Haití/ cien años de ocupación y de resistencia [Henri Boisrolin]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 8 00:53:32 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 8 de agosto 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Haití

Cien años de ocupación y de resistencia

Cien años atrás, a fines de julio de 1915, tropas de Estados Unidos entraban
a Haití para evitar la instalación de un gobierno contrario a sus intereses.
Permanecerían casi 20 años, gobernando a sangre y fuego, con un sistema muy
cercano al esclavismo. Henri Boisrolin, coordinador del Comité Democrático
de Haití, recuerda esa historia.

Henri Boisrolin

Brecha, Montevideo, 7-8-2015

http://brecha.com.uy/

Hay fechas en la historia de los pueblos de enorme valor simbólico pues
marcan un punto de inflexión determinante en todos los aspectos de su vida.
Es el caso de la ocupación estadounidense de Haití iniciada hace un siglo.

En 1915, la Marina de Guerra de Estados Unidos desembarcó en Puerto
Príncipe, ocupando en pocos días las ciudades más importantes del país y
estableciendo un control militar de sus aduanas que duraría hasta su
retirada, el 15 de agosto de 1934. En aquel momento, sobre todo entre 1911 y
1915, Haití vivía una severa crisis política: levantamientos populares,
asesinatos políticos, exilios forzados, cambios sucesivos en la presidencia
(seis presidentes tuvo entonces Haití). Aquella crisis se agudizó con el
golpe de Estado de febrero de 1915 contra el general presidente Vilbrun
Guillaume Sam. Luego de su derrocamiento, éste fue linchado por
manifestantes en las calles de Puerto Príncipe. Pero como aquel
levantamiento popular contra Sam amenazaba varios intereses comerciales
estadounidenses en el país y planteaba la posibilidad de que Rosalvo Bobo,
considerado por muchos un líder nacionalista y antiimperialista, emergiera
como el próximo presidente, el gobierno estadounidense decidió invadir para
preservar su dominio económico.

El primer objetivo de la estrategia militar yanqui fue obtener el control de
los puertos marítimos y del comercio, proteger los ingresos de los
aranceles, y tomar el control directo del país. Establecieron el Convenio
haitiano-estadounidense en 1916, redactaron una nueva Constitución en 1918 e
impusieron reformas económicas en función de sus propios intereses y un
trato racista en todos los niveles de la vida.

Cabe recalcar que la tragedia no terminó con la salida oficial de las tropas
en agosto de 1934, sino que prosiguió después, destruyendo la vida de
millones de ciudadanos por varias generaciones.

El 28 de julio de 1915, fecha de desembarco de los soldados norteamericanos,
representa una bisagra que marcó la evolución de la formación social
haitiana, y, al mismo tiempo, uno de los primeros pasos del expansionismo
estadounidense en el Caribe. Salvo para los historiadores defensores de los
intereses del imperialismo norteamericano y de las clases dominantes
haitianas, queda claro para todos que esta ocupación transformó a Haití en
una perfecta neocolonia de Estados Unidos a través de un largo proceso de
destrucción –mediante una violencia inusitada– de las estructuras económicas
y disposiciones legales creadas y adoptadas desde el triunfo de la gran
revolución antiesclavista de 1804. A partir de aquella ocupación –que sigue
hasta nuestros días bajo otras formas–, el imperialismo atribuyó a Haití, en
la división internacional del trabajo, el papel de principal productor de
mano de obra barata para sus empresas instaladas tanto en este país como en
otros del Caribe. Una razón que explica el proceso de empobrecimiento cada
vez mayor del pueblo haitiano, la destrucción de la economía rural, el
hambre, el desempleo, y el éxodo masivo de millones de personas hacia otros
lugares. La ocupación, en consecuencia, no trajo beneficio alguno para el
pueblo haitiano, y fue responsabilidad exclusiva de Estados Unidos y de sus
cómplices en Haití. Todo planteo contrario es simplemente un discurso
perverso para justificar lo injustificable.

Pasado el tiempo, no se ha podido hasta ahora establecer fehacientemente la
cantidad de víctimas de la ocupación. Varios historiadores haitianos las
cifran en más de 15 mil. Pero hubo acontecimientos durante esos 19 años de
especial crueldad. En esta lista aparecen la masacre de campesinos en
Marchaterre, la imposición de un sistema de trabajo denominado corvée, que
no era otra cosa que la vuelta a la esclavitud al suponer el trabajo
gratuito de los pequeños campesinos, por ejemplo, en la construcción de
caminos, y el terrorismo implementado por los ocupantes para vencer a la
resistencia guerrillera de los cacos. En este marco, es propicio rendir
homenaje a los patriotas que se opusieron y lucharon por todos los medios,
fundamentalmente a los principales líderes de los cacos: Charlemagne Péralte
y Benoit Batraville. Éstos, a través de sus batallas y posicionamientos
antiimperialistas, dejaron ejemplos que nos guían. Ejemplos que no podemos
olvidar en nuestra lucha actual en contra de la Misión de las Naciones
Unidas para la Estabilización de Haití, la Minustah, una muestra clara de
que la ocupación imperialista sigue.

Marchaterre es, a su vez, un acontecimiento que la historiografía oficial
intenta sepultar bajo el manto del olvido. Durante una marcha pacífica, el 6
de diciembre de 1929, cuando varios miles de campesinos desfilaban en ese
lugar al grito de “abajo los impuestos, abajo la ocupación, abajo la
miseria”, los militares estadounidenses abrieron fuego, asesinando a 22
personas e hiriendo a otras 51. Violaron luego a mujeres y niñas e
incendiaron las casas de los campesinos.

Rememorar el inicio de la ocupación no puede ser por tanto un simple
ejercicio académico sino una obligación ligada a la voluntad política de
seguir la lucha por la recuperación de la soberanía de Haití y el derecho a
la autodeterminación. Un combate que merece ser acompañado por todos los
luchadores democráticos y antiimperialistas –sobre todo los de América
Latina–, para ayudarnos, entre otros objetivos, a echar a la Minustah.

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