Debates/ Piketty y el capitalismo global: una mirada ominosa [Esteban Mercatante]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Nov 26 17:17:27 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 26 de noviembre 2014

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Debates

Una mirada ominosa sobre el presente del capitalismo global

El 24 de noviembre se editó en castellano El capital en el Siglo XXI, de
Thomas Piketty.

Esteban Mercatante

La izquierda diario, Buenos Aires, 25-11-2014

http://www.laizquierdadiario.com/

Podemos decir sin riesgo a equivocarnos que el libro de Thomas Piketty El
capital en el Siglo XXI es un fenómeno editorial en estas latitudes aún
desde antes de tener su edición en castellano, la que vio la luz este lunes
a cargo del Fondo de Cultura Económica. En los últimos meses, al igual que
había ocurrido antes en los EE.UU. (y por derivación en el resto del
planeta), economistas de todo el arco ideológico debieron emitir sus
opiniones sobre las tesis de este libro, que en su desarrollo expone cómo el
capitalismo se caracteriza por producir una desigualdad creciente y que en
la actualidad ha llegado a niveles cercanos a los más altos registrados en
la historia del capitalismo.

El debate no generó acá las pasiones que sí produjo en los EE.UU. –donde por
ejemplo la revista conservadora The American Spectator dio la alarma
señalando que la obra de Thomas Picketty era la "cobertura intelectual para
la confiscación”. Pero sí dio lugar a una serie de lecturas -varias desde la
izquierda- que fueron compiladas por Matías Eskenazi y Mario Hernandez en El
debate Piketty sobre El Capital en el siglo XXI. Este libro presentó para
los lectores de habla hispana, meses antes de la edición en castellano,
varias de las miradas realizadas desde una óptica “progresista” o desde el
marxismo sobre la obra de Piketty: Paul Krugman; James Galbraith; Eric
Toussaint; Patrick Saurin y Thomas Coutrot; Olmedo Beluche; Charles André
Udry; Maciek Wisniewiski; David Harvey, a las que se sumaron las opiniones
de marxistas locales como Rolando Astarita y la de Paula Bach. Esta última
contribución forma parte de la lectura de este libro que realizamos desde
Ideas de Izquierda, que puede leerse acá y acá.

No es difícil explicar por qué el impacto de este libro. Que ha superado
ampliamente el de booms editoriales recientes sobre economía ¡Acabad ya con
esta crisis! de Paul Krugman. O de ¿Por qué fracasan los países? Los
orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, de Daron Acemoglu y James
A. Robinson, que en el año 2012 adquirió también gran notoriedad, pero cuya
repercusión no llegó a rebasar los ámbitos especializados. A diferencia de
este último libro, que consideraba que la clave del éxito para las economías
de desarrollo tardío está en emular las instituciones de los países más
ricos, Piketty expone tendencias nada tranquilizadoras, a un progresivo
aumento en la desigualdad en la distribución de la riqueza que han operado
con mayor intensidad en los centros de desarrollo capitalista más antiguo,
por el hecho de se trata de una dinámica intrínseca del capitalismo, que es
en estos países –y particularmente en los anglosajones– donde más
perfectamente funcionan. Piketty metió así el dedo en una llaga que quedó
expuesta descarnadamente en EE.UU. después del estallido de la burbuja
inmobiliaria, y probablemente por eso la popularidad del libro ocurrió menos
con su publicación original en francés, que con la traducción al castellano.

El mecanismo fundamental de la desigualdad

Todo el razonamiento de Piketty se basa en lo que llama el mecanismo
fundamental para la divergencia en la distribución de la riqueza: “si la
tasa de crecimiento del capital se mantiene muy por encima de la tasa de
crecimiento [económico, N. de R.] durante un período prolongado de tiempo
(lo que es más probable cuando la tasa de crecimiento es baja, aunque no es
automático), entonces el riesgo de divergencia en la distribución de la
riqueza es muy alto”. Para el autor, esto es lo que vino ocurriendo de forma
sostenida durante un largo período –sólo entre Ias dos guerras mundiales
funcionó el capitalismo de modo diferente en opinión de Piketty, a causa de
una serie de shocks que destruyeron masivamente el valor de patrimonio de
los sectores más ricos, así como a las turbulencias políticas y militares.
El resultado es que el capitalismo contemporáneo se está aproximando a los
niveles de desigualdad que caracterizaban a la sociedad burguesa en tiempos
de la Belle Époque (los peores de la historia del capitalismo). El remedio
que presenta el autor en un fuerte incremento en la imposición al capital,
aunque él mismo manifiesta escepticismo sobre la posibilidad de
implementación de una tributación de este tipo.

La tendencia que registra Piketty ya fue tratada por otros autores. En las
últimas décadas se han producido numerosos estudios que exponen los
alarmantes niveles de desigualdad de la economía capitalista. También,
podemos decir –y sería completamente cierto- que la explicación que nos
presenta Piketty es despolitizada: el alarmante crecimiento de la
desigualdad no tiene su raíz principal en la feroz ofensiva de clase
desatada por los sectores más ricos contra el resto de la sociedad, la cual
fue especialmente despiadada en los EE.UU. –aunque Piketty nos presenta a
cada paso numerosos registros de la misma; la explicación central está en el
“mecanismo fundamental” (“rendimiento del capital mayor al crecimiento
económico”) que actúa con independencia de las políticas y la voluntad de
los actores sociales.

No obstante estos puntos críticos, presentes en muchas de las reseñas, no
podemos perder de vista la dimensión profundamente inquietante que arroja el
libro para los apologistas del modo de producción capitalista. La conclusión
de Piketty, desarrollada en un andamiaje teórico que en sus nudos
conceptuales es parte de un mainstream neoclásico, es que el crecimiento
formidable de la desigualdad está enraizado en los mecanismos fundamentales
que rigen al capitalismo global. Si durante décadas funcionarios de
instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la
Organización Mundial del Comercio dictaminaron que los problemas de pobreza
y desigualdad respondían a la falta de apertura y desregulación, el trabajo
de Piketty muestra lo contrario. Con esto, aún más allá de la voluntad de
Thomas Piketty (que está lejísimos de proponer una organización de la
sociedad alternativa al capitalismo), los criterios de eficiencia con los
que los defensores del capitalismo pretenden desterrar la discusión sobre
cualquier posible sociedad alternativa, se ven severamente cuestionados. Al
igual que pasa con la discusión sobre la perspectiva de un largo período de
bajo crecimiento económico, preocupación que exhiben muchos economistas, y
que en las tesis de Piketty no hará más que profundizar las tendencias que
expone El capital en el Siglo XXI. El economista francés, entonces, presenta
el curioso caso de un defensor del capitalismo por la vía de las reformas,
que con su formidable boom editorial podría estar propinándole uno de los
más duros golpes a la legitimidad del mismo.

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