Bolivia/ Evo, el "modernizador" [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 17 15:22:47 UYST 2014


  _____  

Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 17 de octubre 2014

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

www.alencontre.org <http://www.alencontre.org/> 

  _____  

Bolivia

El “modernizador” 

El domingo, en su discurso de asunción Evo Morales agradeció a Fidel Castro,
saludó la memoria de Hugo Chávez y apeló a las raíces antimperialistas de su
“socialismo comunitario”. Pero su modelo se basa sobre todo en políticas
neodesarrollistas.

Pablo Stefanoni 

Brecha, Montevideo, 17-10-2014

http://brecha.com.uy/

Por tercera vez consecutiva Evo Morales arrasó en las elecciones
presidenciales bolivianas. Esta vez obtuvo el 60 por ciento de los votos, y
se aseguró el control de los dos tercios del parlamento. Morales consiguió
también muy buenos resultados en feudos tradicionales de la oposición, como
Santa Cruz. El domingo, en el discurso con que celebró su victoria, Morales
agradeció a Fidel Castro, saludó la memoria de Hugo Chávez y apeló a las
raíces antimperialistas de su “socialismo comunitario”. Pero el modelo que
ha venido aplicando tiene sobre todo que ver con políticas
neodesarrollistas.

“Con Evo vamos bien”, canta, con ritmo cumbiero, el principal eslogan
electoral del Movimiento al Socialismo (Mas), que una vez más desde 2005
logra retener la mayoría del voto de los bolivianos. Con las elecciones del
12 de octubre Evo Morales se proyecta en el poder hasta 2020, lo que lo
transforma en el presidente con más tiempo en el Palacio Quemado de la
historia boliviana. De hecho, lo que estaba en juego en los comicios del 12
de octubre no era el triunfo del Movimiento al Socialismo sino si la
cantidad de parlamentarios elegidos le alcanzarían al oficialismo para
mantener los dos tercios que tiene hoy y que le permiten votar leyes
especiales y, eventualmente, modificar la Constitución (por ejemplo, para
permitir una nueva reelección de Morales al final de su tercer mandato). Una
bancada inferior a los dos tercios significaría reducir el poder del
presidente boliviano que fue llevado al gobierno, hace ocho años, por la
traducción en las urnas de una rebelión popular conocida como la “guerra del
gas”. Entretanto, Evo se ha transformado en una figura central del período,
con tonalidades ambivalentes: del “Hartos Evos hay aquí” –título de un
documental que enfatizaba que el presidente es uno más entre los campesinos–
se ha ido pasando a una serie de textos hagiográficos que hacen hincapié en
su carácter de líder “excepcional”, y hasta alguien se atrevió a insinuar su
dudosa pertenencia a linajes de caudillos anticolonialistas, como Túpac
Katari.

Entre la revolución y la prudencia

La primera etapa de la administración Morales (2006-2009) estuvo marcada por
la confrontación entre el gobierno central y la oposición conservadora,
atrincherada en la región agroindustrial de Santa Cruz. La segunda fue la de
la consolidación de la hegemonía “evista” con posterioridad a la reelección
a fines de 2009 con el 64 por ciento de los votos, y una tercera –más
reciente–, remite a la cooptación de parte de las viejas elites. En los
últimos años el presidente boliviano es regularmente invitado a la Expocruz,
feria emblemática de la burguesía cruceña: después de los frustrados planes
para poner en pie grupos de autodefensa –que activaron juicios por
terrorismo y el autoexilio de ex dirigentes como el rico empresario aceitero
Branko Marinkovic–, parte del empresariado cruceño dio un giro pragmático
destinado a no arriesgar las posibilidades de ganancia que da el actual boom
económico en las arenas movedizas de las conspiraciones de 2008.

Pero los efectos de la estabilidad macroeconómica llegan más lejos. Hoy un
economista ultraliberal, como el estadounidense Tyler Cowen, puede escribir
en su blog Marginal Revolution un artículo titulado “Por qué soy
relativamente optimista sobre Bolivia”. Incluso puede avanzar un poco más en
una columna titulada “Por qué he apoyado a Evo Morales”. El título es una
provocación, el economista libertarian comienza reconociendo que “apoyar” es
un término exagerado, pero admite que “El gobierno de Evo Morales es muy
popular y bastante estable. Tiene una base de poder sólida y duradera, en
parte debido a las políticas específicas y en parte por razones simbólicas”.
Es más, Cowen apunta que “los beneficios de la estabilidad –derivada de la
permanencia del villano, por así decirlo– superan los costos (de no seguir
una política liberal)”. Incluso señala que Bolivia –por su
descentralización– no caerá en “una dictadura como Chávez”. Un elemento que
vuelve “optimista” a Cowen es la “prudencia” fiscal de Evo, sumada al hecho
de que “tarde o temprano” Bolivia debía tener un gobierno indígena.

Sin duda a este economista ultraliberal le gusta provocar a su audiencia. Es
evidente que Evo Morales combina esa prudencia fiscal con varias
nacionalizaciones de empresas y un reposicionamiento del Estado en la
economía. Pero no hay que olvidar que el anterior gobierno de izquierda, en
1982, terminó su gestión de manera anticipada en medio de una
hiperinflación. Y Morales, desde su triunfo en 2005, buscó evitar un
escenario similar. Para ello cuenta con altos precios de las materias primas
que exporta Bolivia y una relativamente buena relación con los bancos (hoy
más regulados que ayer). Dato adicional: el presidente boliviano conserva
desde su primer día en el poder al mismo ministro de Economía, Luis Arce
Catacora, un ex técnico del Banco Central que en 2006 desempolvó sus
pergaminos de simpatizante socialista de los años ochenta y mantiene en
orden la caja: Bolivia tiene reservas internacionales equivalentes al 51 por
ciento de su Pbi (es como si Argentina tuviera 300.000 millones de dólares
de reservas, cuando hoy no llegan a 30.000 millones).

Nos detuvimos en este economista estadounidense porque los elogios a la
estabilidad boliviana, desde el New York Times hasta el Banco Mundial, son
algunos de los elementos que explican, en una medida significativa, por qué
Evo puede romper el karma de la inestabilidad boliviana y, después de ocho
años, tener asegurado el triunfo en las urnas para un tercer mandato. De
hecho, “la estabilidad” es una de las consignas del propio Morales en la
campaña: hace unos días dijo que el Mas es el único partido que la
garantiza.

La oposición en su laberinto

El candidato mejor posicionado era el político, economista y empresario
cementero Samuel Doria Medina. La oposición boliviana intentó, pero no pudo,
encontrar a su propio Henrique Capriles. Hace un par de años en las
reuniones opositoras se hablaba de dos escenarios: uno era el venezolano,
donde emergió, aunque perdió, un candidato joven que “centroizquierdizó” –al
menos en el discurso– al bloque antichavista y expandió sus fronteras
ideológicas. El otro era el ecuatoriano, donde Rafael Correa le ganó con
facilidad a una oposición fragmentada. Al final se impuso el segundo
escenario. Además de Doria Medina, se lanzó a la carrera el ex presidente
Jorge “Tuto” Quiroga, que le disputa a Unidad Democrática los votos por
derecha.

Abajo se ubicaba el ex alcalde paceño Juan del Granado, que comenzó
proyectando una “oposición progresista” a Morales y terminó enredado en una
frustrada alianza con el gobernador autonomista de Santa Cruz, Rubén Costas.

Recientemente, la campaña electoral se centró en una guerra de audios. En
uno de ellos Evo Morales reconocía que la publicitada cumbre internacional
del G 77 –reunida en Santa Cruz de la Sierra– fue “la mejor campaña” en esa
región oriental. Otro audio, de mayor calibre, involucró a Doria Medina:
ampliamente publicitada en las redes sociales, en la grabación se escucha al
postulante opositor presionando a una empleada de su firma para que llegue a
un acuerdo con su esposo y uno de sus operadores partidarios, Jaime Navarro,
acusado de violencia de género. Como la mujer no quería acordar, Doria
Medina –asumiendo el rol de patrón (de estancia)– la amenazó con enviarla
como castigo a trabajar a la alejada localidad de Trinidad. Para peor, los
habitantes de esta ciudad amazónica se quejaron de que el candidato
presidencial los trata como si estuvieran en una Siberia boliviana.

Esta filtración se sumó a las declaraciones del candidato a senador del Mas
por Cochabamba Ziro Zabala, quien causó escándalo al pedir que se enseñe “a
las mujeres a comportarse y vestirse” para no ser presas de los agresores, y
puso sobre el tapete la violencia de género, uno de los temas pendientes en
el proceso de cambio que vive Bolivia.

Pero más allá de estos condimentos a una campaña que se presentó “aburrida”,
la mayoría de los bolivianos no parece convencida de que la oposición pueda
gestionar mejor los puntos débiles del actual gobierno, sin duda muchas
veces demasiado entusiasta respecto de medidas con impacto a corto plazo.

Los pliegues del cambio

Bolivia está cambiando. Parte de los cambios provienen del largo período
democrático iniciado en 1982, y muchos más del actual proceso iniciado en
2006. La estabilidad económica permite cambiar expectativas: por ejemplo,
los ahorristas bolivianizaron masivamente los depósitos, porque confían en
ganar más en bolivianos (la moneda nacional) que en dólares. La expansión de
infraestructuras y servicios al campo (como por ejemplo Internet) busca
incluir en la modernidad a una gran parte de la población.

Morales es en esencia un modernizador. Incluso sueña con controversiales
proyectos, como la energía nuclear –con fines pacíficos–. Al cambio, no
obstante, le falta hoy una pata educativa, ya que las transformaciones en
esta área son escasas: los programas de becas estatales recientemente
aprobados para que estudiantes bolivianos vayan a hacer sus doctorados a
Harvard, Stanford o universidades japonesas no son suficientes frente a la
mala calidad de la educación general. No obstante, un proyecto
neodesarrollista como el boliviano, que tiene como utopía a Corea del Sur
más que a Cuba (Evo no dejó de nombrar en algunos de sus discursos a esa
nación asiática que pasó de ser un país agrario a potencia industrial), no
puede ser viable sin cambios educativos de envergadura. Cómo usar la bonanza
extractiva es, sin duda, parte del debate boliviano actual, pero la
oposición no tiene visiones particularmente seductoras, y para muchos
bolivianos sus candidatos llevarían al país hacia el pasado.

A menudo expresiones como “socialismo comunitario” llevan a confusión: el
del Mas es un proyecto antineoliberal –lo que el vicepresidente, Álvaro
García Linera, caracterizara alguna vez como “capitalismo
andino-amazónico”–. Las propias bases partidarias están compuestas por
pequeños productores urbanos y rurales que no se sienten seducidos por un
Estado demasiado intervencionista sobre la propiedad privada.

El contenido de este imaginario neodesarrollista –en un sentido no
necesariamente coincidente con el inventor del concepto, el brasileño Luiz
Carlos Bresser Pereira– fue definido con gran claridad por el presidente
ecuatoriano Rafael Correa, quien recientemente elogió de manera efusiva el
modelo de innovación, desarrollo y visión empresarial israelí y criticó a
las “izquierdas conservadoras” y a los empresarios adversos al riesgo (la
alocución se puede ver en Youtube con el título “Israel debe ser un ejemplo
para nosotros” –lo cual no implica un apoyo geopolítico a Tel Aviv–).

Sin duda Bolivia es un país indígena, pero asociar ese dato sociopolítico
con comunitarismo a secas es un exceso de wishfulthinking. Los procesos de
urbanización –hoy alrededor del 60 por ciento de los bolivianos viven en
zonas urbanas– representan un desafío adicional para pensar la indianidad en
el siglo XXI. Para muchos indígenas, descolonizar significa estudiar en
universidades privadas, visitar los patios de comidas en los nuevos
shoppings de la zona sur de La Paz, ocupar cargos parlamentarios y romper
los múltiples techos y paredes de cristal que los relegaban a la
subalternidad. En efecto, esa vía para salir del “colonialismo interno”
parece más popular que una simple vuelta a las cosmovisiones ancestrales.
Bolivia se ha indianizado, pero lo indígena es un complejo entramado
político, antropológico y simbólico a prueba de simplificaciones fáciles y
no menos atractivas acerca de sus supuestas esencias antioccidentales.

Que en el censo de 2012 haya disminuido considerablemente la población
indígena respecto a 2001 refleja las vicisitudes de estas identidades tan
reales como estratégicas. Lo mismo ocurre con el crecimiento del
evangelismo, que es una de las fuentes del conservadurismo –dentro y fuera
del Mas– respecto de la expansión de derechos civiles como la
despenalización del aborto o el matrimonio igualitario, y tiene entre sus
efectos las reconfiguraciones modernizantes de las comunidades indígenas. En
este marco, la candidatura a diputado en las listas del oficialismo de
Manuel Canelas, primer candidato abiertamente gay, es una pequeña cuña en un
ambiente donde la presión conservadora es más fuerte que la capacidad de
acción de las débiles aunque más visibles organizaciones Lgbt.

Los discursos sobre el “vivir bien” (que buscan avanzar en un proyecto
posdesarrollista apelando a fuentes supuestamente ancestrales) conviven con
la enorme popularidad del Rally Dakar; la diversidad étnica con la negación
de la diversidad sexual; la autonomía social con la centralización estatal;
las críticas al capitalismo con una desconocida expansión del consumo.

En estas tensiones y pliegues transita hoy el cambio en Bolivia. Un país en
plena transformación que está dando vuelta una página en una historia llena
de injusticias y resistencias heroicas.

  _____  

 



---
Este mensaje no contiene virus ni malware porque la protección de avast! Antivirus está activa.
http://www.avast.com
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20141017/fc7e4ee0/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa