Argentina/ giro a la derecha [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Dic 1 00:18:56 UYT 2015


  _____

Correspondencia de Prensa

1° de diciembre 2015

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____

Argentina

Argentina gira a la derecha

Pablo Stefanoni *

Publicado en ruso y en inglés en Russian International

Affairs Council

http://russiancouncil.ru/

El triunfo de Mauricio Macri en el segundo turno de las elecciones
argentinas produjo un vuelco político de envergadura en la Argentina. El
líder de Propuesta Republicana (Pro), un partido de centroderecha con poco
más de una década de vida y aún pequeño, triunfó con 51,40% frente al
candidato peronista Daniel Scioli, quien obtuvo 48,60%. De esta forma se
acaban 12 años de kirchnerismo, plasmado en los gobiernos de Néstor
Kirchner, fallecido en 2010, y su esposa Cristina Fernández. Se trató de una
versión de centroizquierda del tradicional y poderoso Partido Justicialista,
el partido fundado por Juan Perón en la década de 1940 y que a lo largo de
la historia se presentó con diferentes rostros ideológicos de acuerdo a la
coyuntura internacional. El kirchnerismo gobernó una década larga marcada
por un proyecto que impulsó políticas de inclusión social, reconstruyó el
Estado debilitado en los años 90 y amplió derechos civiles (como el
matrimonio entre personas del mismo sexo). Pero junto con los avances,
creció un descontento social difuso, amplificado por los medios de
comunicación, que el oficialismo no logró leer adecuadamente y fue
capitalizado por el centroderecha.

El resultado del domingo tiene también dimensiones continentales: la
victoria de Macri entusiasma a las fuerzas de oposición a los gobiernos
“bolivarianos” de la región, que imaginan que el triunfo de este candidato
ideológicamente más cercano a la Alianza del Pacífico –de tonalidades más
liberales en lo económico- podría ser la primera pieza de un dominó que
lleve al llamado “fin de ciclo” sudamericano, abierto con el triunfo de Hugo
Chávez en 1998 y seguido en los años 2000 por Luiz Inácio Lula Da Silva, Evo
Morales, Tabaré Vázquez y Rafael Correa. En efecto, en los festejos de Macri
estaban, entre otros, la esposa del líder opositor venezolano Leopoldo
López, acusado de desestabilización y condenado a 13 años de prisión en un
controvertido proceso judicial.

La historia de la derrota peronista comenzó, de manera sorpresiva, en la
primera vuelta del 25 de octubre pasado. Ese día, mientras todas las
encuestas anunciaban que Scioli estaría bordeando un triunfo sin necesidad
de balotaje, los resultados fueron muy diferentes: no solo el candidato
oficialista quedó lejos de esa victoria rápida sino que Macri se posicionó a
solo tres puntos debajo. Adicionalmente, la candidata a gobernadora de Pro,
María Eugenia Vidal, triunfó sin que nadie lo anticipara en la populosa
provincia de Buenos Aires, donde vota casi el 40% del padrón electoral
nacional. Se trata de un bastión que el peronismo gobierna desde 1987
perderlo constituyó un duro golpe para el oficialismo. Joven, de tonos
amables, discurso inteligente y “post-ideológico”, Vidal condensa el estilo
de “persona común” –alejada del político profesional aunque lo sea- que
cultiva Pro, cuyo referente máximo es Macri. Ese resultado sorpresivo
posicionó a Macri como favorito, y dejó a Scioli transitando un empinado
camino de obstáculos. Aunque técnicamente había ganado la primera vuelta,
políticamente la había perdido.

De origen empresarial, Mauricio Macri llegó a presidir en 1995 el popular
equipo de fútbol Boca Juniors, lo que le permitió construir puentes con el
mundo popular. Tras dejar el cargo, en 2007 conquistó la alcaldía de la
Ciudad de Buenos Aires, desde donde pavimentó su carrera política hacia la
Casa Rosada –la sede del gobierno argentino. El reciente libro Mundo Pro.
Anatomía de un partido fabricado para ganar (escrito por Gabriel Vommaro,
Sergio Morresi y Alejandro Bellotti) explica varias de las novedades de esta
nueva derecha, que se diferencia en varios aspectos de los viejos partidos
conservadores. El partido de Macri impulsa una política supuestamente
desprovista de conflicto –la contracara de la “crispación” provocada por el
supuesto populismo kirchnerista– y la “reconciliación de todos los
argentinos”. Con una imagen moderna, más cercana al estilo de las campañas
norteamericanas, este nuevo partido atrajo a ex militantes de partidos
tradicionales, empresarios exitosos, jóvenes profesionales, dirigentes de la
derecha tradicional, e incluso militantes sociales. Abierto a las nuevas
espiritualidades estilo New Age, con estética festiva y “cercano a la
gente”, Macri construyó una fuerza política que pudo poner fin la hegemonía
kirchnerista y abrir paso a un nuevo es incierto escenario de cambio. Para
poder ganar se alió a la tradicional Unión Cívica Radical y pequeños
partidos con quienes conformó la alianza “Cambiemos”, que apeló a un eficaz
marketing político y a un discurso bastante vacío pero eficaz para convocar
al voto ciudadano. El candidato oficialista lo acusó de representar a los
hedge funds que hoy acosan a la Argentina, de querer hacer un ajuste fiscal
en perjuicio de los trabajadores y de ser el candidato de los poderosos,
pero nada de eso alcanzó para impedir la victoria del centroderecha.

Asesorado por el ecuatoriano Jaime Durán Barba, Macri debió
“des-diabolizarse”, quitarse de encima el estigma de neoliberal que lo
perseguía como su sombra. Para ello juró no cambiar “lo bueno” que hizo el
kirchnerismo, especialmente en términos de inclusión social, y, sobre todo,
no privatizar las empresas públicas. Es decir, no regresar a los años 90,
cuando el neoliberalismo –impulsado por el peronista Carlos Menem- desguazó
el Estado y generó nuevas y persistentes desigualdades.

Pero Macri no ganó solo por sus méritos. Scioli no encontró una identidad en
la campaña. Aunque el candidato peronista y actual gobernador de la
provincia de Buenos Aires recibió el respaldo de la presidenta Cristina
Fernández –quien ya no podía presentarse a un nuevo mandato-, el
kirchnerismo nunca lo quiso y siempre desconfió de sus intenciones. De
hecho, para conseguir garantizar que el candidato no se desviara del
proyecto trazado por ella, lo hizo aceptar como vicepresidente a un hombre
del riñón kirchnerista: Carlos Zannini. Uno de los principales intelectuales
kirchneristas, Horacio González, dijo que votaría a Scioli “desgarrado” ya
que, en el fondo, no lo consideraba un heredero del proyecto de Néstor y
Cristina Kirchner. En su mente estaba la historia de Scioli: un corredor de
lanchas que saltó a la política, en los años 90, de la mano de Menem, y
defendió el neoliberalismo hasta el fin de la década. Pero también el Scioli
actual generaba rechazo en los seguidores de Cristina ya que su discurso de
“fe y esperanza” le parecía muy poco ideológico a los kirchneristas y lo
veían como demasiado conservador. En efecto, su épica no pasa por la
política sino por su propia vida: perdió un brazo corriendo una carrera de
lanchas y de repuso a esa tragedia. Y su discurso parece sacado de un libro
de autoayuda y está muy lejos del populismo de izquierda kirchnerista.

Bajo el peso de la presidenta, hiperactiva en la campaña, Scioli apareció
como un candidato “manejado” y sin personalidad. Precisamente, su ventaja
era aparecer más moderado que la presidenta, y eso le hubiera permitido
ganar a algunos votantes cansados del estilo crispado de ejercicio del poder
kirchnerista. Pero la presencia de Cristina Fernández en la campaña acabó
por perjudicarlo. Y la intensa movilización militante de los últimos días,
para “frenar a la derecha”, ya no fue suficiente.

Durán Barba había aconsejado a Macri plantear la campaña como “cambio”
contra “continuidad” y los doce años de kirchnerismo parecen haber generado,
en efecto, una base electoral para un cambio que nadie sabe, a ciencia
cierta, en qué consistirá.

Por lo pronto, el nuevo presidente no tendrá mayoría parlamentaria, ni la
mayoría de los gobernadores y tendrá cierta hostilidad de los sindicatos,
desconfiados de su discurso y su estética pro-empresarial. Hoy se duda sobre
si Macri se mantendrá en la línea de su discurso de campaña moderado o
ensayará un ajuste económico de shock. Esto último, no obstante, parece
menos probable, aunque algunos economistas de su entorno provienen de los
años 90. El descontento por la inflación y el manejo arbitrario de las
estadísticas oficiales, además de una forma de ejercicio del poder que a
menudo aparece cerrada y poco dialogante, son algunas de las explicaciones
de la derrota peronista del 22 de noviembre y el nuevo presidente prometió
gobernar con otro estilo, más abierto y dialogante.

El domingo, podían verse las imágenes de dos Argentinas: una al borde del
llanto, anticipando días amargos con el país en manos de la derecha; otra
con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en un próximo reencuentro
nacional. Mientras tanto, Macri se prepara para asumir el poder el 10 de
diciembre e iniciar el camino hacia lo que definió como un “futuro
maravilloso”.

* Jefe de Redacción de la revista Nueva Sociedad.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20151201/20923d9d/attachment.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa