Brasil/ menos opio deportivo, más política [Marc Perelman y Michel Caillat]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 1 18:56:39 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 1° de junio 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Brasil

Menos opio deportivo, más política

Romario tiene razón cuando dice que “el verdadero presidente de Brasil se
llama FIFA”

Marc Perelman y Michel Caillat

http://marcperelman.com/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

La mayor parte de los analistas han sabido comprender la génesis de las
grandes manifestaciones de estas últimas semanas en Brasil. Fue el aumento
de las tarifas de los transportes lo que desencadenó la ola de protesta
nacional en la mayor parte de las grandes ciudades que deberían acoger los
partidos de la próxima Copa del mundo de fútbol en 2014. Le siguió una
cascada de reivindicaciones alrededor de la salud, la educación, contra las
privatizaciones, contra la represión, globalmente por la defensa de los
servicios públicos, puestos todos en cuestión por el gobierno de Dilma
Rousseff y de sus amigos del Partido de los Trabajadores (PT). El “océano de
rosas” sobre el que creía navegar Lula se ha transformado en una inmensa
masa de espinas.

Sin embargo, entre esos análisis, faltan elementos que nos parecen decisivos
para no solo analizar los resortes específicos de las manifestaciones en
curso sino también para comprender la calidad intrínseca de las
reivindicaciones: el papel político del fútbol como fenómeno de
aplastamiento de las conciencias, el poder nefasto de los estadios como
lugar de despolitización masiva, la urbanización deportiva de las ciudades
como nuevo entorno, en fin la estrategia dictatorial de la FIFA bajo la
dirección de una burocracia que impone sus diktats.

El 28 de marzo de 2012, tras una larga batalla parlamentaria, el estado
brasileño acabó por aceptar la “Ley Gral da Copa” puesta en pie por la FIFA.
Esta “Ley General de la Copa” impone días festivos a las ciudades huéspedes
cuando se producen los partidos del equipo de Brasil, disminuye el número de
plazas y aumenta su precio para el público popular, y autoriza las bebidas
alcohólicas en los estadios. La prohibición legal de su venta en los
recintos brasileños es levantada para preservar el jugoso contrato de la
Federación Internacional con la multinacional Anheuser-Busch, fabricante de
la cerveza Budweiser, uno de los principales patrocinadores de la
competición.

La “Ley General” declara la exención de impuestos y de cargas fiscales de
las empresas que trabajan para la Copa (entre ellas las que remozan y
construyen los estadios), prohíbe (art. 11) la venta de toda mercancía en
los “lugares de competición oficial, en su entorno inmediato y en sus
principales vías de acceso” y penaliza (art. 23) a los bares que intenten
retransmitir los partidos o que hagan promoción de ciertas marcas. Considera
en fin como crimen federal todo ataque a la imagen de la FIFA o a sus
patrocinadores así como la publicidad llamada “de emboscada” o “de
intrusión” que utilizaría sin autorización toda imagen ligada a la
competición o al fútbol en general.

A fin de aplicar lo más rápidamente posible las sanciones -de la simple
multa a penas de dos años de prisión- la FIFA desea imponer tribunales de
excepción durante la Copa del Mundo. Sin embargo, este tipo de medidas es
contraria a la Constitución brasileña de 1988. En efecto, ésta esipula, como
en la mayoría de los países desarrollados, que no pueden existir justicia y
tribunales de excepción y que la justicia debe ser la misma para todos. La
inconstitucionalidad de estas propuestas no parece sin embargo paralizar a
la FIFA que pretende reiterar lo que había puesto en pie durante la Copa del
Mundo de Sudáfrica de 2010, es decir, la creación de 56 “tribunales de
Copa”.

La FIFA pretende tener una impunidad completa para todos los perjuicios
causados a los individuos, a las empresas e instituciones durante la
competición. El estado federal brasileño tendría por tanto la
responsabilidad por “todo tipo de daños resultantes de todo tipo de
incidente y accidente de seguridad relacionado con los acontecimientos”.
Así, podría verse llevado a pagar a la FIFA y sus socios comerciales en caso
de atentados, accidentes resultantes del crimen organizado, catástrofes
naturales, etc.

Por medio de esta Ley General de la Copa, la FIFA, igual que el CIO (Comité
Olímpico Internacional) por otra parte, es pues capaz de imponer su ley
inicua al país que acoje las manifestaciones deportivas. La FIFA no deja de
recordar que no es la demandante sino que ha sido Brasil quien se ha
ofrecido a la competición mundial acentuando así la presión. ¡El Derecho de
las federaciones deportivas se impone así a los derechos nacionales sin
provocar la indignación de los responsables políticos!

Pero, incluso frente a la máquina compresora de la FIFA, los reportajes
televisados no pueden evitar mostrar numerosos manifestantes hostiles a la
Copa del Mundo de fútbol: “No vengáis a ver la Copa” es uno de los eslóganes
más a menudo repetidos por los manifestantes que ponen en cuestión la Copa
del Mundo de fútbol porque comprenden que engendra una inmensa especulación
(las empresas del BTP reclaman continuamente aumentos al estado), que
provoca la expulsión de miles de familias, que arrasa las casas y barrios -y
no solo favelas- para asegurar el paso de autopistas que unen el aeropuerto
al nuevo estadio (Castelao). Es ni más ni menos que una verdadera limpieza
social y urbana en nombre del éxito de la Copa.

La inmensa resistencia actual parece indicar un nuevo nivel de toma de
conciencia respecto al futbol, ese opio del pueblo que el pueblo brasileño
parece apreciar mucho menos en los tiempos que corren. Así, el rey Pelé es
el objeto privilegiado de los manifestantes tras haber declarado que “vamos
a olvidar toda esta confusión que ocurre en Brasil y vamos a pensar que la
selección brasileña es nuestro país, es nuestra sangre”.

Los brasileños tampoco han apreciado mucho la altivez de Jerôme Valcke, el
secretario general de la FIFA, que exhortaba el pasado año a Brasil a “darse
una patada en el culo”. La expresión ha resonado en los oídos de los
organizadores brasileños como un insulto. Es cierto que ese burócrata,
debido a su arrogancia, no es la primera vez que se pasa. Hace unos meses
hacía unas declaraciones por lo menos curiosas: “Voy a decir algo un poco
loco, pero un menor nivel de democracia es a veces preferible para organizar
una Copa del Mundo. Cuando a la cabeza de un estado se tiene a un hombre
fuerte que puede decidir, como podrá quizá hacerlo Putin en 2018, es más
fácil para nosotros, los organizadores, que en un país como Alemania en el
que hay que negociar a varios niveles”. ¡Un gran humanista este Valcke!

El presidente de la FIFA, Sepp Blatter (miembro igualmente del COI), no se
ha quedado atrás y ha apoyado las declaraciones de su secretario general
puesto que afirmó que la Copa del Mundo de 1978 en Argentina, había sido
“una forma de reconciliación del público, del pueblo argentino, con el
sistema, el sistema político, que era entonces un sistema militar”, a la vez
que se felicitaba del éxito de su organización. Hay que recordar que la
competición tuvo lugar a pesar de numerosos llamamientos al boicot, por
ejemplo en Francia, mientras el país vivía bajo el yugo del régimen
sanguinario del general Videla, recientemente fallecido. Los miembros de las
organizaciones sindicales y de partidos de izquierda que eran salvajemente
torturados a unos pocos centenares de metros del estadio, en la siniestra
Escuela Superior de Mecánica de la Marina, sabrán apreciar -los que aún
vivan- las palabras del presidente Blatter. Pero entonces el pueblo
argentino ovacionaba a sus ídolos de fútbol sin comprender que permitía a la
dictadura asentar un poco más su régimen.

Hoy, Joseph Blatter se equivoca cuando afirma que “el fútbol es más fuerte
que la insatisfacción de la gente”. Pero Romario tiene razón cuando dice que
“el verdadero presidente de Brasil se llama FIFA”.

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