América del Sur/Debates/ la izquierda tuvo una oportunidad histórica y la desperdició [Maristella Svampa - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Dic 24 10:13:07 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

24 de diciembre 2015

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germain5 en chasque.net

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América del Sur/Debates

“Hemos perdido una oportunidad histórica” 

Analista de los movimientos sociales surgidos a comienzos del milenio en
América Latina contra el extractivismo, la socióloga y escritora Maristella
Svampa dijo a Brecha que la izquierda latinoamericana tuvo una oportunidad
única de construir un proyecto distinto, y la desperdició.

Fabián Kovacic, corresponsal en Buenos Aires

Brecha, Montevideo, 23-12-2015

http://brecha.com.uy/

—¿Qué panorama podemos esperar para la región con los gobiernos de
centroizquierda en retirada o golpeados?

—Estamos en una situación de inflexión histórica que combina el agotamiento
del progresismo con el fin de ciclo, de cara a la conversión de gobiernos de
centroizquierda en populismos de alta intensidad. En Argentina, el nuevo
gobierno de Mauricio Macri presenta rupturas pero también continuidades
respecto del gobierno saliente. En términos de rupturas, hay que señalar
sobre todo las de tipo ideológico: a partir del 10 de diciembre Argentina
dejó de ser gobernada por un régimen identificado con un populismo de alta
intensidad, asentado en la concentración del poder, en una aceitada
comunidad de negocios, en la intolerancia a las disidencias y el
hiperliderazgo de Cristina Fernández, para pasar a ser gobernada por una
derecha aperturista, de tipo empresarial, una nueva comunidad de negocios
que no desprecia el trabajo territorial, pero entiende la política como
gestión y como marketing. No creo, sin embargo, que esta ruptura ideológica
signifique una vuelta al neoliberalismo de los noventa. Es cierto que es de
temer un escenario aun más desigualador en lo social, pero dependerá también
de los límites que coloque la sociedad argentina al nuevo gobierno. No por
casualidad, Macri parece estar buscando plantarse en un espacio de geometría
variable, entre un neodesarrollismo a la Frondizi (presidente argentino
entre 1958 y 1962), con menos Estado, pero con obras públicas y un
reconocimiento de la importancia de lo social, y un neoliberalismo de tipo
aperturista, al estilo del chileno Sebastián Piñera. Cómo se dará ese
equilibrio tensional entre uno y otro; cuál de las dos tendencias
prevalecerá, todavía no lo sabemos, pero la composición del gabinete
económico muestra la presencia de ambas.

—¿Qué puede pasar con los cientos de focos de conflicto en todo el país, con
las asambleas que resisten la megaminería, los criollos que pelean por sus
tierras y contra Monsanto y los agroquímicos?

—Habrá continuidad respecto del extractivismo, la megaminería, el fracking,
el acaparamiento de tierras y el agronegocio. Es cierto que la elección de
dirigentes de empresas alertó a las poblaciones afectadas, pero esto no
significa que coman vidrio respecto del pasado reciente. Después de todo,
Miguel Galuccio, el Ceo de la petrolera Ypf, viene de una multinacional casi
más importante que la Shell, y el secretario de Minería del kirchnerismo,
Jorge Mayoral, tiene empresas proveedoras de la Barrick Gold. El
kirchnerismo supo consolidar una poderosa comunidad de negocios, aunque
articulara el lenguaje de las mediaciones políticas o contara con el
silencio cómplice de sus intelectuales progresistas. Asimismo, hay que
recordar que Daniel Scioli fue el primer candidato presidencial en ir a
abrazar al gobernador de San Juan luego del derrame de solución cianurada de
la Barrick Gold, en setiembre. No creo que en esta arena Macri invente nada
que ya no haya hecho el kirchnerismo. Es probable que durante los primeros
meses escuche las voces bajas de esas poblaciones. Eso sucede con los
pueblos originarios, que en pos de un prometido reconocimiento de sus
demandas levantaron un acampe que llevaba casi nueve meses en la avenida 9
de Julio.

—¿Hay alguna alternativa política viable, fuerte, frente a lo que suele
llamarse saqueo de los recursos naturales?

—Hay organizaciones sociales muy celosas de su autonomía, algo que muchas
veces conspira contra la posibilidad de pensar una alternativa política
amplia, más allá de los apoyos parciales de ciertos dirigentes de izquierda
y centroizquierda. Supongo que se abrirá un espacio más favorable para las
izquierdas independientes, que venían muy golpeadas en los últimos tiempos.
Es importante que vuelvan a la escena política, por su vínculo con
diferentes movimientos sociales. Lo que hay que construir en Argentina, como
en otros países de la región, es una izquierda plural, democrática, que tome
activamente la crítica al extractivismo y desarrolle lenguajes-puente con
las organizaciones sindicales, enclavadas en las grandes urbes. La nueva
izquierda es un proyecto a construir, que no sólo exige pensar más allá de
los hiperliderazgos y acompañar el necesario reempoderamiento de los
movimientos sociales, sino también un profundo cambio cultural acerca de los
patrones de producción y de consumo.

—En el resto de América Latina, ¿los movimientos sociales ganan fuerza o
están perdiendo la batalla? ¿Cuál es el mapa?

—En otros países el escenario de agotamiento y de giro político a la derecha
presenta perfiles dramáticos, como en Venezuela y Brasil. Sin embargo, creo
que el giro a la derecha es anterior, preanunciado por escenarios nacionales
caracterizados por procesos de ajuste económico, por la represión de las
disidencias, por la profundización de la corrupción; por la disparatada nube
de privilegios en la cual se instalaron estos gobiernos, confundiendo lo
público y lo privado y naturalizando su relación con el poder… El ciclo se
cierra con un sabor amargo, frente a alternancias necesarias, pero poco
deseables, de cara a los gobiernos que vienen. Fueron numerosos los
movimientos sociales que se adaptaron a los liderazgos populistas,
plebiscitándolos, promoviendo el cierre hegemonista, considerando que la
potencia, y por ende la posibilidad de cambio social, no estaba en la
capacidad disruptiva de las luchas sino en las decisiones de los líderes.
Eso me parece muy grave, y más allá de las diferencias nacionales.

Siento que los latinoamericanos hemos perdido una gran oportunidad de
cambio, que se abrió en el año 2000 y tuvo como punto máximo de inflexión el
No al Alca, en 2005, hace diez años exactamente, en Mar del Plata, en aquel
estadio histórico que reunió movimientos sociales críticos y afines de toda
la región, junto con presidentes que en ese momento sostenían un
latinoamericanismo consecuente, como Chávez, Lula e incluso Néstor Kirchner.
Visto a la distancia, el No al Alca, que tendría que haber sido el punto de
partida de construcción de un nuevo regionalismo desafiante, terminó por ser
el punto máximo del mismo.

—En la región hay una puja entre Estados Unidos y China por los recursos.
¿Cuál sería una política de Estado realista para enfrentar la situación en
provecho de América Latina?

—Los cambios geopolíticos de la última década marcan el declive de la
primacía hegemónica de Estados Unidos y el ascenso de China como gran
potencia global. Luego de 15 años de progresismo, ambas potencias están bien
plantadas en América Latina, por la vía de convenios y tratados
unilaterales, que profundizan el extractivismo y la reprimarización de las
economías. Estados Unidos firmó tratados de libre comercio de forma
bilateral con varios países latinoamericanos, y en 2011 se creó un nuevo
bloque regional, la Alianza del Pacífico, con la participación de países
como Chile, Colombia, Perú y México. El caso de China es aun más paradójico,
porque la consolidación de las relaciones asimétricas ha venido de la mano
de un discurso que habla de la cooperación Sur-Sur. Y los diferentes países
han venido firmando con el gigante asiático de modo unilateral convenios que
en muchos casos los comprometen por décadas y que en lugar de afianzar la
integración latinoamericana no hacen más que potenciar la competencia entre
países exportadores de commmodities. Así, por esas vueltas de la historia,
la consolidación de relaciones asimétricas con China se ha tornado evidente
al cumplirse los diez años de aquel enterramiento del Alca, que todavía
resuena tanto en el imaginario antimperialista latinoamericano. En este
marco, habría que darle un verdadero contenido al “regionalismo
latinoamericano desafiante” desde los movimientos sociales, pues no creo que
esto se busque hacer desde los gobiernos emergentes y sus políticas
públicas.

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