Colombia/ ¿para qué servirá la Comisión de la Verdad? [Semana]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Dom Jun 14 00:14:16 UYT 2015
_____
Correspondencia de Prensa
boletín informativo – 14 de junio 2015
<mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net
A l’encontre – La Breche
<http://www.alencontre.org/> www.alencontre.org
_____
Colombia
¿Para qué servirá la Comisión de la Verdad?
La Comisión será clave para pasar la página de la guerra y mirar hacia
adelante. ¿Qué implicaciones tendrá?
Semana, Bogotá, 6-6-2015
http://www.semana.com/
La Mesa de Conversaciones de La Habana logró la semana pasada un acuerdo
para crear una comisión de la verdad sobre el conflicto. Así se destraba el
punto de víctimas que se discute hace un año.
La verdad será en si misma reparadora para las víctimas de los hechos más
atroces como la desaparición, el desplazamiento y las minas. Pero también
para que la sociedad en su conjunto reconozca los horrores y errores de la
guerra, se mire en ese espejo, y recupere la capacidad de indignación moral
frente a la violencia.
Lo más novedoso de la comisión propuesta en La Habana es que contribuirá a
la convivencia. Esto implica que la verdad sea un proceso social y político
y no un ejercicio académico. El objetivo no es un producir un informe sino
una reflexión que transforme a la sociedad.
Esta comisión es apenas una parte de un sistema integral de justicia que
está por acordarse entre el gobierno y la guerrilla
Dice un viejo proverbio que la verdad es la primera víctima de la guerra.
Por eso una de las columnas vertebrales de los procesos de paz, sobre todo
cuando se trata de guerras civiles donde no hay vencedores ni vencidos, es
la verdad sobre los horrores cometidos durante el conflicto. Colombia no
será la excepción. El jueves pasado el gobierno y las FARC llegaron a un
acuerdo para crear una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la
Convivencia y la No Repetición.
Este anuncio es importante no solo porque le devuelve un aire de confianza
al proceso, y le permite superar su momento más crítico, sino porque saca
del atolladero el punto de víctimas que tenía a la Mesa estancada desde hace
un año. Redactar el acuerdo tomó por lo menos seis meses dadas las
diferencias abismales que había entre las partes.
La verdad no es un tema menor. La guerra es un escenario en el que florecen
el engaño y los prejuicios, y estos redundan en ocasiones en exclusiones y
odios. Civilizar una sociedad que ha estado sumida en la violencia, como la
colombiana, requiere que se genere un reconocimiento colectivo del desastre
causado y un rechazo moral a la guerra. Esa es la única manera de superar el
conflicto. La construcción de una nación requiere narrativas comunes que
permitan crear un destino compartido. Por eso es tan importante, en
perspectiva de la historia, este acuerdo.
Esta comisión tiene la tarea de contarle al país qué fue lo que pasó en los
50 años de conflicto; por qué se llegó a esos extremos de violencia; quiénes
fueron los más afectados; y qué grupos fueron responsables.
La idea es que los involucrados en las peores atrocidades, sea directa o
indirectamente, reconozcan lo que hicieron, y que eso sirva para dignificar
a las víctimas, para garantizar que no se repita y seguir adelante. Su
funcionamiento será una catarsis colectiva, ya que no se trata de una
investigación académica sino de un proceso social y político que se pondrá
en marcha, como el resto de lo acordado en Cuba, cuando se firme la
terminación de la guerra y las FARC ya no estén en armas. No antes, como han
dicho algunos miembros de la oposición.
La tarea no será fácil. La experiencia internacional es más bien
desalentadora. Estas comisiones suelen tener todo tipo de resistencias y, en
muchos casos, exacerban la división política. En Colombia, donde el proceso
de paz ya es un factor de polarización, la comisión tendrá que remontar más
de un obstáculo. Uno de ellos es que el conflicto colombiano es
excepcionalmente largo y enmarañado, y por tanto la comisión deberá
priorizar y enfocarse en periodos y hechos específicos.
El mayor desafío de las comisiones de la verdad es que logren tener la
suficiente legitimidad en contextos de sociedades divididas y heridas por
años de conflicto. Esta legitimidad depende en buena medida de quiénes la
conforman y cómo se eligen. En La Habana se decidió que estará conformada
por 11 personas de reconocida independencia, de las cuales tres pueden ser
extranjeras, y que serán elegidas por un comité acordado entre las partes
para un periodo de tres años.
El presidente de la comisión será nombrado de común acuerdo entre el
gobierno y la guerrilla, y ese es un punto crítico, pues de la credibilidad
que tenga el personaje depende en buena medida el éxito del trabajo. Así
como, por ejemplo, en Argentina fungió como presidente el escritor y
humanista Ernesto Sabato, de incuestionables credenciales éticas, y en Chile
fue el también respetado político Raúl Rettig, es por su nombre que se
conoce mundialmente el informe; en Kenia su presidente tuvo que renunciar
cuando surgieron denuncias serias que lo involucraban en violaciones de
derechos humanos.
El otro problema que suelen tener estas comisiones es su relación con la
justicia. Por naturaleza no pueden tener efectos judiciales. De lo que se
trata es de establecer una verdad sin más ambiciones, y eso ya es un reto
enorme.
Uno de los grandes logros alcanzados la semana pasada por las FARC y el
gobierno es que, de común acuerdo, dijeran que esta es apenas una de las
patas de una mesa que tiene otros soportes que son esenciales para ponerle
fin a la guerra: justicia (tribunales especiales y penas alternativas) y
reparación. Es decir, la comisión no reemplaza la justicia, sino que va por
otro carril, pero aún no se sabe si debe ser secuencial, primero verdad y
luego justicia, o simultánea. Pero de que habrá justicia ya no queda duda,
pues así quedó suscrito en el acuerdo.
¿Qué implica que sea extrajudicial?
La única manera de que una comisión de la verdad sea viable es que no tenga
efectos judiciales. Esto garantiza que la gente tenga menos temores a dar
testimonio –sean víctimas, victimarios o cómplices de estos– y que su relato
no lo incrimine ni le genere amenazas o riesgos personales.
El carácter extrajudicial significa que nada de lo que allí se diga será
usado como prueba contra nadie en los tribunales. Y que la concurrencia es
voluntaria. Es decir, que la comisión no puede obligar a nadie a dar su
testimonio. Sin embargo, Humberto de la Calle aclaró que el gobierno
considera que quienes vayan a ella pueden recibir beneficios judiciales,
algo que aún no está acordado entre las partes.
En ese escenario, los máximos responsables de hechos muy graves pueden
contar la verdad y obtener beneficios en sus juicios; y quienes tienen
delitos de menor gravedad y aspiran a que la justicia no los persiga más
también podrían hacerlo.
Este punto es especialmente sensible dado que en el acuerdo se habla de
personas que directa o indirectamente han estado involucradas en el
conflicto. El fiscal Eduardo Montealegre ha dicho que en la Fiscalía hay
investigaciones preliminares sobre 13.000 personas que pudieron haber sido
cómplices de los paramilitares, y que si son juzgados por el sistema
ordinario tendrían penas mayores de las que han tenido por ejemplo el
Alemán, o las que tendrá Timochenko.
La cifra depurada habla de por lo menos 8.000 personas, pero va a crecer
cuando se conozcan los hechos relacionados con las FARC, y allí pueden
aparecer desde empresarios que financiaron a las AUC, hasta campesinos que
le sirvieron de apoyo a la guerrilla en la logística.
Ahora, que la verdad no tenga implicaciones judiciales no quiere decir que
sea inútil, o que vaya a haber impunidad.
Es útil porque la verdad en sí misma es una manera de reparar a las víctimas
y de cerrar heridas, en la medida que haya comprensión de la compleja trama
que hay detrás de una larga violencia.
Y no implica denegación de la justicia. Si algo ha enseñado la experiencia
internacional es que la verdad no puede acompañarse de amnistías o de
fórmulas de perdón y olvido porque eso tarde o temprano se revierte. Así ha
ocurrido en Sudáfrica, Guatemala y Argentina, entre otros.
Responsabilidades colectivas
Algunas comisiones de la verdad, como la de Argentina, se ocuparon de caso
por caso, y en El Salvador fueron señalados responsables individuales. En
Colombia será diferente.
A la comisión se le ha dado el mandato de que se concentre en “prácticas y
hechos que representen graves violaciones a los derechos humanos y al DIH,
sobre todo los que representen o sean de carácter masivo”. Es decir, buscará
entender los contextos que hicieron posibles el cometimiento de hechos
atroces como las masacres, los falsos positivos, el desplazamiento, la
violencia sexual, el secuestro o la desaparición forzada.
Muchas víctimas querrán que cada caso individual tenga una respuesta en la
comisión lo cual será literalmente imposible, dado que esta solo durará tres
años y no alcanzará a resolverlo todo. Al atribuir responsabilidades tampoco
podrá hacerlo en forma personal o particular sino deberá referirse al
colectivo, llámese FARC, Estado o gobierno.
Esto, aunque es controvertido, puede no ser tan grave. Hay que tener en
cuenta que la comisión no partirá de cero. El proceso de Justicia y Paz,
bajo el que fueron juzgados los paramilitares desmovilizados, a pesar de sus
imperfecciones ha arrojado verdades sobre lo ocurrido con las AUC, sobre
todo en Antioquia, Córdoba y la costa Atlántica. También informes previos
como el Basta ya, del Grupo de Memoria Histórica, publicado hace dos años; y
el propio documento elaborado por la Comisión de Historia del Conflicto y
sus Víctimas, entregado por 14 intelectuales a la Mesa de La Habana en
febrero pasado. Así mismo, hay decenas de informes de ONG muy respetables
–como el Cinep o la Ruta Pacífica de las Mujeres– que han documentado las
violaciones de derechos humanos.
Y al fin ¿para qué?
Las comisiones de la verdad siempre están pensadas en clave de
reconciliación, y parten de la premisa de que si se conoce la historia es
más difícil que esta se repita. Eso ha sido cierto en algunos lugares y
tiempos, como el mencionado de Sudáfrica o El Salvador donde la guerra como
tal es cosa del pasado.
En otros casos han servido al reconocimiento de un conflicto al que la
sociedad le da dificultad aceptar y entender, como ocurrió en Perú con la
guerra insurgente, o en Guatemala donde se desconoció el genocidio maya.
En el caso de Colombia, una tarea muy importante del acuerdo es que haya
reconocimiento de responsabilidades en el conflicto. En esa materia el país
está mal. En general, quienes están al centro o la derecha le atribuyen
mayor culpa sobre el conflicto y sus desastres a la guerrilla; y quienes
están más a la izquierda culpan al Estado y los paramilitares. También es
frecuente que se nieguen hechos muy graves como los falsos positivos, o que
la gente del común no se interese por un tema que afecta tan profundamente
la esencia de la Nación.
Por eso el objetivo de esta comisión tendrá que ser ofrecer una narrativa
que pueda contarle a una parte del país qué fue lo que pasó, y que sea tan
rigurosa que nadie pueda exhibir prejuicios frente a ella. Eso se logra en
la medida en que sea independiente, técnica y que escuche a todo el mundo,
especialmente en las regiones.
Este es un aspecto crucial. El conflicto ha roto la vida de los territorios
y es allí donde con mayor facilidad resurge la violencia, en torno a los
problemas sociales y políticos.
Esto se hará con audiencias públicas, recogiendo la experiencia de Sudáfrica
donde hubo un proceso masivo de audiencias, muchas de ellas transmitidas por
televisión en horario prime time, en las que se escuchaba a víctimas y
victimarios.
Allí, sin embargo, la falta de justicia y de reparación ha hecho retroceder
los logros de la Comisión de la Verdad. Por eso el acuerdo del gobierno y
las FARC plantea que la verdad hará parte de un sistema integral de justicia
y que las víctimas son el centro. Le da peso a la convivencia y la
restauración del diálogo social y la confianza entre las comunidades. “La
verdad es el puente entre la convivencia y la construcción de la paz”, dice
el comisionado Sergio Jaramillo. Esto es innovador pero también un gran
desafío.
Las dudas
Ahora, si bien todos los expertos coinciden en que lo que quedó en el papel
es excelente y adecuado para la realidad colombiana, también hay que señalar
las dudas y vacíos que ya empiezan a surgir.
Las propias FARC señalaron el primero y tiene que ver con los archivos. La
guerrilla viene insistiendo en que se desclasifiquen los documentos secretos
de inteligencia que contengan información sobre violaciones de derechos
humanos.
En el acuerdo quedó consignado que el gobierno facilitará toda la
información que necesite la comisión pero no habla de archivos. El gobierno
cree que las leyes de inteligencia y transparencia son suficientes para
ello. Este punto es crítico porque la falta de acceso a archivos puede hacer
imposible el trabajo de una comisión de la verdad.
Una segunda duda es si la concurrencia es voluntaria. Por supuesto, quienes
tienen líos con la justicia podrán acudir en búsqueda de beneficios. Pero
quienes han pasado de agache no tienen incentivo para contar la verdad. Y en
Colombia hay mucha gente cuyo papel en la guerra sucia se desconoce hasta
hoy.
Otra duda gruesa que hay es el actual clima de escepticismo que reina en el
país. El éxito de una comisión de la verdad depende de que cada uno ponga su
mano en el corazón y cuente lo que sabe sobre los horrores de la guerra. Se
necesita un consenso amplio, no solo sobre la paz sino sobre las virtudes de
recabar en el paso, en los hechos dolorosos, y reconocerlos como algo
nefasto, y no como algo heroico o impuesto por la realidad que es lo que
piensan las FARC y los militares.
Finalmente, el mayor riesgo que tiene la Comisión de la Verdad es que genere
demasiadas expectativas. La verdad es una palabra muy grande y ambiciosa, a
la vez que algo difícil de alcanzar. Quienes saben del tema sugieren
advertir que lo que puede dar una comisión de esta naturaleza es la verdad
de los comisionados que hacen parte de ella, y que no es una Biblia, ni un
dogma.
Tampoco se puede pedir lo que no dará. La comisión no dará justicia, aunque
sí una dosis importante de reparación, y no podrá consolar el dolor de cada
colombiano que ha sufrido en la guerra. La propia verdad que pueda alcanzar
puede ser limitada.
La comisión, en definitiva, brinda la posibilidad de una catarsis colectiva,
de construir un mínimo acuerdo sobre el pasado, y de empezar a ver cómo se
crea el ambiente para vivir en un país sin guerra.
Experiencia agridulce
Sudáfrica. La Comisión para la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica fue
creada en 1994 para garantizar la transición del apartheid a la democracia.
Se realizaron audiencias públicas en las que participaron 22.000 víctimas,
de las cuales por lo menos 2.000 fueron escuchadas por radio y televisión.
Aunque en su momento le hizo un gran aporte a la reconciliación, hoy las
víctimas se quejan no solo de que no hubo suficiente verdad, sino que no
hubo justicia y reparación.
El Salvador. La Comisión de la Verdad fue un mandato de los acuerdos de paz
de 1992. Duró 26 meses y produjo un informe conocido como De la locura a la
esperanza: la guerra de los doce años en El Salvador, que señaló a un grupo
de responsables, pero sin consecuencias judiciales.
Perú. La Comisión de la Verdad y Reconciliación trabajó durante tres años y
estudió el periodo que comienza con Sendero Luminoso en 1980 y termina con
Fujimori en 2000. Hubo audiencias para escuchar a las víctimas, pero mucha
desconfianza. La mayor queja es que no tuvo efectos reparadores sobre las
víctimas.
Chile. En 1990 se creó la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación para
esclarecer los crímenes de la dictadura y aportar a la reconciliación. No
tuvo efectos judiciales.
Guatemala. La memoria del silencio es el nombre que la Comisión de
Esclarecimiento le puso al informe sobre la guerra en ese país. La comisión
fue creada en el marco del acuerdo de paz y su mandato era muy estrecho.
Dado que prácticamente no hubo transición política, las víctimas no querían
hablar y el gobierno se negó a dar información. Paradójicamente, se
considera una comisión exitosa porque pudo explicar el origen y degradación
de la guerra. Especialmente demostró que hubo un genocidio contra el pueblo
maya.
_____
---
Este mensaje no contiene virus ni malware porque la protección de avast! Antivirus está activa.
https://www.avast.com/antivirus
------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20150614/8eee4317/attachment-0001.htm
Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa