Irak/ la militarización de la prostitución [Nazanin Armanian]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jul 27 00:04:58 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 27 de julio 2014

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A l’encontre – La Breche

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Irak

La militarización de la prostitución 

Una práctica común de yanquis y yihadistas

Las musulmanas, cristianas, judías, izadíes y ateas de Irak nunca habían
oído el término “Yihad al-Nikah”: lo que se conoce como “Guerra Santa del
Sexo”, el llamamiento del Estado Islámico de Irak y Levante (eiil) a que las
chicas solteras de las ciudades conquistadas se ofrezcan de forma voluntaria
a los rebeldes para convertirse en sus esclavas sexuales a cambio de algo
material, un eufemismo de la prostitución.

Nazanin Armanian       

Brecha, Montevideo, 25-7-2014 

http://brecha.com.uy/

Como ellos se juegan la vida por el avance del Estado Islámico, los padres
de niñas solteras y aquellos hombres musulmanes que poseen varias esposas
deben entregarles a algunas como forma de recompensa, si no tanto ellos como
ellas serán duramente castigados. 

La vida del pueblo iraquí, y en especial de sus mujeres, se deteriora a
pasos agigantados. El país viene sufriendo tres décadas de guerras. Ha
pasado de una dictadura semilaica a una teocracia sectaria y totalitaria
instalada por Estados Unidos, que estableció un apartheid sexual contra la
mujer poniéndola en el rango de los menores e incapacitados psíquicos –o sea
como persona necesitada de un tutor varón de por vida–, además de legalizar
la pederastia al bajar la edad nupcial de 18 a 9 años, entre otras medidas
misóginas.

La punta del Iceberg

“Mientras estábamos jugando a los naipes y bebiendo un whisky, surgió la
idea de ir a una casa iraquí, violar a una mujer y matar a su familia”,
confesó uno de los tres agentes especiales del ejército de Estados Unidos
que encerraron a un matrimonio y a su hija de 6 años en una habitación de su
casa y violaron a la hija mayor, de 14, Abir Kasim Hamza al Yanabi, varias
veces. Luego mataron a los padres y a la pequeña, y volvieron a violar el
cuerpo destrozado de Abir, para después dispararle. Echaron querosene sobre
el cuerpo de Abir, le prendieron fuego a ella y a la casa y después se
fueron a comer un pollo asado. Los agresores, de entre 19 y 23 años,
portadores de libertad y democracia a Irak, fueron encubiertos por sus
superiores, que redactaron un informe falso sobre los hechos hasta que la
verdad salió a la luz e Irak se estremeció. La película Redacted, del
director Brian de Palma, refleja parte de esta matanza. Barack Obama
consiguió inmunidad para estos soldados sirviéndose de los gobiernos títeres
de Irak y de Afganistán, países donde mantendrán a decenas de miles de
efectivos.

En Irak las empresas contratistas privadas vinculadas con el Pentágono– que
trafican con mano de obra barata masculina para las bases militares–
utilizan sus contactos para contrabandear mujeres, y tanto importan como
exportan: reclutan mujeres chinas, rusas, etíopes, filipinas, surcoreanas y
tailandesas, entre otras “no musulmanas” –ya que al contrario de Vietnam, en
Irak no pueden convertir en esclavas sexuales a las musulmanas de forma
pública y masiva–, y las envían a las tropas de Estados Unidos en Irak,
mientras mandan a las mujeres iraquíes a los militares instalados en los
países árabes del Golfo Pérsico.

El despliegue militar de Estados Unidos en la región ha disparado la demanda
de esclavas sexuales y el comercio de mujeres. A las “importadas” de otros
países se las engaña con falsas ofertas de trabajo –como cocineras,
telefonistas, limpiadoras–, la promesa de sueldos de hasta 3 mil dólares y
un destino en las petromonarquías de la zona. Una vez en Irak, el ruido de
las bombas y el estar atrapadas entre militares violadores las despierta del
sueño hecho pesadilla. No podrán ir a ninguna parte ni habrá nadie que
atienda su dolor y sus quejas. Si 30 por ciento de las mujeres militares son
violadas durante su servicio, 71 por ciento asaltadas sexualmente y 90 por
ciento son objeto de acoso sexual, es posible imaginar la vulnerabilidad de
una trabajadora filipina.

Las imágenes publicadas sobre las atrocidades cometidas en la prisión de Abu
Gjraib –entre las que hay fotos de violaciones colectivas a mujeres
iraquíes– muestran la coincidencia entre el perfil de los violadores y los
clientes de la trata de mujeres y de la industria del sexo.

En junio de 2007 el diario británico The Independent revelaba la
escalofriante cifra de 50 mil iraquíes refugiadas en Siria, niñas y
adolescentes huérfanas y mujeres viudas o con familias a su cargo, que se
habían visto forzadas a prostituirse en este país aún en paz. Otras miles
alquilaban su cuerpo en Jordania, Yemen y Emiratos Árabes Unidos. Años
antes, en 1999, Saddam había mandado decapitar a decenas de mujeres forzadas
a prostituirse por las duras sanciones económicas impuestas por Estados
Unidos y la onu. Claro que nadie tocó a sus clientes.

En la Siria de antes de 2011 las discotecas y los burdeles de Damasco
estaban llenos de mujeres, y también de niñas de 11 o 13 años, que pedían
unas 1.500 libras sirias (casi 30 dólares) por hora. Adolescentes que se
habían escapado de la violencia doméstica o del matrimonio forzado habían
caído en las redes que acechan en las estaciones de autocares.

Los conflictos armados, las hambrunas, las crisis económicas y demás
calamidades benefician a las mafias dedicadas a la prostitución. A tal punto
que las empresas del crimen organizado cotizan en la bolsa, y en los países
capitalistas “con rostro humano”, como Dinamarca y Holanda, la industria del
sexo constituye entre el 3 y el 5 por ciento de su pbi.

Los crímenes de honor se disparan

“Sólo la sangre lava la vergüenza.” Así lo creían las sociedades tribales
árabes que distinguían entre sharaf, “dignidad de la familia”, el clan, que
se conserva mediante un comportamiento modélico de sus miembros, e ird, “la
pureza y el honor de la mujer”, que disminuye cuando ella cruza
–voluntariamente o no– las líneas rojas de la moral establecida (al ser
violada, prostituida, cometer adulterio y otros delitos sexuales). De modo
que eliminando a la mujer se salvaba el sharaf del hombre y del grupo. En
una sociedad tan desestructurada como la de Irak, donde la muerte está en
cada rincón, el instinto de supervivencia rompe las líneas de todos los
colores, sin importar las consecuencias.

Los crímenes de honor, que sólo en Pakistán arrancan la vida de al menos 5
mil mujeres al año, se diferencian de otras formas de violencia ordinaria de
género por las siguientes características:

• Se cometen sólo contra la mujer, y si es contra algún hombre será por su
comportamiento “afeminado”.

• Los motivos suelen ser sexuales-morales: transgredir las normas
establecidas, coquetear con alguien, ser manoseada o violada, rechazar la
autoridad masculina o un matrimonio arreglado, amar a un hombre no deseado
por la familia.

• Son planificados y ejecutados por varios hombres: el padre y los hermanos
en el caso de las niñas solteras, y el marido si se trata de mujeres
casadas.

• Tienen carácter público: se los debe dar a conocer.

• El asesino, lejos de ser estigmatizado o sentir remordimiento, es
considerado un héroe: ha sido capaz de poner los valores y los deberes
religiosos por encima del afecto hacia su familia.

• Tienen un componente de la “pedagogía del terror”: el asesinato o la
mutilación de la mujer es aleccionador para otras mujeres de la comunidad.

• Son mayoritariamente asesinatos de musulmanas por musulmanes, y algunos
fanáticos los justifican con aquel versículo del Corán que legitima la
violencia del esposo (4:34) contra la cónyuge rebelde.

En Irak, en la misma medida en que se rompe el milenario tabú de la santidad
del cuerpo de la mujer, aumenta la violencia de hombres que se niegan a
aceptar la nueva realidad.

El trofeo de la violación 

Si preguntamos qué clase de ideología empuja a un hombre a violar y matar a
hijas, hermanas o madres de otros hombres o a las suyas propias en medio de
un conflicto armado, se suelen ofrecer los siguientes argumentos:

• Que la mujer es un botín de guerra, junto con los bienes materiales. En
lugares como los desiertos, donde ha habido escasez de mujeres, las
religiones legitimaban este tipo de agresión como un incentivo para los
combatientes.

• Que dejando a las mujeres embarazadas se destruye la identidad de la
comunidad enemiga.

• Que violarlas derrota psicológicamente a los hombres enemigos que
resisten.

• Que la guerra en sí es violar otro territorio; y violar a las mujeres
derrotadas forma parte del ritual del festejo de la conquista. Aunque por la
cultura patriarcal se denuncie menos, los hombres también son agredidos
sexualmente mucho más de lo que se publica. Los últimos casos fueron el del
coronel Muammar Gaddafi, líder libio, y el de Christopher Stevens, el
embajador de Estados Unidos en Bengazi, asesinados por los mismos rebeldes
armados por la otan que ahora están destruyendo Siria e Irak.

• Que simplemente es un “efecto colateral” de la guerra. Este enfoque
despolitiza el abuso sexual en los conflictos, y lo presenta como un acto
físico natural de unos individuos descontrolados hacia las mujeres “que
estaban allí”.

Sin embargo, la manera de actuar de los ejércitos de los Tigres de
Liberación de Tamil, del Frente Farabundo Martí o el pkk kurdo, que no han
utilizado esta herramienta de agresión contra el enemigo, señala hasta qué
punto la violación es una cuestión ideológica. Dichas formaciones, cuyos
programas políticos anuncian el deseo de fundar una sociedad basada en la
justicia social, la igualdad y el respeto mutuo, muestran que es posible
matarse el uno al otro manteniendo la dignidad de la víctima.

En una sociedad como la iraquí, donde la violada es la culpable y no existe
el concepto de “violación en el matrimonio” 

–al revés, se exige de la esposa una disposición sexual absoluta hacia el
marido si quiere recibir la manutención–, ¿qué se puede esperar? El trauma
emocional, graves lesiones físicas, ser señaladas por una sociedad
hipócrita, embarazos traumáticos, enfermedades, suicidios, muerte a manos de
los familiares que las debían proteger, así como miles de bebés abandonados,
son parte de este acto vil contra la mujer.

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