México/ movilización social y parálisis represiva del régimen: la Constituyente se abre paso [Manuel Aguilar Mora]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mie Nov 26 14:50:38 UYST 2014
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Correspondencia de Prensa
boletín informativo – 26 de noviembre 2014
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México
Ante la movilización social y la parálisis represiva del régimen
El caso de la Constituyente se abre paso
Manuel Aguilar Mora *
México DF, 24-11-2014
Las iracundas, masivas y cada vez más extendidas manifestaciones que se
movilizan en todo el país con la consigna acuñada por Rosario Ibarra en los
años 70’s y que hoy une a millones de mexicanos y mexicanas de ¡Vivos se los
llevaron, vivos los queremos! a la que se agregan de inmediato otras como
¡Fuera Peña!, ¡Ayotzi aguanta, México se levanta! exigiendo al gobierno la
presentación de los 43 normalistas rurales desaparecidos en Iguala la noche
del 26-27 de septiembre, llegaron el 20 de noviembre a un momento
culminante: cientos de miles salieron a las calles en 50 ciudades de México
y fueron acompañados en numerosos países del mundo en la Jornada Mundial de
Solidaridad con Ayotzinapa.
La Jornada Mundial de Solidaridad con Ayotzinapa
Sólo en la ciudad de México la manifestación que reunió a las tres caravanas
encabezadas por los familiares que recorrieron durante una semana el sur, el
norte y el oriente del país alcanzó una cifra de varios centenares de miles
de personas, tres o más veces superior a las manifestaciones de las semanas
anteriores. Algunos de los principales medios hicieron públicas estimaciones
ridículas de sus participantes como el diario El Universal que reportó 30
mil, cuando la cifra real fue en realidad más de diez veces mayor; sólo del
sindicato nacional de telefonistas y el de los universitarios del STUNAM
marcharon tantos como señala este diario para toda la manifestación. Fueron
varias corrientes de manifestantes que desembocaron en un torrente humano
que no cesó de abarrotar el Zócalo a partir de las 16.00 hrs. hasta muy
pasadas las 21.00 hrs.: profesores, estudiantes de todos los niveles
educativos, padres y madres de familia, médicos, enfermeras, sacerdotes,
trabajadores de todo tipo, telefonistas, ex braceros, organizaciones civiles
de derechos humanos y jóvenes y más jóvenes empleados o desempleados que se
expresaban en una explosión de carteles y gritos de consignas de una
inventiva infinita. Una marcha auténtica y radicalmente independiente por
completo del establishment político oficial.
Y en los estados de la República también hubo movilizaciones. En Monterrey
el centro financiero e industrial más importante del país después del
Distrito Federal, los medios que siempre minimizan estas cifras reportaron
más de 10 mil personas participantes en la manifestación. En Puebla, en
Guadalajara, en Veracruz importantes contingentes se movilizaron. El norte
fronterizo comienza también a movilizarse en ciudades de Baja California,
Sonora, Chihuahua y Coahuila ya fuera en contingentes independientes o
mezclándose con los desfiles oficiales tradicionales conmemorativos del
inicio de la Revolución de 1910.
La solidaridad internacional no fue menos impactante demostrando el alcance
de la conmoción de la opinión mundial ante las atrocidades de Iguala: en 60
ciudades de 33 países se gritó y se exigió ¡Justicia! para Ayotzinapa. En La
Paz, Bolivia más de 2 mil personas, la mayoría estudiantes de la Universidad
Mayor de San Andrés, realizaron la manifestación más numerosa de todas las
habidas en el exterior. En Buenos Aires hubo un plantón de varias horas
frente a la embajada de México y en el Obelisco universitarios formaron con
pupitres el número 43. El Senado de Paraguay emitió una declaración en
solidaridad con los padres de los estudiantes desaparecidos, declaración
promovida por el ex presidente Fernando Lugo. Mítines y manifestaciones se
registraron en Puerto Rico, en Guatemala, en El Salvador, en Costa Rica, en
la República Dominicana, en Colombia, en Venezuela, en Ecuador, en Perú, en
Chile, en Brasil y en Cuba. En Estados Unidos afuera de la Casas Blanca más
de cien personas realizaron un plantón. Igualmente plantones parecidos
frente a los consulados mexicanos se dieron en Nueva York y en Houston. En
Los Ángeles más de 100 personas se movilizaron de la plaza Olvera centro del
barrio mexicano al consulado de México. También se registraron protestas en
El Paso, Dallas, Austin, Salt Lake City, Boston, Berkeley, Chicago, Miami y
Atlanta. Igualmente en Canadá la solidaridad se expresó en actos en las
ciudades de Toronto, Quebec y Vancouver. En Europa se reportaron actos en
España, Italia, Francia, Alemania, Países Bajos, Suiza, Austria, Suecia,
República Checa, Irlanda, Finlandia e Islandia. Y en Asia se unieron grupos
solidarios que hicieron de la Jornada Mundial un verdadero triunfo de la
solidaridad internacionalista en Hong Kong, Tailandia, Nueva Delhi, Nueva
Zelandia, Australia y Birmania.
Un país en vilo
La situación revela un cambio drástico del panorama político del país
abriendo posibilidades a la lucha democrática y revolucionaria que sólo hace
semanas eran inconcebibles. El cambio radical de la mentalidad de millones
de ciudadanos, de trabajadores, de jóvenes y mujeres los ha llevado a
manifestarse públicamente de forma inaudita. Al gobierno de Peña Nieto, por
tanto, se le ha presentado una situación muy difícil, agravada por el hecho
de su lenta y torpe respuesta lo cual está echando abajo todos los acervos
que según los medios burgueses nacionales e internacionales había conseguido
al principio de su gobierno con la aprobación de las “reformas de
estructura” de tercera generación votadas ampliamente en el Congreso de la
Unión el año pasado gracias a la conformación del Pacto por México integrado
por los tres partidos dominantes el PRI, el PAN y el PRD.
Ya se comienzan a dar expresiones de preocupación en sectores burgueses
influyentes lo que muestra con elocuencia el cambio registrado a lo largo
del país. Las opiniones editoriales no escatiman la expresión de un gran
escepticismo e incluso las críticas abiertas y directas al curso de Peña
Nieto. Por ejemplo un diario tan conservador como El Universal en su
editorial de un día después del 20 de noviembre no dejaba dudas al respecto
cuando decía: ”el florecimiento de protestas de tantas personas en tantos
lugares no puede obedecer sólo a la indignación frente a un solo acto, por
terrible que este sea. Es, más bien, y justamente por la crueldad que lo
sucedido en Iguala entraña, la ‘gota que derramó el vaso’ de la tolerancia
ante la inseguridad en México”. El eufemismo de la palabra “inseguridad” es
la manera en que el editorialista burgués se refiere al clamor de justicia
social que los oídos sordos de Peña no oyen ni dan respuesta, al contrario.
También los órganos insignia del imperialismo a escala internacional como el
New York Times, The Economist, El País o el The Wall Street Journal, tan
elogiosos y favorables a Peña Nieto hace sólo dos meses, hoy no escatiman
sus críticas y preocupaciones por la actitud adoptada por el presidente y su
gabinete.
La lentitud del involucramiento de la Procuraduría federal en el caso, la
torpeza de las investigaciones coordinadas por su jefe Jesús Murillo Karam
cuyos resultados, por completo increíbles, fueron expuestos en una
conferencia de prensa memorable en la que declaró que “se sentía muy
cansado”, la impresionante insensibilidad política demostrada por el propio
Peña Nieto al no suspender su viaje a China en momentos de plena
efervescencia y furia sociales, la publicación del reportaje de la nueva
“casa blanca” supuestamente “propiedad” de la esposa del presidente, la
actriz de televisión Ángélica Rivera, valuada en más de ocho millones de
dólares (casas como esa valen 50 o más millones de dólares en Los Ángeles o
Nueva York) que perfila un clásico caso de tráfico de influencias y que ante
el escandalazo que produjo su conocimiento público inmediatamente la pareja
anunció su devolución a la firma constructora directamente involucrada en
obras públicas del gobierno, la pasividad de los principales funcionarios
políticos empezando por el secretario de Gobernación cuya ausencia durante
la crisis ha sido patética, el desfondamiento estrepitoso del PRD, uno de
los pilares (el de “izquierda”) del “sistema de partidos” del régimen, todo
este conjunto de hechos producidos en menos de dos meses son la causa de la
masacre de Iguala que tienen al país en tensión y al presidente en una
situación de práctica parálisis política.
Las sombras de Tlatelolco y Atenco
El mismo día de la Jornada Mundial, en la mañana el acto oficial del 20 de
noviembre del inicio de la Revolución mexicana, un desfile militar que desde
hace más de ochenta años se realizaba ritualmente en el Zócalo, debió ser
cancelado y realizado en el campo del club militar Marte. En él, Peña
flanqueado por el general en jefe del Ejército y el almirante cabeza de la
Marina, condecoró al primero y externó encendidos elogios a ambas
instituciones armadas. Acto de un simbolismo instantáneo: se acabó la
conmemoración de una revolución de hace 100 años y se aceitan los
instrumentos represores principales pues hay otra que se atisba, que ya
asoma en la puerta.
El acto reflejo del presidente de la restauración priista, como antes lo
hicieron sus antecesores Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas de Gortari y
Zedillo es apoyarse en el ejército, reconociéndolo como su garante más firme
y fiel. Reflejo natural, mecánico de una vocación autoritaria es éste de
Peña Nieto y de sus secretarios de gabinete: anunciar más represión, la cual
por cierto precisamente se ejerció horas después ese mismo día al final de
la manifestación multitudinaria en nombre de lo que Peña llamó “el atributo
legal del uso de la fuerza pública” cuando “se altere violentamente el
orden” o se amenace el sobadísimo “estado de derecho”. Ya terminado los
actos en el Zócalo los clásicos provocadores embozados que desde el inicio
del gobierno de Peña han reventado las manifestaciones de la oposición
independiente y revolucionaria, urdieron un enfrentamiento para que la
policía interviniera brutalmente y detuviera a una veintena de
manifestantes, estudiantes en su mayoría, de los cuales dos días después
once de ellos y ellas han sido encarcelados en prisiones de alta seguridad a
las que las autoridades envían a los capos de los cárteles. La descarada
arbitrariedad manifiesta de estas detenciones ha potenciado la indignación y
la ferocidad de las sentencias instantáneas que recibieron los detenidos es
una señal inconfundible del objetivo que persigue el gobierno de aterrorizar
a la población por su rebeldía. Estos presos políticos, uno de ellos un
estudiante chileno llamado Laurence Maxwell, ya son el origen de una campaña
nacional e internacional en favor de su libertad que se agregará al
desprestigio ídem del gobierno peñista.
Esta línea de Peña Nieto convoca de inmediato los espectros de las
represiones priistas desde Tlatelolco en 1968 hasta Atenco en 2006, esta
última efectuada en el estado de México cuando Peña era su gobernador.
Hechos grabados en la memoria colectiva de una política represiva en la que
la complicidad de Washington con el gobierno mexicano es cada vez más
evidente. Precisamente en estos días el The Wall Street Journal ha informado
que en la Marina agentes estadounidenses participan cada vez más en sus
operativos utilizando sus armas y uniformes. El asesoramiento de
estadounidenses en los servicios de inteligencia y policiacos, con la
justificación de la persecución de los traficantes de droga a Estados
Unidos, es un hecho sabido desde hace años.
Asamblea o Congreso Constituyente
Pero la sociedad mexicana, ante todo por la fuerza de los millones de
jóvenes ya sean estudiantes de las instituciones educativas o rechazados por
ellas, así como de los sectores de trabajadores precarios o de plano
desempleados funcionales, que están politizándose rápidamente como su
presencia en las grandes manifestaciones de estos dos meses lo comprueba, es
el factor social que hace la diferencia con aquellos años. Hoy un nuevo
Tlatelolco o algo parecido incendiaría al país.
La cuestión que se plantea ya cada vez con más fuerza y en cada vez más
amplios sectores de la población es por supuesto ¿qué sigue? La salida
autoritaria esbozada por Peña e iniciada torpemente el mismo 20 de noviembre
provocando a la gigantesca manifestación de ese día, no está descartada por
supuesto pero sería en absoluto contraproducente a corto plazo para los
intereses de importantes grupos burgueses.
La posición tomada por Cuauhtémoc Cárdenas, máximo representante del
progresismo nacionalista, es al respecto sintomática. Encabezando días
después del 20 de noviembre una reunión con un centenar de miembros del PRD,
entre los cuales había muchos fundadores del mismo, razonó, pero todavía no
decidió, su renuncia al partido y propuso que se iniciara una discusión
sobre la necesidad de convocar a un Congreso Constituyente. Según él sería
un proyecto político para oxigenar la política del país, pero que no
atentaría contra las instituciones prevalecientes. O sea propone la puesta
en marcha de un oxímoron político, sin ningún filo radical, un mero
instrumento disuasivo para impedir un desbordamiento revolucionario.
Convocar a una Asamblea Constituyente sin tocar “las instituciones” es una
farsa. Sólo considerar que la elección de la Asamblea fuera encargada al
Instituto Nacional Electoral (una versión corregida y aumentada del ex IFE,
el instituto del fraude electoral) es algo digno de risa. Sólo con un
sistema electoral radicalmente diferente al actual que derrumbe todos los
obstáculos de la participación ciudadana libre e independiente será posible
la elección de una Asamblea Constituyente. ¿Una Asamblea Constituyente al
lado del actual Congreso de la Unión, feudo de políticos corruptos, cínicos
y muchos de ellos vinculados con el mundo del narcotráfico? Simplemente
sería una nueva burla a los sectores del pueblo mexicano de quienes los
ilusionaron hace 25 años con la fundación del PRD como el partido de “la
esperanza democrática de México”.
Entre los medios democráticos y revolucionarios esta cuestión de la
convocatoria de una Asamblea o Congreso Constituyente se viene discutiendo
desde por lo menos el 2006, con motivo del colosal fraude electoral de ese
año. Ha habido numerosas reuniones desde entonces en que se ha tratado de
precisar los pros y contras de esta demanda. Hoy es imposible eludir esta
discusión por el grado de tensión política existente y por la posibilidad
que se presenta por primera vez en el país, de una renuncia del presidente.
El pueblo de México anhela la democratización del país que durante la mayor
parte del siglo XX fue obstaculizada por el sistema político de partido
único de facto. El priato fue sustituido en el 2000 por el proyecto
concebido en la cúspide del poder por los grupos políticos y económicos
dominantes incluidos los de Estados Unidos, de una “transición democrática”
que con el anzuelo del “voto útil” llevó a la presidencia al primer
presidente no priista, el panista Vicente Fox. Pero esta transición mexicana
resultó una caricatura de “democracia burguesa” como rápidamente se demostró
en 2006 con motivo del gigantesco fraude electoral que impidió a López
Obrador llegar a la presidencia. En realidad, el sistema político
tradicional siguió vigente en el 2000 y en el 2006, sólo pintado de azul. Y
en el 2012, con la restauración priista comprada con un auténtico
despilfarro de cientos de millones de pesos tanto lícitos (los del IFE) como
“ilícitos”, el régimen se volvió a vestir con el tricolor. Esta farsa de
democracia burguesa incluso impidió que el PRD pudiera acceder a la
presidencia.
La democracia en México sólo podrá venir como producto del triunfo de un
movimiento radical de los trabajadores y sus aliados pobres de la ciudad y
el campo. Son ellos los únicos que pueden romper el tradicional sistema
autoritario antidemocrático de gobierno en México. Sólo un gobierno de estas
fuerzas proletarias, campesinas e indígenas podrá romper la dependencia
socioeconómica con respecto al poderío político de Washington y financiero
de Nueva York, uno de los obstáculos más formidables para la democratización
del país, anular todas las (contra)reformas de Peña Nieto en los renglones
energéticos, educativos, de la salud y laborales, eliminar el secreto
bancario, nacionalizar bajo el control de sus trabajadores las principales
empresas industriales y comerciales, liquidar la corrupción en el sistema
judicial, desmantelar los cuerpos policiacos y militares represivos, jaquear
definitivamente al poder de los narcos e instituir una política exterior de
solidaridad internacionalista con todos los pueblos del mundo.
Entre los miles de manifestantes ya se perciben notorios los destacamentos
sindicales, ya entre el océano de los rostros de la juventud se distinguen
cada vez más numerosos los rostros austeros y arrugados de trabajadores. Los
cambios acelerados que se están dando los están impactando también a ellos:
cómo reaccionarán, cuándo se movilizarán masivamente son preguntas que se
responderán muy pronto pues hay muchos agravios que gritan su rescate.
Problemas de organización, de estrategia y programáticos se plantean
abruptamente para los grupos políticos democráticos y revolucionarios que se
mueven en el seno de los trabajadores. Muchas tareas deberán ser cumplidas,
mucha imaginación e inventiva serán necesarias en adelante. Paros, huelgas
nacionales, se darán acciones inéditas históricamente en el movimiento de
los trabajadores que señalarán el surgimiento de su protagonismo fundamental
que las castas burocráticas charras han aherrojado con el apoyo represivo
del gobierno en 1959 con el aplastamiento brutal de la huelga ferrocarrilera
y en los años 70’s y 80’s con el asedio policiaco y los despidos masivos.
La incorporación de los destacamentos masivos de los trabajadores es la
empresa crucial, vital para garantizar la victoria del movimiento
revolucionario que comienza a gestarse.
Es dentro de esta estrategia de cambio revolucionario, de la instauración de
un gobierno de los trabajadores, los campesinos y los indígenas como se
puede y debe plantearse la convocatoria de una Asamblea Constituyente, como
una de las instancias que promuevan ese surgimiento. Como una expresión más
de la lucha contra el autoritarismo priista adobado con el narcomilitarismo
que amenaza ominosamente todas las potencialidades libertarias y
emancipadoras del pueblo mexicano.
En Guerrero, en Oaxaca, en Michoacán y en otros lugares de la República las
propias masas explotadas, en los municipios más pobres y marginados de la
nación ya comenzaron a alzar la voz y a organizarse autónoma e
independientemente en las policías comunitarias, en ciertos grupos de
autodefensa y son puntales de las jornadas de solidaridad con Ayotzinapa.
Los familiares de los 43 y sus cercanos aliados constituyen también ya un
centro que convoca a la autorganización de miles de trabajadores. A corto
plazo es evidente que se impondrá la convocatoria de una asamblea nacional
de lucha contra la política represiva de Peña.
El 26 de noviembre se cumplen dos meses de la desaparición de los 43
estudiantes de Ayotzinapa. Dos meses en los cuales el transcurrir del tiempo
normal cotidiano de 115 millones de habitantes de México se vio abruptamente
resquebrajado con el encaje de lo intempestivo e inaudito de un choque en su
conciencia colectiva ante la aciaga presencia de la barbarie, que ya estaba
allí desde hace mucho tiempo pero que los atroces crímenes cometidos en la
selva entre Iguala y Cocula en la noche del 26 y 27 de septiembre mostraron
con toda su monstruosidad. La indignación y acciones que han seguido a
continuación deben y pueden lograr que ello nunca más vuelva a repetirse.
* Miembro de la Liga de Unidad Socialista (LUS).
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