Brasil/ el Brasil llega a los Juegos Olímpicos sin rostro [Eliane Brum]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 8 19:37:54 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

8 de agosto 2016

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Brasil

Brasil llega a los Juegos Olímpicos sin rostro

Entre el discurso de 2009 y la realidad de 2016 hay un país en el que la
conciliación de lo irreconciliable ya no es posible ni como construcción
identitaria.

Eliane Brum *

El País, Madrid, 2-8-2016

http://internacional.elpais.com/

Lo más fascinante de estos Juegos Olímpicos en Río es la negación de una
idea de Brasil. Es la imposibilidad de presentar un imaginario cohesivo del
país hacia fuera, y también hacia dentro. Es la total imposibilidad de
conciliación. Esta es la potencia del momento, confundida a veces con el
fracaso, con el estancamiento o incluso con la impotencia. Brasil llega a
los Juegos Olímpicos sin que se pueda decir lo que Brasil es.

Para que esto quede más claro, hay que remontarse al año 2009, al momento en
el que Brasil fue elegido como sede de los Juegos Olímpicos de 2016. Hay
varios vídeos sobre el discurso de Lula tras el anuncio. No el discurso
oficial, sino el discurso del entonces presidente hecho para la televisión.
Aquel que es espectáculo dentro del espectáculo. Particularmente, prefiero
el de la Globo (véalo aquí), por lo que esta red de comunicación representa
en la historia reciente del país, y por el lenguaje que escoge al
contraponer el habla de Lula con la reacción de los presentadores y
comentaristas. Cuando se piensa que esa "conciliación" fue posible hace solo
siete años, todo resulta aún más interesante.

Sugiero ver estos siete minutos, preciosos para entender aquel y este
momento. Pero también transcribo aquí las declaraciones de Lula, para que se
vuelva más fácil reflexionar sobre los tantos sentidos de aquel discurso,
ahora que podemos mirarlo por el retrovisor. Y para que sea posible
prestarles atención a los personajes entonces secundarios y congelar la
imagen por un momento.

Lula está emocionado. No creo que esté fingiendo emocionarse. Aunque hable
con la conciencia de que está produciendo un documento para la Historia,
conciencia que siempre ha demostrado tener a lo largo de sus dos mandatos
como presidente del país, se cree lo que dice. Cómo Lula ve el país y cómo
entiende al pueblo brasileño es crucial para comprender el Brasil actual,
dada la importancia del personaje y el papel de protagonista que ha
desempeñado. En aquel momento hay una fiesta de celebración en las arenas de
Copacabana, como si la multitud que allí estaba tuviese la función de
producir la imagen capaz de probar la tesis de su líder.

Lula les dice a las cámaras de televisión, y, al decirlo, el líder
carismático está en uno de sus momentos de mayor carisma:

"Río ha perdido muchas cosas. Río fue capital, Río fue corona portuguesa, y
fue perdiendo... Y creo que estos Juegos Olímpicos son un poco una
retribución al pueblo de Río de Janeiro, que muchas veces aparece en la
prensa, solo en las páginas de los periódicos... Hay que respetarlo, porque
es un pueblo bueno, un pueblo generoso. Creo que Brasil se lo merece.
Aquellos que piensan que Brasil no tiene condiciones de lograrlo se
sorprenderán. Los mismos que pensaban que no teníamos condiciones de
gobernar este país se sorprenderán con la capacidad del país de hacer unos
Juegos Olímpicos".

A la pregunta de por qué Río les ganó a ciudades como Madrid, Tokio y
Chicago, que disputaban ser la sede de los Juegos Olímpicos, Lula respondió:

"Estábamos con el alma, con el corazón. O sea, era el único país que de
verdad quería hacer unos Juegos Olímpicos. Porque para los otros sería una
oportunidad más. Teníamos que probar que éramos capaces de hacer unos Juegos
Olímpicos. Así que creo que la gente ve eso en nuestros ojos. Esta fue la
diferencia. Este país necesita tener una oportunidad. No es posible que este
país no tenga, en el siglo XXI, la posibilidad que no tuvimos en el siglo
XX".

Acerca de dónde estarían él y el país en ese futuro apoteósico, Lula dice:

"No estaré en la presidencia, pero estaré como ciudadano brasileño, poniendo
mi alma, mi corazón, para que hagamos lo mejor que se pueda en este país.
Hay que celebrarlo, porque Brasil ha salido del nivel de un país de segunda
clase y se ha convertido en un país de primera clase".

Lula le da las gracias a Eduardo Paes, del Partido del Movimiento
Democrático Brasileño (PMDB), a quien se refiere como "este chico", entonces
en su primer mandato como alcalde de Río, y al "compañero" Sérgio Cabral
(PMDB), en aquella época gobernador de Río. Así como al ministro de
Deportes, Orlando Silva, y al jefe del Comité Olímpico Brasileño, Carlos
ArthurNuzman. Una voz le recuerda al presidente: "Michel". Lula la ignora y
continúa hablando. La voz repite poco después: "Michel Temer". Lula se ve
obligado a citarlo: "A Temer, que está aquí". La cabeza del entonces
presidente de la Cámara de los Diputados se despega por un momento de la
espalda de Lula, donde se había colocado estratégicamente y de donde no se
movió.

Temer había sido reelegido diputado federal en 2006. Con tan solo 99.000
votos, su suma individual era insuficiente para garantizar un mandato más.
Solo entró debido al cociente electoral, una reelección garantizada por el
total de votos dados a su partido, el PMDB. En 2009 se las arregló para
llegar a ser presidente de la Cámara de los Diputados, con el apoyo del
Gobierno. Seguirá hasta el final de la entrevista pegado a la espalda de
Lula. Cada vez que Lula busca a alguien a su alrededor para darle las
gracias, se da de frente con Temer. Pero no lo menciona ninguna vez más. Y
la cámara vuelve a cerrar el plano en el presidente más popular de la
historia del Brasil posdictadura.

Un reportero pregunta acerca de la "decantada" belleza de Río. Y Lula
responde:

"Creo que el alma de nuestro pueblo, la mirada de nuestro pueblo, la calidez
de nuestro pueblo, la flexibilidad de nuestro pueblo, el color de nuestro
pueblo, la sonrisa de nuestro pueblo, es imbatible. Creo que finalmente el
mundo lo ha reconocido: es el momento y la vez de Brasil".

Y sigue:

"Tenía un orgullo inmenso, inmenso, de estar defendiendo a Brasil. Hoy ha
sido un día sagrado para mí. Os confieso que, si me muriese ahora, ya habría
valido la pena, sabéis, vivir.Porque Río de Janeiro, Brasil le ha demostrado
al mundo que hemos conquistado la ciudadanía absoluta. Absoluta de verdad.
Ahora ya nadie tiene dudas de la grandeza económica de Brasil, de la
grandeza social, de la capacidad nuestra de presentar un programa".

Ya muy hacia el final, Lula le da las gracias a Henrique Meirelles, entonces
presidente del Banco Central:

"(Quiero) darle las gracias a Meirelles, que hizo una defensa
extraordinaria, al anunciar, inclusive, que el Banco Mundial ya ha dicho que
Brasil será, en 2016, la quinta economía del mundo".

Como el tiempo de esta época es acelerado, 2016 mira hacia 2009 como un
pasado remoto. En el futuro que ha llegado, se anuncia a Lula como reo (por
presunta obstrucción a la Justicia en la Operación Lava Jato) una semana
antes de la apertura oficial de los Juegos Olímpicos. Dilma Rousseff, la
sucesora que Lula consiguió que saliese elegida dos veces, está suspendida
temporalmente por el proceso de destitución. Y la garrapata pegada a la
espalda de Lula en 2009 es hoy el presidente interino, que posiblemente
gobernará Brasil hasta 2018. Lula y Dilma han anunciado que no irán a la
ceremonia tan anhelada. Y Temer al fin quedará por un instante en primer
plano, al anunciar la apertura de los Juegos.

Brasil no se ha convertido en la quinta economía del mundo, pero el mismo
Henrique Meirelles es hoy el ministro de Hacienda del Gobierno provisional,
y se dedica a soltar amenazas de aumentar los impuestos cada vez que se le
presenta la oportunidad. Descubrir quién ha salido y quién se ha quedado,
así como quién ha cambiado de posición (sin que de hecho haya cambiado) se
ha convertido en uno de los juegos más interesantes de los Juegos Olímpicos.

Los Juegos Olímpicos, así como la Copa del Mundo, se soñaron como apoteosis
del eterno país del futuro que al fin había llegado a un presente glorioso.
No es una coincidencia que para representar esta inflexión histórica se
hayan elegido dos eventos de exhibición ante el mundo. El discurso de Lula
en 2009 es explícito. Toma todos los estereotipos asociados a lo que se
conoce como pueblo brasileño, o "pueblo de Río" (el pueblo bueno, el pueblo
generoso, el pueblo que tiene corazón, el pueblo flexible, el pueblo que
tiene alma) y los pone, en su conjunto, como el diferencial que llevó al
país a una victoria en otros campos, el de la política y el de la economía.
Brasil habría alcanzado un lugar entre los grandes, o la "primera clase",
con este pueblo. No a pesar de, sino a causa de. Y con Lula, un hombre de
hecho "del pueblo", en el liderazgo, imágenes fundidas entre el
representante y el representado. Brasil habría sido elegido como sede de los
Juegos Olímpicos debido al "corazón" y al "alma". Al deseo.

No hay nada banal en esta construcción. Es muy rica. Si los estereotipos
están viciados, y es de la naturaleza del estereotipo estar viciado, así
como estar al servicio de ocultamientos, hay algo de nuevo en esta
apropiación que hace Lula. Hay algo de nuevo en lo que hace con lo viejo. Lo
que no impide que siga girando en falso.

Además hay que darse cuenta de que la elección de eventos para que el mundo
los vea es también la elección de mirar con la medida del otro. Y no
cualquier otro, sino otro que se coloca, y al que se reconoce, como "primer
mundo" o "primera clase". Y que la "ciudadanía absoluta", en este momento,
se equipara con el acceso al consumo. Esta construcción tampoco es banal. Y
es muy diferente de construir un lenguaje propio a partir de las
extraordinarias experiencias de diversidad de los varios Brasiles.

Cabe recordar que Lula es el gran conciliador: un año después de la elección
de Río como sede de los Juegos Olímpicos, el presidente terminará su mandato
con la mayor popularidad de la historia desde que hay institutos de
investigación para medirla. Entre las diversas razones está la quimera de
reducir la pobreza sin tocar los ingresos de los más ricos, lo que solo fue
posible gracias a la exportación de materias primas, promovida como si fuera
a durar para siempre y sin que se incluyese en la cuenta su enorme coste
socioambiental. En este sentido, los Juegos Olímpicos serían no apenas la
reconciliación de los pueblos, sino también la de los diversos Brasiles
amalgamados en uno solo, los conflictos y las contradicciones mágicamente
borrados.

Entre 2009 y 2016 sucedieron muchas cosas. Pero sucedió sobre todo 2013. Si
hay algo que no se convierte en pasado fácilmente es 2013, lo ineludible que
tantos quieren evitar. En las protestas en las calles es donde queda
evidente que el imaginario de conciliación ya no podrá sostenerse. Desde
entonces no hay ninguna combinación, recolocación o arreglo posible que le
dé una imagen cohesiva a Brasil, o un aspecto "brasileño" a Brasil. Las
fracturas que históricamente se ocultaron o se maquillaron ya no pueden
permanecer escondidas. El Brasil o los Brasiles se han convertido en
irreductibles a la conciliación también en la producción de imágenes y de
símbolos.

De este modo, Brasil llega a los Juegos Olímpicos demasiado real. En el
barro que rompió la presa de Mariana, en la mierda que flota en las aguas de
Guanabara, en el genocidio de los jóvenes negros por parte de la policía
militar, en el carril bici que se derrumba y mata a gente el día en que se
enciende la antorcha olímpica en Grecia. En el jaguar asesinado durante el
paso de la antorcha olímpica por la Amazonia. Se podrían seguir llenando
párrafos con ejemplos. Hasta la samba de Tom Jobim se contamina cuando es el
mosquito del dengue, el chikunguña y el zika el que pasa a tener las alas
abiertas sobre Guanabara.

Incluso la disputa narrativa entre el golpe y el no golpe puede expresar un
intento desesperado de identificación en medio de identidades que se
deshacen. Como la de un Gobierno de izquierdas que desde hacía mucho tiempo
no era de izquierdas, como la del apoyo de los movimientos sociales al
mandato de una presidenta que firmó una ley que criminaliza a los
movimientos sociales, como la de fingir que quien está hoy en el poder no
era el aliado de ayer. Más allá de las estrategias y las agendas, la falsa
polarización puede también ser un intento de pegar un rostro que ya no cabe
en la cara. O de ponerse ropa porque cualquier ropa, incluso un disfraz, es
menos desestabilizador que la desnudez.

Ante la fragmentación de la autoimagen emergen varias reacciones
identitarias. Una de ellas es la de volver a editar otro estereotipo
viciado, el de Brasil como una "republiqueta bananera", que no consigue
hacer nada bien, el del fiasco ante el mundo, el del eterno país de segunda
clase, con todos los prejuicios vinculados a los trópicos. Lo que antes se
positivó se negativa siempre que conviene. Y lo que aquí está sería una
especie de castigo a la osadía de querer ser grande.

"Nosotros" expuestos al juicio del "primer mundo", curiosamente confundido
con el mundo de los adultos, lo que solo puede ser una broma ante los
acontecimientos internacionales recientes. ¿Brasil ridiculizado por el Reino
Unido, donde ha ganado el voto del Brexit? ¿Por Estados Unidos, que tiene a
un Donald Trump que puede llegar a la presidencia? ¿Por una Francia que
lidia con terroristas producidos por sus periferias? ¿Por una Europa que da
vergüenza ajena al (mal)tratar a los refugiados? ¿Son estas las matrices que
saben lo que hacen?

Esta falsificación de "Brasil vuelve a tu lugar" tiene puntos de contacto
con la idea del retorno de cierta élite al poder, una élite que, como se
sabe, nunca ha salido de él. Tiene que ver con la idea del retorno "de los
que saben cómo hacer las cosas. "O "de los que entienden de verdad de
economía". O de la idea de que la economía es la lente por la que se puede
ver la vida, una creencia laica que emerge con el absolutismo de un
mandamiento de Moisés. Hace falta tener cuidado con aquellos que le llaman a
Brasil "republiqueta bananera", porque esas personas o grupos nunca se ponen
en este Brasil, ya que se consideran la parte limpia que fue a ilustrarse al
extranjero. Lo sucio, lo feo, lo ignorante es el otro. En general, el
"pueblo brasileño", esa abstracción en nombre de la cual se cometen tantas
atrocidades.

No es malo que Brasil llegue a los Juegos Olímpicos sin una cara. O más
parecido al antropofágico Abaporu de Tarsila do Amaral. No es malo que los
estereotipos se hayan derrumbado y que todos los arreglos antes posibles ya
no se mantengan de pie. No es malo verse a sí mismo fragmentado. No es malo
desidentificarse para que otras identidades, múltiples, se hagan viables. Ya
no es posible conciliar lo irreconciliable.

No es un momento cualquiera. Y tal vez la parte más evidente del peso de lo
que se está disputando sea el fortalecimiento del Estado policial para
reprimir el cuestionamiento de los privilegios. Y para criminalizar el
creciente cuestionamiento de los privilegios. Y para encarcelar a quienes
los cuestionan. El juego es cada vez más duro, ahora que ha quedado claro
que no habrá una conciliación. Ahora que el discurso de 2009 se ha
derrumbado, y que su autor, el gran conciliador, se ha convertido en reo.

Hay muchas razones para que diferentes sectores no le perdonen a Lula. Una
de ellas es la de que él dejó de hacer la gran magia: la de que la paz en
Brasil es posible sin que se toquen los privilegios de los más ricos. La de
que podrán reducirse las desigualdades sin que alguien pierda no solo
privilegios materiales, objetivos, sino también otros, de carácter cultural
y subjetivo. Esta ilusión era cara también para una parte de las diversas
élites. Continuar con los privilegios intactos y encima sentirse "entre los
buenos" era el máximo sueño de consumo.

Ya no es posible seguir intentando pegar rostros que ya no tienen cabida. O
insistir en encajar caras que solo cupieron antes como falsificaciones. O
que eran tan solo máscaras al servicio de borrados. Hay mucha potencia en
este momento en el que Brasil es un signo de interrogación en el espejo, en
el que Brasil no consigue una unidad en el decir sobre sí mismo, en el que
hay gente que intenta apagar la antorcha olímpica con cubos de agua. Hay
mucha potencia si las periferias se convierten en centros y desacomodan
miradas viciadas. Pero esa potencia se perderá si, por no conseguir imaginar
un país a partir de otros supuestos, preferimos cargar por ahí rostros en
descomposición.

* Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los
libros de no ficción Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ninguém
vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela
Uma duas.

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