Argentina/ "el kirchnerismo, etapa superior del menemismo" (Miguel Bonasso - entrevista)

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 28 00:30:53 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 28 de junio 2015

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A l’encontre – La Brèche

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Argentina

 

Con el periodista Miguel Bonasso, sobre su último libro: Lo que no dije en
“Recuerdo de la muerte”

 

“El kirchnerismo, etapa superior del menemismo” 

 

La tesis de su último libro es que 30 años después la democracia es
gobernada desde los sótanos por servicios de inteligencia, funcionarios
corruptos y todo monitoreado por el imperio desde el norte. Polémico, como
siempre, el periodista Miguel Bonasso habló con Brecha y extendió su tesis a
todos los gobiernos progresistas de la región.

 

Fabián Kovacic, corresponsal en Buenos Aires 

Brecha, Montevideo, 26-6-2015

http://brecha.com.uy/

 

 

—¿Es este libro una venganza contra el matrimonio Kirchner?

 

—Creo que trasciende lo K o anti K. Si bien el libro contiene críticas al
gobierno, cuestiona que los servicios secretos, en particular lo que se
conoció como Side y algunos de la Policía Federal, hayan permanecido
intactos a lo largo de 30 años de democracia. Aunque las reglas del juego no
sean las mismas que las de la dictadura, todos somos espiados. Hay 14
servicios federales de inteligencia en el país y a eso hay que sumarle los
24 departamentos de inteligencia de las policías provinciales. Hablo del
fiscal Alberto Nisman y sus vínculos con el ex jefe de inteligencia Jaime
Stiusso mucho antes de que lo mataran en febrero pasado. Hablo de su ex
esposa, la jueza Sandra Arroyo Salgado, y sus vínculos con la Side. Es un
libro anticipatorio en muchos casos. A los Kirchner les toca una parte
importante porque ellos se presentan como los únicos que rescataron los
derechos humanos.

 

—¿Y por qué, metiéndose con los últimos 30 años de democracia el título es
Lo que no dije en “Recuerdo de la muerte”?

 

—El título es deliberadamente ambiguo. Son trucos que aprendí del novelista
que más admiro, Alejandro Dumas. Trucos de folletín para enganchar al
lector. Lo que no dije en Recuerdo de la muerte es lo que no podía imaginar
que iba a pasar hoy. ¿Cómo podía imaginar que en 2015 iba a seguir
existiendo un cuerpo secreto de la Policía Federal con más de mil agentes
que no pueden decir que pertenecen a ese cuerpo? Como si se tratara de una
logia secreta aunque sin propósitos patrióticos. Porque tienen la misión de
infiltrarse en espacios de organizaciones sociales. La pregunta para la
presidenta Cristina Fernández es: señora, ¿por qué no eliminó esos
servicios? Pero es una pregunta que traslado a todos los gobiernos
democráticos que pasaron en estos 32 años por Argentina.

 

—¿Por qué los servicios de inteligencia han sobrevivido, con todas sus mañas
oscuras, sin que nadie se anime a descabezarlos o reformarlos?

 

—Tiene que ver con el Estado capitalista, y su última ratio que es la
violencia. Así de concreto. Cada vez admiro más a Carlos Marx. Pienso que el
viejo barbudo la vio con claridad. La última ratio del capitalismo es la
violencia, porque si el conflicto social se sale de madre el Estado puede
aplicar la violencia. En este caso, el gobierno argentino tiene muchos
Milani (César Milani, ex jefe del Ejército acusado de violaciones a los
derechos humanos bajo la dictadura, que renunciara el martes 23) que pueden
aplicarla. Nunca se dejó de espiar a los argentinos. Fue tan dura la
dictadura y tan terrible, que todos creímos que la democracia al estilo
estadounidense, que es la que impera en la Argentina, era el paraíso y
habíamos salido del infierno. Ser desocupado en esta sociedad es sufrir una
violencia terrible. Vivir desocupado en Buenos Aires es padecer una
violencia terrible. ¿Cuántos argentinos mueren a causa de la indigencia?
Posiblemente muchos más que en la guerra sucia.

 

—¿Y cómo es posible que tantos gobiernos, como los de Cristina Fernández,
Tabaré Vázquez, Dilma Rousseff o Rafael Correa, sean identificados como
progresistas para tantos millones de votantes que les renuevan el mandato?

 

—Es que son efectos vinculados a las banderas tradicionales por las cuales
el movimiento socialista mundial ha luchado contra la explotación. Es un
problema de discurso. Argentina está siendo explotada de manera miserable
porque tenés el campo dominado por el glifosato de Monsanto que canceriza a
miles de personas, se están destruyendo las bases del agua potable en la
cordillera de los Andes con los glaciares, la ley de glaciares, que me costó
la ruptura total con el matrimonio K. Si el menemismo vendió las joyas de la
abuela, este gobierno directamente vendió a la abuela.

 

—¿Por qué se da su ruptura con el kirchnerismo?

 

—Nunca estuve enrolado ni en el Partido Justicialista (PJ) ni en el
kirchnerismo, sino que estuve cerca a partir de alianzas. Incluso en los
años del gobierno de Héctor Cámpora, en 1973, no fui del PJ sino de la JP,
Juventud Peronista, que era la que expresaba la rebelión. El orden de los
factores de esas dos letras puede alterar el resultado (risas). El PJ
expresaba el conformismo y era un instrumento electoral, mientras la JP era
un instrumento de lucha. Con el kirchnerismo había broncas anteriores, pero
todo estalla cuando se demoran en reglamentar la ley de bosques.

 

—¿Este no es un gobierno progresista, a su criterio?

 

—Es un gobierno que ha jugado con algunas banderas progresistas y que ha
tomado en algún momento medidas importantes. Considero que era correcto
nacionalizar las Afjp (equivalente a las Afap uruguayas) y voté en
consecuencia como diputado. Pero no estoy de acuerdo con el modelo general
porque es un modelo de saqueo. En el campo imperan las semillas transgénicas
y el poder monopólico de Monsanto con consecuencias para la salud humana,
porque la locura sojera perjudica otras producciones y porque empobrece al
suelo. Y porque el mismo concepto prima para la megaminería, donde la
extracción es brutal a un precio ridículo para el Estado y con consecuencias
mortales para la población futura. El agua de San Juan y La Rioja es escasa
porque se trata de zonas desérticas. Los glaciares son fábricas de agua,
pero se las lleva la minería por gracia de algunos gobernadores que se creen
señores feudales y utilizan como propios recursos que son nacionales.

 

¿Cómo puedo creerle al progresismo kirchnerista cuando acepta esa
megaexplotación extractivista y el retorno de Argentina a la era colonial
cuando vendíamos materias primas? Volvemos a Eduardo Galeano y Las venas
abiertas de América Latina. Nos llevan las materias primas, se hacen cargo
de nuestras finanzas y hay una hegemonía de banqueros e industriales
estadounidenses que están cerrando las fábricas, y cuando los trabajadores
reclaman el gobierno les manda la Gendarmería a reprimir. Este es el
gobierno con más muertos y encausados desde el retorno de la democracia.

 

—¿Qué pasó entonces con ese progresismo en el que se reconocían las Madres,
Bonasso, la Central de Trabajadores Argentinos y tantos dirigentes
fundadores del Frepaso? ¿Qué fue del progresismo que hoy aparece partido por
lo menos al medio?

 

—El tema es complejo. Hay cosas que no se hicieron públicas pero nadie me
las puede desmentir. En 2004 fuimos con mi esposa, ya fallecida, Ana de
Skalon, a cenar a Olivos y le propuse a Néstor y Cristina disolver la Side y
juzgar a quienes eran delincuentes. Se miraron entre ellos y me di cuenta de
que había sido derrotado. A comienzos de 2003 tuve mi primera ruptura con
los Kirchner luego de una discusión de dos horas en la Casa de Santa Cruz,
en plena capital. Néstor acababa de nombrar a Daniel Scioli como compañero
de fórmula y yo le decía que era un error. Estábamos metiendo al menemismo
en el gobierno con una excusa cholula. Kirchner me dijo entonces algunas
cosas terribles: “Nosotros los obedecíamos a ustedes en los años setenta y
no preguntábamos por qué”. Yo jamás le di orden de nada a él, que era un
periférico del movimiento. Cuando le pregunté por qué hacía cosas como
convocar a Scioli, me respondió: “porque soy peronista y además porque, como
decía el general Perón, los ranchos también se construyen con ladrillos de
bosta”. Claro, le dije, el problema es que cuando llueve y el rancho se
humedece huele a mierda. Y este gobierno huele a mierda.

 

—Y en materia de derechos humanos, ¿no ve una política coherente?

 

—El kirchnerismo estatizó los derechos humanos pero no como un bien del
Estado en términos hegelianos, como expresión del bien común, sino de una
facción que conduce al Estado y que no tiene ganas de irse. En ese sentido
la fórmula Scioli-Zaninni es la expresión acabada de esa política de
perennidad. Y los derechos humanos quedan atados a los vaivenes de esa
facción que detenta el poder. Es en realidad una forma de privatizarlos.
Todo esto acompañado de actitudes más o menos groseras de parte de
referentes del movimiento histórico de derechos humanos como Estela Carlotto
o Hebe de Bonafini, que se entrega abiertamente en un abrazo con el general
César Milani.

 

O aparecen personajes como Aníbal Fernández, que fue parte del pacto entre
Kirchner y Eduardo Duhalde para que no investiguen a Duhalde por vínculos
con negocios ligados a sustancias psicotrópicas. Y Hebe le entrega el
pañuelo blanco olvidando que no es de ella sino que representa a los miles
que combatimos al régimen militar o fuimos opositores políticos.

 

Yo, que fui el que menos padeció, sufrí el exilio y me considero un
privilegiado, pero hubo miles que murieron en combate y en la tortura. Y
tenemos a Estela de Carlotto que defiende a Milani con el argumento de que
era muy joven para haber participado de la guerra sucia. Milani tenía
entonces 23 años, la misma edad de Alfredo Astiz cuando se infiltró entre
las Madres para delatar a Azucena Villaflor y las monjas francesas. ¿Por qué
suponer que Milani no pudo estar en la represión, si era un oficial de
inteligencia igual que Astiz? En un sentido el menemismo hizo su trabajo y
el kirchnerismo tiene elementos heredados de esas concepciones políticas.

 

—Insisto con la pregunta: ¿por qué ubicar entonces a este gobierno como de
centroizquierda en la región?

 

—El imperialismo fue más astuto que nosotros, como siempre. Soy de los que
creen que el imperio sigue vivo y goza de buena salud. Mientras acá el
gobierno festeja la estatización de Ypf, el titular de la empresa, Miguel
Galuccio, firma acuerdos con David Rockefeller para explotar el yacimiento
de Vaca Muerta. No hay una recuperación estatal de la petrolera, porque si
la hubiera la Sindicatura General de la Nación tendría injerencia y control
en los acuerdos que se firman, y en cambio hay un acuerdo secreto con
Chevron. Por ese acuerdo el 51 por ciento de las acciones de la empresa
sigue siendo privado y el Parlamento no puede hacer nada para reclamar.

 

—¿Qué hay en la sociedad que votó tres veces al kirchnerismo y probablemente
lo vote por cuarta vez?

 

—Soy pesimista. Hay una gran anomia en la sociedad. El kirchnerismo cambió
lo que debió haber sido el desarrollo del país por mantener atada a una masa
empobrecida a través de los planes sociales, que son una migaja del poder. Y
tuvo la suerte, que no tuvieron otros gobiernos civiles y militares, de
contar con una circunstancia internacional favorable para los comodities. El
primer peronismo tuvo una cosa positiva, y fue que el excedente que entró lo
aplicó a industrializar el país. Generó su propia clase social y un modelo
económico. No es lo que ocurre ahora.

 

—¿Milani es funcional a este gobierno o a cualquiera que llegue al poder?

 

—Es una buena pregunta y creo que es funcional a cualquiera que acceda a la
Casa Rosada. Los sectores de derecha quieren presentarlo como un militar
bolivariano, similar a Chávez, progresista. El problema es que Milani tiene
que ver con el Comando Sur estadounidense. Es un hombre de inteligencia y en
este tema el dominio regional lo tiene la CIA. Eso no es parte de un
proyecto de izquierda, nacional y popular. Pero al imperio le conviene mucho
que haya un lenguaje nacional y popular de parte de nuestros gobiernos
latinoamericanos.

 

—¿Por qué?

 

—Porque el imperio tuvo varias etapas en su mirada y acción sobre el
continente. Estuvieron las dictaduras militares duras y sangrientas. Después
llegaron los gobiernos democráticos de transición y débiles para ser
controlados. Y ahora, ante el legítimo deseo de unidad de los pueblos
latinoamericanos, no importa la retórica mientras no se traduzca en hechos
concretos. Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, Paraguay, ¿han hecho el
Banco del Sur? Fue sólo un proyecto sin llevarse a cabo porque los fondos de
todos esos gobiernos están en la banca internacional, en el corazón de los
países centrales.

 

—O sea que su planteo es que el imperio sigue dominando en nuestros países…

 

—No tengo dudas. ¿Con quién tiene la mejor relación Cristina Fernández para
hacer negocios? Con Rockefeller. ¿Dónde se hospeda cuando visita el Council
of the Americas? En los hoteles de Rockefeller. Tenemos un lenguaje
antimperialista para el pueblo pero un general genocida al frente del
Ejército para reprimir a los movimientos sociales. Y eso pasa en todos
nuestros países. En su momento Hugo Chávez hizo transformaciones
importantes, como los planes de alfabetización social y en salud. Pero hoy
ya hay signos de envejecimiento en el régimen venezolano de Nicolás Maduro.
En Brasil el tema de la corrupción es una gran defraudación al proceso
popular. La retórica avanzó miles de quilómetros y los hechos concretos
apenas unos pasos.

 

—¿Estamos ante el fin del kirchnerismo en este 2015?

 

—No, para nada. Al contrario, se están afianzando. Es una fuerza política
real que va a persistir en el tiempo porque es una de las formas que el
peronismo ha adoptado para transformarse a lo largo de su historia. Me
preguntaba el otro día si yo era peronista. Si el general Milani y Ernesto
“Nabo” Barreiro, jefe de torturadores del centro clandestino de La Perla, se
dicen peronistas, yo no puedo ser peronista. No puedo estar en ese mismo
bando. El peronismo ha dejado de ser el motor de transformación social en
Argentina y se ha convertido en un método de cooptación de los sectores más
marginales. ¿Cuál es el crimen del peronismo kirchnerista? Que los recursos
enormes que hay no se usaron para reindustrializar el país y generar, no
limosnas para rendir gratitud a una persona, sino derechos sociales
adquiridos, tal como marca la Constitución.

 

—¿Vamos hacia un modelo similar al del Pri mexicano?

 

—Gran pregunta. Parece que sí.

 

—¿Y la oposición?

 

—Es de una derecha que apenas disimula los pelos que le salen como gorilas y
añoran la dictadura militar.

 

—¿Cómo definiría al kirchnerismo?

 

—Como la etapa superior del menemismo, sin dudas. Sigue vigente la frase de
San Martín cuando dijo que en nuestra patria hay tres cuartas partes de
ignorantes e idiotas y una cuarta parte de perversos.

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