Capitalismo/ tiranía del trabajo, crisis de la tiranía [Daniel Tanuro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ago 10 00:12:22 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

10 de agosto 2016

Boletín Informativo

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Capitalismo

Tiranía del trabajo, crisis de la tiranía

Daniel Tanuro

La Gauche N° 78, Bruselas, julio-agosto 2016

http://www.lcr-lagauche.org <http://www.lcr-lagauche.org/>

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur

http://www.vientosur.info/

Desde el punto de vista antropológico, el trabajo designa la actividad
consciente por la cual el ser humano transforma el entorno y sus recursos
para producir su existencia social. El trabajo no es entonces más que la
mediación indispensable entre la humanidad y el resto de la naturaleza, que
es característica de nuestra especie.

Desde el punto de vista sociológico, esta definición general no tiene apenas
utilidad porque no permite comprender las especificidades del trabajo en los
diferentes tipos de sociedad. Ahora bien, el trabajo en la sociedad
capitalista es muy diferente del trabajo en la sociedad feudal, y aún más
diferente del “trabajo” entre los cazadores-recolectores. Tomemos por
ejemplo la relación con el tiempo: en las sociedades precapitalistas el
trabajo estructura el tiempo, mientras que en el capitalismo es el tiempo
quien estructura el trabajo… Plantear correctamente la cuestión del trabajo
hoy necesita tomar en cuenta no solo su definición general, tal como se
aplica a todos los modos de producción, sino también y sobre todo la forma
específica que toma en el capitalismo.

El capitalismo es una sociedad de producción generalizada de mercancías

Para la mayoría de la población, el trabajo toma la forma de trabajo
asalariado, es decir la venta de la mercancía “fuerza de trabajo” a los
propietarios de los medios de producción. El sistema está regido por el
valor, indicador exclusivamente cuantitativo cuya medida es el tiempo de
trabajo. La competencia por la ganancia empuja constantemente hacia la
subida de la productividad. Las decisiones sobre lo que se produce, cómo,
con qué objetivo y en qué cantidad no son tomadas por los productores
directos sino por los propietarios de los medios de producción, en función
de sus expectativas de ganancia. El trabajo está alienado. Lejos de ser
vivido como despliegue de las potencialidades del productor a través de su
contribución a la existencia social, es vivido como obligación y
desposesión.

La alienación del trabajo tiene una gran influencia sobre la conciencia.
Como la socialización del trabajo se opera mediante la compra y la venta,
las decisiones son zanjadas en última instancia por “el mercado”, por “la
economía”, es decir por abstracciones que disimulan relaciones sociales de
explotación. Estas abstracciones obedecen a la ley del valor que, aunque
social, se impone por si misma, igual que la ley de la gravedad. Nadie puede
escapar a ella. El capitalismo es la primera sociedad de la historia en la
que la obligación del trabajo, el aumento de su productividad y la amenaza
del paro son tiránicas, pues derivan de “leyes de la economía” que parecen
naturales. Ni el esclavo ni el siervo estaban sometidos así a un mecanismo
automático, independiente de toda decisión humana.

Se ha creído durante mucho tiempo que “trabajo” venía del latin “trepalium”
(tortura)

Esta etimología es puesta en cuestión, pero el trabajo capitalista no es un
lecho de rosas. La evolución del sistema provoca una especialización y una
parcelación crecientes. La mecanización y la automatización aumentan, la
producción y los intercambios están cada vez más mundializados. La extensión
de la producción mercantil invade y gangrena todo. Dicta su ley a la
investigación y a la creación, destruye el medio ambiente, engendra cada vez
más producciones inútiles o nocivas y tecnologías peligrosas. Las
operaciones de promoción y de especulación derrochan una cantidad creciente
de fuerza de trabajo. No solo el tiempo de trabajo come tiempo de vida, sino
que además este tiempo pasado en el trabajo está flexibilizado, precarizado
y controlado científicamente para extraer hasta la última gota de valor. Se
habla de “trabajo en migajas”, de “trabajo sin cualidades”, de “pérdida del
sentido del trabajo”.

La tiranía del trabajo está en crisis. Esta crisis se expresa por un lado
por la epidemia del burn out (síndrome del trabajador quemado ndt), del otro
por la revuelta contra el trabajo -la de los jóvenes en particular. Es
sistémica, pues en su base está una contradicción mayor: de una parte el
sistema no comprende la riqueza más que bajo la forma de la cantidad de
valor, por la medida del tiempo de trabajo; de otra parte, la propia ley del
valor ha creado una situación en la que la verdadera riqueza no depende ya
del trabajo. Depende del saber y de las máquinas que crean la posibilidad de
reducir radicalmente el trabajo en cantidad, de mejorar radicalmente su
calidad, de cambiar sus instrumentos y de encajarle de nuevo en la vida. En
“Age de pierre, âge d´abondance” (Edad de piedra, edad de abundancia), el
antropólogo Marshall Sahlins describe con malicia la felicidad de los
pueblos indígenas que no consagran más que dos horas al día a la actividad
productiva. Esta felicidad está a nuestro alcance a poco que acabemos con el
capitalismo, su productivismo y… su trabajo.

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