Egipto/ dictadura y plebiscito [Santiago Alba Rico]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mayo 21 12:53:30 UYT 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 21 de mayo 2014

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A l’encontre – La Breche

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Egipto

Dictadura y plebiscito

Santiago Alba Rico

Hace unos días, Al-Jazeera difundía un breve vídeo, obtenido y sacado de
prisión de forma clandestina, con imágenes de Abdallah Ashami, el
corresponsal de la cadena catarí detenido hace 9 meses mientras cubría el
criminal desalojo de la plaza Rabia Al-Adouia, donde el 14 de agosto de 2013
fueron asesinados más de 700 partidarios del depuesto presidente Mursi. En
huelga de hambre y a la espera de juicio por “apoyo  ”, su caso resume muy
bien la situación de la libertad de expresión en Egipto tras el golpe de
Estado del 3 de julio. Según el Observatorio de Derechos Humanos egipcio,
desde esa fecha habrían muerto 8 periodistas, 53 habrían sufrido malos
tratos y 36 habrían sido arrestados y juzgados con acusaciones
prefabricadas. A este balance habría que sumar el cierre de ocho canales
privados y la rendición casi incondicional de los otros medios y del propio
sindicato de periodistas, que guarda silencio ante los abusos y violaciones
cometidas.

Sería difícil exagerar -mientras Egipto se sumerge de nuevo en el olvido-
los horrores de la dictadura impuesta por el general Sissi hace ahora once
meses. El frío resumen en cifras resulta ya escalofriante: en torno a 3.000
muertos a manos de la policía o el ejército, miles de heridos de bala,
20.000 personas encarceladas, 21 prisioneros muertos bajo tortura, 1.212
sentencias de muerte en juicios sumarísimos colectivos que -más allá del
escarnio a la idea misma de justicia- revelan la voluntad del nuevo viejo
régimen de aplastar toda forma de resistencia (o de presionar hasta el
límite de cara a futuras negociaciones con la Hermandad, cuyos dirigentes
están hoy todos en prisión o en el exilio).

Los que pensaban que la junta militar sólo iba a perseguir a los islamistas,
experimentan hoy en propia carne hasta qué punto estaban equivocados:
abogados y activistas de izquierda, miembros del partido marxista
Socialistas Revolucionarios, los jóvenes del Movimiento 6 de Abril
-protagonista de la revolución del 25 de Enero y hoy ilegalizado- son
detenidos, reprimidos y acosados por las nuevas viejas autoridades.

Los que pensaban que, en cualquier caso, era un golpe de Estado
“nacionalista” y “laico” (de inspiración ‘nasserista’) saben hoy quiénes son
los valedores promiscuos del nuevo viejo régimen: Arabia Saudí, los
Emiratos, Israel, la dictadura siria, Rusia, los propios EEUU, cuyas
teatrales vacilaciones iniciales han dejado sitio enseguida a un
“restablecimiento de la normalidad”, refrendado por la reciente entrega de
helicópteros Apache al ejército egipcio. Si en términos geoestratégicos las
potencias perdedoras son Turquía y Qatar, el golpe de Estado contra los
Hermanos Musulmanes reúne en una misma trinchera a todas las fuerzas -tan
dispares entre sí- interesadas en enterrar a toda prisa hasta las sombras de
un cambio democrático en el mundo árabe.

En este contexto de represión y dictadura, el próximo 26 de mayo -apenas 10
días antes que en Siria- se celebrarán las así llamadas “elecciones
presidenciales”, en realidad un plebiscito romano para atornillar en el
trono al nuevo viejo caudillo: una así llamada “encuesta” indicaba hace
pocos días un 87% de apoyo a Sissi (frente a un 4% al único candidato
opositor, el nasserista de izquierdas Hamdin Sabahi). El desprecio por toda
legitimidad “revolucionaria” o “democrática” se expresa en la campaña en
favor del faraónico Pinochet de consenso del nuevo viejo Egipto. Hay que
recordar, en efecto, que el ex-presidente Hosni Moubarak, sacado de prisión
por la junta militar, salió hace poco también en televisión para expresar su
sostén al general golpista; y que la semana pasada la ultraderecha islamista
del partido Nur -financiado por Arabia Saudí- hizo lo propio en un
comunicado oficial en el que pedía el voto para el jefe del ejército. Las
escasas voces discordantes, como la de Abu-l-Futuh, dirigente del partido
Masr Qouia, ex-candidato en las presidenciales de 2012 y crítico, al mismo
tiempo, con la junta militar y con los Hermanos Musulmanes, apenas si están
presentes en los medios de comunicación y no estarán representadas en los
comicios del 26 de mayo, en los que habrá sin duda una altísima abstención
-que habrá que adivinar bajo los índices manipulados de participación
“oficial”. En una reciente entrevista, Abul-l-Futuh lamentaba que la junta
militar estuviese reimponiendo el terror que los ciudadanos egipcios se
habían sacudido en enero de 2011 y denunciaba, por ejemplo, la negativa de
los empleados bancarios a aceptar ingresos destinados a la cuenta de su
partido, que -recordaba- sigue siendo legal en Egipto.

En cuanto a la candidatura de Hamndin Sabahi, el único rival de Sissi, no
tiene ninguna opción y sólo pretende, en realidad, ampararse en la campaña
electoral para dar voz a esa otra voz minoritaria, silenciada o reprimida
que trata de abrirse hueco entre los islamistas de la Hermandad y la junta
militar. Como se recordará, Sabahi dio la sorpresa en las presidenciales de
mayo de 2012 al obtener el 21% de los votos y quedar en tercer lugar tras
Mohamed Mursi, el candidato de los HHMM, y Ahmed Shafiq, el del anciene
regime. Hombre carismático y de formación nacionalista y marxista, su
alianza con la derecha laica en el Frente Nacional de Salvación durante la
presidencia de Mursi y su decidido apoyo al golpe de Estado el 3 de julio
desacreditan, sin embargo, su posición a los ojos de las víctimas de la
dictadura, pero también de la izquierda minoritaria y los movimientos
sociales. En Egipto no hay quizás ninguna fuerza del arco político
“revolucionario” (de las que participaron en la revolución del 25 de Enero)
que no haya cometido errores. El de la izquierda tradicional -dentro de la
cual se incluye el partido de Sabahi- ha sido el mismo que el de los
Hermanos Musulmanes: el de creer que la democracia es negociable en el marco
de la conquista del poder. Ese desprecio por la democracia es el que
finalmente devolvió el poder al ejército, columna vertebral, dictatorial, de
Egipto, que supo aprovechar en su favor el oportunismo de los islamistas y
la islamofobia de la oposición. La diferencia, en términos de legitimidad
“formal”, es que los Hermanos Musulmanes ganaron unas elecciones
democráticas y la izquierda tradicional “ganó” un golpe militar contra la
democracia. Sabahi -digamos- no aceptó las reglas del juego cuando Mursi era
el presidente electo del país y acepta ahora, en cambio, las reglas de juego
impuestas por la junta militar golpista. Retrospectivamente se puede pensar
quizás que unos y otros podían haber hecho mejor las cosas si se trataba de
“romper” con el poder del ejército -el antiguo y nuevo régimen- y no sólo de
gobernar sin poder.

¿No hay esperanza para Egipto? El retroceso brutal no puede hacer olvidar
que las protestas contra la dictadura militar prosiguen y se están
‘desislamizando’. Y que el dinero saudí no bastará para sacar del atolladero
económico a un país en ruinas que -como antes del derrocamiento de Moubarak-
vuelve a movilizarse para paralizar, por ejemplo, la industria textil en la
zona de Mahallah Kubra, mediante huelgas espontáneas que anticipan nuevas
movilizaciones y nuevas organizaciones. Al Pinochet del Nilo, incensado y
triunfante tras el 26 de mayo, no le temblará la mano, pero la lucha por la
democracia y la justicia social cuentan hoy con una memoria bajo las cenizas
que se reactivará, como todas las memorias, cuando el viento sople de nuevo.
El tiempo perdido, y los muertos caídos, son en cualquier caso
irrecuperables.

Viento Sur

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