Brasil/ el mundial de la Fifa y Lula: estadios sin pobres ni "morenos favelados" [Silvio Schachter]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 5 18:18:30 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 5 de julio 2014

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A l’encontre – La Breche

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Brasil

El mundial de la FIFA y el dirigente del PT

Silvio Schachter

ContrahegemoníaWeb

http://contrahegemoniaweb.com.ar/

“Dilma, viste a alguien en el estadio con cara de pobre? No había ningún
moreno”. Declaro Luiz Inácio da Silva, en respuesta a los abucheos e
insultos a la presidenta Dilma Rousseff, en el partido inaugural, que él
atribuyó a los sectores más ricos de la población. Tiene razón Lula (lula es
calamar en portugués) el mundial de fútbol que él patrocinó entusiastamente
hasta lograr su designación, el 30 de octubre de 2007, cuando ejercía la
presidencia del país, no tiene pobres en los estadios. Él sabe que no es un
evento para los pobres, porque lejos están los “morenos favelados” de poder
abonar los hasta más de mil dólares que pagó el público por un sitio en el
estadio paulista.Este no es el mundial de los pobres, ni tampoco de Brasil.
Es el mundial de la FIFA, que se realiza en Brasil. País cuyo gobierno
aceptó de manera humillante todas y cada una de las imposiciones que la
multinacional del negocio del fútbol le exigió.

Al pueblo brasilero ésta “fiesta del deporte más popular” le costó más de
15.000 millones de dólares, que si se toman todos los gastos realizados
desde el 2008 llegarían a los 30.000 millones. Más que lo gastado en los
mundiales de Alemania y Sudáfrica juntos. A Lula no debería extrañarle
entonces la genuina indignación de la mayoría del pueblo, no los asistentes
a la inauguración, incluidos quienes lo eligieron por dos periodos
presidenciales.

Este no es el mundial de los pobres, es el negocio de las corporaciones
encabezadas por la FIFA, entidad atravesada por la corrupción de sus
dirigentes, involucrados en todo tipo de maniobras ilícitas, cuyo punto más
relevante es la designación de Qatar para el mundial del 2022. La “fiesta”
de la Copa 2014 le dejará a la Federación la ganancia de 4.000 millones de
dólares.

Para garantizar el éxito de su empresa, la FIFA impuso durante los días del
fútbol su propia ley, que el gobierno federal aprobó en junio del 2012 (Ley
12.663) que entre otras cuestiones establece el monopolio concedido a la
FIFA en todo lo referente a la Copa de 2014. De acuerdo a ella todas las
personas –físicas o jurídicas– deberán tener cuidado de no incurrir en
ninguna infracción que la FIFA considere tal, o serán punidos por ello (ver
artículo en www.pavio.net). Esta forma de operar se empezó a aplicar en el
mundial de Alemania, siguió en el de Sudáfrica y continuó en Brasil. Así
pues, Lula y Dilma sabían con quién trataban, e hicieron los deberes.

El costo de las entradas, el tipo de estadios, los criterios de admisión,
fueron pensados con la lógica propia de la rentabilidad y el lucro propios
de una multinacional. Por lo que no hay lugar para sorpresas.

El absurdo para defender el negocio mundialista llega hasta el punto de
lograr la suspensión durante junio y julio del estatuto del torcedor, la ley
que prohibe la venta de alcohol en los estadios. La FIFA privilegia su
contrato con la cervecera Budweiser e impuso la excepción. “Voy a pelear
hasta el final para que la FIFA no cree un Estado dentro del Estado”,
declaró el ex jugador y actual diputado Romário. Su esfuerzo no alcanzó.

Esta no es la Copa de los pobres y del pueblo, es el evento de las marcas:
Coca-Cola, Mc Donals, Adidas, Nike, Puma, empresas automotrices, bancos,
aerolíneas, de publicidad, comunicaciones y las cadenas de televisión, que
compraron la atención de millones en el evento más visto del planeta.

No es el mundial de lo pobres, porque a los reclamos de mejoras en la salud,
educación, transporte, que explotaron en junio del 2013 en todo Brasil, se
les respondió con leyes y acciones represivas, que en estos días incluyen
requisas y detenciones de personas que hicieron conocer su rechazo a la
Copa.

No es el mundial de los pobres, porque favorecieron a las empresas que se
adjudicaron las obras, que manifiestamente demoraron los trabajos para
extorsionar sobre las fechas perentorias, para obtener sobre-precios que
llegan al 100 por ciento de las licitaciones originales.

No es el mundial de los pobres, porque significó la remoción violenta de
viviendas en barrios humildes para garantizar el cumplimiento de las
exigencias de la FIFA y abrir el paso a los operadores inmobiliarios.

No es el mundial de los pobres porque las ciudades sede fueron objeto de la
limpieza social de los sin techo que “ensuciaban” las calles.

No es el mundial de los pobres porque mientras se construyeron estadios
faraónicos, como el de Manaos en el corazón del Amazonas, se reprimió
brutalmente a los nativos de esa región, que se manifestaron en Brasilia con
el argumento que con sus trajes típicos llevaban peligrosos arcos y lanzas.

No es el mundial de los pobres porque el modelo socio-cultural que se les
ofrece a los jóvenes, es el de tratar de imitar a una elite de exitosos
jugadores que ganan millones de euros por mes.

No es el mundial de los pobres porque el fútbol, hermoso juego colectivo,
que solo requiere una simple pelota para divertirse, el que juegan millones
de pobres en todo el mundo, se ha transformado en una mercancía que lo
envilece.

No es el mundial de los pobres porque degrada el patriotismo, para
convertirlo en una parodia exitista, donde el himno se canta con la mano en
logo de Adidas o Nike. Tampoco es la selección de todos y todas, es el
seleccionado de la AFA, presidida por el capo mafioso don Julio, designado
en el cargo por el vice-almirante de la dictadura, Carlos Lacoste en 1979.
Don Julio es el actual vicepresidente de la FIFA en su estratégica área de
finanzas.

No es el mundial de los pobres porque exuda machismo y sexismo, que exalta a
las mujeres adorno llamadas “botineras” y a las “bellezas” de la tribuna,
festejando al periodista que dijo “lo mejor que pueden hacer las mujeres en
casa, es no tapar el televisor durante los partidos”.

No es el mundial de los pobres porque sus reclamos y reivindicaciones son
opacados por la abrumadora propaganda mundialista.

Así es Lula, no había ni habrá pobres negros en ninguno de los estadios de
la Copa, con palcos fastuosos y amplias y prolijas butacas para los ricos
que profirieron “vaias” –abucheos– e insultos a Dilma. Aunque festejen y con
razón cada gol de la verdeamarela, e incluso el campeonato, los mundiales
desde hace mucho tiempo dejaron de ser una fiesta popular. Usted lo supo
siempre.

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