Uruguay/ Cootelpa: los mendigos organizados [Guillermo Torija]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jul 7 21:31:52 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 7 de julio 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Uruguay

12 años de cooperativismo en paradas de taxis montevideanas

Mendigos organizados

Guillermo Torija

Brecha, Montevideo, 4-7-2012

http://brecha.com.uy/

La Cooperativa Obrera de Telefonistas de Paradas (Cootelpa) es un
emprendimiento autogestionado que hoy comprende a 15 paradas de Montevideo y
nuclea a 83 trabajadores fijos y 25 suplentes. El proyecto cooperativo logró
transformar uno de los trabajos más precarizados e informales que había en
un emprendimiento laboral digno, con derechos contemplados, aunque para ello
fueron necesarias arduas batallas políticas y callejeras con la patronal del
taxi. Aprendiendo sobre la marcha, sin recetas ni experiencias ajenas para
usar como espejo o guía, fueron haciendo su camino. Cambiar hábitos de
relacionamiento laboral y el reparto de los ingresos obtenidos fueron y son
lo más complejo en las discusiones, aunque singularmente éstas dieron forma
a lo que hoy es Cootelpa. Una de las tantas contiendas dialécticas fue
motivada por el nombre a ponerle a la cooperativa, que según Sergio “Pájaro”
Pereira resultó muy controversial en la interna. Había dos firmes
candidatos. “Le terminamos poniendo Cooperativa Obrera de Telefonistas de
Paradas. Podríamos haberle puesto Cooperativa de Mendigos Organizados.
Estuvimos a punto…”

Parado en el medio de José Ellauri frente a la puerta de ingreso del Punta
Carretas Shopping, Walter Vázquez levanta su mano derecha y le hace señas a
un tachero preguntándole si está disponible, y al mismo tiempo avisándole
que tiene un viaje para hacer. El código de señas es recibido con aceptación
por el obrero del volante, que inmediatamente se orilla al cordón. Walter
abre la puerta delantera del coche, corta un boleto del rollo que tiene
guardado en su bolsillo derecho, recibe en la palma de su diestra la ficha
valor cinco pesos que el taxista paga por el servicio de la parada, al
tiempo que con sus dedos ofrece el boleto al chofer, que no acusa recibo.
Ayuda a ingresar a una señora al coche, recibe una propina, agradece el
gesto, cierra la puerta del taxi saliente y pasa a abrir la siguiente del
taxi entrante para un nuevo cliente. Detrás de él, un delivery le pregunta
una dirección y él responde con precisión. Se forma una cola detrás del
cartel que indica la parada de taxis, y comienzan a llegar vehículos libres
haciendo fila contra el cordón. Walter llama de a uno, según el orden de
llegada, a personas y coches. Hace más de veinte años que labura en esa
parada.

La Farola, de Punta Carretas, tiene uno de los 13 permisos de gestión
adjudicados a la Cootelpa. Según Ary Wiedemann, trabajador de la parada de
Tres Cruces y actual vocero del Sindicato Único de Automóviles con
Taxímetros y Telefonistas (suatt), “han pasado miles de compañeros por los
registros de Cootelpa”, y explica que fue el salvavidas de muchas personas
desempleadas, que por un tiempo encontraron en las paradas un ingreso hasta
que consiguieron algo mejor. “Siempre se buscó dar una orientación abierta a
la cooperativa a través de la bolsa de suplentes: por un lado, que sirva
para los trabajadores del taxi que se quedan sin laburo, para compañeros del
resto del movimiento obrero que han tenido distintas complicaciones, y
también para compañeros del movimiento estudiantil, que somos muchos, y que
algunos nos fuimos quedando para continuar el proyecto. A veces el
cooperativismo tiende a cerrarse al pequeño grupito de los fundadores. Con
nosotros es todo lo contrario, la idea es que esto esté abierto, que se
nutra de compañeros, que participen, y todos tengan las mismas oportunidades
de intervenir en la asamblea”, dice Wiedemann.

Mancos, rengos y bobos

“¿Querés saber cómo es este trabajo? Este trabajo es una mierda. En la
parada de taxis trabajaban los mancos, los rengos y los bobos”, definió el
Pájaro Pereira. Históricamente el trabajo en las paradas de taxis fue de una
informalidad total. Fueron inauguradas por patrones del taxi que
identificaban determinados puntos de la ciudad donde se amontonaba gente en
busca de este transporte, lo que significaba una cantidad asegurada de
viajes por día. Esos puntos generalmente eran las puertas de los hospitales,
terminales de ómnibus, y luego los ingresos a los centros comerciales. Al
establecerse las paradas, la Intendencia capitalina comenzó a otorgar los
permisos para la gestión de esos puntos, que fueron entregados a comisiones
de taxistas o patrones del taxi. Los trabajadores de las paradas eran
empleados de esas comisiones patronales. “Se trabajaba por la propina, sin
ningún tipo de beneficio social. Si te enfermabas te hacían una colecta, en
el mejor de los casos. Estaba el tema de que el que mandaba en la parada era
el otro, vos tenías que aprontarle el mate, limpiarle la vereda. Era una
lógica bastante perversa”, explica Wiedemann.

En 1994, a partir de la presión de los trabajadores por “blanquear” el
trabajo, se logró una resolución municipal que, mediante un plus cobrado a
las patentes de los taxis, permitía pagar los aportes jubilatorios de los
trabajadores de las paradas. Esa resolución fue vetada por el Legislativo
nacional y quedó trunca. “Ahí comenzó a tener participación activa el
sindicato del sector. Si bien el suatt siempre incluyó a los telefonistas de
las paradas como afiliados, comenzó a entender esa situación como una
problemática a resolver. Fue entonces que se formó la cooperativa y se fundó
jurídicamente”, cuenta Wiedemann. Pero el mayor problema seguía siendo el de
los permisos de gestión de las paradas, que continuaban en manos patronales.
Más allá de la conformación de la cooperativa, en las paradas seguía
mandando el patrón. Recién en el año 2001 la Junta Departamental de
Montevideo aprobó un proyecto impulsado por el sindicato que le da
“prioridad a quienes cumplan la función de telefonistas de las paradas” para
la asignación de permisos. Pero si bien los permisos estaban en manos de
Cootelpa, en la práctica el asunto no fue tan sencillo. “Había compañeros
que llegaban a la parada a empezar el turno, estaba el patrón del taxi que
decía: ‘Acá estoy yo’, y bueno, es la calle, terminaban a las piñas. Así
hubo un montón de problemas durante mucho tiempo, hasta que se fueron
consolidando los permisos y la cooperativa logró mantener y gestionar, en
principio, unas 20 paradas, lo que abarcaba a más de cien trabajadores
efectivos”, cuenta Wiedemann.

Esa consolidación sirvió para continuar el proceso de formalización del
trabajo que se estaba gestando en una época muy particular de la realidad
del país: plena crisis económica. Al tiempo que gran cantidad de
trabajadores pasaban a la informalidad o simplemente quedaban desocupados,
las paradas de taxis se estaban formalizando. Según Wiedemann la crisis
generó una merma en la producción, puesto que “en momentos de crisis la
gente en lo primero que ahorra es el taxi”; pero por otro lado se seguía con
el proceso de formalización, y en vez de desocupar gente, el sector comenzó
a dar trabajo a muchos con la creación de la “bolsa de suplentes”. Walter
Vázquez le vio algo positivo a ese contexto, sintió que de alguna forma la
crisis fortaleció a la masa sindical, pues estar peleando por la
formalización del trabajo más informal del mundo, ganar beneficios como el
aguinaldo, la licencia y el seguro de salud en plena crisis económica,
manteniendo los puestos laborales, todo gestionado por ellos mismos, era un
gol de media cancha, un cachetazo a la realidad. “Si hoy existe algo de
formalidad en el trabajo de las paradas es gracias al trabajo de la
cooperativa, que siempre mantuvo el pago de aguinaldos, de beneficios,
procuró que los compañeros tuvieran la sociedad médica, a costa muchas veces
de hacerle alguna moña al bps, no pagarle siempre y generar algún
endeudamiento. Pero se logró mantener esa formalidad que generó un vínculo
muy importante entre los trabajadores”, sintetizó Wiedemman.

La trifulca

Ya sentado en la humilde y decorosa cabina de trabajo, el Pájaro Pereira,
tiempo atrás vocero del suatt y conocido por muchos como “el pelado del
taxi”, se dispone a contar la gesta mayor de los trabajadores de Cootelpa
después de reprocharle a Walter no haberlo mencionado en la entrevista: “¿No
le dijiste nada de la ocupación de la Junta Departamental?”. En 2001 el
conflicto entre los trabajadores de las paradas y la patronal del taxi por
los permisos para gestionar las paradas se agudizó. Llegado 2001, los
permisos de gestión seguían en manos de los patrones del taxi y las
comisiones de taxistas. Ese año el suatt presentó un proyecto a los ediles
planteando que los permisos de gestión de las paradas fueran entregados
únicamente a los trabajadores de éstas. “En ese entonces el presidente de la
Junta era (Jorge) Zabalza. Se entregó el proyecto pero algunos ediles del
Frente Amplio empezaron a echar para atrás, no les convencía que sólo los
trabajadores gestionáramos las paradas. Las idas y vueltas políticas fueron
tales que determinamos ocupar la Junta Departamental”, contó el Pájaro.
Finalmente consiguieron su objetivo. “Expropiamos las paradas a los patrones
sin pagar ninguna indemnización”, sintetizó el Pájaro. Las respuestas
patronales no se hicieron esperar.

Una tarde fría de cielo encapotado, como las que caracterizaron a esta
semana capitalina, el Pájaro cayó a La Farola acompañado por la dirección
del sindicato. Los trabajadores de la parada habían telefoneado avisando de
la inminente amenaza que implicaban más de setenta coches de patrones e
integrantes del sindicato amarillo apostados en la acera de enfrente, por la
calle Francisco García Cortinas, hasta la esquina de Zorrilla de San Martín
y Ramón Fernández. Era una contraofensiva a la aprobación del proyecto por
parte de la Junta Departamental. Había poco más de veinte trabajadores,
cruzando miradas desafiantes hacia el otro bando junto con esporádicos
improperios de ida y vuelta. Cuando arribó la dirección sindical llegaron a
ser un puñado más, la intención era abrir el debate con los de enfrente. El
diálogo fue corto, la trifulca fue un tanto más larga y enardecida. Piñas,
codazos, patadas, la trenzada fue dura. Todo prosiguió como buen
enfrentamiento callejero hasta que llegó la Policía. “Esa tarde toda la
dirección del sindicato terminó en la décima”, acotó el Pájaro. Pero la
medida amarillista no terminó ahí, según él. “Pusieron una carpa acá, frente
a la parada, disfrazada de medida gremial. Estuvieron un tiempo, hasta que
nos hicieron un atentado, nos prendieron fuego la cabina. Era de fibra de
vidrio con piso de hormigón, que fue lo único que quedó, el resto estaba
todo derretido. Así estuvimos trabajando meses, sin tener un techo,
electricidad, sin poder calentar agua para el mate, hasta que levantamos
esta cabina de madera. Ahora estamos mucho mejor, al ser de madera lleva su
mantenimiento, pero estamos bien. Lo que sí, no busques una escuadra porque
no la vas a encontrar.”

Inventarlo todo

Según el Pájaro Pereira, Cootelpa es la única experiencia cooperativa de
trabajadores de paradas de taxis en el mundo. Eso llevó, según él, a
improvisar en decisiones de funcionamiento; algunas dieron buenos resultados
y en otras “se metió la pata”. “Hemos perdido permisos por no saber leer
bien los cambios que fue teniendo Montevideo en el entramado social. Otros
los dejamos de lado porque no daban, no rendían. Pero el cambio más fuerte,
y que costó, fue el hecho de que antes trabajaba para mí y ahora trabajamos
para todos.” Hoy los trabajadores de las paradas de taxis tienen un fondo
común por parada, que terminado el día lo dividen en partes iguales. En cada
parada todos ganan lo mismo. Wiedemann explica que esto, que parece tan
sencillo y lógico, llevó su tiempo. “Mirá aquél que no hace nada”; “Éste
siempre llega tarde”; “Yo me mato y gano lo mismo”: contra esas visiones
también tuvieron que luchar. “Son problemas más estructurales, egoísmos,
problemas que surgen por la propia composición social de la cooperativa. Son
temas de formación que llevan su tiempo, pero de hecho pudimos implementar
el fondo común del aguinaldo. Estos temas se resolvieron en asambleas
generales de la cooperativa, que juntamos una o dos veces por año”, explica
Wiedemann.

La cooperativa se organiza en comités de paradas, comisiones laborales,
plenarios, la comisión administrativa y la comisión directiva. La directiva
es elegida cada dos años por el voto de los cooperativistas, y los cargos no
son renovables. Tienen una empleada administrativa –único sueldo fijo que
paga la cooperativa– y dos cargos para la gestión elegidos cada año y medio
–no renovables–, que se encargan de la organización de reuniones, el manejo
de la bolsa de suplentes, reparto de jornales, aguinaldos, licencias, e
intervenir en los problemas que puedan surgir en las paradas. El Pájaro los
llama “interventores”, porque la comisión directiva los habilita a
intervenir en las paradas para solucionar diferendos. “Es un determinado
poder que se le adjudica al interventor, con el cual hay que tener cuidado
porque te puede marear”, explica.

El próximo objetivo que se planteó la asamblea de la cooperativa es avanzar
hacia un fondo común único, puesto que hoy las distintas realidades de las
paradas hacen que haya una diferencia salarial entre los trabajadores, que
han intentado matizarla sumando trabajadores a las paradas que más trabajan.
Este mecanismo de reparto igualitario de lo recaudado haría que
–independientemente de la parada donde se trabaje y el turno que se haga–
todos ganaran lo mismo. Según Wiedemann no es algo sencillo de implementar,
pero se está avanzando siguiendo el ejemplo de los aguinaldos. “El estar
organizado te da la posibilidad de hacer esas cosas, y es lo que da el
colectivo. El planteo general es que la cooperativa sirva para que el
sindicato se fortalezca, que los compañeros tengan mejores herramientas para
defender sus derechos, y sirva como motor de algo más general, que es un
proyecto de cambio. Nosotros queremos demostrar que desde esto chiquito que
es trabajar en las paradas de taxis, que desde el punto de vista económico
para el país no significa nada, se pueden hacer las cosas de otra manera.
Hacer notorio que un montón de gente puede vivir sin patrón”, concluye
Wiedemann.

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