Socialismo/ Trotsky: un nombre clave para empezar de nuevo [Pepe Gutiérrez-Álvarez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 14 00:24:04 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 14 de junio 2015

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A l’encontre – La Breche

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Socialismo

Todavía resulta un nombre clave para comenzar de nuevo

Trotsky no era un caballo muerto

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Rebelión

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Cuando a finales de los años veinte, Stalin valora como acabar con su rival
aislado, duda entre dos opciones. La primer es acabar con él de alguna
manera, pero todavía eso no se estilada, no fue hasta poco después que mandó
a fusilar a León Blumkim por el delito de ir a visitarlo en Oslo. La segunda
fue la de enviarlo al exilio, al fin y al cabo, el trotskismo era “la
desesperación permanente” y Trotsky no era más que un caballo muerto. No
tardía mucho en arrepentirse de tamaña subestimación. Para algunas
cancillerías la historia no estaba muy clara, no faltaban quienes pensaron
(como Churchill), que lo que estaban haciendo era un maniobra de agitación.

Esta es la hipótesis preferida de le derecha cuando Trotsky dio la
Conferencia  que pronunció el 27 de noviembre de 1932, invitado por una
Asociación de estudiantes socialdemócratas, en el estadio de  Copenhague ,
en la que ofreció un brillante síntesis de su Historia de la revolución
rusa, parte central en su descomunal lucha por la verdad histórica, sigue
siendo uno de los nombres de la revolución rusa, de 1905 y 1917, el
compañero de Lenin y creador del Ejército Rojo…Una tarea ciclópea exaltada
entre otros, por el socialista Julio Álvarez del Vayo, que escribe que esta
tarea “es una de las grandes empresas de nuestro siglo e indiscutiblemente
su mayor timbre de gloria. Sólo su genio puede explicar el que un
desterrado, semita por añadidura, un literato, ponga cima en medio de las
mayores dificultades de todo orden a la magna labor de crear un ejército
disciplinado de entre los restos de una soldadesca desmoralizada, asombrando
al viejo generalato -como confesó en Leningrado un general zarista- y
suscitando comentarios elogiosos de sus mismos adversarios... Ya por
entonces, uno de sus biógrafos no bolcheviques, Oscar Blun, dijo de él "que
acaso sea el primer ministro, de la Guerra que Rusia ha tenido. Pero de más
peso aun, por tratarse de un técnico en cuestiones militares, es la opinión
del famoso coronel Max Bauer, antiguo jefe en el Alto Mando alemán y uno de
los directores del golpe de Estado de von Kapp. Bauer, que pasa por ser el
verdadero espíritu rector del movimiento ultranacionalista alemán, acaba de
reunir en un libro, Das Land der roten Zaren (El país de los zares rojos),
sus impresiones de un viaje por Rusia. He aquí cómo lo juzga: "León
Davidovitch Trotsky es el organizador militar y el caudillo innato. La forma
en que creó un ejército de la nada, organizándolo e instruyéndolo en
momentos de dura lucha, es absolutamente napoleónica”...

Sin duda Hitler leyó esta obra y la tuvo en cuenta en el momento previo de
iniciar la invasión de la Rusia soviética. Cuando en 1939, el embajador
francés Coulondre le pregunta sobre sí había considerado la hipótesis de un
regreso de Trotsky, el “Fuhrer” le respondió que sí, que lo había tenido en
cuenta. En esa época, Stalin había mandado asesinar hasta 30 oficiales del
Ejército Rojo sospechoso de ser “trotskistas”.

***

En el exilio le acompaña la leyenda lo acompaña y su sombra se proyecta
mucho más allá de la restringida influencia de la corriente que encabeza. En
un trabajo de 1936 (reeditado en el volumen Inside Europa) con el título
“napoleónico” Trotsky en Elba, el famoso periodista norteamericano John
Gunther, combina por igual la admiración por la persona y la advertencia a
los gobernantes, señala: “Trotsky, una persona extraordinariamente magnética
podría reunir a su lado a los cinco millones de comunistas alemanes en un
par de años si viviera en Alemania; así se lo he oído decir. Lunacharski
dijo una vez "Trotsky se paseaba por el mundo como una batería eléctrica y
que cada contacto con él produce una descarga". Aún tiene esa cualidad,
además de su sorprendente encanto personal. Dejen a Trotsky que transite
libremente por un país, dejen que se le vea, déjenle hablar, y su natural
hará el resto”. Se pregunta además, ¿qué pasaría si muriera Stalin?.

Después de conversar animadamente con españoles sobre Trotsky, Gunyjer dice:
“De la revolución. Nuevamente de Trotsky. Todo parece muy inútil y bastante
irreal. Sin embargo, no habían pasado muchos años desde que Lenin y
Plejanov, Zinoviev, Radeck y Bujarin revoloteaban en grupos, cerrados y
tensos, por mesas de café iguales a ésta, hablando, hablando, hablando; y,
probablemente, a la policía del zar le resultaba demasiado divertido”, añade
más adelante: “En ningún país los trotskistas son lo suficientemente fuertes
como para desafiar directamente a la organización estalinista pero en
Grecia, Checoslovaquia, Alemania y, especialmente en España, su poder va en
aumento”.

Esto no son meras reflexiones, es algo que ha calado en la reacción que
tiene claro que no a permitir la “inocencia” de Nicolás II, ni mucho menos
la debilidad de un débil Alexander Kerensky, el nombre de una lección
histórica.

Otro analista de primera de la época, el muy interesante e intrépido
liberal-socialista italiano Carlos Rosselli (voluntario en España y
asesinado como su hermano por los esbirros de Mussolini), escribirá por su
parte: “¿Ha existido alguna vez en la historia un exiliado más victorioso?.
Una después de otra se cierran a su paso todas las fronteras, sean
proletarias o burguesas. Las clases gobernantes están dominadas por un
profundo espanto debido a esa victoria que Trotsky lleva consigo: la
Revolución de Octubre, donde su nombre será recordado en los siglos junto al
de Lenin. Es sorprendente que la frontera más severa sea la que impone su
revolución. El héroe de Octubre es demasiado dinámico. Durante los momentos
de quietud, en Rusia no hay lugar para él. Es un genio que debe admirársele
en secreto y a la distancia; de cerca es demasiado incómodo y peligroso...
Trotsky es infinitamente más grande que Stalin; pero este último ha logrado
administrar sabiamente la revolución, aunque para ello haya tenido que
empequeñecerla y embalsamarla, mientras que Trotsky la habría arrojado a la
destrucción con una iniciativa napoleónica. Si para Rusia llegaran días
difíciles, quizás Trotsky seria invitado a regresar. Entonces será la
apoteosis. y Trotsky espera subordinando su pensamiento y su actividad a ese
regreso”.

Después de una entrevista con el personaje, añade: “¿Impresiones?. Un
cerebro admirablemente organizado, cristalino. Sus argumentos, como en sus
libros y en ese macizo trabajo que es la Historia de la Revolución, surgen
apretados, en cascadas, con desarrollos elegantes y con el concurso de un
estilo muy personal. Su voluntad es imperiosa; su personalidad potente, ¿y
el hombre? El hombre ha desaparecido en el personaje. El hombre es poco
humano, La naturaleza ha dotado a Trotsky de todos los dones de una manera
inaudita, con excepción del socrático. Está demasiado seguro, fuerte y
perfecto, para poder comprender a los demás. Mientras su yo interior: por la
juventud, de su espíritu, se encuentra en continua transformación, su yo
social se presenta rígido...Trotsky es prisionero de su pasado, de la
historia polémica con Stalin”.

Finalmente concluye su retrato con las siguientes pinceladas: “Trotsky es la
revolución victoriosa. De la misma manera que las revoluciones devoran sin
piedad a sus hombres, Trotsky se vale fríamente de todo y de todos para
alcanzar la meta, Dispensa su interés y sus simpatías en exacta relación con
la utilidad que puede obtener...El mejor biógrafo de Trotsky, Max Eastman,
en su libro que es una joya de penetración psicológica y una justa
exaltación de su genio, observa que lo que le ha impedido llegar a ser un
gran jefe (más exacto sería decir "un conductor de pueblos", porque Trotsky
es un gran jefe), es su excesiva confianza en sí mismo, o más bien dicho, la
suficiente percepción del sentimiento ajeno, ese sentido inmediato,
inconsciente, en que consiste la misteriosa seducción del jefe...

Esta limitación suya no es, como pretenden sus detractores, el fruto de una
desenfrenada ambición. Trotsky sacrificó toda su vida a la revolución; la
juvenil rebelión al padre rico -que a los ochenta años, expropiado de sus
numerosos bienes por los soldados del hijo, se convierte al comunismo-, es
magnífica; su nuevo estilo, soberbiamente soportado, revela en él un
carácter de acero...La limitación es debida más bien a la extraordinaria
fuerza de abstracción de un pensamiento que se desarrolla en su interior de
manera tan coherente y completa como para no tener necesidad de contribución
ajena...En una palabra Trotsky por sus ideas su técnica su voluntad, no
tiene necesidad de los demás hombres considerados individualmente. tiene
necesidad de un pueblo, de un drama social, de una revolución. Pero dudamos
que los pueblos de Occidente encuentren en él a su hombre”.

Décadas después, al debatir sobre la guerra y la revolución española, era
muy común oír decir que aquí “no tuvimos un Lenin y un Trotsky”. Con mayor
seriedad, autores como Perry Anderson veían una profunda incorrespondencia
entre la capacidad y la cultura del movimiento obrero, y la debilidad
teórica y programática de sus “Estados mayores”. Un detalle que explica que
la iniciativa en la crisis española correspondiera a su franja más brutal y
corrupta, pero también más “consecuente” y despiadadamente decidida, como ya
había ocurrido en Italia en 1920-1924 y en Alemania. En su artículo, John
Gunther define a Trotsky como “un aportador permanente de la historia”, o
sea alguien que no se queda detenido desde el momento que entiende que la
revolución de Octubre, con ser el ejemplo más fehaciente de cómo lograr que
una crisis social pase a ser una revolución victoriosa –la primera en la
historia en una historia socialista ya soñada por los griegos-, no por ello
olvida que se trata del “primer eslabón” de la cadena imperialista.

Como “aportador” marxista, la contribución más reconocida de Trotsky fue sin
duda la teoría del “desarrollo desigual y combinado y la doctrina acorde de
la «revolución permanente”. Con la teoría de la “revolución permanente”
desafió la opinión de que un prolongado período de desarrollo capitalista
debe seguir a una revolución antifeudal, durante la cual gobernaría la
burguesía o cualquier otra combinación de fuerzas sociales (por ejemplo, la
“dictadura revolucionaria y democrática de los obreros y campesinos”) como
sustitutivo. Por otros caminos, Lenin adoptó en las Tesis de abril de 1917
una línea semejante a estas concepciones (por eso fue tildado de
“trotskista”) y las puso en práctica en la Revolución de Octubre en contra
de la línea tradicional del Partido Bolchevique, defendida en la época por
Kamenev, Zinoviev y Stalin…Este esquema tendría una lectura ampliada en el
exilio, en el sentido que la conquista del poder solo es el comienzo de un
proceso revolucionario que únicamente podrá abordar con seriedad la
instalación del socialismo desde la acción combinada de al menos algunos
países avanzados.

***

Otra de las características del pensamiento de Trotsky es el rechazo de las
falsas pretensiones que hacen del marxismo un sistema universal que
proporciona la clave de todos los problemas. Se opuso a los charlatanes que
adoptaban el disfraz de marxismo en las esferas tan complejas como la
“ciencia militar”, y combatió los intentos de someter la investigación
científica, la literatura y el arte en nombre del marxismo, ridiculizando el
concepto de “cultura proletaria”. Subrayó el papel de los factores no
racionales en la política (“En la política no hay que pensar de forma
racional, sobre todo cuando se trata de la cuestión nacional”) y desechó las
grandes generalizaciones cuando se olvidaban de lo más concreto, de los
individuos. Lector voraz y políglota, marxista de gran cultura en la
tradición de Marx y Engels, ensayista, crítico literario, historiador,
economista, etc., Trotsky se granjeó muchos enemigos entre aquellos cuyo
marxismo combinaba la estrechez y la ignorancia con una propensión a
plantear exigencias fantásticas, revistió tales características que hicieron
exclamar a Marx: “No soy marxista”. La evolución trotskiana desde finales
del siglo XIX, hasta sus últimas aportaciones sobre la Segunda Guerra
Mundial está marcada por continuas rectificaciones y audacias que a veces
entran en abierta tensión con sus esquemas militantes, obsesionados por dar
respuesta a una situación política trágica que desborda, con mucho, la
extrema debilidad organizativa del movimiento que contribuyó a crear. Hay
múltiples Trotsky: normalmente volaba como un águila, pero en ocasiones lo
hacía también mucho más bajo, una diferencia que estaba muy determinada por
la proximidad o la lejanía del tema que abordaba, un factor perfectamente
verificable por sus torpezas y debilidades, manifiestas claramente en sus
escritos españoles, por lo general, muy poco conocido en su época. Esto
explica que el que sigue siendo su más reconocido biógrafo, Isaac Deutscher,
apenas dedique unas pocas líneas –relacionadas sobre todo con la proyección
española de los “Procesos de Moscú”- a la guerra española en el último
volumen de la célebre trilogía, el titulado, Trotsky, el profeta desterrado.


***

Tribuno comparado con Danton y con Jaurès sobre el que John Reed (Diez días
que conmovieron el mundo) y Nikolai Sujanov (Historia de la revolución rusa)
dejaron cumplida cuenta de sus intervenciones en las asambleas
multitudinarias, Trotsky fue un escritor magnífico cuya obra sobrepasa
ampliamente la de muchos profesionales. Sus libros, artículos, documentos
políticos y cartas fueron editados —y se siguen editando— en casi todas las
lenguas, y sus selecciones específicas sobre Francia, Alemania, China, Gran
Bretaña, España, Estados Unidos, América Latina, Italia, etcétera han
ocupado gruesos volúmenes, inaugurando así un poderoso aporte trotskiano a
las diversas tradiciones teóricas marxistas nacionales. Pero este jefe
militar que leía Mallarmé en el tren blindado de la guerra civil, fue
también un intrépido periodista en los Balcanes...Derrotado por el aparato
burocrático amasado que ocupa el Estado, el único organismo que sobrevive a
la guerra mal llamada civil y del cerco internacional, más las dramáticas
derrotas revolucionarias de principios de los años veinte (Alemania,
1918-1923, sobre todo), Trotsky y sus camaradas de la élite revolucionaria,
personajes singulares como Evgenia Bosch, vieja militante de origen catalán
que ocupó cargo de primer orden y fue la primer que se suicidó ante el
agobio insoportable de la hostilidad del aparato…En estos momentos, Trotsky
se negó a utilizar el Ejército Rojo para imponer sus poderosos argumentos.
Una vez en el exilio, fue víctima de la más formidable tentativa de
denigración que al decir de Manuel Sacristán. No se conocía desde los
tiempos de Catilina (Trotsky habría apreciado la famosa frase de éste en el
Senado, cuando le dijo a Cicerón que mientras los patricios tenían una
cabeza sin cuerpo, la plebe tenía un cuerpo sin cabeza). Sobre todo desde su
asesinato, Trotsky fue convertido en una «no persona», por utilizar una de
las palabras del neolenguaje codificado por Orwell.

***

El problema se plantea desde el momento en que Trotsky levanta la bandera de
una alternativa comunista al estalinismo, y se hace mucho más ardua en el
momento de su asesinato. De ello se hará eco lúcido el escritor y abogado
nicaragüense Adolfo Zamora, quien en el prólogo de una edición popular
mexicana de los últimos escritos de Trotsky que, con el título de Los
gángster de Stalin, aparecido un mes después del asesinato del fundador de
la IV Internacional, escribió con evidente furor: “[…] Stalin razona ahora:
sin Trotsky, la Cuarta Internacional no podrá emprender nada. Como buen
burócrata antes y como buen déspota ahora, Stalin se equivoca. Trotsky, en
los días de su destierro, solo, perseguido, poseía todo el poder de la idea
revolucionaria, era el principio de un nuevo impulso de la clase obrera.
Stalin, con su inmenso aparato, su poderío momentáneo y su GPU, sólo
representaba el reflujo histórico de efímera existencia. La nueva
internacional, creada por el genio de Trotsky, ha alcanzado ya una etapa de
desarrollo que la capacidad para hacer frente a las grandes tareas
revolucionarias que le reserva el próximo futuro de la humanidad […]”. Al
acabar la Segunda Guerra Mundial, Trotsky pudo ser recordado como una suerte
de Aníbal por un pletórico Jean-Paul Sartre, mientras que Stalin victorioso,
gozaba de un prestigio casi ilimitado. Tanto es así que no fueron pocos los
antiguos cenetistas que se aproximaron al PCE, y no faltaron poumistas que
empezaron a creer que al fin de cuentas habían sido los métodos de Stalin
los que habían logrado vencer al fascismo. Todo fue cambiando hasta el
extremo de que Stalin es actualmente execrado por todas partes, y el nombre
de Trotsky va asociado a todos los grandes debates sobre el socialismo,
incluyendo los pocos que han tenido lugar en China, los que se están
desarrollando en Rusia o en los países antes llamados socialistas, en Cuba,
y por supuesto, en Venezuela. Trotsky nunca fue un “hombre providencial”
(aunque algunos adictos lo hayan querido para refrendar su propia autoridad
como “verdadero intérprete”), pero sí un clásico en el sentido más genuino
del término, alguien sobre el que hay que volver una y otra vez para
analizar y comprender algunos de los grandes temas del siglo pasado...

Sin embargo, su ejemplo y sus ideas volvieron a interesar a las nuevas
generaciones «contestatarias» del 68, y lo volvió a hacer décadas más tarde
en nuevos epicentros de la recomposición social como México, Francia, Italia
o Brasil. Su peso en el movimiento que lleva su nombre es obviamente
descomunal. Sin embargo, Trotsky nunca trató de imponer su “autoridad
providencial”, sino mediante debates abiertos; lo que impidió la tentación
de hablar en su nombre elevado a la categoría de canon, sustituyendo con la
autoridad del clásico las exigencias del análisis concreto de la realidad
concreta.

Por más que los tiempos son otros, que muchos de los parámetros de las
cuatro primeras décadas del siglo XX queden lejos, no es menos que Trotsky
es ningún caballo muerto, nunca fue. Todavía resulta un nombre clave para
comenzar de nuevo.

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