Colombia/ lejos de firmar los acuerdos, muchísimo más de encontrar la paz [Natalia Springer - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 28 10:53:55 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 28 de noviembre 2014

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A l’encontre – La Breche

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Colombia

Con la jurista Natalia Springer

Las salida

Las salidas Doctora en justicia transicional, Natalia Springer es una de las
personas más conocedoras del conflicto armado colombiano. Su informe “Como
corderos entre lobos” reveló que no menos de 18 mil niños, niñas y
adolescentes forman parte de grupos armados ilegales y organizaciones
criminales. En esta entrevista detalla las causas del conflicto, los daños
que ha provocado y cuáles podrían ser las vías para alcanzar la paz.

Gabriel Díaz

Brecha, Montevideo, 27-11-2014

http://brecha.com.uy/

—Comencemos por el trasfondo del conflicto colombiano. ¿Cuáles son sus
principales causas?

—Prefiero hablar de múltiples conflictos, de dinámicas violentas de carácter
crónico y persistente. Para dar dos ejemplos: en el sur del país, las
comunidades y la movilidad social están fuertemente reguladas por la
producción de coca y la necesidad de mantener los corredores para sacarla;
en la zona del Catatumbo (nordeste), los conflictos por las regalías
petroleras se suman al comercio y tráfico de grandes volúmenes de droga en
el marco de una frontera –con Venezuela– muy porosa y problemática.

Respecto de las grandes causas, podemos distinguir, entre otras, la excesiva
concentración de la tierra cultivable en pocas manos (0,03 por ciento de los
propietarios concentran más del 95 por ciento de la tierra), concentración
que consolidaron los paramilitares y las farc por la vía de una
contrarreforma agraria que emprendieron a sangre y fuego para apoderarse de
millones de hectáreas de las mejores tierras del país; el narcotráfico y la
pobreza extrema, que afecta a más del 46 por ciento de la población, son una
condición que ha pasado de ser consecuencia a convertirse en uno de los
móviles. Son entonces muchas violencias, en las que el objetivo es la
población más pobre y vulnerable.

—¿Cuáles serían los mecanismos más viables para que la desconcentración de
la tierra se concrete?

—En la mesa de negociaciones de paz en La Habana se trabajó por meses una
fórmula que aún no ha sido completamente finalizada sobre este tema. Como el
gobierno colombiano conformó un equipo técnico encabezado por el entonces
ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, se trabajó un esquema que el
presidente Juan Manuel Santos dijo que pondrá en marcha independientemente
del resultado del proceso. La fórmula está basada en la expropiación de los
predios obtenidos ilegalmente, usando mecanismos que ya existen en la ley en
casos de despojo y en los que se respetan todas las garantías del proceso
para las partes. Este mecanismo ya viene siendo implementado por jueces
especializados en el marco de la ley de restitución de tierras y a ella se
le sumarán nuevos aspectos una vez que la fórmula sea perfeccionada y
validada en un referendo.

—En su informe “Como corderos entre lobos” usted denuncia que no menos de 18
mil niños, niñas y adolescentes forman parte de grupos armados ilegales y
organizaciones criminales. ¿Cómo reacciona la sociedad civil  frente a esto?
¿Qué hace el gobierno?

—Hace unos años este tema ni siquiera formaba parte de la agenda y así lo
demuestra la desmovilización paramilitar, que desapareció a los niños en sus
filas. Según el testimonio que recogí de los jefes paramilitares, a algunos
niños los mandaron a casa con algo de dinero y a otros los asesinaron porque
sabían demasiado. Semejante aberración fue avalada por las organizaciones
internacionales­ que hicieron la veeduría del proceso y que tienen presencia
en Colombia con el mandato de vigilar esos temas. Pero sólo años más tarde
han empezado a documentar lo que sucedió con esos niños a raíz de las
denuncias que hicimos en el primer y el segundo informe, al que usted hace
referencia. Ahora hemos logrado que el tema de los niños combatientes, pero
también el de los niños usados por los grupos armados ilegales como parte de
su logística de guerra, sean discutidos casi a diario. Fue un punto central
en la campaña presidencial para todos los candidatos, y ahora mismo los
partidos de la coalición de gobierno, pero también los de la oposición,
están exigiendo de manera permanente la renuncia al uso y reclutamiento de
niños en todo el territorio. El informe tuvo un alcance extraordinario.

—¿Es optimista en cuanto a las conversaciones de paz entre el gobierno, las
Farc y ahora el Eln?

—Siempre he creído que la paz no es cuestión de optimismos, sino de trabajo
duro y mucha resistencia a los embates, que son cada vez más frecuentes y
difíciles de sortear. El actual es un proceso muy bien estructurado, que se
ha amarrado a partir de una voluntad política incuestionable de reconocer y
reparar a las víctimas del conflicto, no importa el origen del daño causado
e independientemente de si el proceso de paz marcha o no. Esta transición es
también un escenario de transformación social en el que han empezado a
surgir cuestiones de gran trascendencia: ¿quién es víctima?, ¿a quién debe
repararse?, ¿cómo establecer la verdad y hasta dónde debe llegar este
esfuerzo por develar los móviles del conflicto?, ¿cuál es el mecanismo
correcto para refrendar los acuerdos de paz? Estamos lejos de la firma de
los acuerdos, pero muchísimo más de encontrar la paz y que ésta llegue y se
consolide en las regiones que más han sufrido.

—Usted ha señalado que el perdón y el olvido siempre llevan a brotes de
violencia más graves. Hace hincapié en la búsqueda de alternativas audaces
para consolidar la paz. 

—Colombia ha producido, en el último siglo, más de 90 actos de amnistía (de
facto y de jure) y perdones generales e individuales que, evidentemente, no
han contribuido a la paz. La clave está en la desmovilización de los
combatientes, la atención de todas las víctimas y el desarrollo de una
política de Estado en materia de justicia que nos obligue a hacer un
diagnóstico realista de lo que pasó, por qué, quiénes son los responsables y
los beneficiarios de esa violencia y cómo garantizar que no se repita. Yo
empezaría por la instauración de una comisión de la verdad y de un tribunal
especial. En manos de la justicia está la respuesta.

—¿Cuáles podrían ser algunas de esas alternativas específicas?

—En 2003 presenté una alternativa que desde entonces he defendido e
implementado, y que por eso mismo puedo revisar incluso a la distancia.
Mediante el uso del principio consuetudinario del resarcimiento del daño
causado, los combatientes pueden cumplir su pena en libertad y con trabajo,
en las mismas comunidades que han destruido, a unos costos y tiempos que son
verdaderamente extraordinarios. Por ejemplo, el desminado de los territorios
que ellos mismos han sembrado y la reconstrucción de infraestructura de
acceso a regiones que han vivido, literalmente, en una situación permanente
de confinamiento. Funciona y ya podemos probarlo.

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