Uruguay/ encuestas y voto en tiempo de "bonanza económica" [Rosario Queirolo y Rafael Piñeiro - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Nov 3 12:17:13 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 3 de noviembre 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Uruguay

La sobreestimación de un dato falible

El peso de las condiciones económicas es muy relevante a la hora de que el
electorado decida a quien otorga su voto

Economía & Mercado, Montevideo, 3-10-2014

http://www.elpais.com.uy/economia-y-mercado/

Para los doctores Rosario Queirolo y Rafael Piñeiro (*), de la Universidad
Católica del Uruguay, los modelos tradicionales para explicar el
comportamiento electoral beneficiaban claramente al Frente Amplio. Sin
embargo, la confianza en el trabajo de las encuestadoras llevó a los
analistas a explicar lo que "creían que estaba pasando" y no lo que les
indicaba el comportamiento teórico y la historia reciente. Coinciden en
reivindicar el profesionalismo de las encuestadoras, pero advierten sobre la
necesidad de hacer "un ajuste" en su labor. A continuación, un resumen de la
entrevista.

—¿Desde la teoría política, cuáles son los aspectos que inciden en la
decisión de las personas a la hora de manifestar su preferencia electoral?,
¿qué lugar ocupa la economía en ese escenario?

Rosario Queirolo—Uno muy importante. Es parte del argumento de porqué se
esperaba que, más allá de las encuestas, el Frente amplio fuera reelecto. En
general los uruguayos son pesimistas, pero desde hace unos años, cuando se
les pregunta cómo evalúan la situación económica del país y la propia, los
resultados son positivos. Eso no pasó durante décadas, entonces, en la
actualidad la gente está percibiendo alguna mejoría. Y esto más allá de los
indicadores que refieren al crecimiento económico, la caída de la pobreza y
el desempleo —porque en otras épocas también los indicadores podían ser
buenos y sin embargo la percepción de la gente no iba en esa línea— ahora,
tanto los indicadores objetivos (los indicadores) como los subjetivos (las
opiniones de las personas) son coincidentes en su signo positivo. Y esa es
una explicación que funciona en Uruguay, el resto de América Latina y en
todo el mundo: "la teoría del voto económico". Si las cosas están bien, el
elector tiende a premiar al gobernante con su voto y si están mal, lo
castiga y vota a la oposición.

La percepción de la economía es sustancial, es uno de los indicadores más
fuertes, y en este contexto resulta ampliamente favorable y no había dudas
antes del la elección de que iba a ser un elemento a tener en cuenta, más
allá de otros aspectos que pudieran generar mayores dudas al votante.

Rafael Piñeyro—Los modelos tradicionales para explicar el comportamiento
electoral, beneficiaban claramente al Frente Amplio. Está estudiado cuándo
la gente opta por cambiar. Ese cambio implica un riesgo, y la tolerancia de
ese riesgo asociado a la modificación de su preferencia electoral, está
determinada por la situación en que se encuentra. Cuando uno tiene una
percepción respecto a que la situación es mala, tiene más disposición al
cambio, a pesar de que sea riesgoso. Sicológicamente está dispuesto a
tolerar mayores riesgos. No por casualidad, Tabaré Vázquez en el último
tramo de campaña, reforzaba la idea de "nosotros somos los que generamos las
certezas en este país" y hacía referencia a ello en cada una de sus
apariciones. Existe esa intuición, la gente tolera el riesgo asociado al
cambio, en función en que se sienta en una situación que le es muy
desventajosa. Eso no pareció ocurrir.

—¿Existe un tipo de políticas que suele recoger más adhesiones en tiempo de
bonanza económica?

RP—Las políticas promercado con las que está asociado el Partido Nacional y
en particular el sector del candidato a presidente, tienden a tener menor
adhesión en momentos de bonanza económica, a favor de las políticas
probienestar, que aparecen más asociadas al Frente Amplio. La gente está
dispuesta al ajuste económico y a la política de mayor retracción del
bienestar, si percibe que no hay crecimiento económico para sustentar esas
políticas. Si se está en un momento de expansión, es lógico, desde el punto
de vista de la teoría política, que el votante se sienta más inclinado hacia
aquellas propuestas que le prometen mayor bienestar.

—Sin embargo, en momentos de bienestar económico, las demandas cambian. La
seguridad y la educación aparecieron entre las primeras preocupaciones de
los uruguayos. ¿Ello no pesó a la hora de optar?

RQ—Antes del domingo, en particular creía que esos temas iban a tener mayor
impacto. Que estaban colocados bien alto en la agenda e iban a hacer llegar
a perder algún punto al Frente Amplio. Pero eso no ocurrió. Lo que no
sabemos, es si son los mismos votantes ahora que en el 2009; capaz que
algunos dejaron de votarlo por ese tema, pero otros, gracias a su mejor
situación económica actual, el empleo, los beneficios sociales, le
acompañaron con el voto. Esa información no la sabemos. Nosotros solo vemos
resultados agregados, no conocemos esos movimientos; son temas en los que
nos falta trabajar.

La evidencia de que cerca del 48% de los electorales votara por el Sí en el
plebiscito, demuestra que para nada son temas indiferentes en la población.
Pero quedó demostrado que hay otras cosas que inciden más, como es,
nuevamente, la situación económica.

RP—Lo que no tenemos nunca es el contrafáctico. No sabremos nunca cuánto
hubiera votado el Frente Amplio si esos problemas que identifica la
ciudadanía, no estuvieran en la preocupación de la gente. No podemos saber
si estos problemas pesaron o no en el desempeño electoral. En todo caso, no
fueron suficientes para que el Frente Amplio perdiera la mayoría absoluta.

—¿Hay una transformación en los votantes?

RP—Los partidos de izquierda, y sobre todo de izquierda programática,
tienden a ir transformando su electorado en la medida en que llegan al
gobierno. El votante de Montevideo es la muestra de ello: en la capital la
adhesión se fue trasladando desde la costa a la periferia, dado que sus
políticas beneficiaban más a esos sectores que otros. De todas formas, ese
traslado de votantes no significó una pérdida neta, ya que siguió ganando la
administración departamental.

Seguramente haya muchos más cambios en la composición del electorado, de lo
que podemos ver con los datos agregados. Acá ocurre lo que llamamos "falacia
ecológica", que es imputar comportamientos individuales viendo datos
agregados.

Hay algunos indicios, todo un campo para trabajar desde las ciencia sociales
en Uruguay, respecto a las posibles transformaciones electorales que están
encubiertas por una aparente estabilidad de los resultados electorales.

—Las empresas de opinión pública admitieron los errores a la hora de
adelantar los resultados de las elecciones…

RP—Las consultoras que todos conocemos y que operan hace mucho tiempo en el
mercado son profesionales, hacen bien su trabajo y han servido por muchos
años a generar información de calidad para tomar decisiones políticas y
también decisiones económicas. Eso es inobjetable.

Obviamente, en esta oportunidad parecen no haber generado la información lo
más ajustada posible a lo que terminó siendo el resultado. Y seguramente que
indujeron a error a muchos actores económicos y políticos, lo que a su vez
genera ciertas dudas acerca de cómo usar esos datos en el futuro. En
términos de la metodología, uno se pregunta qué cambios ocurrieron en
Uruguay, que determinen una serie de ajustes en sus instrumentos para poder
recoger esas modificaciones en el comportamiento de los uruguayos.

—No pesó también el "acostumbramiento" a la información que brindaban las
encuestadoras?

RP—Es cierto que nos acostumbramos durante mucho tiempo a que las
encuestadoras resultaran muy eficaces para estimar, y por ello nuestro
comportamiento tendía a dar por sentado que la estimación puntual que se
presentaba era lo que iba a ocurrir. Y esos instrumentos tienen un margen de
incertidumbre; cuando esa estimación puntual no fue tan eficiente, nos llama
a pensar que existen otras maneras de reportar la incertidumbre que pueden
servirle mucho más a quienes toman decisiones. Se debe ser más explícito e
incorporar en el análisis los márgenes de incertidumbre.

El dato que se divulga tiene un intervalo de confianza, dentro del cual no
podemos decir que el número es uno determinado. Y eso, cuando pequeñas
variaciones hacen cambios drásticos, es muy complicado, porque le asignamos
al instrumento un poder para adelantar lo que va a ocurrir, que realmente no
tiene.

Claro que, cuando se comienzan a manejar las incertidumbres, las cosas
cambian mucho menos y se vuelve menos atractivo como producto de consumo
para actores políticos, económicos o el público en general. Insisto en que
hay que ser bien claros de los márgenes de error que existen en las
estimaciones que se manejan.

RQ—Estos problemas comenzaron a partir de las internas, que de por sí son
muy difícil de pronosticar. Hasta allí las encuestadoras habían hecho un
excelente trabajo desde la reapertura democrática.

La importancia de tener claro el margen de error es fundamental, pero
incluso, algunas de las previsiones estaban por fuera de ese rango. Por
ello, entiendo que hay alguna cuestión metodológica que no funcionó bien y
me parece que sobre eso hay que trabajar. También podemos suponer un cambio
entre los individuos que no responden. Tal vez cambió algo en la opinión
pública a la hora de manifestarse y sobre ello tendrán que trabajar las
encuestadoras.

—El respeto a la opinión de las consultoras pesó en politólogos y líderes
partidarios a la hora de comunicar…

RP—Exacto. Tan buena es la opinión que hay sobre lo que reportan los
analistas de opinión pública, que viendo el escenario que había antes de las
elecciones, nos lograron convencer de que, algo que era contra-intuitivo,
podía ser cierto. Previo a esta última etapa, no concebía que Tabaré Vázquez
pudiera votar menos que lo que votó Mujica en la elección anterior. Una
cantidad de indicadores reforzaban esa posición, y nada más alejado de una
caída de 5 puntos como alguna empresa pronosticó en su estimación puntual.
Sin embargo, los análisis de los últimos días generaron un escenario
diferente que todos dimos por bueno. Estoy entre los que "compró" esa
información, a pesar que no se ajustaba a las presunciones teóricas que
personalmente tenía respecto al escenario actual y a cómo evoluciona el
sistema político uruguayo. Pero la di por buena porque le creo a las
encuestadoras. Deberán revisar sus métodos para mantener los altos niveles
de credibilidad que tienen.

—Y desde el punto de vista del análisis no hubo también un error?

RP—Es cierto. Nos orientamos mucho más a explicar lo que creíamos que estaba
pasando (el escenario planteado por las encuestadoras) que a plantear cierta
aprehensión a la distancia que había entre lo que parecía que estimaban las
encuestas y lo que podíamos pensar teóricamente. Eso nos cabe a todos como
académicos, a quienes hacen análisis político y a quienes llevan adelante
las encuestas por la forma de comunicarlas. Sobreestimamos la capacidad de
las encuestas para darnos información.

A pesar de tener encuestas muy buenas, nos falta un conocimiento acabado
respecto a la cultura política o al comportamiento electoral de los
uruguayos. El desarrollo de las encuestas y la calidad de los datos es
grande, pero sobre el comportamiento del elector es bastante menor. Y la
utilización de esos datos no fue todo lo buena que podía haber sido. Lo que
seguramente nos podía haber dado algunas señales de alerta respecto de las
mediciones.

—¿Pesa en el votante que uno de los dos partidos que va al balotaje cuente
con mayoría parlamentaria?

RQ—Creo que no. Hay gente que tiene el concepto de lo que implica la
gobernabilidad y que un presidente no tenga el respaldo parlamentario, pero
no son muchos. Requiere de una gran sofisticación, mucho interés en la
política, no es lo habitual. Pero así el escenario fuera que todos entienden
y profundizan en el concepto, hay dos lecturas sobre el tema. Una es la que
expresan los que están en esa situación, y otra los que la cuestionan, los
argumentos en este tipo de situaciones son más bien políticos. No es un eje
de competencia que se pueda utilizar para generar grandes cambios en el
comportamiento del elector.

—¿Toda la información que se pueda volcar a través de la academia, la
opinión, los medios de comunicación, queda de lado a la hora de la elección
ante la imagen que el candidato genere sobre el electorado?

RP—En buena medida sí, porque la ignorancia es racional a la hora de emitir
el voto, como lo dijo Anthony Downs en 1957, en su teoría económica sobre la
democracia. Él decía que era imposible que todos tuviéramos información
perfecta. Por tanto, la gente elabora atajos cognitivos para definir qué va
a votar. Por otra parte, sabe que su voto no va a cambiar mucho el
resultado, entonces, es inconsistente invertir mucho tiempo en informarme
para realizar un voto informado, porque sé que no generaré un cambio
importante, salvo que todos los demás hagan lo mismo, Pero como eso no
sucede, no se justifica.

Hay otras teorías que hablan de que el voto es más que una inversión, no
estoy calculando cuán bien me va a ir, sino que se asimila más a un bien de
consumo. Estoy apoyando a alguien porque ello me reditúa algún tipo de
utilidad.

RQ—Ahí es donde entran a pesar otras cosas, es más expresión que inversión.
Aparecen las afinidades, las identificaciones partidarias, lo afectivo. En
Uruguay, seis de cada diez uruguayos tienen ya una afinidad con un partido
político y eso compromete mucho, de manera que no se busca una utilidad que
sea sólo la racionalidad en términos económicos.

Eso no quiere decir que debido a ese "tipo" de ignorancia racional la gente
no incorpore datos de la realidad que hacen que vote en función de sus
intereses. La gente no leyó el programa del Frente Amplio ni el del Partido
Nacional, pero tiene una idea, más o menos cercana, de qué significa cada
propuesta y cómo éstas pueden repercutir en su vida. 

* Rosario Queirolo es Licenciada en Ciencia Política y Sociología en la
Universidad Católica del Uruguay (UCU) y Ph.D en Ciencia Política
(Universidad de Pittsburgh). Es docente en la UCU y coordinadora del
Proyecto LAPOP (Latin American Public Opinion Project) en Uruguay. Rafael
Piñeiro es Licenciado en Ciencia Política por la UdelaR y obtuvo su Ph.D en
la Universidad Católica de Chile. Es docente en la UCU y presidió la
Asociación Uruguaya de Ciencia Política (2012-2013).

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