Cuba/EEUU/ factores de moderación y pragmatismo en el continente [Mario Osava]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 26 09:38:11 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 26 de diciembre 2014

germain5 en chasque.net

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Cuba/Estados Unidos 

Ahora fomentan moderación en América 

Con la decisión de reanudar relaciones diplomáticas, Cuba y Estados Unidos,
dos antípodas que antes inspiraban o fomentaban extremismos en el continente
americano, se convierten ahora en factores de moderación y pragmatismo.

Mario Osava

IPS, Río de Janeiro, 22-12-2014

http://www.ipsnoticias.net/

El aislamiento de Cuba 25 años después de acabar la Guerra Fría provocaba un
rechazo tan amplio, que pierde relevancia el embargo económico que data de
octubre de 1960 y que solo el Congreso legislativo estadounidense puede
abolir. La primacía en este caso es política.

Además las medidas anunciadas por el presidente de Estados Unidos, Barack
Obama, el 17 de diciembre le restan eficacia al bloqueo comercial y
financiero. Elevar de 500 a 2.000 dólares el límite trimestral para remesas
de dinero a la isla caribeña y liberar transacciones entre bancos de los dos
países son algunos ejemplos.

El gesto de Obama, así sea tardío, y el acuerdo cubano desarman tensiones
cuya persistencia se debe en gran parte a las confrontaciones entre los dos
países. Empiezan por salvar a la Organización de los Estados Americanos
(OEA) de la corrosión que le provocaba la exclusión de Cuba, rechazada por
latinoamericanos y caribeños.

Otra iniciativa, la de sacar Cuba de la lista de países que apoyan al
terrorismo, le abre puertas a financiamientos externos que le eran vedados
hasta ahora.

La impaciencia ante esa situación se manifestó en la invitación, por el
gobierno anfitrión, al presidente cubano, Raúl Castro, para que participe en
la Séptima Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en abril de 2015 en
Panamá. Significativamente, Castro y Obama han sido de los primeros en
confirmar su asistencia.

En la cumbre anterior, en 2012, Canadá y Estados Unidos vetaron la presencia
cubana, impidiendo el consenso indispensable para que el presidente
colombiano, Juan Manuel Santos, invitase a su colega cubano a la cumbre en
Cartagena de Indias. Pero esa polémica contaminó los debates, esterilizando
discusiones de fondo.

El diálogo abierto por Obama y Castro apunta al fortalecimiento de la OEA,
que revocó en 2009 la expulsión de Cuba aprobada en 1962. El gobierno cubano
rechazó entonces volver a “un organismo en el que todavía Estados Unidos
ejerce un control opresivo”, pero es probable que cambie de posición ante la
nueva situación.

De todas maneras, la OEA debe intensificar su papel de foro continental para
el debate de las diferencias y conflictos, incluso sobre derechos humanos,
otro tema que  dificulta la reincorporación de Cuba, ante las denuncias de
violaciones.

Será también un foro importante para el reacercamiento de Washington a
América Latina, región que perdió prioridad para Estados Unidos en las
últimas décadas.

Eso puede reducir el peso de asociaciones regionales, como la Comunidad de
Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), que se justifican por reunir
a los países de la región, con afinidades por su nivel de desarrollo y sus
culturas, pero que se alimenta asimismo de la contraposición al sistema
interamericano con hegemonía estadounidense.

Sin la confrontación La Habana-Washington desaparece una de las referencias
de los radicalismos de todos los signos en América.

Incluso, puede llegar a sorprender una votación legislativa sobre el fin del
bloqueo económico, en que se prevé una derrota de Obama por la mayoría del
opositor Partido Republicano.

Los grupos de presión anticastristas han ganado elecciones en el estado de
Florida, pero envejecieron y la apertura hacia Cuba alienta intereses
económicos contra las trabas comerciales.

En América Latina esa distensión debe contribuir al esfuerzo para poner fin
al conflicto armado colombiano, que dura más de cinco décadas. Desde hace
dos años, el gobierno y la guerrilla negocian la paz en La Habana, el lugar
elegido para el diálogo.

Hace algún tiempo sería impensable considerar a Cuba como un campo
suficientemente neutral para buscar acuerdos entre tales enemigos.

Colombia representa, junto con el bloqueo político y económico a Cuba, la
persistencia de conflictos que sobreviven al contexto que los generó,
confirmando que la historia es todo menos lineal.

Desde su violencia preliminar en 1958 y hasta 2012, la guerra en Colombia
dejó cerca de 220.000 muertos, civiles 81,5 por ciento de ellos, 4,7
millones de personas desplazadas, por lo menos 27.000 desaparecidas y
cantidad similar de secuestradas, según el informe “Basta Ya”, elaborado por
el Centro Nacional de Memoria Histórica, órgano público creado en 2011.

Además engendró el fenómeno masivo de los paramilitares que responden por la
mayor parte de los 150.000 asesinatos estimados entre 1981 y 2012, superando
largamente la suma de los practicados por las fuerzas del Estado y de la
guerrilla.

Buena parte de esa mortandad contó con el apoyo de Estados Unidos al
gobierno. La represión a los insurgentes se intensificó con el Plan
Colombia, de ayuda financiera y militar estadounidense a partir de 1999,
para combatir tanto los grupos izquierdistas como el narcotráfico.

Pero fue en los años 60 y 70 que Cuba y Estados Unidos protagonizaron los
más violentos enfrentamientos, en general por fuerzas interpuestas.

Mientras la isla socialista fomentaba movimientos revolucionarios armados en
América Latina y apoyaba la lucha anticolonial africana, incluso con sus
propios soldados, Washington ayudó a diseminar dictaduras militares e
intervino directamente donde consideró amenazados sus intereses, como
República Dominicana en 1965.

Las batallas directas, como la invasión de Playa Girón por anticastristas
entrenados por Estados Unidos, en 1961, operaciones de espionaje e intentos
de asesinar a Fidel Castro, alimentan la enemistad a ser superada por el
pragmatismo ante nuevos desafíos.

El deterioro económico cubano, que se agrava por la crisis en Venezuela de
donde viene la ayuda petrolera, estimula entendimientos con el
“imperialismo”. Una autocrítica, reconociendo errores propios, es otra
necesidad.

La historia cubana registra locuras que solo se explican por decisiones
centralizadas sin  consultas previas, como la siembra de café en los
alrededores de La Habana, casi al nivel del mar, para un cultivo de
altitudes. Poco se produjo y se perdió el “cordón” hortícola de la capital
en los años 60.

Si la revolución inspiradora de la izquierda adopta una posición pragmática
y dialoga con el “enemigo”, es de esperarse un efecto moderador en los
gobiernos y partidos de retórica antiimperialista en América Latina,
especialmente los llamados “bolivarianos”.

Brasil puede beneficiarse de la incipiente distensión, por el diálogo con
todas las corrientes, la presencia en proyectos estratégicos de Cuba, como
la zona especial de desarrollo de Mariel, cuyo puerto fue ampliado por una
constructora y un financiamiento brasileños.

La industria azucarera, clave para la economía cubana, puede recuperarse con
la  tecnología de Brasil, que sucedió a Cuba en la posición de mayor
productor mundial de la caña de azúcar.

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