Uruguay/ Elena Reynaga, trabajadora sexual: feministas somos todas [Diego León Pérez Calabrese]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 11 15:10:32 UYT 2016


  _____

Correspondencia de Prensa

11 de agosto 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

  _____

Uruguay

Feministas somos todas

Elena Reynaga: “El movimiento de mujeres necesita de todas las mujeres” *

Diego León Pérez Calabrese

La Diaria, Montevideo, 11-8-2016

http://ladiaria.com.uy/

Elena Reynaga (Jujuy, 1953) tiene 63 años y milita desde 1994 por sus
derechos y los de sus compañeras, las trabajadoras sexuales. Fue fundadora
de Amar (Asociación de Meretrices Argentinas) y ahora es secretaria
ejecutiva de la Red de Trabajo Sexual. Estuvo de visita en Montevideo para
las III Jornadas de Debate Feministas organizadas por Cotidiano Mujer y
FLACSO, y participó en un panel sobre cuerpo y política.

Contesta segura y decidida. Ha sido un día largo y de discusiones intensas
(siempre es así cuando se discute sobre trabajo sexual), pero ella tiene
experiencia. Después de todo, en su rol de militante por los derechos de las
trabajadoras sexuales ha lidiado numerosas veces con la prensa. Es por allí
que comienza nuestra entrevista: “A nosotras lo que más nos molesta es la
manera en que la prensa nos muestra, históricamente. Si hay un allanamiento
en un lugar porque hay droga y hay delincuencia, dicen ‘y ahí hay
prostitución’, ¿me entendés? ¿Qué tiene que ver? Eso hace que cada día los
prejuicios sean mayores. Cuando van a hacer un allanamiento en un
prostíbulo, en vez de realmente ir al fondo de la cuestión, que es el dueño
del prostíbulo -en mi país están prohibidos los prostíbulos-, ¿sabés qué
hacen las cámaras? Van así, encarnizadas a tomar las caras de las
compañeras. Las compañeras, como los policías entraron de arrebato, están
prácticamente desnudas. ¡Tené un poco de respeto! Ahora, vos fijate que si
hacen un procedimiento en un lugar donde realmente hay delincuentes, se
preocupan por ponerles una campera en la cabeza. Entonces decime si eso no
es perverso y machista”.

Una ley sanitarista

A diferencia de lo que ocurre en Argentina, en Uruguay existe desde 2002 una
Ley de Trabajo Sexual según la cual este es legal bajo ciertas condiciones:
18 años de edad, figurar en el Registro Nacional del Trabajo Sexual,
controles de salud periódicos y que el trabajo se realice en locales
habilitados o zonas designadas. Sin embargo, esta ley no está exenta de
críticas formuladas por las trabajadoras. Reynaga plantea que es una ley
“sanitarista”: “Si vos pedís que las chicas se registren en el Ministerio de
Salud y que, obligatoriamente, vayan una vez por mes al centro sanitario y
hagan que las revisen, y no las revisan como una cuestión preventiva y de
preocupación por la salud integral de la compañera, sino que es vaginal,
nomás, y las obligás a hacerse el testeo todo el tiempo... ¿Por qué no le
pedís al cliente que saque un carné de cliente? Las chicas no se infectan
porque sí. Por eso es que hemos aprendido tantos trucos para ponerles el
preservativo sin que ellos se den cuenta. Cuando un médico discrimina,
también es violencia institucional”.

La reglamentación de la ley presenta severos problemas para las trabajadoras
sexuales. El Registro Nacional del Trabajo Sexual lo lleva el Ministerio del
Interior, por lo que las trabajadoras que deseen inscribirse deberán hacerlo
en oficinas de la Policía, con el estigma y la exposición que eso supone
para ellas. Esto también tiene consecuencias a la hora de la fiscalización y
el control de las condiciones de trabajo: “Venimos diciendo desde hace rato
que esa comisión de trabajo debería funcionar en el Ministerio de Trabajo, y
que no hace falta que cambies la ley para que el este empiece a actuar; y no
mandar a la Policía a pedir los carnés, sino al inspector del Ministerio de
Trabajo, y que ese pedido no sea solamente del carné: que vean en qué
condiciones las compañeras están trabajando en ese lugar. No seamos
hipócritas; veamos las condiciones. ¿Qué le pedís al dueño que haga? ¿Por
qué le das el registro, la habilitación del prostíbulo? Ponele condiciones
que favorezcan a las trabajadoras sexuales. Esas cosas no se hacen, y no
necesitan reformar la ley para cambiarlas. Tienen las herramientas
suficientes”.

Participación y lucha

Reynaga identifica como un problema las dificultades para la participación
de las trabajadoras sexuales: “Hay una ausencia total de la participación de
las compañeras. Si las compañeras estuvieran ahí reclamando... El Estado no
hace las cosas por sí solo, primero y principal. Todas las luchas y las
reivindicaciones que se lograron, tanto por parte de los trabajadores como
de las mujeres y la comunidad LGTB, son reivindicaciones que vos peleaste
antes. Cuando alguien hoy, en un evento, dijo que aprobaron la ley [de
Matrimonio Igualitario], con fritas y todo... ¡No! La Ley de Matrimonio
Igualitario no se aprobó de la noche a la mañana; eso es no visibilizar la
lucha que vienen haciendo los compañeros y las compañeras desde hace muchos
años. En Argentina llevó diez años la pelea. Entonces no es que les dieron
con fritas las cosas. No te las dan. Nunca te las dan con fritas”.

Una buena ley de trabajo sexual, entonces, tiene que contemplar varias
cosas. Y en primer lugar, “tiene que estar construida con la participación
de las compañeras, y de todas las compañeras: las que trabajan en privado,
las que trabajan en la calle... ¿Me entendés? Después, hay que entender que
yo no quiero una ley especial para mí. Yo quiero la misma ley que tienen
todos los trabajadores, porque si quisiera algo especial sería como
discriminarnos a nosotras mismas. Sí, a lo mejor, en la reglamentación
nosotras queremos algunas cosas, que tampoco son especiales. Si vos te ponés
a pensar por lo menos en la ley de trabajo en mi país, los mineros tienen su
propia ley, porque atiende a cosas específicas. Los maestros no trabajan
hasta los 60-65 años, ¿me entendés? Este es un trabajo en el que vos
trabajás con la imagen, con el cuerpo, con la belleza. Entonces a los 60
años no estás lo mismo que a los 40, y, por lo tanto, no queremos jubilarnos
a los 60. Porque como yo trabajo con la imagen, ¿qué es lo que me baja la
autoestima a mí? El insulto, la descalificación. Entonces imaginate a mí a
los 60... ¡A los 50 ya me decían que me vaya a cuidar a los nietos! Y eso
que yo no parecía. Pero ya venían chicas de 20, ¿me entendés? Y eso pasa en
todos los trabajos”.

Entrar al feminismo a codazos

La relación de las trabajadoras sexuales con el resto del movimiento
feminista es, en ocasiones, tensa. Para ilustrar esto cuenta que allá por
1996, cuando empezaron a ir a los encuentros, “todos los talleres decían
‘mujer y política’, ‘mujer y sindicalismo’, ‘mujer y sexualidad’, ‘mujer y
lesbianismo’, y el nuestro decía ‘prostitución’. Ni siquiera éramos mujeres
ahí. ¡Por lo menos, nómbrennos! Había un rechazo... Las miradas eran muy
agresivas, y dimos toda una pelea hasta que pusieron ‘mujer y
prostitución’... Algunas nos cansamos de ir y dar explicaciones. Mis
compañeras retomaron ahora, y dieron otra pelea para conseguir el espacio
que nosotras queremos, donde se hable de trabajo sexual, de legislación. Sin
embargo, ellas no renuncian a llamarse feministas: “Si ser feminista es
defender los derechos de las mujeres, si ser feminista es ir en contra del
patriarcado... bueno, ¡nosotras somos feministas, hermana! No voy a esperar
a que vos me des el título. El movimiento de mujeres necesita de todas las
mujeres. Entonces, si nosotras empezamos con decir ‘yo sí soy’, creo que no
vamos a lograr esa unidad. Porque hay muchas mujeres que todavía no se
consideran feministas”.

El poder de poder hablar de sí mismas

Los obstáculos para que eso suceda pueden ser varios. “Está esa visión que
nosotros teníamos, errónea: ‘feminismo es igual a lesbianismo’. Eso era muy
malo. Las trabajadoras sexuales somos seres humanos, vivimos en esta
sociedad prejuiciosa y pacata, y nosotras somos producto de esa sociedad. No
vamos a negar eso. Así como a la gente le cuesta tanto hablar de la
sexualidad propia, a nosotras nos costaba hablar de la nuestra. Nosotras
nunca hablábamos del lesbianismo. ¿Cómo vos que, como dicen acá algunas
lenguas, le das placer al hombre, vas a hablar de tu propio placer, que
justamente no es con el hombre, que es con el que vos trabajás? Entonces,
bueno, hay que empezar a separar que una cosa es mi trabajo y otra cosa es
mi vida personal y mi propia sexualidad y mi propia decisión. Pero nosotras
éramos tan duras con nosotras mismas, tan discriminadoras con nosotras
mismas, tan represivas con nosotras mismas, que no discutíamos eso, y estaba
oculto. Hablábamos siempre de los demás y nunca de nosotras. ¿Qué nos pasa a
nosotras, qué sentimos nosotras? Que la gente dice... Bueno, mirémonos a
nosotras. ¿Qué nos gusta a nosotras? En esta cuestión de separar lo laboral
de lo personal, ¿qué nos gusta a nosotras, qué nos hace felices?”.

El negocio de la clandestinidad

El campo de la discusión contemporánea sobre el trabajo sexual puede
dividirse (de manera arbitraria y con riesgo de equivocarse, como siempre en
estas cosas) entre abolicionistas y reglamentaristas. Cuando le señalo que
encontraba similitudes entre su discurso y el que se maneja respecto de la
guerra contra las drogas, Reynaga sonríe: “En ese sentido, admiro
profundamente a Uruguay. Les metió la mano en el bolsillo a los narcos. No
sé si en su totalidad... no estoy acá, pero por lo que uno ve de afuera hay
un problema del que se hicieron cargo y por lo menos están intentando
resolverlo. Nuestro país está tan ciego...”. Se corrige: “No es que está tan
ciego”. Su semblante se ensombrece: “Con esa excusa de que no van a
promover... Mentira. Los dueños del tráfico de drogas son los mismos dueños
del tráfico de personas y de la explotación laboral nuestra. Estamos
hablando de los mismos. Entonces, cuando vos más clandestinizás el trabajo
sexual, más negocio es para ellos. Me da mucha bronca que lo decimos, lo
decimos, lo decimos... Hemos demostrado algunas cosas, pero siguen mirando
para otro lado. Por eso digo que muchas veces esos dueños están en la Cámara
de Diputados, están en la Justicia (jueces, fiscales...) y están en las
comisarías, y hay muchos que están en el poder político. Ya estamos
cansadas. Y no lo digo por boca de jarro. Lo decimos con conocimiento de
causa. Lo que pasa es que si yo doy nombre y apellido, por lo menos de mi
país... ¿Me entendés? Termino apareciendo como Sandra, como Karla, como
algunas compañeras que por ir en contra de los sistemas terminaron
acribilladas, y después nadie acompaña la lucha de nosotras. Yo creo que soy
más valiosa viva que muerta, entonces, no subestimo más al enemigo”. Se
refiere a Sandra Cabrera, trabajadora sexual argentina y militante de Ammar,
asesinada el 27 de enero de 2004 por denunciar la trata de personas, la
explotación de menores, la mafia y la corrupción de la fuerza policial, y a
Angélica Quintanilla (conocida como Karla), joven trabajadora sexual de El
Salvador, presidenta de la Asociación Liquidámbar, que trabajaba junto con
Orquídeas del Mar para denunciar las violaciones a los derechos humanos a
las que son sometidas las trabajadoras sexuales, y que fue asesinada el 6 de
mayo de este año. Ambos asesinatos están impunes. “Me parece que está bueno
lo que decían acá, de problematizar el tema, pero me parece que en este
fervor de problematizar nos estamos olvidando de las consecuencias. Yo decía
hoy: ¿quién nos acompaña? ¿Quién está ahí parada frente al Congreso, frente
a las cámaras de televisión, pidiendo justicia para esa compañera que
mataron hace un par de semanas?”.

* Esta nota fue escrita para Cotidiano Mujer en el marco de “Ni más, ni
menos”, espacio de análisis político con enfoque de género en el que
estudiantes avanzados de la Licenciatura en Ciencia Política (Facultad de
Ciencias Sociales, Universidad de la República) hacen su pasantía de egreso.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20160811/f09c0219/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa