EEUU/ en defensa de las revueltas de Ferguson [Robert Stephens II]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 19 13:51:52 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 19 de agosto 2014

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A l’encontre – La Breche

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Estados Unidos

En defensa de las revueltas de Ferguson

Robert Stephens II

Jacobin 

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Traducción de Viento Sur

Los manifestantes en Ferguson no son ni irracionales ni apolíticos. Están
llamando la atención sobre sus necesidades básicas no alcanzadas.

El fin de semana la policía en Ferguson, Missouri, asesinó al adolescente
negro Michael Brown. Mientras los detalles todavía están llegando a
cuentagotas, lo que está claro es que durante un enfrentamiento con un coche
patrulla a una manzana de la casa de su abuela, un policía disparó y mató al
adolescente desarmado en medio de la calle. Los testigos dicen que Brown
corría alejándose del policía y que tenía las manos alzadas justo antes de
que el policía le disparara.

Ferguson es una ciudad con una gran concentración de población negra pobre
bajo el control de unas instituciones abrumadoramente blancas. El asesinato
inmediatamente tocó una fibra sensible. Manifestaciones y protestas
estallaron mientras la gente tomaba las calles, lo que culminaría
eventualmente en una revuelta. Las multitudes oscilaban desde gente que
guardaba vigilia portando velas en el lugar de la muerte de Brown hasta otra
que quemaba establecimientos comerciales y arrojaba cócteles molotov durante
los enfrentamientos con la policía. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Lejos de ser una muchedumbre violenta y descerebrada, la gente de Ferguson
atravesó un proceso de elevación de su nivel de conciencia político que le
llevó a la insurrección. Un vídeo grabado en la escena muestra a varios
agitadores políticos hablando entre la multitud, convirtiendo la rabia
momentánea en unidad política. Un orador en particular, un joven negro,
ofrece un convincente análisis político que enmarca la injusticia que supone
la brutalidad policial como un subproducto del desorden económico de la
comunidad.

“Seguimos dándole nuestro dinero a esos blanquitos que están en sus
complejos residenciales, y no podemos obtener justicia. Ni respeto. Ellos
están dispuestos a echarte si no pagas una factura.... Es normal que uno
este harto.”

Las revueltas, como otras formas de acción política, pueden construir
solidaridad. Pueden crear fuertes sentimientos de identidad común. La
indignación que se desató en Ferguson atrajo rápidamente a la personas
pertenecientes a entornos marginales a lo largo de la región. Más que un
hecho que lo ilegitime, la presencia de esos “foráneos” refleja el poder
magnético del momento político.

Desde el comienzo, las manifestaciones antipoliciales que precedieron las
revueltas tuvieron una clara dinámica “nosotros contra ellos”. En un punto
de la manifestación, una mujer sosteniendo una cámara dice: “¿Dónde están
los gamberros? ¿Dónde están las bandas callejeras cuando las necesitamos a
todas?” y entonces la gente comienza a instar a las diversas bandas
callejeras a abandonar la violencia “negro contra negro” y a unirse en la
lucha contra la opresión. La comunidad estaba unida y preparada para
emprender acción. La policía era el problema, y había que pararles los pies.

La muchedumbre que se congregaba no era ni irracional ni apolítica.
Intentaban utilizar su oportunidad para abordar sus necesidades políticas
que iban más allá. Sabían que la violencia interracial en la comunidad era
tan sólo una de sus preocupaciones, y que en la mayoría de los casos quien
perpetraba acciones violentas eran los propios niños, primos, amigos y
vecinos de la comunidad. Aunque muchos arguyen que la población negra no se
preocupa por la violencia dentro de sus comunidades, los llamados que se
hicieron desde la gente para que las bandas callejeras se les unieran
demuestra que los levantamientos antipoliciales abren oportunidades únicas
para unir a la gente en formas que pugnan por resolver cuestiones de fondo
como la violencia de las bandas.

Tras la insurrección, los participantes siguieron debatiendo sobre el
levantamiento en términos políticos. DeAndre Smith, que estaba presenta en
la quema del local de QuikTrip, dijo a las noticias locales,: “creo que
están demasiado preocupados sobre lo que sucede en sus tiendas, comercios y
todo eso. Pero no les preocupa el asesinato.” Un segundo hombre añade: “Yo
simplemente creo que lo que sucedió fue necesario para demostrarle a la
policía que ellos no manejan todo”. Smith concluye: “no creo que haya sido
suficiente.”

En una segunda entrevista, esta vez con Kim Bell del St. Louis
Post-Dispatch, Smith amplio su opinión acerca de las revueltas como una
estrategia política viable.

“Esto es exactamente lo que se supone que tiene que pasar cuando una
injusticia sucede en tu comunidad... Yo estaba aquí fuera con la comunidad,
es todo lo que puedo decir... A decir verdad, no creo que esto haya acabado.
Creo que lo que han recibido es una lección de lo que significa
contraatacar, en el propio St. Louis, el último estado en abolir la
esclavitud. ¿Acaso creen que aun ostentan el poder sobre ciertas cosas? Yo
creo que así lo piensan.

Ellos obtienen dinero de la siguiente manera: negocios e impuestos, con la
policía parando gente y multándola, llevándolos a juicio, encerrándolos, así
es como ellos hacen dinero en St. Louis. Todo gira alrededor del dinero en
St. Louis. Así que cuando uno frena este flujo de ingresos ellos lo tiene
organizado...’nosotros vamos a comer, vosotros vais a pasar hambre’,
gentrificación. Vete tú misma a un barrio y ve si eres capaz de soportar el
hambre.... Esto no va a pasar aquí, no en St. Louis.”

Smith identifica lo que muchos que se autoproclaman como antiracistas e
izquierdistas no comprenden, que el racismo no es una cuestión moral o de
carácter. Él reconoce que el ordenamiento económico facilita y se beneficia
de la opresión racial, y es por eso que busca vías para interferir en ese
proceso y alterarlo. Este análisis no es solamente más real que cualquiera
ofrecido normalmente por la izquierda, sino que ademas interviniendo en base
a él es del único modo que se puede erradicar la jerarquía racial que está
tan arraigada.

Lo que suele pasar cuando ocurren sucesos como la rebelión de Ferguson, es
que gente bienintencionada se apresure en condenar a los participantes. Como
mínimo, tachan y descartan las revueltas como no productivas y oportunistas,
unas cuantas manzanas pueden arruinar el resto de la cesta. Esta actitud es
precisamente la que Deandre Smith criticaba en su primera entrevista. Muchos
de los detractores, de los cuales algunos son también negros, intentan
vigilar estas comunidades con “políticas respetables”, un llamado a que la
gente oprimida se muestre a sí misma en formas que sean aceptables para la
clase dominante en un esfuerzo para conseguir réditos políticos.

Tal y como el científico Frederick Harris escribió en un artículo este año:

Lo que empezó como una filosofía promulgada por las élites negras para
“elevar la raza”, mediante la cual se debían corregir los rasgos “malos” de
la población negra pobre, ha evolucionado ahora en una que se ha convertido
en uno de los sellos distintivos de la política en la era Obama, una
filosofía de gobierno que se centra en controlar el comportamiento de la
población negra dejada atrás en el marco de una sociedad que se vende como
repleta de oportunidades.

Pero la política de la respetabilidad ha quedado retratada como una
estrategia emancipadora que abandona los debates sobre las fuerzas
estructurales que ponen trabas a la movilidad social de la población negra y
de la clase obrera.

Mientras que las revueltas a menudo galvanizan los sucesos dentro de una
comunidad con el potencial de desatar una energía política concentrada en
dinámicas y direcciones impredecibles, las obsoletas políticas de la
respetabilidad conducen tan sólo a más marginalización y desestructuración.
Ahora bien, es posible no estar de acuerdo con la utilidad de la
insurrección. Pero la forma en que las comunidades reaccionan a la opresión
han de ser debatidas en términos políticos y no simplemente descartadas sin
más.

Vivimos en un contexto de supremacía blanca y capitalismo neoliberal donde
las políticas racialmente neutras están siendo utilizadas para mantener la
explotación de clase y la jerarquía racial, y cualquier intento abierto de
abordar el racismo es desarmado o ignorado. Estas políticas solamente
intensifican la desestructuración económica y la pobreza y son aquellos que
viven en los márgenes quienes las experimentan.

Lo que tanto los entrevistados por las noticias locales, como la gente que
se amontonaba en el lugar donde murió Brown parecían entender, es que lo que
se necesita es descoyuntar la interacción que existe entre opresión racial y
capitalismo. Sentían que una manifestación o cualquier otra forma aceptable
de indignación complaciente no abordaría sus necesidades políticas, y no se
equivocaban.

Muchos de nosotros nos apresuramos en condenar estos tipos de alteraciones
del orden normal porque estamos de facto satisfechos con la ilusión
postracial neoliberal. En los escombros reducidos a cenizas del QuikTrip,
alguien dejó un cartel que se dirigía a su “vecino empresario” con la
esperanza de que el negocio regresara: “Querido vecino empresario, siento
que haya ocurrido este acto de robo y violencia. Por favor vuelva pronto. Me
pasaré por aquí 2 o 3 veces por semana”.

En la superficie, abordar los efectos de una revuelta es una cuestión
importante. Poniéndose en el papel de consumidores que necesitan de su
“vecino empresario”, es posible que esta persona no esté actuando motivada
por la preocupación de que los trabajadores puedan perder sus empleos, que
también son sus vecinos, sino por el miedo de ver alterada su rutina de
consumo. Tal y como Deandre Smith observaba, nos identificamos más con
ventanas rotas que con personas rotas.

Desde el Motín del Té en Boston hasta la Rebelión de Shays, las revueltas
han moldeado para bien o para mal a los Estados Unidos. En el pasado, los
blancos revoltosos tuvieron acceso al poder institucional, lo que permitió
que algunas de sus demandas fueran legitimadas y resueltas políticamente, al
menos en los términos posibles en una sociedad capitalista. La clave del
levantamiento de Ferguson, como de cualquier otro momento político que no
puede permanecer como tal eternamente, es la transición entre la indignación
y desorden, y la creación de una organización política que actúe en un
sentido constructivo. Es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero este tipo
de reacción es mejor que aquella que despacha las revueltas y que tan sólo
pone trabas a la gente para llevar a cabo esta tarea hercúlea.

Malcolm X nos recuerda que los medios de comunicación son instrumentos
claves para la opresión porque son los que determinan qué actos son
respetables y que otros son extremistas y por ende ilegítimos. En vez de
seguir ese guión familiar, rechacemos esas narrativas sobre los revoltosos
como gentes vacías de política. Encontremos vías para observar y discutir de
forma honesta sus necesidades políticas más que simplemente criticar la
naturaleza de su respuesta a la violencia social.

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