Europa/ la crisis profunda de la socialdemocracia (François Sabado)

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jun 27 15:42:02 UYT 2015


  _____  

Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 27 de junio 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Brèche

www.alencontre.org <http://www.alencontre.org/> 

  _____  

 

Europa

 

La crisis profunda de la socialdemocracia

 

François Sabado

Viento Sur 

http://www.vientosur.info/

Traducción de Faustino Eguberri 

 

“Izquierda reformista, ¿fin de la historia?” es el tema de uno de los
últimos debates organizados en la página web de Mediapart. Es cierto que,
ante a la última evolución de la socialdemocracia en Europa, merece la pena
plantearse esa pregunta. En un contexto de ascenso de las fuerzas de derecha
y de extrema derecha, las debacles o derrotas electorales de los partidos
socialistas en Francia, España, Bélgica, Grecia y, más recientemente, en
Gran Bretaña, así como las importantes pérdidas de militantes en los
sindicatos y los partidos reformistas en toda Europa constituyen el decorado
de esta crisis. Esto no significa el fin de la socialdemocracia: los
partidos socialistas, incluso debilitados, pueden jugar un papel importante
en sus respectivos países pero, ¿lo hacen aún como partidos de la “izquierda
reformista”?.

¿Una “Pasokización” de la socialdemocracia?

 

Cada partido tiene su historia y son notables las diferencias entre, por una
parte, los lazos que unen a la socialdemocracia alemana o el Partido
Laborista británico al movimiento sindical, y, de otra parte, los más
distanciados del Partido Socialista francés con el movimiento sindical. Pero
todos sufren un retroceso más o menos importante. Algunos han conocido una
pérdida masiva en su afiliación, como en Alemania en los años 1990, aunque
siguen manteniéndose como fuerza de primera línea, mientras que otros, como
el Pasok griego, se han hundido. Otros, como en Francia o en España, conocen
crisis que les debilitan sustancialmente. Globalmente, sus relaciones con el
movimiento popular son cada vez más débiles y están socavadas por su apoyo a
las políticas de austeridad; ahora bien, sería muy arriesgado prever su
desaparición. Los pronósticos sobre una “Pasokización” de toda la
socialdemocracia europea, a imagen del hundimiento del Pasok griego, en esta
etapa no se han verificado. La historia de esos partidos, su inserción en
las instituciones, su funcionalidad en los sistemas burgueses de alternancia
les permiten continuar jugando un papel político importante. Al PS portugués
se le da como vencedor para las próximas elecciones. El Partido Laborista ha
perdido las elecciones pero ha obtenido el 30% de los votos. Los partidos
francés y español retroceden sustancialmente, pero los sondeos les dan, aún,
pronósticos de voto de alrededor del 20%. En definitiva, el caso “Pasok” no
se ha generalizado. Su hundimiento está ligado a las características de la
situación en Grecia, a una conjunción de la crisis económica y de una crisis
del Estado con la dislocación de numerosas de sus instituciones.

 

Así pues, no hay que hacer generalizaciones apresuradas. Sigue siendo
necesario seguir de cerca la situación de cada partido socialista para
determinar la acción política en cada país. Son previsibles giros bruscos:
¿cómo controlará el PSOE su crisis de dirección y resistirá el ascenso de
Podemos? ¿Cuál será la situación del PS en Francia si su candidato no está
en la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales en las que se
enfrentarán la derecha y la extrema derecha? La situación de la
socialdemocracia se ha debilitado estructuralmente. En efecto, más allá de
las realidades electorales y organizativas, de sus altibajos, los partidos
socialistas están directamente afectados por los cambios históricos de la
situación mundial. Los efectos económicos y sociales de la crisis del
capitalismo globalizado, las nuevas correlaciones de fuerza entre las clases
marcadas por la nueva ofensiva neoliberal y la deconstrucción de las
conquistas sociales arrancadas por el movimiento obrero y, finalmente, las
consecuencias del balance histórico del siglo pasado en el terreno de las
ideas, los valores y los programas de transformación de la sociedad, han
cambiado profundamente la naturaleza de los partidos socialistas. ¡Ya no es
la “misma” socialdemocracia, no es “ni siquiera” la socialdemocracia!

 

La socialdemocracia de la contrarreforma neoliberal

 

La duradera contrarreforma neoliberal y su aceleración desde el comienzo de
la crisis de 2008 han provocado una mutación cualitativa de la
socialdemocracia. En cuanto se encuentra en el poder, se comporta como un
agente directo y diligente de la Unión Europea, de la Troika y de sus
políticas de austeridad. Esta transformación se ha traducido en una
integración sin precedentes de los aparatos socialdemócratas en las altas
esferas del Estado y de la economía globalizada. Los partidos socialistas se
han convertido en “cada vez menos obreros y cada vez más burgueses”. La
brutalidad de las políticas neoliberales aplicadas por la socialdemocracia
socava sus bases sociales y políticas. Esto ha llevado incluso a organismos
de reflexión político-ideológicos del PS francés, como “Terra nova”, a
preconizar un cambio de las bases y de los objetivos sociales de la
socialdemocracia. Había que reemplazar a los obreros y empleados por
técnicos superiores, cuadros, capas medias. En definitiva, había que
“cambiar de pueblo”. La composición de los órganos de dirección también se
ha modificado: los enseñantes, los burócratas sindicales, los abogados (“los
taberneros”, añadía Trotsky), han dejado su lugar a los diplomados en las
altas escuelas de la administración, tecnócratas y financieros. Hasta el
punto de que los partidos socialistas conocen una especie de
desvitalización, una ruptura con sectores enteros de su historia, una
pérdida de afiliados y un reemplazo cada vez más importante de los
militantes por profesionales de la política, electos, asistentes y asesores
de esos mismos electos y de una clientela dependiente de esos partidos. Las
políticas de la Unión europea, dirigida por los dirigentes socialistas, han
agravado esta mutación cualitativa. Las políticas de “unión nacional” que
dominan hoy en Europa empujan en el mismo sentido. No se trata de una
enésima política de austeridad aplicada por gobiernos de izquierda: los
procesos actuales cambian la naturaleza de esos partidos. Cuanto más se
profundiza la crisis, más se adapta la socialdemocracia y no tiene otra
opción que convertirse en una pieza clave del dispositivo neoliberal. ¿Cómo
explicar esta transformación? Algunos pensaban que, bajo los efectos de la
crisis, sectores de las clases dominantes, y tras ellos los partidos de la
Internacional Socialista en Europa, iban a orientarse hacia políticas
keynesianas o neokeynesianas, de relanzamiento de la demanda, de
intervención pública más fuerte. Nada de esi, los partidos socialistas,
cuando no han sido ellos los emprendedores, han dado continuidad a las
políticas de austeridad, a veces con la brutalidad que se conoce en Europa
del Sur. Ninguna clase dominante ni ningún Estado asume políticas
keynesianas o de compromisos sociales. Al contrario, esos sectores utilizan
la crisis para aumentar las tasas de explotación y de plusvalía. La
competencia intercapitalista les lleva a una carrera para bajar el nivel de
vida de millones de personas. Pero más allá de las grandes tendencias
económicas, hay un problema político: la opción keynesiana es el producto de
correlaciones de fuerzas impuestas por la lucha de clases. Fueron la
Revolución rusa, el auge de las luchas de los años 1930 o las de la
posguerra y los años 1960 quienes impusieron tales políticas a las
burguesías y a los Estados.

 

Hoy, la degradación de la correlación de fuerzas en detrimento de las clases
populares no obliga en nada a los de arriba a políticas de concesiones o de
compromisos sociales. Al contrario, redoblan sus ataques imponiendo la
austeridad y dictan esta política a sus “tenientes” socialdemócratas. Desde
el Pasok griego a los demás partidos socialistas de Europa del Sur, pasando
por el conjunto de la Internacional Socialista, reinan las políticas de
sumisión a la deuda, de respeto de la “regla de oro” de la austeridad
presupuestaria y de defensa de los intereses patronales.

 

La transformación burguesa de la socialdemocracia

 

Este proceso es desigual según los países; en concreto, depende que los
partidos estén en el poder o en la oposición, pero toda la socialdemocracia
conoce estos procesos de transformación. No es suficiente con poner una
detrás de otra todas las traiciones de la socialdemocracia desde el 4 de
agosto de 1914 o sus experiencias de gestión de los asuntos capitalistas a
lo largo de todo el siglo XX, sin tener en cuenta más que las continuidades
históricas y sin señalar una profunda ruptura en los últimos años. La
duración de la larga contrarreforma neoliberal y su aceleración desde el
comienzo de la crisis han reducido considerablemente los márgenes de
maniobra del reformismo clásico. La brutalidad de los dirigentes de la Unión
Europea con Grecia confirma que quieren prohibir cualquier experiencia, por
limitada que sea, de gestión reformista. Así, “no queda tela que cortar” por
retomar la fórmula del dirigente de Force Ouvrière, André Bergeron. Si
tomamos el ejemplo de Francia, no es la primera vez que el PS defiende y
aplica políticas burguesas, o que participa en gobiernos burguese. Incluso
llegaron a hundirse tras la guerra de Argelia. Pero pudieron reconstruir un
nuevo PS en el Congreso de Épinay, surfeando sobre el post-Mayo 1968. Hoy,
tras esta larga integración en la contrarreforma liberal y el descenso a los
infiernos que conoce actualmente, no vemos cómo podría reconstruirse el PS
retejiendo los lazos con las clases populares. Sobre todo, porque desde hace
varias décadas no sólo aplica una política burguesa, sino pone en cuestión
todos los equilibrios sociopolíticos que, precisamente, permitían a la
socialdemocracia la “doble función reformista” que intentaba, incluso a
veces de forma imposible, obtener compromisos sociales favorables a los
trabajadores a la vez que salvaguardaba el orden capitalista. La
contrarreforma neoliberal prohíbe esta “doble maniobra” reformista.

 

Añadamos a esto que las tendencias autoritarias actuales de los regímenes
burgueses y la pérdida de sustancia “democrática, incluso democrática
burguesa” de las instituciones parlamentarias conducen a una retracción de
la base política de los PS. Bajo formas diferentes, los partidos socialistas
pueden transformarse en partidos burgueses. ¿Pero se convierten en partidos
burgueses como los demás? No completamente, el funcionamiento de la
alternancia exige de los PS que marquen su diferencia con los demás partidos
burgueses. Algunos de ellos siguen ligados, por su origen histórico, al
movimiento obrero, aunque los lazos con su base social y política estén cada
vez más distendidos. Sin embargo, quedan aún hoy las huellas de esta
historia crean otras tantas contradicciones y oposiciones en el seno de esos
partidos. Pueden conservar una cierta relación con el pueblo de izquierdas,
aunque sea cada vez más distendida. Esta mutación cualitativa, si fuera
hasta el final, transformaría a esos partidos en “partidos demócratas a la
americana”. Una transformación parecida a la que ha conocido, no un partido
socialdemócrata sino el Partido Comunista Italiano, que se ha convertido en
un partido burgués de centro izquierda. En función de la historia de la
izquierda en cada país, las necesidades de la alternancia política pueden
incitar a que estos partidos no sean partidos burgueses como los demás. En
los países en que la historia del movimiento obrero permanece viva y en los
que la socialdemocracia es aún fuerte, esta última no puede jugar un papel
clave en el juego y en las instituciones políticas, porque se reclama aún de
una historia “socialdemócrata” y de una cierta relación con sectores de las
clases populares. Pero los partidos socialistas de este comienzo del siglo
XXI no tienen ya gran cosa que ver con los de los siglos XIX y XX. Estos
partidos, que organizaban y representaban a sectores del movimiento obrero,
dan la espalda a esa historia y se echan, sin remilgos, a la conversión
neoliberal, más “neoliberal” que “social-liberal” por otra parte.

 

Esta transformación neoliberal de la socialdemocracia está bien entablecida,
pero no es suficiente para las corrientes más a la derecha de los Partidos
Socialistas. En Francia por ejemplo Valls ha declarado en varias ocasiones
que “había que liquidar todas las referencias socialdemócratas”. Macron,
banquero y Ministro de Finanzas de Hollande, ha ido más allá llamando, él
también, al abandono de “todas las antiguallas de la izquierda”. Lo que
quieren es transformar el proceso en curso -bien entablecido, repetimos- en
tendencia acabada, aunque sea a costa de romper el partido socialista. Esta
confrontación puede estallar, en caso de una derrota del Partido Socialista
en las próximas presidenciales de 2017.

 

Actualmente, las alas derechas socialistas están a la ofensiva, pero hay que
constatar que frente a los defensores del viraje hacia una transformación
neoliberal, las distintas oposiciones que se manifiestan en su interior, no
vuelven a un reformismo clásico y aún menos a las ideas de las corrientes de
izquierda históricas de la socialdemocracia. Las políticas neoliberales no
son corregidas más que marginalmente. Christian Paul, primer firmante de la
moción de los “frondeurs” (diputados socialistas “rebeldes”, que se
opusieron a las medidas propuestas por el gobierno Valls en abril de 2014
ndt), para el próximo congreso del PS, ha votado a favor del tratado
presupuestario. Ha votado también por el ANI y el retraso de la edad de
jubilación. Dicho de otra forma no ha defendido ninguno de los marcadores
tradicionales de una eventual izquierda socialista. Igualmente, Martine
Aubry, “crítica” del gobierno, se ha alineado, al final, con la moción
apoyada por Hollande y Valls. Los años de contrarreformas neoliberales y los
retrocesos que ha conocido el movimiento obrero en Europa tienen mucho que
ver con todo esto. El horizonte de quienes, en el seno de los partidos
socialistas se oponen a las traiciones más visibles, queda limitado por los
fundamentos de las políticas neoliberales.

 

Estos cambios de la socialdemocracia tienen consecuencias en el plano de la
orientación política de los anticapitalistas. La perspectiva de una política
y de un gobierno de ruptura con las políticas de austeridad no puede
acompañarse de alianzas con los partidos socialistas. En fin, a la manera de
las experiencias de Syriza y Podemos, y más allá de los problemas políticos
discutidos en estas formaciones, estos ejemplos muestran que para avanzar en
la construcción de una alternativa política, ésta debe formarse al margen de
la izquierda tradicional, de una “izquierda que no es ya ni siquiera
reformista”.

  _____  

 

 

 



------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20150627/2b09e446/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa