Cuba/ controversia sobre el partido único [Samuel Farber]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jun 6 14:23:22 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 6 de junio 2015

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A l’encontre – La Breche

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Cuba

Sobre el partido único

En Cuba el multipartidismo es una cuestión muy controvertida con la que solo
unos pocos críticos de izquierda del régimen cubano han querido lidiar. Me
parece necesario profundizar en ese tema para aclarar mucha de la confusión
existente alrededor de ese tópico.

Samuel Farber *

Havana Times

http://www.havanatimes.org/

Vayamos por partes: en primer lugar, la abolición del unipartidismo cubano
no es la misma cuestión que el sistema político que lo reemplazaría, tenga
este muchos o ningún partido político. En realidad el PCC no es un partido –
lo que implicaría la existencia de otros partidos – si no un monopolio
político, social y económico de la sociedad cubana. Este monopolio –
refrendado por la Constitución del país – se basa, entre otros mecanismos
autoritarios, en el control de la sociedad a través de las así llamadas
organizaciones de masas que funcionan como correas de transmisión de las
decisiones tomadas por el PCC.

La CTC, por ejemplo, es la correa de transmisión que le permite al estado
mantener su monopolio de la organización de los obreros cubanos. Los obreros
(y el resto de los ciudadanos) deben tener el derecho de organizarse
independientemente del PCC para así poder luchar por sus intereses, lo que
necesariamente implica la abolición del sistema de partido único y de las
organizaciones de masas como las correas de transmisión de ese partido.

El sistema imperante en Cuba parece ir en vías de una transformación, que
probablemente se acelerará después que los líderes históricos de la
Revolución hayan fallecido, al modelo de capitalismo de estado de estilo
sino-vietnamita bajo la dirección del PCC. Por lo tanto, aunque las
circunstancias históricas cambien significativamente, la necesidad de que el
sistema de monopolio de partido único con sus correas de transmisión sea
abolido continuará en vigor.

¿Qué son los partidos políticos?

Los partidos políticos modernos comenzaron en el siglo 19 a medida que se
expandió el sufragio y que sectores de la clase gobernante, al sentirse
amenazados, se organizaron políticamente para defender sus intereses de
clase, típicamente en partidos liberales, conservadores y a veces
cristianos. En ocasiones los partidos gobernantes representaron a una sola y
a toda una clase social, como sucedió en varios períodos con los Tories en
Inglaterra. Pero históricamente, lo más frecuente es que diferentes partidos
representen a distintos sectores de la clase gobernante. Liberales y
conservadores no solo representaron conflictos materiales dentro de las
clases gobernantes, como por ejemplo los intereses de los grandes
terratenientes contra los de los nuevos capitalistas industriales, sino
también conflictos ideológicos de origen pre-capitalista sobre el rol y
poder de la Iglesia Católica en la sociedad.

Aparte de representar intereses de sectores de las clases gobernantes, estos
partidos también incorporaron a sectores intermedios de la sociedad, como
profesionales independientes y pequeños comerciantes, y trataron de cooptar
anhelos y luchas populares de manera que no amenazaran los intereses
fundamentales de los poderosos.

En muchas ocasiones, los llamados estratos y clases medias también
organizaron sus propios partidos políticos, especialmente en sistemas
parlamentarios con representación proporcional que históricamente han
propiciado la creación de numerosos partidos.

En la historia política de Cuba, tenemos el caso del Partido Ortodoxo
fundado por Eduardo Chibás, un partido basado principalmente en las clases
medias, pero con un creciente apoyo multi-clasista. El hecho que este
partido aceptara implícita o explícitamente al capitalismo cubano, no quiere
decir que era una expresión o tenía una relación orgánica con las clases
gobernantes.

O sea, que históricamente hablando la relación entre clase y partido no ha
sido unívoco; la clase gobernante no es un monolito y generalmente no ha
sido representada por un solo partido. Ciertamente, este también ha sido el
caso con la clase obrera, cuya representación ha sido asumida por partidos
tan diversos como los social demócratas, los comunistas y los social
cristianos.

En el caso de la social democracia en su etapa clásica cuando representaba a
la clase obrera a través de sus estrechos lazos con los sindicatos, sus
crecientes tendencias conservadoras no eran de índole meramente ideológicas
sino representaban también el desarrollo de la burocracia sindical cuando
esta, basada en el poder que habían adquirido los sindicatos, tuvo la
posibilidad de extraer concesiones, a veces significativas, de las clases
gobernantes.

Esas concesiones ayudaron a desmovilizar a los obreros y de esa manera
solidificaron a una burocracia más preocupada por proteger sus copiosas
inversiones en la infraestructura sindical que en arriesgarlo todo en pos de
un rompimiento de tipo revolucionario (como en la Europa de la primera
postguerra) o en resistir el belicismo imperialista (1914). Esta fue la
historia de la muy poderosa y supuestamente marxista y revolucionaria Social
Democracia alemana cuyo modelo burocrático-oligárquico fue retratado por el
sociólogo italo-alemán Roberto Michels en su clásico Partidos Políticos.

Con respecto al partido Bolchevique de Rusia, aunque tanto el estalinismo
como los apologistas de la guerra fría en el mundo occidental mantuvieron el
mito de que no hubo diferencia alguna entre los bolcheviques y los
estalinistas, muchísimos historiadores (Stephen Cohen, Alexander Rabinowitch
y William Rosenberg entre otros) han demostrado que ese partido
revolucionario en realidad fue, antes del proceso de degeneración
burocrática que comenzó con la guerra civil de 1918-1920, bastante
pluralista y democrático.

Entre muchísimos ejemplos, puedo citar el hecho que aunque líderes
bolcheviques como Kamenev y Zinoviev se opusieron a la Revolución de
octubre, continuaron siendo importantes líderes del partido después de esta,
y que aunque Bukharin públicamente adoptó y agitó por una línea radicalmente
opuesta a la de Lenin con respecto a la paz de Brest-Litovsk en 1918,
permaneció como dirigente del partido por muchos años después. Lejos de la
“unidad monolítica” defendida por los hermanos Castro, los bolcheviques se
caracterizaron no solo por la pluralidad de posiciones, sino por una
tendencia crónica al faccionalismo que generalmente no obstaculizó la
“unidad en la acción”. Es por todas estas razones que hace casi 80 años León
Trotsky en La Revolución Traicionada criticó duramente la teoría estalinista
sobre los partidos y las clases sociales que trataban de justificar el
unipartidismo:

En realidad las clases son heterogéneas; se desgarran por antagonismos
internos, y obtienen la solución de sus problemas comunes solamente a través
de la lucha interna de tendencias, grupos y partidos. Es posible, con
ciertas reservas, admitir que “un partido es parte de una clase.” Pero dado
que las clases tienen muchas “partes” – algunas miran al futuro y otras al
pasado – una misma clase puede crear varios partidos. Por la misma razón, un
partido puede estar basado en partes de clases diferentes. En todo el curso
de la historia política no se puede encontrar un solo ejemplo de un partido
correspondiendo a una sola clase – desde luego provisto que uno no tome la
apariencia policíaca como si esta fuera la realidad.

Con respecto al pluripartidismo de las sociedades capitalistas, no cabe duda
que ha habido un serio deterioro de la democracia política a través del
mundo, lo que se refleja en que los partidos políticos tienen menos y menos
contenido substantivo y están sujetos a las exigencias de las formas más
superficiales de mercadotecnia política, una tendencia que ha sido agravada
por el costo extraordinario, especialmente en los Estados Unidos, del uso de
los medios masivos de comunicación en las campañas políticas, a los cuales
los nuevos movimientos sociales y los candidatos que se oponen al sistema no
tienen acceso. Al mismo tiempo, las instituciones parlamentarias han
declinado, con el poder ejecutivo asumiendo muchos de las funciones
parlamentarias, utilizando la doctrina de secretos de estado para ampliar y
proteger su poder. Dada esa situación, no sorprende que la apatía e
ignorancia política y la abstención se han convertido en características
importantes de la democracia política capitalista. Mientras que estas son
fatales para cualquier concepción de la democracia basada en la
participación y control de una ciudadanía activa e informada, son
definitivamente convenientes y muy funcionales para un sistema capitalista
que estructuralmente privilegia al poder económico y corporativo a expensas
de la regulación pública y del control democrático desde abajo.

Después del unipartidismo

Pero supongamos, por el momento, que el sistema unipartidista en Cuba acabe
por abolirse. Querámoslo o no, surgirán nuevos partidos una vez que la
represión y los obstáculos legales y constitucionales hayan cesado. ¿Vamos a
pedir que se supriman esos nuevos partidos por la fuerza o vamos, en vez de
eso, a entrar con la manga al codo en la lucha, propaganda y agitación
política e ideológica contra la inevitable ola reaccionaria y neoliberal que
generalmente ha sucedido al comunismo burocrático a través del mundo?

Dadas esas circunstancias, pudiéramos luchar, por ejemplo, por una nueva
Convención Constituyente para debatir públicamente la cuestión crítica de lo
que deber ser la sociedad que reemplace al comunismo burocrático, debates
que incluirían, por supuesto, nuestros argumentos a favor de la construcción
de un socialismo basado en la democracia y la libertad. Ese debate además
sería una estrategia para evitar que inmediatamente se proceda a campañas
electorales y sus mercadotecnias enfocadas no en programas políticos sino en
individuos, muchos de ellos financiados, entre otros, por los
cubano-americanos ricos de Miami.

Dada esta posibilidad plutocrática, habría, también, que luchar por el
financiamiento exclusivamente público de toda actividad electoral,
incluyendo el libre acceso a los medios masivos de comunicación y
distribución de fondos públicos de acuerdo con el respaldo popular de cada
grupo político.

Pero supongamos el caso óptimo – y desafortunadamente poco probable bajo las
circunstancias existentes – de un amplio movimiento de masas reemplazando al
unipartidismo burocrático con un socialismo revolucionario y democrático
basado en las más amplias libertades y en la autogestión obrera, campesina y
popular.

En ese caso, ¿qué significaría la unidad que muchos cubanos han anhelado? Al
grado que existan intereses comunes, tanto materiales, como ideológicos y
políticos, se debería tratar de lograr la unidad a través de actividades
políticas conjuntas y negociaciones, con el fin de realizar alianzas basadas
en principios e intereses políticos compartidos.

Pero esta no tiene por qué ser la “unidad monolítica” propagada por Raúl
Castro y otros líderes revolucionarios que ha significado la censura y la
supresión de puntos de vistas diferentes aun dentro de las filas del
gobierno revolucionario.

Como bien dijo Rosa Luxemburgo, la libertad es para aquellos que piensan
diferente. Es equivocado y peligroso asumir que no habrá divisiones
importantes, tanto de intereses, como de puntos de vista entre las clases
populares bajo un socialismo revolucionario y democrático.

No hay motivo para pensar que los conflictos de clase agotan los posibles
conflictos sociales, incluyendo aquellos basados en cuestiones estrictamente
materiales. Por ejemplo, una de las cuestiones fundamentales de cualquier
sociedad, sea esta capitalista o socialista, es la tasa de acumulación o en
otras palabras, que parte del producto económico se consume inmediatamente y
otra se ahorra para asegurar la reproducción de la sociedad y la mejora de
las condiciones de vida.

En el capitalismo esto se decide a través de las decisiones de la clase
gobernante dentro de la economía de mercado que favorece y consolida su
poder. Bajo el socialismo, esta decisión afectaría a todos los sectores y
grupo social, dado que determinaría los recursos disponibles en cada centro
de trabajo y comunitario.

Por lo tanto, es de esperar que surgirían diferencias entre, por ejemplo,
los que están más a favor de pasarla bien hoy y los preocupados por el nivel
de vida de las generaciones futuras. Podemos fácilmente imaginar que esa no
sería la única fuente de divergencia y conflicto entre la gente. En ese
caso, ¿cómo se organizarían esas diferencias y conflictos en alternativas
coherentes y sistemáticas para que las grandes mayorías puedan decidir
democráticamente el futuro de la nación en sus líneas más generales? Esa
sería la función crítica de los partidos políticos bajo el socialismo,
educando y agitando a favor de visiones alternativas del rumbo que la
sociedad pueda o deba tomar.

Por otra parte, sabemos que los partidos políticos, así como muchos otros
tipos de organizaciones, han mostrado pronunciadas tendencias burocráticas y
oligárquicas. Pero hay medidas que se pueden adoptar para compensar y
combatir dichas tendencias, como combatir la apatía y abstencionismo entre
las bases a través del debate democrático y el continuo ejercicio del poder
en la práctica. Una membresía activa, informada e involucrada en los
asuntos, tanto de la sociedad, como de los partidos es la mejor garantía
contra la burocratización.

Pero eso no es todo. Hay también medidas organizacionales que pueden
contribuir a estos fines, como lo es el control democrático local, así como
nacional de los funcionarios de los partidos y de los sindicatos, y la
máxima transparencia con respecto a sus políticas y funcionamiento interno,
aparte del derecho de las bases de remover a cualquier líder a través de
referendos partidarios y sindicales.

Hay gente que ha abogado por prohibir la reelección de líderes partidarios y
sindicales. Aunque esta propuesta es digna de discusión, creo que sería
contraproducente y posiblemente antidemocrática y, en todo caso, no
prevendría la manipulación por parte de los líderes que hayan sido
oficialmente reemplazados.

Tengo la esperanza que esta discusión sobre el tema del partido único
continuará para esclarecer ideas en torno a un tópico tan importante como
controvertido.

* Samuel Farber nació y se crió en Cuba y emigró a Estados Unidos antes del
1959. Ha escrito muchos libros y artículos sobre Cuba incluyendo Cuba Since
the Revolution of 1959. A Critical Assesment publicado por Haymarket Books
en el 2011. Una versión anterior de este ensayo fue publicado en
ObservatorioCriticoCuba.org el 27 de mayo del 2015.

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