Catalunya/Elecciones/ un terremoto que no se quedará ahí [Josep Maria Antentas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Sep 28 12:24:46 UYT 2015


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Correspondencia de Prensa

boletín informativo – 28 de setiembre 2015

germain5 en chasque.net

A l’encontre – La Breche

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Catalunya

Elecciones del 27-S

Un terremoto que no se quedará ahí

Josep Maria Antentas *

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Viento Sur

http://www.vientosur.info/

El 27S confirma el terremoto a cámara lenta que ha sacudido la sociedad
catalana en los últimos cuatro años, zarandeada por las políticas de
austeridad y la explosión del 15M primero, y por el movimiento
independentista después. El sistema de partidos tradicional estalló. Y de
las urnas sale una hoja de ruta que muestra que lo que está por venir será
igual o más profundo que lo acontenció.

Junts pel sí, refundación de Convergencia y aspiraciones unitarias

Junts pel Sí consigue un buen resultado, 1.616.962 votos (39’6%) y 62
diputados (aunque por debajo de la suma de CiU y ERC en 2012: 1.614.383,
44’4% y 72 diputados), suficiente para asentarse como la fuerza dominante
clara del panorama político catalán. En términos porcentuales su resultado
es ligeramente superior del obtenido por Mas en 2010 (38’47%) e inferior a
los obtenidos por Convergencia i Unió en 1984 (46’8%), 1988 (45’7%), 1992
(46’1%), 1995 (40’95%), aunque en términos de votos es el más alto jamás
obtenido por una fuerza ganadora (1.346.729 en 1984, 1.232.514 en 1988,
1.221.233 en 1992, o 1.198.010 en 2010).

Junts es una alianza desigual entre Convergencia y ERC, bajo el liderazgo de
la primera, avalada por las organizaciones sociales impulsoras del proceso
independentista, ANC y Omnium. Su creación marcó la culminación de los
esfuerzos de Mas para forzar una lista “unitaria” con ERC, y asegurándose su
continuidad en la presidencia de la Generalitat. Es el resultado directo del
desasosiego del independentismo tras las tribulaciones posteriores el 9N y,
sobretodo, del fantasma de una posible victoria de una eventual Catalunya en
Común en la estela de Barcelona en comú, cuyo triunfo rasgó todo el relato
oficial de la política catalana.

En el seno de Junts coexisten dos proyectos en tensión. De un lado, la
pretensión de la derecha catalanista de refundar su espacio político
cabalgando sobre el proceso independendista, una vez agotado históricamente
el instrumento Convergencia, construyendo un nuevo partido “nacional”
transversal que se convierta en el pivote central de la política catalana.
Del otro lado, la voluntad de ERC, ANC y Omnium de articular una lista
unitaria que garantizara una mayoría independentista para proseguir el
proceso de ruptura con el Estado. Son dos objetivos estratégicos distintos,
pero no contrapuestos, de los cuales el primero actúa como vampirizador del
segundo.

Aunque Junts pel Sí sea la herramienta que garantiza la continuidad de Mas
al frente de la Generalitat y del proceso independentista (sin controlarlo
enteramente, más bien a modo de un surfero sin el cual cae la tabla pero que
no controla las olas que la impulsan), expresa a la vez las sinceras
aspiraciones unitarias de mucha gente que buscaba una traslación unitaria
político-electoral del clamor expresado en las cuatro grandes movilizaciones
del 11 de Septiembre desde 2012 en adelante. Junts pel Sí recoge el impulso
del movimiento ciudadano por la independencia y ofrece una hoja de ruta que
aparece verosímil para el grueso de la base social mayoritaria del
independentismo. Existe, sin embargo, una lacerante contradicción entre las
esperanzas de la base popular y ciudadana de Junts pel Sí y la supeditación
de su proyecto estratégico a una agenda neoliberal estricta. Ahí hay una
brecha donde clavar la punta del cincel para sacar a la luz las
inconsistencias de su planteamiento.

Los bailes del PSC

El 27S confirma la pérdida de centralidad del PSC, cuyo declive histórico es
una tendencia de fondo fruto de su falta de credibilidad tanto en el terreno
nacional como en el social, tras las dos legislaturas de gobierno Tripartit
en Catalunya (2003-2010) y los dos gobiernos Zapatero (2004-2011). Sin
embargo, consiguió estabilizar su caída y remontar hacia arriba tras estar
al borde de una “pasokización” irreversible, de caer estrepitosamente a la
lona noqueado por el 15M y el proceso independentista, bajo el “liderazgo”
inconsistente de Pere Navarro (noviembre 2011-junio 2014). Pero sus 520.000
votos (12’7%) y 16 escaños, aún siendo los peores de su historia e
inferiores a los de 2012 (523.333 votos, 14’6%, y 20 diputados), muestran
que parece haber tocado suelo y que conserva resortes sobre los cuales
intentar levantarse e ir hacia arriba. Su resultado es un éxito visto las
perspectivas iniciales y da aires al PSOE de cara las inminentes generales.
Lo más importante para Iceta: haber ganado a Catalunya sí que es Pot. Un
elemento decisivo para garantizarse un rol visible en la próxima
legislatura. Otra vez, como en todas las comunidades autónomas el pasado 24
de Mayo, Podemos queda por detrás del PSOE. Un torpedo directo a su
hipótesis de victoria electoral rápida frente a las cenizas de los partidos
del régimen.

Sin duda, el PSC ha sabido aprovecharse de la pérdida de empuje de Podemos a
escala estatal desde enero de este año y de la incapacidad de Podem para
contrarestar en clave catalana dicha situación y para cabalgar sobre la
victoria de Barcelona en Comú el 24 de mayo, así como de las habilidades del
candidato Iceta para conseguir, combinando bailes (¿populistas?) y buenos
recursos oratorios, meterse inesperádamente en la campaña. De aparatero gris
a simpático John Travolta, Iceta se ganó durante la campaña el lugar bajo el
sol que otros no pudieron tener, vendiendo una fiebre del sábado noche
suficientemente animada para transmitir ilusión a los suyos y
suficientemente calmada para atraer a una parte del electorado no polarizado
por el debate independentista.

El fiasco de Catalunya sí que es Pot

Sin margen para la discusión, Catalunya sí que es Pot (CSQP) ha sido la gran
damnificada de éstas elecciones. Entre las expectativas iniciales de
reeditar un éxito similar al de Barcelona en Comú y los resultados
obtenidos, 364.823 votos (8’9%) y 11 diputados, el contraste es sangrante.
Y, simbólicamente, su debacle ante un PSC hundido hace unos meses es
decisiva. La permanente reducción de horizontes que ha supuesto su campaña
tiene pocos precedentes. Si el mapa dibujado tras las elecciones municipales
podía hacer imaginable convertir el 27S en Pesadilla en Mas Street al final
nos hemos encontrado en un “sí se puede”Desaparecido en Combate (¿se
acuerdan de Chuck Norris en su papel de Rambo de serie B?). Muchas son las
razones de este completo descalabro y ellas se entrecruzan no siempre de
forma coherente:

Primero, CSQP fue víctima de su propio fantasma y la amenaza de que se
acabara constituyendo una candidatura en la estela de Barcelona en Comú
precipitó la conformación de Junts pel Sí. Ello modificó completamente el
panorama político, haciendo impensable la idea de una posible victoria del
“sí se puede”, que perdió automáticamente la capacidad de convertirse en un
imán”’atrapalotodo” donde se concentraran las expectativas de cambio social
ante la Catalunya de Mas. Se generó un efecto desmovilizador en cadena, y
una fuga centrífuga de votos potenciales hacia Ciutadans y PSC por un lado,
y la CUP y Junts pel sí por el otro. De “núcleo irradiador” (utilizando uno
de los términos manejados por Iñigo Errejón) de un proyecto hegemónico, pasó
a ser un colador agujereado desgarrado por dinámicas opuestas en diagonal. Y
perdió un pulso decisivo con el PSC.

Segundo, CSQP se configuró como un acuerdo por arriba entre partidos (uno
nuevo pero en fase declinante y sin una estructura consolidada, Podem; otro
antiguo, ICV, con una fuerte estructura y aparato, pero ya apenas sin peso
electoral), con la letal fotografía entre Pablo Iglesias y Joan Herrera como
evento fundacional, sin generar ningún tipo de dinámica popular-ciudadana.
Justo el reverso de lo que había sido Barcelona en Comú (lo que no quita
reconocer que su campaña ha movilizado a un sector importante de la
sociedad, como lo refleja el éxito numérico de muchos de sus actos). El
descuelgue del Procés Constituenty la no implicación de Barcelona en Comú
representaron la puntilla para el proyecto en ciernes. Por supuesto, las
limitaciones de ambos actores (la poca cohesión interna en el caso del
Procés, y el cansancio tras la resaca de las municipales y de la asunción
del gobierno municipal en el caso de Barcelona en Comú) pueden explicar
parcialmente su ausencia en el intento de configurar una candidatura del “sí
se puede” para el 27S. Pero la responsabilidad fundamental recae en el
estilo aparatero de la propuesta encabezada por Podemos e ICV, que empujó
hacia afuera a los dos actores que hubieran podido dar un cambio cualitativo
al proyecto. Ambos partidos sobrevaloraron su propia fuerza y se negaron a
reconducir el proceso para facilitar la incorporación de Procés yBarcelona
en Comú. Definitivamente, lo que arrancó a finales de julio bajo el nombre
de Catalunya sí que es Pot tenía ya muy poco que ver con el fantasma, tan
esperanzador para algunos como amenazante para otros, de la Catalunya en
comú que recorrió la vida política catalana tras el 24 de mayo. ¿Intentar
proseguir la dinámica de cambio de las elecciones municipales sin el apoyo
de Barcelona en comú? ¿Pretender tener credibilidad en el terreno
soberanista sin el respaldo delProcés Constituent? Misión Imposible. Aunque
Tom Cruise ha protagonizado con éxito las cinco películas de la saga,
Catalunya sí que es Pot se ha estampado en la primera. No conviene, pues,
que se prodigue en el intento. Ya se sabe que en laspelis de Hollywood todo
es posible. En ellas siempre sí se puede… aún en los contextos más
inverosímiles.

Tercero, la polarización entorno al debate sobre la independencia ha sido
letal para CSQP. Ella favorece a Junts pel Sí, a la CUP, y a Ciutadans. CSQP
aparecía en tierra de nadie en este debate, con una posición no siempre
distinguible del PSC (a pesar de ser muy diferente). Las pretensiones
inciales de Podemos de desbordar el marco del debate independentista no sólo
no se cumplieron. Sinó que Podemos fue desbordado por el marco que pretendía
rebosar. El desbordador desbordado. De patear el tablero a ser pateados por
el mismo. La espiral en negativo para CSQP ha sido infernal. El no tener un
discurso serio sobre el proceso independentista, le impide discutir con su
base social de izquierdas ligada a la CUP y a ERC. Al carecer de un discurso
españolista claro, no puede competir con Ciutadans. Y al no poder generar
una dinámica ganadora, una parte de su voto vuelve hacia el PSC. Se le abre
la base social bajo los pies. Ello sólo habría podido solventarse con la
capacidad de poner sobre la mesa otro eje de debate en el que CSQP hiciera
de campo atractor, y al mismo tiempo ofrecer una propuesta sólida en el eje
nacional, como la firme defensa de un proceso constituyente catalán no
subalterno a dinámicas estatales, que recogiera buena parte de las
aspiraciones de la base social independentista. Aunque en su manifiesto
fundacional CSQP reivindicaba un proceso constituyente catalán no
subordinado y el horizonte de una República catalana cuyos vínculos finales
con el Estado español permanecieran abiertos, su discurso de campaña obvió
por completo dicho planteamiento, centrándose en la lucha por un referéndum
vinculante. Una propuesta carente de credibilidad y que es percibida como un
frenazo impotente a cualquier proceso de ruptura institucional, y no como
una reformulación distinta, más amplia, del proceso de ruptura que plantea
el independentismo.

Conviene señalar, sin embargo, que las insuficiencas de Catalunya sí que es
pot en su discurso soberanista, si bien son fruto en primera instancia de
las decisiones programáticas adoptadas por las fuerzas que integran dicha
candidatura, expresan lo que piensa gran parte de su base social y
electoral. Y ello es, a su vez, el talón de Aquiles del independentismo y
del conjunto de la izquierda catalana. Es un problema para el primero,
porque sin el apoyo de la base social del “sí se puede”, su mayoría será
siempre ajustada, y lo es para la segunda, porque al quedarse fracturada
entre una posición minoritaria dentro del independentismo y una posición
minoritaria exterior al mismo, no consigue articular un espacio que pueda
postularse de forma creíble como alternativa con vocación mayoritaria. No
preocuparse por este escenario y tirar hacia adelante olvidando la base
social del “sí se puede” es un error casi simétrico al de adaptarse sin
complejos a dicha situación, aguando el perfil nacional hasta reducirlo a
una defensa de un derecho a decidir abstracto y sin contenido sustantivo. El
pésimo enfoque de CSQP respecto a su relación con el proceso independentista
no debería hacer olvidar las complejidades estratégicas de la cuestión.

La combinación entre la dependencia respecto a Pablo Iglesias para movilizar
al electorado y la ausencia de referentes catalanes fuertes de la propia
candidatura, impidió que CSQP hiciera la síntesis necesaria para articular a
su heterogénea base social social en lo que al proceso independentista se
refiere. Iglesias, si bien consigue movilizar a un público amplio fiel, en
esta campaña ha parecido Lost in Translation, con patinazos de manual como
la llamada al voto de “los catalanes que no se se avergüenzan de tener
padres andaluces o abuelos extremeños“. Desde las innecesarias críticas a
David Fernández en diciembre de 2014 hasta ahora, han sido ya demasiados los
tropiezos de Iglesias con la misma piedra, el proceso independentista, con
el resultado patente de la visible y creciente erosión de su imagen. La
paradoja de la política catalana es que en ella faltan voces claras en el
rechazo a Mas por el flanco izquierdo como las del propio Iglesias. Pero
precisamente, lo que el líder de Podemos no parece entender es que la
credibilidad de su virulento y correcto discurso anti-Mas se ve lastrado
mortalmente precisamente por su falta de credibilidad en la defensa de los
derechos nacionales de Catalunya.

Tras su irrupción en la política, Iglesias se convirtió en una de las
bestias negras del establishment catalán. Y no por el hecho de no ser
independentista, pues Rajoy y Sanchez tampoco lo son y más que temor,
despiertan desprecio y burla. Iglesias genera inquietud porque propone un
proyecto de cambio político y social que no pasa por la independencia, y
esto pone encima de la mesa preguntas incómodas que el grueso del movimiento
independentista no ha querido o sabido responder. Por ello, en alguien que
se sabe examinado hasta la lupa, las reiteradas muestras de desconocimiento
de la realidad catalana y de sus complejidades constituyen un error de bulto
difícil de entender. Iglesias sale de Catalunya empantanado a más no poder
en su ruta hacia las generales, en la que está obligado a generar un
imperativo revulsivo para remontar el vuelo a escala estatal.

Éxitos electorales y límites estratégicos de la CUP

En términos electorales, la CUP es una de las fuerzas ganadoras de la noche,
con 335.520 votos (8’21%) y 10 escaños (126.435, 3’48% y 3 diputados en
2012), creciendo en base al electorado de ERC que no quiso votar a una lista
con Mas, a nuevos electores y a quienes se sintieron insatisfechos con las
debilidades de discurso, radicalidad y estilo de CSQP.

Su entrada en el Parlament en 2012 fue una de las primeras señales de que se
estaba abriendo un nuevo ciclo político, tras el estallido del 15M y el
proceso independentista, en el que había espacio para los partidos que
jugaban fuera de las normas. El parlamentarismo rupturista practicado en
estos tres años con David Fernández al frente visibilizó otro estilo y
práctica. En términos estratégicos, la CUP presentó sin embargo tres
límites: primero, la política de mano tendida en lo nacional y puño cerrado
en lo social separó demasiado ambas esferas, renunciando a pelear de forma
real para introducir en el relato y la estrategia del grueso del movimiento
independentista la idea de que un proceso de independencia requería, para
articular una mayoría lo más sólida posible, introducir un plan de
emergencia anti-crisis y anti-corrupción. Segundo, quedó demasiado atrapada
en el marco discursivo del proceso independentista y en su escenificación
política (acuerdo para la pregunta del 9N, firma de su convocatoria,
celebración del 9N…). Si ello fue paradójicamente decisivo para el aumento
de sus expectativas electorales tras el 9N a cosa en especial de ERC,
también la cortó de parte de la base potencial de Podemos no
independentista, respecto a la cual nunca tuvo una política ofensiva clara.
Tercero, mantuvo una concepción lineal y autoreferencial de la construcción
de la “unidad popular”, siendo muy refractaria a toda política de alianzas
en la que no tuviera un rol hegemónico claro y a plantear una estrategia de
confluencia, sobre bases de ruptura, con el resto de fuerzas de izquierda
imprescindible para articular mayorías de cambio.

Conviene entrecruzar la política de CSQP y la de la CUP y los límites
estratégicos respectivos pues, si bien la primera sale del 27S fracasada y
la segunda reforzada, es en las insuficiencias de los planteamientos de
ambas donde recae la responsabilidad de que el gran terremoto que ha
sacudido a Catalunya en los últimos años no haya permitido la cristalización
de un polo rupturista con incidencia decisiva en la vida política catalana.
Los planteamientos rupturistas han ganado posiciones, qué duda cabe, desde
2012 en adelante, pero no en la medida de lo posible y lo necesario.

El No apocalíptico del PP y el españolismo neoliberal con estilo de
Ciutadans

El No, ya fuera en boca del PP, de Ciudadanos, de Felipe Gonzalez, o del
poder financiero, sólo vendió miedo, reificación del orden institucional y
aceptación de los dictados imperiales de la geopolítica mundial. Su
combinación entre un improvisado discurso apocalíptico y las contradicciones
chapuceras de sus portavoces (corralito sí, corralito no), sirve para
movilizar a una parte del electorado y mantenerlo en tensión. Pero no es
capaz de ofrecer ningún horizonte alternativo creíble.

Garcia Albiol, a pesar de ser convincente en su papel de autoritario jinete
del apocalipsis, poco ha podido hacer para contener la sangría de su
partido, igual de asociado a la corrupción y a los recortes que a la defensa
de la unidad de España. El PP no puede competir con Ciutadans, que es capaz
de vestir su españolismo neoliberal como un proyecto de renovación y de
defender la “unidad de la patria” sin parecer abiertamente reaccionario. No
por previsible, el mal resultado del PP, 347.758 votos (8’5%) y 11 diputados
(frente a los 471.681, 12’98% y 19 escaños de 2012) debe dejar de ser
señalado. Rajoy sale, una vez más, debilitado de las urnas y del embate
catalán.

A menudo, de Ciutadans sólo se percibe en Catalunya su españolismo. Pero no
hay que olvidar su carácter de partido neoliberal, pro-business y fiel amigo
del Ibex 35. Su ascenso y ascendencia entre un sector de la clase
trabajadora implica una involución de su consciencia política en un doble
sentido, en el terreno de la identidad nacional y en el terreno del modelo
social. Con su destacado segundo puesto, 732.147 votos (17’9%) y 25
diputados (275.007, 7’57% y 9 escaños en 2012), Ciutadans sale del 27S
propulsado hacia las generales, en las que podrá presentarse como el
principal adversario del independentismo en Catalunya y tras haber
conseguido una importante victoria simbólica sobre Podemos.

Retos poliformes

Se abre un inestable escenario. Las fuerzas independentistas han obtenido
una relevante mayoría de escaños (62 +10=72), aunque no en votos (47’8%). Su
número absoluto, 1.952.482 es ligeramente superior al del sí-sí en la
Consulta del 9N, 1.897.274 (aunque ahí podían votar los mayores de 16 años).
Ello muestra la masividad del sentimiento independentista, pero también un
estancamiento relativo de su base social, y los límites de la política del
“primero la independencia y después todo lo demás” que ha constituido el eje
estratégico principal de la Assemblea Nacional Catalana (ANC). Pero las
diferencias entre Junts pel sí y la CUP-Crida Constituent hacen prever una
mayoría parlamentaria inestable y llena de contradicciones. La CUP deberá
afrontar la relación con Junts pel Sí desde una correlación de fuerzas muy
desfavorable. Sus pretensiones de no investir a Mas formuladas durante la
campaña serán muy difíciles de materializar. Cuesta imaginar dentro de Junts
pel Sí una rebelión de Romeva, Junqueras y Forcadell contra el todavía
president. Los precedentes en la política catalana no invitan a pensarlo.

En el horizonte inmediato, se vislumbra un escenario de confrontación
inédita entre las instituciones catalanas y las del Estado, del que no cabe
esperar ningún comportamiento democrático a corto plazo. Y, en la
confrontación entre un movimiento democrático (al margen de las
insuficiencias que tenga) y un Estado y un régimen cuyos déficits saltan a
la vista, no hay duda sobre en que lado hay que estar en los momentos
decisivos. Catalunya sí que es Pot debería tenerlo bien presente. Del frente
del No sólo se deriva miedo y ley y orden. El bloque del “sí” abre
posibilidades y trae el germen de la esperanza, aunque lleva en su seno un
defecto de fábrica, la hegemonía de la derecha neoliberal en su seno, que
amenaza en permanencia en ahogar todos los sueños que masivamente muchos
catalanes depositan en la independencia y reconducirlos hacia un proyecto
neoliberal autóctono que vacía la soberanía desde dentro. La CUP-Crida
Consituent no debería olvidarlo.

Las fuerzas de izquierda rupturista tendrán un número importante de escaños,
pero globalmente están muy por debajo de lo que hubiera sido posible en caso
de haber tomar otras sendas. Había otras posibilidades. Otros desvíos en el
camino. Quizá más arriesgados. Quizá más complejos. Un triple reto aparece
encima de la mesa: derrotar al Estado en su confrontación autoritaria con el
movimiento independentista, desbordar la agenda de éste introduciendo la
propuesta de un proceso constituyente popular y participativo y un plan de
emergencia social ante la crisis que ayude a reformular los términos del
debate, y articular un nuevo proyecto, atractor de un amplio espectro social
y articulador un bloque mayoritario, y que encarne otro modelo de Catalunya
distinto al de Junts pel Sí. 

* Josep María Antentas pertenece al Consejo Asesor de Viento Sur.

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