Economía/ el curso actual del capitalismo y las perspectivas para la sociedad humana civilizada [François Chesnais]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 2 12:13:42 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

2 de agosto 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

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Economía

El curso actual del capitalismo y las perspectivas para la sociedad humana
civilizada

François Chesnais *

Herramienta N° 58, Buenos Aires

http://www.herramienta.com.ar/

Traducción de Francisco T. Sobrino

Una fase específica de la historia económica y social sudamericana ha
llegado a su fin. Esta fase fue testigo de la exportación de materias primas
o productos semiprocesados en gran cantidad y a altos precios, que
permitieron a sus economías tener tasas de crecimiento considerables y a sus
gobiernos financiar una serie de programas sociales sin cambiar la
distribución de la riqueza. El “modelo”, como así se lo llamó, dependía de
la tasa de crecimiento y la demanda de commodities en otras partes de la
economía mundial, especialmente en China. El fin de lo que terminó siendo un
paréntesis de quince años despertará una agudización de las confrontaciones
políticas y sociales en todas partes, cuyo preludio son hoy los
acontecimientos en Brasil. Me complace contribuir a la discusión en
Herramienta, en la cual tratar de explicar lo que considero que es un
momento crucial en la historia mundial, en el que el capitalismo está
alcanzando sus límites absolutos.

La crisis económica y financiera global pendiente

La crisis económica y financiera en curso dio fin a una fase muy larga de
una acumulación que tuvo periódicamente altibajos (en 1949 para los EE.UU.,
y en 1974-1976 y 1981-1982 en todo el mundo), pero sin embargo
ininterrumpida que se remonta hacia 1942 en el caso de los EE.UU., y hacia
1950 en el caso de Europa y Japón. El dinamismo inicial de la muy fuerte
acumulación se debió a las grandes inversiones que se requerían para
reconstruir la base material de las economías capitalistas luego de la larga
depresión de la década de 1930, y las destrucciones masivas de la Segunda
Guerra Mundial, así como también explotar las tecnologías creadas en la
década de 1920 y por supuesto, como un resultado de la guerra.

Esta crisis comenzó como una crisis financiera, tras la cual se puso al
descubierto una profunda crisis de sobreacumulación y sobreproducción,
compuesta por una tasa decreciente de ganancias. La crisis estaba en ciernes
desde la segunda mitad de la década de 1990, y se demoró por la creación
masiva de crédito y la plena incorporación de China a la economía mundial.
Dado que los EE.UU. son el principal centro financiero mundial, y donde el
sistema de crédito había sido impulsado hasta su “límite extremo” (Marx,
1983, III: 568); fue allí que la crisis, en su dimensión financiera, estalló
en julio de 2007 y alcanzó su paroxismo en septiembre de 2008. El crac que
comenzó a fines de 2008 fue de naturaleza global y no sólo una “Gran
Recesión” norteamericana, golpeando inicialmente a las economías
industrializadas. Los países emergentes, que pensaron que permanecerían
mayormente inmunes a sus efectos, más tarde perderían esta ilusión. En 2008
el capitalismo mundial, dirigido por los EE.UU., determinó que la
configuración combinada de las relaciones internas y políticas impidieran
que la crisis destruyera el capital ficticio y productivo de la misma manera
que ocurrió en la década de 1930. La velocidad y la escala de la
intervención gubernamental en 2008 por parte de los EE.UU. y los principales
países europeos para apoyar al sistema financiero, y también, en forma
temporal y en un menor grado, a la industria automovilística, expresan la
presión directa de los bancos en defensa de la riqueza financiera y de las
automotrices estadounidenses y europeas para proteger su posición contra los
competidores asiáticos. Pero también expresaron una considerable cautela
política, tanto local como internacionalmente. El aparato
estalinista-cum-capitalista y la élite social chinos compartieron estas
preocupaciones y financiaron grandes inversiones a la manera keynesiana.
China depende altamente de las exportaciones y su élite también tiene un
genuino temor del proletariado.

Las medidas políticas promulgadas en 2008-2009 para contener la crisis
ayudan a explicar la persistencia y el ulterior crecimiento de una masa de
capital ficticio en la forma de títulos sobre el valor y el plusvalor
implicados en innumerables operaciones especulativas, al mismo tiempo que
una situación irresuelta de sobreacumulación y superproducción de una amplia
gama de industrias. El continuo recurso de los gobiernos y los bancos
centrales del G7 a la inyección de masivas cantidades de dinero nuevo en sus
economías (quantitative easing, o “alivio cuantitativo”) ha provocado que
enormes sumas nominales de capital ficticio ronden por los mercados
financieros mundiales, volviéndolos altamente inestables.

La convergencia de muchas crisis y la situación de la clase obrera

La duración de la crisis mundial y la ausencia en la burguesía de un
horizonte económico que no sea el de cortas recuperaciones cíclicas anuncian
la convergencia y en última instancia la fusión de los efectos económicos y
sociales de una prolongada crisis económica con los efectos, de dimensiones
portentosas, del cambio climático. La primera advertencia sobre los peligros
del cambio climático se remonta a la década de 1980, y obligó a las Naciones
Unidas a crear el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC
en inglés). El calentamiento global ha sido medido en forma cada vez más
precisa y sus consecuencias fueron documentadas por los sucesivos informes
del IPCC (1990, 1995, 2001, 2007 y 2014). Pero no han sido tomados en
cuenta. El “escepticismo” sobre el cambio climático financiado por los
lobbies petroleros ha cedido su lugar al reconocimiento formal y retórico
por los gobiernos. Hace cinco años, The Economist publicó una síntesis muy
bien informada anunciando que “se acabó la lucha para limitar el
calentamiento global a niveles tolerados aceptables”.1 Las cuatro
principales conferencias internacionales que han tenido lugar desde entonces
han sido básicamente costosas y cínicas operaciones de comunicación, con el
objeto de engañar a los no informados. La convergencia y la fusión final de
la crisis económica y la ambiental plantean simultáneamente dos cuestiones
relacionadas: la del futuro del capitalismo y la de las perspectivas de vida
para decenas de millones de personas en determinadas partes del mundo y para
la existencia social civilizada en todo él.

Luego de la incorporación de China, hasta para los EE.UU. es cierto el
fundamental comentario metodológico de Trotsky de que “una potente realidad
con vida propia, creada por la división internacional del trabajo y el
mercado mundial [...] impera en los tiempos que corremos sobre los mercados
nacionales” (Trotsky, 1930: 3). La liberalización y la globalización también
han desatado a “las fuerzas ciegas de la competencia” con un grado de
brutalidad no sufrida antes y por cierto, no durante las décadas que
siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Para todas las burguesías locales, la
pérdida del margen de control de la política económica que poseían cuando
las economías nacionales tenían un cierto grado de autonomía es un
importante componente de la crisis política que están sufriendo. Esto obliga
a las principales potencias a compensar las nuevas situaciones no deseadas o
agudizadas de dependencia económica del exterior por medios políticos y
militares en el ámbito de su esfera de influencia. El malestar ante la
globalización tal como lo expresa políticamente el neoconservadurismo
estadounidense ayuda a comprender que la invasión de Irak, no es sólo por el
control del petróleo. La política de Rusia en Siria es de la misma
naturaleza. Detrás de la crisis de la Unión Europea también se halla la idea
de que los gobiernos pueden recobrar el control de ciertos parámetros
políticos y económicos.

Para la clase obrera las consecuencias de la liberalización y globalización
del capital son aún más graves. La experiencia histórica acumulada de los
trabajadores ha sido exclusivamente la de la lucha contra el capital en el
ámbito de las fronteras nacionales. Las organizaciones de la clase obrera,
los sindicatos y los partidos políticos pudieron “centralizar las múltiples
luchas locales, que en todas partes poseen el mismo carácter, en una lucha
nacional, en una lucha de las clases” (Marx y Engels, 2008: 36). Pero en las
palabras de Marx y Engels, esta lucha era “quebrantada de nuevo a cada
instante a través de la competencia entre los propios trabajadores” creada
por los capitalistas en el mercado laboral. Hoy, los capitalistas pueden
enfrentar entre sí a los trabajadores de diferentes países y continentes. El
logro más grande del capital durante los últimos 40 años ha sido la creación
de una “fuerza laboral mundial”, a través de la liberalización de las
finanzas, el comercio y la inversión directa y la incorporación de China e
India en el mercado mundial. A esto frecuentemente se lo llama la “gran
duplicación de la reserva de trabajo mundial”,2 de la reserva industrial
mundial potencial, con palabras de Marx. Su existencia crea las condiciones
para aumentar la tasa de explotación y la configuración del ejército de
reserva industrial en cada economía nacional. Las tecnologías de la
información y la comunicación han llevado a una fragmentación cada vez mayor
de los procesos de trabajo, a la que ahora se agrega el verdadero ingreso en
la era de la robotización. 

La vacilante acumulación del capital

Un modo de producción es al mismo tiempo una forma específica de la
organización de las relaciones sociales de producción, junto a las
correspondientes relaciones de distribución, y un modo de dominación social
organizado institucional y políticamente. Cuando el modo de producción qua
relaciones sociales de producción comienza a vacilar y a paralizarse, y la
reproducción ampliada se desacelera fuertemente, la experiencia histórica
muestra que los componentes dominantes de las clases altas tendrán como su
único objetivo y horizonte la preservación a toda costa de sus privilegios y
su poder apoyados en determinadas instituciones. Rechazarán todo pedido de
reforma, aunque provengan de miembros de sus propias filas. Así sucedió con
la corte de la monarquía absoluta en Francia, con ministros como Turgot y
nuevamente en la corte de la Rusia zarista. Ese fue el caso también cuando
las híbridas relaciones sociales sui generis de producción de la Unión
Soviética llegaron a su límite. La burguesía está hoy en esta situación. No
tiene entre sus filas a un Roosevelt. Las expresiones de su crisis incluyen
la extensión y la profundidad de la corrupción, el muy bajo nivel de debate
político, el cinismo de las corporaciones y la parálisis de los gobiernos
frente al cambio climático. La conferencia de Davos en 2016 eligió centrarse
en la crisis de los bancos europeos y cuestiones similares, en lugar de
discutir el informe que expresaba en términos diplomáticos:

La preocupación sobre los efectos de la desintermediación digital, la
robótica avanzada y la economía colaborativa sobre el crecimiento de la
productividad, la creación de empleos y el poder de compra. Es evidente que
la generación del milenio experimentará en la próxima década un cambio
tecnológico mayor que lo que hubo en los últimos 50 años, no dejando intacto
a ningún aspecto de la sociedad global. Los grandes adelantos científicos y
tecnológicos, desde la inteligencia artificial hasta la medicina de
precisión, se plantean transformar nuestra identidad humana.3 

Un importante elemento de la situación actual es la ausencia de
prerrequisitos exógenos, de los que anteriormente se disponía para una
renovada acumulación a largo plazo. La reactivación de las “ondas largas” en
el sentido que les daba Trotsky, y que reconocía de una manera complicada
Mandel, la determinaban factores exógenos, como las guerras mundiales, las
masivas ampliaciones del mercado debido a una expansión territorial (la
“frontera” en la historia estadounidense) o la creación de nuevas industrias
como resultado de importantes adelantos tecnológicos. Las condiciones
políticas para una guerra mundial (una preparación ideológica del tipo de la
que llevó a cabo el nazismo luego de 1933) no existe hoy en día. De modo que
para la burguesía, el problema es hallar un factor capaz de impulsar la
acumulación otra vez, luego de varias décadas. Desde que se incorporó a
China en el mercado mundial, ya no quedan “fronteras”. La única posibilidad
son las nuevas tecnologías. Solamente éstas, con una inversión
extremadamente alta y sus efectos en los empleos, son capaces de impulsar
una nueva onda larga de acumulación, asociada con la expansión a través de
nuevos mercados. El rol de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación en la reconfiguración radical de la organización del trabajo y
en la vida cotidiana es indudable. La gran cuestión es si ellas tienen las
consecuencias en la inversión y en el empleo, capaces de impulsar una nueva
onda larga de la acumulación. Sus impactos generalizados en el ahorro de
fuerza de trabajo, junto a su efecto en incrementar el valor del capital
constante invertido, sugieren lo contrario; en particular, si no está a la
vista una “Cuarta Revolución Industrial”, o sea, un aumento radical de las
tecnologías que surgieron en la “Tercer Revolución Industrial”, como la
llamaban los teóricos neoschumpeterianos. La opinión dominante entre los
economistas y sociólogos estadounidenses es que los factores que impulsaron
el crecimiento económico durante la mayor parte de la historia
norteamericana, se han gastado en gran medida. Dicen que se ha llegado a una
“meseta tecnológica”, y apuntan a los “resultados más fáciles”, que tuvieron
un rápido crecimiento, incluyendo el cultivo de muchas tierras antes no
trabajadas, o de descubrimientos tecnológicos “trascendentales”, en especial
en el transporte, la electricidad, las comunicaciones masivas, la
refrigeración y los servicios sanitarios, y finalmente la educación masiva.
Lo que las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen al
capital y al estado en la forma de “macro datos” es una capacidad sin
precedentes para el control social y político. No ofrecen ninguna solución
para el desempleo masivo4 y aumentan la composición orgánica del capital.

Una temprana reflexión sobre el futuro del capitalismo

En su introducción a la edición por Penguin del tomo III de El capital,
Mandel (1981: 78) desarrolla una serie de elaboraciones teóricas sobre el
“destino del capitalismo”. Al contrario que Sweezy, Mandel discute la teoría
de Grossman sobre el colapso capitalista en forma respetuosa y seria. Esto
lo lleva a analizar las consecuencias de lo que él llama en esa época el
“robotismo”. Las nuevas tecnologías todavía estaban en su infancia cuando
escribía esto, pero para Mandel ellas ya tenían potencialmente consecuencias
portentosas. Teniendo en cuenta los pronósticos que hemos discutidos antes,
es importante leerlas y discutirlas:La extensión de la automatización más
allá de un determinado límite conduce, inevitablemente, primero a una
reducción del volumen total del valor producido, luego a una reducción del
volumen total del plusvalor producido. Esto desata una “crisis del colapso”
combinada en forma cuádruple: una enorme crisis de reducción en la tasa de
ganancia; una enorme crisis de realización (el aumento en la productividad
del trabajo que implica el robotismo expande la masa de valores de uso
producida a un ritmo aún más alto que el ritmo de reducción de los salarios
reales, y una creciente proporción de estos valores de uso se vuelve
invendible); una masiva crisis social; y una inmensa crisis de
“reconversión” [en otras palabras, de la capacidad del capitalismo para
adaptarse] a través de la desvalorización; la formas específicas de la
destrucción del capital amenazan no sólo a la supervivencia de la
civilización humana, sino también la supervivencia de la humanidad o de la
vida en nuestro planeta (ibíd.: 87).

Poco después, para que se lo entienda mejor, Mandel escribe:

Es evidente que esa tendencia hacia la modernización del trabajo en sectores
productivos con el más alto desarrollo tecnológico debe, necesariamente, ser
acompañado por su propia negación: un aumento en el desempleo masivo, en la
ampliación de sectores marginalizados de la población, en la cantidad de
quienes “abandonan” y de todos a quienes el desarrollo “final” de la
tecnología capitalista los expulsa del proceso de producción. Esto significa
que a los crecientes desafíos a las relaciones capitalistas de producción en
el ámbito de la fábrica se suman crecientes desafíos a todas las relaciones
y valores burgueses básicos en la sociedad de conjunto, y estos también
constituyen un elemento importante y periódicamente explosivo de la
tendencia del capitalismo al colapso final (ibíd.).

Y luego agrega:

No necesariamente es un colapso a favor de una forma superior de
organización social o civilización. Precisamente como una función de la
propia degeneración del capitalismo, los fenómenos de decadencia cultural,
de retrogresión en las esferas de la ideología y el respeto a los derechos
humanos, multiplican al mismo tiempo la sucesión ininterrumpida de crisis
multiformes, con las que esa degeneración nos enfrentará (ya nos está
enfrentando). La barbarie, como un posible resultado del colapso del
sistema, es una perspectiva mucho más concreta y precisa hoy que lo que fue
en las décadas de 1920 y 1930. Hasta los horrores de Auschwitz e Hiroshima
parecerán moderados comparados con los horrores con los que una continua
decadencia del sistema confrontará a la humanidad. Bajo estas
circunstancias, la lucha por un desenlace socialista asume el significado de
una lucha por la propia supervivencia de la civilización humana y la raza
humana (ibíd.: 89).

Mandel modera su perspectiva ciertamente catastrófica con un mensaje de
esperanza, adaptado de la problemática de El programa de transición:

El proletariado, como lo ha mostrado Marx, reúne todos los prerrequisitos
objetivos para dirigir exitosamente esa lucha; y hoy, eso sigue siendo más
cierto que nunca. Y tiene al menos el potencial para adquirir los
prerrequisitos subjetivos también, para una victoria del socialismo mundial.
Si ese potencial se hará verdaderamente realidad dependerá, en último
análisis, de los esfuerzos conscientes de los marxistas revolucionarios
organizados, integrándose con las periódicas luchas espontáneas del
proletariado para reorganizar la sociedad siguiendo los lineamientos
socialistas, y conduciéndolo a objetivos precisos: la conquista del poder
estatal y la revolución social radical. No veo más motivos para ser
pesimista hoy en cuanto al resultado de esa empresa, que los que había en la
época en que Marx escribió El capital (ibíd.: 89 y s.).

Que una revolución social radical es la solución, es algo más cierto que
nunca, pero la amenaza de las crisis ecológicas, algo que era imprevisible
para Marx, como también el legado político del siglo XX, no nos inducen a
ser tan optimistas como trataba ser Mandel en 1981. En la tradición
revolucionaria a la que adherí, el socialismo era una “necesidad” en dos
sentidos de la palabra: el de ser la única respuesta decisiva y duradera, no
sólo para la situación de la clase obrera y los sumergidos, sino para la
satisfacción de las necesidades humanas; y el de ser el resultado del
movimiento del desarrollo capitalista. La burguesía no dejaría la escena sin
luchar y los procesos contrarrevolucionarios como el nacimiento del
estalinismo o el maoísmo podrían ocurrir, pero “la historia está de nuestro
lado”. Los marxistas revolucionarios eran la “expresión consciente” de
procesos económicos y sociales fundamentales. Esta visión del mundo estaba
enraizada en la lectura de los numerosos párrafos de Marx y posteriormente,
en los de los principales revolucionarios marxistas que parecían
respaldarlo; en particular, Lenin, y en el caso de Trotsky, por una lectura
unilateral de las dos primeras secciones del Programa de Transición, y con
muy poca discusión de sus numerosos textos que expresaban preocupaciones
enraizadas en los sucesos de la década de 1930 pero que contenían
reflexiones más generales, como en sus escritos sobre el fascismo y el
nazismo. Rosa Luxemburgo era objeto de sospechas, no sólo debido a sus
advertencias sobre el posible curso de la revolución de octubre, sino por la
angustia contenida en el grito de “socialismo o barbarie”. El hecho de que
en sus últimos años esta angustia también pasó a ser la de Trotsky, jamás
fue discutido.

Los procesos políticos de fines de la década de 1980 y principios de la de
1990, con consecuencias mundiales (en particular, el hecho de que no
sucediera la revolución política en la URSS), y las divisiones organizativas
vacías de perspectivas me volvieron cada vez más receptivo al pensamiento de
filósofos de la Europa central. El primero fue Mészáros, con la siguiente
afirmación de su libro originalmente publicado en 1995:

Todo sistema de reproducción metabólica social tiene sus límites intrínsecos
o absolutos que no se pueden traspasar sin cambiar el modo de control
prevaleciente en uno cualitativamente diferente. Cuando en el curso del
desarrollo histórico se llega hasta esos límites se hace imperativo
transformar los parámetros estructurales del orden establecido –o en otras
palabras, sus “premisas prácticas” objetivas– que normalmente circunscriben
el marco general de ajuste de las prácticas reproductivas factibles bajo
esas circunstancias (Mészáros, 2000: 163).5

Y a este párrafo le sigue la siguiente afirmación de que en el caso del
capitalismo, el margen para el desplazamiento de las contradicciones del
sistema se torna aún más estrecho y sus pretensiones de un estatus
indesafiable de la causa sui se hacen palpablemente absurdas, a pesar del
poder destructivo antes inimaginable a disposición de sus personificaciones.
Porque a través del ejercicio de tal poder el capital puede destruir a la
humanidad en general –que es precisamente a lo que parece estar en verdad
encaminado (y con ello, de seguro, también a su propio sistema de control)–
pero no selectivamente a su antagonista histórico [la clase obrera] (ibíd.:
166 y s.).

El otro autor que me ha alentado a investigar el concepto de los límites
absolutos de la producción capitalista es el filósofo alemán Robert Kurz.
Como Mandel, en una lectura de Marx que ha levantado muchas controversias,6
él apunta a los efectos en el ahorro de trabajo y en la mejora de la
productividad de las tecnologías relacionadas con la tecnología de la
información y la comunicación, y sus consecuencias en la agudización de las
contradicciones de la producción capitalista.

Dado el nivel de las contradicciones que han alcanzado, nos enfrentamos
desde ahora con la tarea de reformular la crítica de las formas capitalistas
y en la de su abolición. Esta es simplemente la situación histórica en la
que estamos, y sería fútil llorar sobre las batallas perdidas del pasado. Si
el capitalismo llega ante los que son objetivamente sus límites históricos
absolutos, sin embargo es cierto que, por falta de una consciencia crítica
suficiente, la lucha por la emancipación también puede fracasar. El
resultado sería entonces no una nueva primavera de la acumulación, sino como
lo dijo Marx, la caída de todos en la barbarie.7

El advenimiento de una nueva barrera inmanente más formidable y sus
consecuencias

En ausencia de los factores capaces de lanzar una nueva fase de acumulación
sostenida, la perspectiva es la de una situación en la que las consecuencias
del lento crecimiento y la endémica inestabilidad financiera, junto al caos
político que ellos alimentan en ciertas regiones hoy y potencialmente en
otras, convergería con los impactos sociales y políticos del cambio de
clima. El concepto de barbarie, asociado con las dos guerras mundiales y el
Holocausto y más recientemente con los genocidios contemporáneos también se
hará aplicable entonces a ellos. El precedente de la vinculación de la
cuestión ecológica con la caída de nuestra sociedad en la barbarie se lo
debe atribuir otra vez a Mészáros:

En alguna medida Marx ya era consciente del “problema ecológico”, es decir,
los problemas de la ecología bajo el dominio del capital y los peligros
implícitos en él para la supervivencia humana. De hecho, fue el primero en
conceptualizarlo. Habló sobre la contaminación e insistió en que la lógica
del capital –que debe perseguir las ganancias, de acuerdo con la dinámica de
la auto-expansión y la acumulación del capital– no puede tener ninguna
consideración para los valores humanos e incluso para la supervivencia
humana [...]. Por supuesto, lo que no se puede hallar en Marx, es una
explicación de la mayor gravedad de la situación en la que nos encontramos.
Para nosotros la supervivencia humana es una cuestión urgente (Mészáros,
2001: 99).

Cuando hablamos de amenaza a la supervivencia humana, por supuesto, queremos
decir una amenaza a la civilización tal como la conocemos hasta ahora. Los
seres humanos sobrevivirán, pero si no derriban al capitalismo, vivirán, a
nivel mundial, en una sociedad del tipo de la que describió Jack London en
su gran novela distópica, El talón de hierro. Hasta que tenga lugar el
cambio revolucionario, estamos atrapados por las relaciones y las
contradicciones específicas del modo capitalista de producción. Un modo de
producción caracterizado por “el movimiento infatigable de la obtención de
ganancias, el afán absoluto de enriquecimiento” (Marx, 1983: I, 187), no
puede tomar en cuenta un mensaje que exige un fin al crecimiento, tal como
se entiende tradicionalmente, y un uso negociado y planificado de los
recursos restantes.

La acumulación del capital ha tomado la forma del desarrollo de industrias
específicas. La combinación de la crisis global económica y la crisis
ecológica del capitalismo es simultáneamente la de las relaciones sociales
de producción y de un determinado modo de producción material, el consumo,
el uso de la energía y los materiales o, nuevamente toda la base material en
la que ha tenido lugar la acumulación, en particular durante los últimos 60
años, y las industrias asociadas con él –las energéticas, las
automovilísticas, las infraestructuras viales y la construcción en
particular, que conducen a modelos de ciudades intensivas en energía y de la
producción de agroquímicos. La prolongación de este modo bajo el capitalismo
implica formas cada vez más destructivas de minería, perforación petrolera
(por ejemplo, la perforación de pozos a través de espesas capas de sal en
aguas ultraprofundas en el Ártico), la producción agrícola (el uso altamente
intensivo de ingredientes químicos y la expansión de la agricultura mediante
la deforestación) y los recursos oceánicos. Esas formas representan “el
esfuerzo del capital para revertir la desaceleración de la productividad a
través de una serie de desesperadas batallas por las últimas migajas de los
últimos restos baratos de la naturaleza” (Moore, 2014: 37). El agente de
esta destrucción es la figura contemporánea del “capitalista, o sea como
capital personificado, dotado de conciencia y voluntad” (Marx, 1983, I:
187), a saber, la gran corporación industrial y minera y quienes la poseen y
controlan.8

Ahora es evidente que el calentamiento global y el agotamiento ecológico se
han convertido en una “barrera inmanente” para el capital, y no, como
todavía se lee en obras anteriores de estudiosos estadounidenses, en una
barrera exterior. En su libro, que recibí cuando estaba terminando con esta
conclusión, Moore escribe que “los límites al crecimiento que enfrenta el
capital son suficientemente reales: son ‘límites’ coproducidos mediante el
capitalismo. El límite ecológico mundial del capital es el propio capital”
(Moore, 2015: 295). Esta coproducción se remonta a la época del capital
mercantil, y en la época más reciente ha sido moldeada por la globalización
y la financiarización. Esta es una barrera que no puede, como se expone en
el tomo III de El capital, capítulo 15, ser resuelta temporalmente a través
de “la desvalorización periódica del capital ya existente” o superándola en
virtud de “medios que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites, en
escala aún más formidable” (Marx, 1983: III, 320 y s.). La barrera está allí
para permanecer. Foster ha tomado el concepto del límite o barrera absoluta
del capital y lo ha desarrollado en relación con el medio ambiente,
agregando detallados comentarios a los textos pertinentes de Marx. Considera
que el “precipicio ecológico que se aproxima” (Bellamy Foster, 2013: 1) como
algo que cada vez está más cerca. El agotamiento de los recursos es
irreversible, o sólo reversible en un largo tiempo, que podría tomar siglos.
Tan profundamente intensivo en carbón es el actual régimen energético
imbricado con los modos de producción y de vivir forjados por el
capitalismo, que el ritmo del calentamiento global está fuera de control, al
menos en la actualidad. En el “mejor escenario” (un escenario sin procesos
de realimentación), la cuestión que se plantea es sobre la “adaptación” y de
este modo, está determinada por las clases y la división entre países ricos
y países pobres, que serán las que decidirán quiénes serán más perjudicados
en el mundo .

Como subrayó Mandel más arriba, el hecho de que el capitalismo haya
alcanzado sus límites absolutos no significa que cederá el paso a un nuevo
modo de producción.9 Las élites y los gobiernos controlados por ellas
prestan más atención que nunca a la preservación y reproducción del orden
capitalista. De modo que a su progresivo hundimiento junto a los efectos
previsibles e imprevisibles del cambio climático se sumarán guerras y
regresiones ideológicas y culturales, tanto las provocadas por la
mercantilización y la financiarización de la vida cotidiana como las que
toman la forma del fundamentalismo y el fanatismo religioso de los tres
monoteísmos. La mortalidad a causa a las guerras locales, las enfermedades,
y las condiciones sanitarias y nutricionales debidas a la gran pobreza
continúan siendo contadas en decenas, sino centenares, de millones.10 Los
impactos del cambio climático aumentan en determinadas partes del mundo (el
delta del Ganges, gran parte de África, las islas del Pacífico Sur) y ya
ponen en peligro las mismas condiciones de reproducción social de los
oprimidos (este tema fue central en Chesnais y Serfati, 2003).
Necesariamente, ellos resistirán o procurarán sobrevivir lo mejor que
puedan. Las consecuencias serán violentos conflictos sobre los recursos
acuíferos, guerras civiles, prolongadas por la intervención extranjera en
los países más pobres del mundo, enormes desplazamientos de refugiados
causados por las guerras y el cambio climático (Dyer, 2010). Quienes dominan
y oprimen al orden mundial consideran esto como una amenaza a su “seguridad
nacional”. En un informe reciente del Departamento de Defensa de los EE.UU.
se afirma que el cambio climático global tendrá implicancias de amplio
alcance para los intereses de la seguridad nacional del país.11 Moore
escribe que “el giro hacia la financialización, y la cada vez más profunda
capitalización en la esfera de la reproducción, ha sido una forma poderosa
de posponer la rebelión inevitable. Esto ha permitido sobrevivir al
capitalismo. Pero, ¿por cuánto tiempo más?” (Moore, 2015: 305). Hay otras
preguntas, que no son muy diferentes: “nosotros”, ¿podremos liberarnos,
derribar al capitalismo para establecer una “sociedad humana en relación con
la naturaleza” totalmente diferente? Y si no podemos, ¿sobrevivirá la
sociedad civilizada? Pues un modo de producción que está colapsando nos
arrastrará a todos en su caída.

Las generaciones más jóvenes de hoy y quienes las seguirán se enfrentan y
cada vez más se enfrentarán con problemas extraordinariamente difíciles. Hay
importantes batallas en algunos países, pero también en todos los demás, una
cantidad innumerable de luchas auto-organizadas a nivel local que demuestran
su plena capacidad para enfrentar esos problemas. Visto desde el punto de
vista de la lucha por la emancipación social, su única perspectiva es la que
se resume en la palabra que dijo Marx durante su última conversación
registrada que tenemos, precisamente una conversación con un joven
periodista estadounidense: “lucha”.

“Durante la conversación, surgió en mi mente una pregunta relativa a la
suprema ley de la vida. Mientras descendía a las profundidades del lenguaje,
y se elevaba a las alturas de la solemnidad, durante un instante de
silencio, interrumpí al revolucionario y filósofo con estas decisivas
palabras, ‘¿Qué es?’. Parecía como si por un momento su mente diese marcha
atrás mientras contemplaba bramar al mar ante él, así como a la inquieta
multitud en la playa. ‘¿Qué es?’, había preguntado yo; a lo que en un tono
profundo y solemne, replicó: ‘¡Lucha!’ Al principio creí haber oído el eco
de la desesperación; pero por ventura, era la ley de la vida”.12

Los levantamientos en diferentes partes del mundo y las igualmente
importantes innumerables luchas locales, muchas de las cuales son
simultáneamente económicas y ecológicas, muestran que quienes participan en
ellas lo comprenden. El inmenso desafío es el de centralizar esta latente
energía revolucionaria en todo el mundo en formas políticas que no repitan
las que tuvieron los desastrosos resultados del siglo pasado, y así crear
realmente una fuerza que podría concebir y establecer las relaciones de la
emancipación humana, y capaz también de detener el actual curso ecológico. 

* Investigador-militante marxista, economista, profesor emérito en la
Universidad de París 13-Villetaneuse. Es parte del Consejo científico de
ATTAC-Francia, director de Carré Rouge y miembro del Consejo asesor de
Herramienta, con la que colabora asiduamente. Autor de una gran cantidad de
artículos, ensayos y libros, entre los que elegimos mencionar La
Mondialisation du capital y Les dettes illégitimes. Quand les banques font
main base sur les politiques publiques. Es también uno de los autores de la
obra colectiva Las finanzas capitalistas. Para comprender la crisis mundial,
publicado por Ediciones Herramienta. E-mail: chesnaisf en free.fr.

Notas

1) “Adaptándose al cambio climático”, The Economist, 25/11/2010. “Aunque se
resisten a decirlo en público, la improbabilidad absoluta de ese logro ha
hecho que muchos científicos del clima, defensores del medio ambiente y
dirigentes políticos hayan llegado a la conclusión en que, como dijo Bob
Watson, quien presidió el IPCC y ahora es el principal científico en el
Departamento Británico del Medio Ambiente, Alimentos y Asuntos Rurales, ‘dos
grados es una quimera’”.

2) Freeman (2010) estima un aumento en el tamaño de la “reserva de trabajo
mundial”, de aproximadamente 1,46 mil millones a 2,93 mil millones, usando
la expresión mucho más clara de la “duplicación efectiva de la fuerza de
trabajo mundial asociada actual”. 

3) Ver: http://reports.weform.org/global-risks-2016/.

4) Un estudio cuidadosamente investigado (Fey y Osborne, 2013) estima que el
47 por ciento de los empleos estadounidenses se encuentran “en riesgo” de
ser automatizados en los próximos 20 años.

5) Las posiciones políticas de Mészáros a fines de la primera década del
2000, apoyando el “Socialismo del siglo XXI” de Chávez no descalifican a su
obra teórica.

6) Particularmente en su interpretación en la temprana obra de la teoría del
valor y el concepto del trabajo abstracto. Esto es muy marginal en el libro
de 2011 sobre la crisis. Ver su presentación del libro en francés
(http://www.palim-psao.fr/article-theorie-de-marx-crise-et-depassement-du-ca
pitalisme-a-propos-de-la-situacion-de-la-critique-social-108491159.html), y
el resumen de las principales discusiones en una revista francesa
(https://lectures.revues.org/7102).

7) Ver:
http://www.palim-psao.fr/article-theorie-de-marx-crise-et-depassement-du-cap
italisme-a-propos-de-la-situation-de-la-critique-social-108491159.html.

8) Mientras termino este texto, llegan noticias de la posiblemente más
grande crisis ecológica provocada bajo el capitalismo por la corporación
minera brasileña Vale, sobre el río Doce.

9) La visión optimista es la de Amin (2016) con su teoría de una transición
al socialismo que durará un siglo o incluso varios.

10) Moore (2002: 301-322) ha sintetizado datos históricos, que muestran que
la transición del feudalismo al capitalismo mercantil desde el período
medieval tardío hasta el siglo XVII fue económica y social pero también
ecológica en sus manifestaciones, extendiéndose desde las hambrunas
recurrentes, la Peste Negra, y el agotamiento de los suelos, hasta las
revueltas campesinas y la intensificación de las guerras.

11) Ver:
http://www.defense.gov/pubs/150724-Congressional-Report-on-National-Implicat
ions-of-Climate-Change.pdf.

12) John Swinton, “A conversation with Marx”, The Sun, Nueva York, 6 de
septiembre de 1880. Agradezco a Pierre Dardot y Christian Laval (2012),
quienes terminaron su libro sobre Marx de esta misma manera [la conversación
también fue en Wheen, 2015. Nota del trad.].

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Bellamy Foster, John, “The Epochal Crisis – The Combined Capitalist Economic
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Dardot, Pierre / Laval, Christian, Marx, Prénom: Karl. París: Gallimard,
2012.

Dyer, Gwynne, Climate Wars. The Fight for Survival as the World Overheats.
Melbourne: Scribe Publishers, 2010.

Fey, Carl, Osborne, Michael, “The Future of Employment: How Susceptible are
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www.oxfordmartin.ox.ac.uk/downloads/academic/the_future_of_employment.pdf/
(último acceso: 17/9/2013).

Freeman, Richard, “What Really Ails Europe (and America): The Doubling of
the Global Workforce”. En: www.theglobalist.com (último acceso: 5 de marzo
de 2010).

Kurz, Robert, Vies et mort du capitalisme. Chroniques de la crise. París:
Éditions Lignes, 2011.

Mandel, Ernest, “Introduction”. En: Marx,Karl, Capital. Tomo III.
Harmondsworth: Penguin, 1981.

Marx, Karl, El capital. Traducción de W. Roces. México: Siglo XXI, 1983.

Engels, Friedrich. El manifiesto comunista. Trad. de Miguel Vedda. Buenos
Aires: Herramienta, 2008.

Mészáros, István, Más allá del capital. Caracas: Vadell, 2000.

The Alternative to Capital’s Social Order. From the “American Century” to
the Crossroads. Socialism or Barbarism. Nueva York: Monthly Review Press,
2001.

Moore, Jason W, “The Crisis of Feudalism: An Enviromental History”. En:
Organization and Environment 15/3 (septiembre de 2002).

“The Capitalocene, Part. I: On the Nature & Origins of Our Ecological
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11/5/2016).

Capitalism in the Web of Life, Ecology and the Accumulation of Capital.
Nueva York: Verso, 2015.

Trotsky, León, La revolución permanente (1930). En:
http://www.espartaco.cjb.net (último acceso: 11/5/2016).

Wheen, Francis, Karl Marx. Buenos Aires: Debate, 2015.

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