Cuba/ marca, espíritu, herencia: ¿qué sobrevivirá de Fidel entre los cubanos? [Albison Linares]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 2 11:46:36 UYT 2016


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2 de diciembre 2016

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Cuba

Marca, espíritu, herencia: ¿qué sobrevivirá de Fidel entre los cubanos?

Albinson Linares, desde La Habana

The New York Times, edición en español, 1-12-2016

http://www.nytimes.com/es/

El lunes a medianoche, mientras todavía se escuchaban discursos de políticos
y dirigentes, la enorme Plaza de la Revolución comenzó a vaciarse con una
coreografía lenta y cansada. Los primeros en irse fueron los que se habían
acercado espontáneamente, apenados por la muerte del líder.

Los medios oficiales calculan que unos dos millones de cubanos se
despidieron de Castro durante los dos días que duraron las exequias en la
plaza. Muchos caminaron decenas de cuadras para despedir a Fidel, pero la
mayoría parecía parte de una enorme brigada política que se bajaba de buses
oficiales gritando consignas. Algunos guardaban silencio mientras las
lágrimas les corrían por las mejillas.

“Al final yo lo despedí por mi mamá, nunca la había visto llorar así. Y como
ella está enferma me dijo que viniera”, explicó Yoansi González, un joven
carnicero de 33 años.

“Soy santera, hija de Obatalá, y vine porque el luto ha sido muy duro para
nuestro pueblo. Era una gran persona que nos ayudó a hacer revolución pero
llegó el momento de los cambios”, dijo Jessica Beltrán, una joven estudiante
de 22 años. “La gente tiene que dejar de pelearse y estar unidos para cuando
se acabe el bloqueo”.

Yoansi, Jessica y muchos otros jóvenes que asistieron a las exequias de
Castro provenían de Centro Habana, un populoso barrio de calles estrechas y
antiguos edificios neoclásicos. Es un circuito urbano de casi cuatro
kilómetros cuadrados que amaneció calmado mientras las cenizas de Fidel
iniciaban su recorrido por Cuba hasta llegar a Santiago, la ciudad que
alberga los restos de otros héroes cubanos como José Martí.

Las exequias públicas son una forma de codificar institucionalmente la
pérdida, de montar una escena para los libros de historia; es inevitable
recordar ejemplos como los funerales de Stalin en la antigua Unión
Soviética, los de Kim Jong-il en Corea del Norte o más recientemente los de
Hugo Chávez en Venezuela. En Cuba se decretaron nueve días de duelo.

Con Fidel muchos cubanos sienten que el amor y el odio se plasman en el
mismo legado. Aunque desde 2006 estaba retirado del poder siempre tuvo una
poderosa influencia institucional que, para muchos, retardó los cambios y
reformas económicas emprendidas por su hermano y sucesor, Raúl Castro.

El lunes sus cenizas abandonaron La Habana —la ciudad que transformó a su
gusto, donde gobernó por décadas y que, pese a los intentos de asesinato que
sufrió, se convirtió en el único lugar del mundo donde se sentía seguro— y
para muchos cubanos críticos del gobierno fue inevitable sentir una gran
pena al verlo partir.

“¿Y ahora qué hago?”

“La muerte de Fidel no es fácil de asimilar porque toda la vida te dijeron
que era eterno”, dice José Ángel Toirac, un artista plástico cubano cuya
obra hace un seguimiento exhaustivo de la iconografía de la Revolución
cubana. Su estudio está en Centro Habana, en el último nivel de un edificio
ruinoso cuyos pisos y escalinatas de mármol son el tenue recuerdo del
esplendor que a mediados del siglo XX convirtió a esta ciudad en una joya de
la arquitectura caribeña.

Cada pared está cubierta con sus obras sobre Castro: Fidel votando,
hablando, de espaldas, en vasos, al lado del Che y hasta en un tarot que
narra su vida.

"Fidel era tan cuidadoso con su imagen que, si la intervienes con un logo,
parece un producto publicitario”, dice el artista cubano José Ángel Toirac.
Credit Albinson Linares para The New York Times en Español

“Su muerte me recuerda a cuando luchas toda la vida contra algo y, cuando
finalmente pasa te preguntas: ‘¿Y ahora qué hago?’. Muchos cubanos sienten
eso”, dice, mientras muestra una serie de óleos que fueron prohibidos por
los burócratas culturales de la isla.

Son recreaciones de retratos oficiales de Fidel que, gracias al ingenio de
Toirac, se convierten en piezas publicitarias de Sony, Coca-Cola, Marlboro y
Calvin Klein, entre otras marcas.

“Fidel era tan cuidadoso con su imagen que si la intervienes con un logo,
parece un producto publicitario. Él era una marca”, dice el artista.

Aunque muchos critican a Toirac por usar la imagen de Castro, en realidad
toda su obra es un tributo al líder. Centrar toda su energía en reflexionar
y descontextualizar a una figura tan poderosa no deja de ser un profundo
gesto de admiración.

“Más que una persona era una referencia que va a seguir durante toda
nuestras vidas”, dice con un aire de resignación.

“Fidel no va a descansar como espíritu”

A unas cuadras del estudio de Toirac, en la calle San Rafael, el aroma del
lechón asado impregna el aire. Proviene de una casa que tiene las paredes
llenas de fotos antiguas, pieles de cacería y lámparas de araña que
recuerdan el fasto de la era de Batista. Es el paladar San Cristóbal, un
restaurante que ha tenido entre sus comensales a presidentes como Barack
Obama, Michelle Bachelet, José Mujica y rockstars como Mick Jagger y Robert
Plant.

“La gente no entiende que uno tuvo que hacer esto para sobrevivir y ayudar a
la revolución, que debe mantener la educación y salud gratuitas. Pero el
bloqueo dificulta todo eso”, dice Carlos Cristóbal Márquez, dueño y chef
principal, mientras pone orden en la cocina y cuida con esmero la
presentación de un arroz congrí.

A sus 53 años el cocinero presume de haber nacido con la revolución y,
aunque maneja un próspero negocio al que van muchos turistas, asegura que
mantiene intactos sus ideales comunistas.

“Para nosotros la muerte de Fidel es muy dolorosa, yo lo voy a lamentar el
resto de mi vida”, explica y se emociona. “El Comandante nos enseñó cosas
maravillosas como la verdadera cubanía, ser humildes y tener principios
éticos que son ideales, que muy pocas personas valoran”.

Márquez estudió cocina en los ochenta y forjó sus habilidades para fusionar
la cocina española con el legado gastronómico cubano en hoteles como el
Habana Libre, Capri, Nacional y el Presidente. Pero no se siente un
empresario, ni siquiera le gusta que lo califiquen como emprendedor: solo se
siente cómodo con el término “cuentapropista”, que es como el Estado cubano
define a los que comienzan a desarrollar sus actividades económicas en la
isla.

Aunque Márquez admite que el consumo promedio en su local está entre los
25-30 dólares por persona (casi el ingreso mensual oficial de un cubano), no
ve ninguna contradicción en eso. “Estos son los tiempos que nos tocó vivir,
uno no deja de ser revolucionario por trabajar. La gente que me critica está
equivocada y no ama a esta isla”.

Carlos Cristóbal Márquez, dueño y chef del paladar San Cristóbal en La
Habana, en el 2014 Credit Yamil Lage/Agence France-Presse — Getty Images

Frente al paladar San Cristóbal vive Zaide Romero, de 47 años, quien le ha
dedicado su vida al estudio de la santería. El luto le impide celebrar sus
ceremonias con el toque de tambores, pero ella cuenta que no ha interrumpido
los rituales y sigue invocando las energías para que haya paz en su país.

“Nosotros lo amamos tanto que Fidel no va a descansar como espíritu porque
mucha gente lo va a llamar y clamará por su presencia. Ya varios amigos míos
me dijeron que lo van a incorporar a la Moyumba”, dice. Luego explica que
“moyumbar” el espíritu del mandatario significa que lo invocarán al inicio
de las ceremonias santeras.

“Nosotros sabemos que, aunque no lo practicó, Fidel se inició en la
santería. Mis ancestros me han dicho que era hijo de Yemayá y los cubanos
creemos que era hijo de Obatalá. Por eso era tan poderoso, próspero y será
una presencia permanente entre nosotros”.

“El cambio es irreversible”

Mientras la última caravana de Castro bloqueaba las vías principales desde
La Habana rumbo a Santa Clara, una de las primeras paradas del periplo de
despedida, muchos se preguntaban sobre el futuro próximo de la isla, que no
podrá permanecer estática ante hechos poderosos como su nueva relación con
Estados Unidos, la crisis europea, la debacle económica venezolana y sus
propios retos sociales.

Antes estaba Castro, el hombre de las respuestas, el político de las
certezas absolutas y la seguridad férrea. Pero ahora, como dice el escritor
Pedro Juan Gutiérrez, le toca a los cubanos enfrentar su destino.

“La modernización de Cuba es irreversible porque es lo que quieren los
jóvenes”, dice el narrador de 66 años. “Ya no queda nada de utopía,
idealismo, revolución, ni política aunque haya un discurso oficial que
exalta eso. A los jóvenes lo que les interesa es hablar inglés o francés y
montar un negocio para ganar dinero”.

Pocos hombres conocen tanto la idiosincrasia del pueblo cubano como este
escritor de ficciones sucias, crueles y divertidas que narra con un estilo
limpio en libros como Trilogía sucia de La Habana, El rey de La Habana y
Nuestro GG en La Habana, entre otros.

Desde su departamento en Centro Habana, Gutiérrez señala los hitos de su
propia obra. Extiende su dedo hacia el edificio Bacardí, la Universidad de
La Habana, la antigua compañía de electricidad y todos los escenarios que ha
ido plasmando durante décadas.

“Hemos tenido suerte porque Raúl es pragmático y realista. Él está haciendo
los cambios necesarios, quizá de manera un poco lenta y pausada pero me
parece que va bien”, afirma.

En la calle, unos niños juegan fútbol y cuando marcan un gol gritan “¡Viva
Fidel!”. Desde su estudio, Gutiérrez también puede ver el mar y dice que eso
lo calma. De repente se interrumpe ante la explosión de colores cálidos del
crepúsculo habanero y concluye: “Solo por ese atardecer vale la pena vivir
en La Habana. Creo que debemos enfrentar los nuevos tiempos sin odios ni
rencores porque eso trae malas consecuencias en la vida individual y social.
Hay que empezar sin tantas cuentas pendientes”.

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