EEUU/México/ drogas en el norte: guerra, despenalización y control social [Laura Carlsen - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 27 10:42:34 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

27 de agosto 2016

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germain5 en chasque.net

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Estados Unidos/México

Con Laura Carlsen, sobre drogas en el norte

Guerra, despenalización y control social 

Hace 30 años que Laura Carlsen dejó Estados Unidos para instalarse en
México. Como directora del Programa para las Américas, Laura Carlsen hace un
repaso por la situación actual de las políticas de drogas que se aplican en
América del Norte y señala el resquebrajamiento del prohibicionismo; y cómo
la guerra contra el narco se convirtió en una por el territorio.

Eliana Gilet, desde México

Brecha, Montevideo,26-8-2016

http://brecha.com.uy/

—Participaste en la Sesión Especial de la Asamblea General de las Naciones
Unidas sobre Drogas, que no se reunía desde 1998. ¿Qué tanto ha cambiado el
enfoque prohibicionista?

—Existía un borrador de acuerdos que se había publicado meses antes de la
reunión, que no tenía casi ningún avance: intentaba cambiar el discurso sin
cambiar el modelo. El primer día aprobaron el borrador tal cual y luego
abrieron la discusión. ¿Qué caso tiene si ya aprobaron su conclusión? Lo más
importante fue, en el caso de la marihuana, que si vas a entrar en un
régimen no prohibicionista tienes que garantizarle a la gente una fuente
legal de acceso.

—La reunión fue adelantada a pedido de México, Guatemala y Colombia, pero
Enrique Peña Nieto había anunciado que no participaría. ¿Cuál es la posición
de México al respecto?

—En 2011, cuando se formó la comisión latinoamericana de políticas de
drogas, que es independiente, fue promovida por algunos ex presidentes1 que
han sido los máximos encargados de aplicar el modelo de prohibición y guerra
contra el narcotráfico. Ellos publicaron un informe muy importante que dice
que la guerra es un fracaso, que tenemos que buscar otro régimen y que hay
que investigar la factibilidad de la regulación de la marihuana, por lo
menos. Es lógico, porque aunque quisieran estos países no podrían aplicar el
régimen prohibicionista como en Estados Unidos, porque la capacidad
penitenciaria no les da. Este no es un camino siquiera viable para sus
países. Esos mismos ex presidentes promovieron la sesión adelantada de la
Ungass, diciendo que son sus países los que están pagando el costo del
régimen prohibicionista y de la alta demanda de drogas que hay en Estados
Unidos. Como países productores y de tránsito ellos están pagando en sangre
esta política.

—¿Cómo respondió Estados Unidos?

—Presionó en contra. Para Estados Unidos la guerra contra el narco es sólo
un vehículo, un pretexto para entender la militarización y su presencia en
estos países. Es lo que les ha funcionado mejor al no tener a la Guerra Fría
como excusa, y porque en América Latina el pretexto de la lucha contra el
terrorismo nunca ha funcionado. En México está prohibido tener militares
activos de otros países en territorio nacional, pero Estados Unidos lo ha
logrado con la “guerra a las drogas”. La Dea, el Fbi y la Cia han tenido una
expansión increíble de su presencia y actividad en el país.

—¿Cómo es esa presencia?

—A través de agentes. Mandaron tanta gente con el asunto de la guerra contra
el narco que ya no cabían en la embajada. La que construyeron se transformó
en la segunda embajada estadounidense más grande del mundo. La presencia
también fue mediante el apoyo económico. Gracias a la Iniciativa Mérida, el
tratado internacional de seguridad que financió la guerra declarada por el
presidente mexicano Felipe Calderón en 2007, de un promedio anual de 35
millones de dólares, la ayuda a México saltó a 400 millones el primer año.
Casi todos los contratos son para empresas estadounidenses: aviones para
buscar a los narcos, lanchas de alta velocidad, y también en programas de
capacitación. Los contratos de la guerra se quedan en Estados Unidos. Los
que se benefician de la industria de la guerra y la seguridad privada están
permanentemente cabildeando en Washington para seguir la guerra contra el
narco.

—¿Cómo juega que en algunos estados se hayan empezado a despenalizar ciertos
usos de la marihuana?

—Es ya una tendencia imparable. La gente está diciendo que es su derecho,
que no afecta a nadie más que a quien la consume y que la marihuana es menos
dañina que el alcohol. La gente ya no se traga esas mitologías y no cree en
la propaganda de la guerra contra el narco, al menos en cuanto a la
marihuana. También están hartos del costo social que ha tenido la guerra:
hay más conciencia de que se han montado leyes que se aplican en contra de
minorías, leyes que tienen una parte racista muy fuerte. Lo clave es que el
prohibicionismo nunca fue una política que haya respondido a una demanda
social.

—¿De dónde surge esta política?

—Es falso que en la década del 70 mucha gente se levantó diciendo que el
enemigo número uno de la sociedad estadounidense eran las drogas, eso fue un
invento del presidente Richard Nixon, como mecanismo de control social.
Ahora circula un comentario que uno de los asesores de Nixon le hizo a un
reportero años después: “Nosotros sabíamos que estábamos mintiendo sobre que
las drogas eran una amenaza”. Por entonces tenían dos problemas, los jóvenes
y los hippies, todos protestando contra la guerra de Vietnam, la
contracultura, el papel de los negros en ese momento. Vieron que no podían
criminalizar a alguien por ser joven o negro, así que lo hicieron con las
drogas, por ser parte del estilo de vida de esas dos comunidades, mediante
campañas mediáticas muy fuertes. Además de que se permitió la entrada en
estas comunidades de algunas drogas muy dañinas, como el crack, con impactos
terribles. Mucha gente sí empezó a creer en el “enemigo externo” que se
tenía que combatir con mano dura. En 1969 la Operation Intercept cerró las
fronteras con México para obligarlo a fumigar los plantíos de marihuana.
México no quería fumigar, pero el cierre de fronteras le era durísimo. Ese
fue el pretexto que usaron para demostrar su control económico y doblegar al
vecino. Fue una manera de decirle a México que tiene que hacer lo que
Estados Unidos pide.

—¿Por qué se dio el cambio?

—Ellos mismos ya casi prohibieron la frase “guerra contra el narco”, para
suavizarla. Han buscado otros pretextos, como “narcoterrorismo” o
“narcoinsurgencia”, que no tienen ninguna base real y demuestran que el
consenso sobre la prohibición está roto en Estados Unidos. Pero son bien
guerreros y están absolutamente casados con la prohibición y la guerra
frontal contra los cárteles de la droga. Luego está la inercia de la gran
burocracia, para la cual esto es su trabajo y por eso quiere continuar.

—¿Las peleas por el control del territorio son algo reciente?

—México ha sido históricamente un lugar de producción y tráfico de drogas
ilícitas hacia Estados Unidos, de cocaína principalmente, marihuana y
amapola para heroína. Se calcula que es un negocio que mueve 38.000 millones
de dólares al año. La droga pasaba, los políticos sacaban su parte y la
violencia era mucho menor que ahora. Sólo se encargaban de las rutas y
ciertas zonas de producción de otros cárteles, y de las fuerzas de
seguridad. En estados como Sinaloa, donde creció el Chapo Guzmán, las drogas
se transformaron en la base de la economía. Hasta la fecha hay lugares en
donde el narco tiene el apoyo de la gente de las comunidades, por los
beneficios que deja. Tampoco en 2006 la guerra contra el narco fue una
demanda social en México, ni siquiera formó parte de la campaña electoral.
Fue lanzada un mes después de que Calderón asumiera el gobierno, cuando
había millones de personas cuestionando la legitimidad del presidente. Se
creó una alianza con el Ejército, que llevó 45 mil militares a las
comunidades, promoviendo una ocupación de su propio país, en un momento de
inestabilidad muy aguda y muy masiva. Es claro que las políticas de drogas
siempre han sido un instrumento de control social, también con Calderón, así
que cuando se metieron las fuerzas de seguridad, ocurrió una
desestabilización. Cuando golpeaban a ciertos cárteles, favorecían a otros.
Hubo muchos cambios respecto de quiénes controlaban la situación, los
cárteles se fragmentaron, los grupos más chicos intentaron controlar otros
negocios que no tienen que ver con el pasaje de la droga –la extorsión y el
control de los mercados–, y así se dio una difusión del terror en los
territorios que no había sido lo común en la operación de los grandes
cárteles de otras épocas. Al imitar las tácticas de la guerra de ocupación
de Estados Unidos en Irak, las fuerzas de seguridad convirtieron a la lucha
contra los cárteles en un conflicto por el territorio.

Nota 

1) Ernesto Zedillo, de México, César Gaviria, de Colombia, Ricardo Lagos, de
Chile, y Fernando Henrique Cardoso, de Brasil.

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