT hubo matices. Si bien no se dio un apoyo a los Comunicados, se consideraba a los militares como "parte del pueblo" y se repetían los argumentos del Partido Comunista: la lucha por una "alternativa real" era entre "Oligarquía o Pueblo". Se reafirmaba la decisión de ir a la Huelga General en caso de Golpe de Estado, aunque la mayoría de la Mesa Representativa consideró que "no se daban las condiciones para convocarla" en ese momento. (Declaración del Secretariado del CNT, 9 de febrero de 1973). Los sindicatos de la Tendencia criticaron esta decisión de no ir a la Huelga General en febrero. Ya con el Pacto de Boiso Lanza concretado, se criticaba a la "oligarquía y se reafirmaban los postulados programáticos del movimiento sindical. Aunque no había ni una sola mención sobre el avance del golpismo militar, ni por tanto, medida alguna para frenarlo. (Declaración de la Mesa Representativa de la CNT, 15 de febrero de 1973)
 
Apenas un mes antes de la disolución del Parlamento, el Partido Comunista, por boca de su Secretario General, Rodney Arismendi, redoblaba la "apuesta peruanista".  En un acto realizado en el teatro El Galpón el día 23 de mayo, afirmaba que se había iniciado "un proceso de transformaciones progresistas". Agregaba: "Nadie duda de que se han creado las premisas de una unidad superior (.) Desde el día en que en la calle un obrero, un estudiante, un profesor, un campesino, un militar, plantearon juntos las mismas cosas, se estaba forjando el crisol de los grandes cambios." (Citado por Lessa). El 27 de junio, el "proceso de transformaciones progresistas" desembocaba, como por arte de magia, en un "Golpe fascista". Los jefes militares eran los mismos de febrero. 
 
Pocas voces criticaron esta subordinación de la izquierda reformista al golpismo militar. Una fue la de Erro, otra fue la de Carlos Quijano, quien desde el semanario Marcha alertaba que la insubordinación militar era, en efecto, la antesala del Golpe de Estado. Desde la Tendencia y otras fuerzas de la izquierda revolucionaria también hubo críticas y hasta pronunciamientos, Como por ejemplo el del Partido Revolucionario de los Trabajadores: "Ni Bordaberry ni golpe. Por un gobierno de la CNT y los partidos obreros y populares". (Citado por Revista de América Nº 10, Buenos Aires, marzo-abril de 1973) No obstante estas valiosas manifestaciones de rebeldía y propuestas alternativas,  predominó la estrategia de "avanzar por etapas", de unidad entre los "civiles honestos" y los "militares honestos", de alianzas con la "burguesía nacional" y los sectores "democráticos" de los partidos tradicionales. En ese contexto, el movimiento obrero y popular llegó al 27 de junio confundido y sin preparación para el enfrentamiento decisivo. A la espera de una utopía reaccionaria: que el aparato armado del Estado capitalista se pusiera de su lado.       
 
Una batalla decisiva
 
La Huelga fue una de las mayores expresiones de resistencia democrática. El momento más emblemático de la lucha de la clase trabajadora uruguaya en el siglo XX. Innumerables testimonios dan cuenta de la formidable batalla. Algunos de nosotros, por más viejos, lo vivimos en la fábrica o centro de estudio ocupado, en el barrio organizando la solidaridad, en aquella extraordinaria manifestación del 9 de julio, a las cinco de la tarde. Otros, por más jóvenes, lo conocen a través de libros, reportajes, artículos, o directamente por narraciones de compañeros, amigos, familiares. Fue una experiencia inédita. Que conmovió al país. Donde los trabajadores que acaudillaron la lucha democrática, aguantaron a pié firme los desalojos y la represión para volver a ocupar muchas veces, como hicieron los compañeros de Alpargatas. En esa capacidad de lucha y sacrificio, amplias capas proletarias tuvieron claro lo que su dirección no les decía: la huelga era para tirar abajo la dictadura. 
 
La valoración de aquel "ensayo revolucionario", no implica sumarse a una cierta mitología. Ni aceptar las trampas de un relato épico que pretendió, por muchos años, tergiversar el resultado, disfrazándolo de "repliegue táctico" o "retirada justa". Porque la Huelga General fue derrotada. Porque fue puesta a la defensiva y subordinada a las negociaciones de sus dirigentes con el Ministro del Interior del régimen, coronel Néstor Bolentini. Porque "las orientaciones de la CNT establecían que había evitar destrozos en la maquinaria y que la resistencia debía mantenerse sin llegar a configurar situaciones de violencia". (Salvador Neves, "9 de julio de 1973", Brecha, 2-12-2012). Es decir: cuidando la propiedad de los empresarios y aguantando pacíficamente la represión. Porque la Huelga no logró extenderse a todo el país y se concentró en Montevideo y algunas capitales departamentales. Porque decenas de miles de activistas sindicales fueron despedidos de sus empleos y pasaron a engrosar las listas negras patronales
 
Y, sobre todo. Porque la dictadura que "nació muerta" duró doce larguísimos años, instaurando una fase contrarrevolucionaria. Las consecuencias fueron (y son) duraderas. El terrorismo de Estado generó un efecto reflejo, conservador, que fue clave a la hora de "restaurar" la democracia en 1985 mediante pactos, renunciamientos e impunidades. La derechización del Frente Amplio  y su integración al orden del capital bajo el paradigma progresista, no fueron procesos aislados de aquella derrota. Lo que no hace más que agregarle dimensión histórica, decisiva, a la batalla de junio-julio de 1973. La Huelga General significó el momento culminante, heroico, trágico, de un período donde la revolución estaba -o parecía estar- "a la vuelta de la esquina". Por lo menos, para una generación de luchadores y luchadoras sociales.  
 
Los recuadros que intercalamos en esta sección tienen un valor testimonial. Hacen a las conclusiones. Se convierten en "balances". Y, sobre todo, revitalizan la memoria.  
 
Redacción de En Lucha

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Los trabajadores ocupan *

 
En las fábricas los turnos que entraban a las 6 de la mañana comenzaban a discutir qué hacer. Con esa unanimidad colectiva que sólo es posible en los grandes momentos históricos, los trabajadores de una y otra fábrica fueron llegando a una misma conclusión: tomar las plantas en contra del golpe reaccionario. Unánimemente la clase obrera fue ocupando el país, mientras que en muchos lugares los dirigentes sindicales se preguntaban qué hacer.


A la media mañana no se conocía todavía la decisión oficial de la CNT; pero en los hechos, la huelga general con ocupación de fábricas ya había comenzado. La resolución de la Central obrera lo que debía hacer era corroborar lo que los trabajadores ya había realizado.

Y la declaración vino. Los cabildeos y reuniones de la dirección de la CNT con los militares no había surtido efecto: el Partido Comunista apostaba ahora a la huelga obrera para presionar el contragolpe "peruanista". 

Por la tarde, la ocupación se extendió como un reguero de pólvora por todo el país. Bancos y hospitales, oficinas públicas y transportes, todo fue tomado por los trabajadores. La clase obrera había abierto el camino y la resolución de la CNT había facilitado la generalización de la huelga. Los días posteriores demostrarían con la elocuencia de que sólo son capaces los hechos, que la clase obrera había pasado a su mayoría política de edad y que asumía ese papel con total decisión. 
Los 15 días que conmovieron al Uruguay comenzaban. El ejército y los trabajadores se enfrentarían en una batalla decisiva. Los primeros con unidad de mando y objetivos claros; la clase obrera acaudillando a todos los sectores democráticos de la población, pero con una dirección que fue incapaz de conducir revolucionariamente la huelga y que colocó  toda su potencia, al servicio de presionar la intervención de los famosos militares "nacionalistas". 

* Extractado de "15 días que conmovieron al Uruguay". Revista de América Nº 13, Buenos Aires, abril-mayo de 1974. El estudio lleva la firma de Pablo Ramírez, seudónimo de Jorge Guidobono (1944-2007), por aquellos años militante de AEBU y del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

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Se levanta la Huelga *


Los trabajadores de la Capital, de todos los gremios, particularmente del cinturón proletario de Montevideo, constituyeron el núcleo granítico de la firmeza y disciplina del proletariado. Pero debe señalarse además que, en estas jornadas, también derrocharon su espíritu de lucha los trabajadores del Interior, demostrando hasta qué punto la conciencia de la clase trabajadora ha alcanzado un altísimo nivel en todo el territorio nacional (.)

La huelga general que hemos realizado constituye una etapa gloriosa (.) Ello no ha permitido alcanzar aún la victoria deseada, pese al derroche del heroísmo de los trabajadores (.) La batalla debe pues proseguir, pero se hace necesario cambiar la forma de lucha (.)

Estas consideraciones son las que han llevado a la Mesa Representativa de la CNT a decidir la terminación de esta etapa de lucha levantando la huelga general. En las presentes circunstancias su prolongación indefinida sólo llevaría a desgastar nuestras fuerzas y a consolidar las del enemigo (.)

No salimos de esta batalla ni derrotados ni humillados. Por el contrario, el heroísmo desplegado en todo su desarrollo, particularmente por los destacamentos más firmes de la clase obrera, la magnitud y combatividad de la demostración popular del lunes 9 de julio (.) demuestran que la fuerza de los trabajadores, a pesar de las heridas recibidas, no se ha mellado en lo fundamental". 

* Extracto del "Mensaje a los trabajadores uruguayos", 11 de julio de 1973, donde la Mesa Representativa de la CNT, reunida en el sanatorio ocupado de IMPASA, comunica la resolución (adoptada por mayoría) del levantamiento de la huelga. 
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Fue derrotado un método sindical *

Esta huelga general es la acción política más importante desarrollada en el Uruguay por el conjunto del proletariado, de los sectores asalariados, del estudiantado y vastos sectores sociales (...)

Es en la práctica de un sindicalismo conciliador, en el ablandamiento sistemático de los métodos (.) en la práctica de un sindicalismo reivindicativo -desvinculado de los aspectos programáticos- donde debe buscarse la explicación de las graves carencias que varios gremios evidenciaron, a tal grado que la huelga no pudo mantenerse e incluso, en algún caso, decretarse en forma efectiva (.)

Ningún gremio fue derrotado. Fue derrotado un estilo, un método, una concepción del trabajo sindical. En resumen: la fuerza de la huelga general contra la dictadura (experiencia históricamente inédita) golpeó a ésta en cierto grado. No logró voltearla, pero consiguió agrupar contra la dictadura un anchísimo frente desigualmente estructurado. La lucha puso a prueba todas las orientaciones, todos los sistemas organizativos y de trabajo sindical, todos los criterios tácticos. Corregir las carencias a la luz de la experiencia, de manera que la siguiente ola del movimiento ahogue a la dictadura, es una tarea necesaria que exige amplitud de criterio y seriedad de análisis".

 * Extractos del Balance de las "3F" (FUNSA, FOEB, FUS), documento de los sindicatos que se oponían a la orientación mayoritaria de la CNT, y en los cuales predominaban militantes de la Tendencia. 

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La orden de Arismendi

Durante la huelga general que se realizó entre el 27 de junio y el 11 de julio de 1973, Iván Altesor, un cuadro militar del Partido Comunista del Uruguay que luego combatió en Nicaragua, donde murió uno de sus hermanos, fue designado como enlace entre el secretario general, Rodney Arismendi, y el de Montevideo, Jaime Pérez, que pasaron a la clandestinidad.

El martes 11 en Ciudad de México, donde reside, Altesor participó en coloquio internacional organizado por el Instituto Mora, Flacso México y Cineteca Nacional de México a propósito de los 40 años de los golpes en Chile y Uruguay. 

Durante su exposición, que se pudo seguir por Internet, Altesor contó que su padre, Alberto, que tenía responsabilidades en el área sindical del PCU, fue informado de la decisión de proceder al levantamiento de la huelga en el transporte como "señal" hacia las Fuerzas Armadas. Altesor contó que la respuesta de su padre fue que daría cumplimiento a dicha orden, "sólo si la recibía directamente de Arismendi". La orden de Arismendi llegó y la huelga del transporte fue levantada, con la correspondiente influencia negativa en los demás huelguistas, explicó.

Sin embargo, Luis Iguini, que integró el comando de la huelga y la sección sindical del PCU, sostuvo que no recuerda que haya ocurrido lo que afirma Altesor (...)

* "Arismendi y una 'señal' a las Fuerzas Armadas". Nota publicada en el semanario Búsqueda, 27-6-2013 
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No se transformó en huelga cívica *

 
Pero la huelga se desarrolló muy aislada del conjunto de la sociedad, con mucha simpatía popular, pero sin fuerzas políticas y sociales que se sumaran de alguna manera. No se transformó en una huelga cívica, en una huelga nacional (.)

Fue una huelga de resistencia, que resistió mientras pudo. Sirvió, sin duda, sirvió. Yo nunca dije que los derrotamos. Nos derrotaron y nos masacraron, pero de alguna manera la huelga aisló socialmente a la dictadura. La dictadura no tuvo, como la de Pinochet, una base social en torno, nunca; nadie la respaldó". 

* Extracto de una entrevista a Vladimir Turiansky, miembro del Secretariado Ejecutivo de la CNT y dirigente del Partido Comunista en 1973. Alfonso Lessa, "El pecado original. La izquierda y el golpe militar de febrero de 1973".  Editorial Sudamericana, Montevideo, 2012)

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