Brasil/ voto nulo: ninguna ilusión o confianza en el gobierno Dilma [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 10 23:05:20 UYST 2014


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 11 de octubre 2014

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A l’encontre – La Breche

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Brasil



No declares que las estrellas están muertas sólo porque el cielo está
nublado

Valerio Arcary *

Correio da Cidadania

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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa

“Saber no tener ilusiones es absolutamente necesario para poder tener
sueños”. (Fernando Pessoa)

Escribo este artículo como una declaración de voto. Poco más de quince días
nos separan del segundo turno de las elecciones presidenciales de 2014. Por
quinta vez, desde el fin de la dictadura, habrá un segundo turno, entre un
candidato del PT, y un candidato de un partido orgánico del capital.

La campaña por el voto útil en Dilma Rousseff aumenta de intensidad sobre
los militantes y electores de la izquierda anticapitalista. Bajo la presión
de una elección muy apretada e incierta, la dirección del PT abrazó un
discurso catastrofista que quiere presentar la disputa entre Aécio e Dilma
como un armagedon político.

Pregunta directa a los petistas de izquierda: ¿Dilma dio alguna señal de
interés en discutir con la oposición de izquierda y sus casi dos millones de
votos? ¿Dilma dio alguna señal en el sentido de cambiar de rumbos, y romper
con el PMDB de Michel Temer, José Sarney y Renan Calheiros? ¿Dilma dio
alguna señal que iría a gobernar apoyada en la movilización de la mayoría
explotada y oprimida, y no en los diputados de la bancada ruralista,
evangélica y, sobre todo, en los representantes de las constructoras y
bancos que son la mayoría del Congreso Nacional?

Si hubiese una minúscula posibilidad de que en un cuarto mandato del PT,
Dilma estuviese dispuesta a hacer una reforma fiscal con impuestos rigurosos
sobre las grandes fortunas, manifestase la intención de romper con los
chantajes del rentismo y, apoyada en la movilización de los trabajadores,
realizara un auditoria y suspensión de la deuda pública. Si estuviese
comprometida en garantir un aumento de verdad en el salario mínimo, o una
política de combate a la privatización de la educación, de la salud, del
transporte urbano y de la seguridad. Si hubiese una mínima posibilidad de
que Dilma tomase la iniciativa por la legalización del aborto, por la
criminalización de la homofobia, de la legalización del consumo de
psicotrópicos. Si Dilma anunciase el retiro de las tropas de Haití. O sea,
si fuese posible, mínimamente, un cambio de estrategia…Invitaría a mis
amigos a admitir que estas son propuestas plausibles y razonables. Pero no
hay ninguna chance.

La credulidad en la vida no es, necesariamente, un defecto grave. El
beneficio de la duda en relación a los otros, o sea, alguna inocencia en las
relaciones humanas, es una forma de hacer la vida más liviana. Pero, en la
política, la ingenuidad es fatal. No es verdad que la única forma de luchar
contra Aécio sea depositando en la urna el voto por Dilma.

Dilma no corre el riesgo de ser derrotada por la anulación del voto de la
oposición de izquierda. Dilma corre el riesgo de perder por sí misma, o
mejor: por aquello que hizo, y por aquello que el PT no hizo en los últimos
cuatro años.

No nos engañemos. La verdad desnuda y cruda es que hay varios puntos de
contacto en el programa que Aécio representa, y el programa de Dilma.
¿Cuáles? ¿Un ejemplo? Volveremos a tener, en 2014, una de las mayores tasas
básicas de interés del mundo, la exigencia número uno de los rentistas. No
satisfechos, Mantega, ministro del gobierno Dilma, y el Banco Central
dirigido por Tombini, que no es independiente, pero tiene autonomía, señalan
que están dispuestos a realizar un ajuste fiscal anti-inflacionario con
reducción de gastos, y superávit fiscal todavía mayor. Derrotar el programa
de ajuste que el capital exige sólo será posible, por tanto, con la
resistencia que deberá ser construida en las calles en el 2015.

El alarmismo quiere hacernos creer que Aécio sería el mal, y Dilma sería el
bien. ¡Pobres de nosotros si votáramos por el mal menor! Esa campaña de
dramatización no es educativa. La apelación emocional al voto es muy eficaz,
pero disminuye el significado de la disputa política. Siempre que hay un
segundo turno, de dos en dos años, siguiendo el ritmo del calendario
electoral, que no debería ser sinónimo de democracia, asistimos a este
espectáculo bizarro, cuidadosamente armado, en que se crea un clima político
irracional, en que la izquierda es convidada a retroceder a una
infantilización política.

Que los partidos burgueses usen, contra el PT y Dilma, todos los recursos de
la manipulación emocional más demagógica, no debería servir para que la
dirección del PT y sus aliados hagan lo mismo.

Aécio es, evidentemente, un candidato que provoca malestar, o hasta furia en
cualquiera que tenga un compromiso con la lucha por la igualdad social, que
es lo que define una identidad de izquierda. Por lo que es, y por lo que
representa. Merece el justo odio de clase de todos los trabajadores y
jóvenes. Muy especialmente, lo que tuvieron la poca suerte de soportarlo
como gobernador en Minas Gerais.  Aécio esconde el paquete de maldades que
trae en el bolso, y que es el sueño de consumo de los sectores más
retrógrados del capitalismo brasilero. ¿Cuáles serían sus primeras medidas
de gobierno? ¿Ajuste en los precios de los derivados del petróleo y alcohol?
¿Austeridad en las cuentas públicas y congelamiento salarial para los
funcionarios públicos? ¿Nueva política para el salario mínimo, con aumentos
todavía menores? ¿Flexibilización laboral, con revisión de los pocos
derechos presentes en el código de trabajo? ¿Nueva reforma de la previsión
social, con elevación de la edad mínima, de 60 o 65 años, además de 35 años
de contribución? ¿Más tercerizaciones? ¿Inclusive en el servicio público? ¿Y
por qué no una nueva onda de privatización? Un horror.

Merece, sin duda, ser combatido. Impiadosamente. No hay que temerle a las
palabras. Todos debemos denunciarlo. La mano no debe temblarnos. Pero, para
aquellos que luchamos contra la injusticia, no vale todo. Es preciso saber
luchar, siempre con grandeza. La crítica debe ser política, demostrando
cuales son lis intereses de clase que él defiende. Una línea de
argumentación de clase que revele el lugar de Aécio como portavoz de las
reivindicaciones del capital: por eso, la exigencia de menos impuestos y el
silencio delante de la propuesta de gravar las grandes fortunas. Debemos
dialogar con nuestros colegas de trabajo, en especial aquellos que por
fatiga y cansancio con los gobiernos de colaboración de clases liderados por
el PT, pueden verse inclinados a votar por él. Para convencerlos del peligro
que significaría una victoria del PSDB.

Un análisis marxista abraza un método menos emocional que el alarmismo: es
una interpretación de la realidad orientada por un criterio de clase. Muchas
veces en la historia los gobiernos de los partidos reformistas con
electorado entre los trabajadores, fueron más útiles para la defensa del
orden que los partidos de la propia burguesía: protegieron al capitalismo de
los capitalistas. Ese fue el papel lamentable de los gobiernos liderados por
el PT en los últimos doce años. Por eso Lula se transformó en coqueluche
mundial en Davos, y recibió el apoyo de los gobiernos más reaccionarios del
planeta. Porque su gobierno garantizó la estabilidad social en un país que,
en los años ’80, fue el campeón mundial en horas de huelgas.

Los marxistas nunca llaman a votar por él verdugo menos cruel.

En 1989, los militantes que se organizaban en Convergencia Socialista -una
de las corrientes que luego dieron origen al PSTU- llamamos a votar por
Lula, lo hicimos nuevamente en 2002. El contexto era otro. El PT todavía no
había llegado al poder.

Votamos por Lula en 1989 y en 2002, a pesar de nuestra discordancia con el
programa del PT, porque la mayoría de los trabajadores confiaba en Lula y no
queríamos ser un obstáculo a su elección. No teníamos ninguna ilusión en un
gobierno del PT, pero acompañábamos con el voto, y solamente con el voto, la
voluntad del movimiento de la clase trabajadora de llevar a Lula al poder,
después de una espera de veinte años, alertando que estaban confundidos
aquellos que tenían la esperanza de que el gobierno iría a romper con el
programa neoliberal de los gobiernos de Fernando Henrique Cardoso.

Después de doce años, nuestra responsabilidad nos impide repetir ese voto.
Porque doce años es un intervalo histórico significativo. Lula no sólo no
rompió con el modelo neoliberal, sino que el PT mantuvo durante más de una
década el trípode macroeconómico intacto. Pequeñas variaciones en las tasas
de interés durante dieciocho meses no fueron ningún cambio de rumbos, como
quedó claro a inicios de 2014, y Mantega lo dejó explícito para quién
quisiera saberlo. El capitalismo brasilero no tiene nada que temer al PT.

¿No será por eso que las “donaciones” de las grandes corporaciones
empresariales fueron mayores para la campaña de Dilma que para la de Aécio?
¿Alguien, mínimamente informado, todavía puede creer que esta elección es
una disputa entre de un lado el capital y de otro el trabajo? ¿No son dos
proyectos de gestión del capitalismo, aunque con diferencias de énfasis?

¿Y ahora, como en 2010, por qué no votaremos a Dilma, si la mayoría del
movimiento organizado de los trabajadores desea derrotar a Aécio? Porque en
los últimos doce años el PT gobernó Brasil al servicio del capitalismo. Una
parcela más consciente de los trabajadores sabe, también, que Lula y Dilma
gobernaron al servicio de los banqueros, pero creen que no era posible una
política de ruptura. Los trabajadores y la juventud, en situaciones
políticas de estabilidad de la dominación capitalista, no tienen
expectativas elevadas, o sea, no creen sino en reformas dentro de los
límites del orden existente. No creen que es posible, porque perdieron la
confianza en sí mismo, por tanto, en la fuerza de su unión y de su lucha.

El papel de los socialistas no puede ser el de reforzar esa postración
político-social, al contrario, deben incendiar los ánimos, inflamar la
esperanza, y combatir la peligrosa ilusión de que es posible regular el
capitalismo. La historia viene demostrando de manera trágica que no es
posible. Los mercados no aceptan ser limitados por la vía de la negociación.


Quien decide indicar el voto por Dilma, incluso en la forma más elegante de
“voto crítico”, o sea, con la mano en la nariz, para derrotar a Aécio, se
debe preguntar cómo se va a sentir cuando sea anunciado el primer paquete de
ajuste fiscal en 2015. Se va a arrepentir e, infelizmente, a desmoralizar.
La desmoralización tiene un costo alto para la izquierda. Ella es el pantano
que alimenta la decepción de que no hay salida colectiva, porque al final
“todos son iguales”. Ella es el combustible de “cada uno para sí, todos
contra todos”.

Las tareas de aquellos que defienden el programa socialista, consiste en
demostrarle a los trabajadores que era y es posible ir más allá. Era y
continúa siendo posible desafiar el orden del capital. Muchas veces,
infelizmente, es preciso tener la firmeza de nadar contra la corriente. Para
defender una posición firme y simple: ninguna ilusión o confianza en el
gobierno. Voto nulo.

* Profesor del Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de San
Pablo (IFSP). Integra el Consejo Editorial de la revista marxista Outubro y
es miembro del PSTU.

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