Brasil/ ¿progresiva o reaccionaria? los criterios para definir una movilización social [Valerio Arcary]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Jue Dic 8 23:29:57 UYT 2016
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Correspondencia de Prensa
8 de diciembre 2016
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Brasil
Cuatro criterios para definir si una movilización social es progresiva o
reaccionaria
Valerio Arcary *
San Pablo, 5-12-2016
Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Todavía no se sabe si, finalmente, Renan Calheiros si permanecerá o no
presidente del Senado. Renan, que apoyó tanto a los gobiernos de Fernando
Henrique Cardoso del PSDB, como a los de Lula y Dilma Roussseff, fue
apartado de su cargo por decisión de un ministro del STF (Supremo Tribunal
Federal), Marco Aurélio Mello. La decisión había sido preparada por la
decisión del mismo STF que lo consideró reo en proceso en el que el acusado
de peculado, o sea, desvío de dinero público, en este caso, para beneficio
propio, el pago de una pensión.
La caída de Renan puede aumentar todavía más la confusión política entre el
activismo de izquierda sobre el sentido de los actos de ayer (domingo 4 de
diciembre). Convocadas por Vem para a rua y el MBL (Movimento Brasil Livre)
ocurrieron movilizaciones de masas en centenas de ciudades brasileras contra
la corrupción, en apoyo a la LavaJato, contra los presidentes de la Cámara
de Diputados y del Senado, Rodrigo Maia y, especialmente, Renan Calheiros,
en apoyo al juez Sergio Moro. ¿Será que fueron progresivas? ¿A final, no
ayudaron a derribar a Renan?
Ese es el tema de este artículo.
Para comenzar, veamos lo que aconteció. Los dirigentes de las organizaciones
que convocaron a los actos de ayer, Vem para a rua y MBL, dejaron claro que
no tienen razones para atacar la presidencia de Temer. Aunque todas las
informaciones de encuestas disponibles indiquen que, luego de seis meses en
el poder, Temer cuenta con poco apoyo: 13%, considera que tiene un buen
desempeño, según el IBOPE (Instituto Brasilero de Opinión Pública e
Estadística), 39% evalúa como malo y pésimo, 36% como regular. Pese a ello,
Temer y sus ministros pudieron dormidos porque, hasta el momento, no fueron
blanco de las protestas de ayer.
Los actos contaron con una convocatoria disfrazada de cobertura periodística
de la TV Globo, tal viene ocurriendo en los últimos años. Se unieron en las
calles los que apoyan la PEC 35 (Propuesta de Enmienda Constitucional) del
techo de gastos, con los que defienden la necesidad de una intervención
militar. Pero lo que prevaleció fue el odio al Congreso Nacional y el apoyo
a la Lavajato. Fueron, por tanto, reaccionarias tanto como las precedentes.
Aunque en escala mucho menor, los actos de ayer fueron una secuencia de las
movilizaciones que alteraron, desfavorablemente para los trabajadores, la
relación social de fuerzas a partir de marzo de 2015, culminando en marzo de
este año 2016, cuando superaron los dos millones en la calles. Esas
movilizaciones cambiaron, también, la relación política de fuerzas. Sin
estas movilizaciones el impeachment de Dilma Rousseff no hubiera sido
posible. No quedan dudas que en el primer semestre de 2016 fueron inmensas.
Ser grandes significa que lograron entusiasmar a millones, pero no prueba
nada, absolutamente, sobre su sentido. Porque ni todas las movilizaciones
que son masivas son progresivas.
Hemos argumentado que ellas no son herederas de la irrupción de protesta
popular que explotó en las jornadas de junio de 2013. Aunque ya estuvieses
presente en junio de 2013 un embrión peligroso y reaccionario que después se
agigantó, ganó impulso propio y dirección más clara a partir, sobre todo, de
la eclosión de la operación Lavajato en 2014. Hemos defendido, también, que,
a la luz de lo que pasó en el país en los últimos tres años, debemos
concluir que junio de 2013 fue, inapelablemente, derrotado.
Las movilizaciones de ayer, 4 de diciembre, no tienen nada en común,
tampoco, con las movilizaciones por el Fuera Collor, en 1992, o las Directas
ya, en 1984. ¿Por qué? Cuáles deben ser los criterios para definir si una
movilización social es progresiva o reaccionaria?. Sugerimos cuatro
criterios:
a) El primero criterio debe evaluar las movilizaciones por las tareas que se
colocan, o sea, el contenido histórico-social del programa que motiva la
movilización. Desde el final de 2014, el sentido de estos actos fue,
directamente, la lucha por el poder. Sus organizadores pretendían abrir el
camino para tomar pose de un gobierno comprometido con un plan de choque
riguroso de emergencia liberal. Exigían, en consecuencia, el derrumbe del
gobierno de coalición de Dilma Rousseff, que fue identificado como el
responsable por la corrupción en la Petrobrás. Exigían la prisión de los
dirigentes del PT y, en primer lugar, de Lula. La operación Lavajato
alimentó las manifestaciones con el combustible inflamable necesario, y los
medios se transformaron en la caja de resonancia del tambor de lucha contra
la corrupción para legitimar el impeachment.
(b) El segundo criterio es por el sujeto social, o sea, por las clases y
fracciones de clase, o mejor, por el bloque de clases que se movilizan y se
unen para realizarlas. No parece controversial, considerados los datos de
las encuestas ya disponibles en ocasiones anteriores, afirmar que fueron,
esencialmente, manifestaciones de camadas de clase media, muy concentradas,
sobre todo, en sudeste y sur de Brasil, aunque aumentadas trabajadores,
sectores populares semiproletarios; tampoco hay dudas que fueron
manifestaciones de una mayoría de edad media, con escolaridad en torno del
doble de la media nacional, de una mayoría de blancos, y con un peso social
de propietarios tres veces mayor de que su expresión en el conjunto de la
población. La movilización de las camadas medias en torno a un programa
reaccionarios, como el que las llevó a la calles desde marzo de 2015, es
algo que no se veía desde el final de la dictadura.
c) El tercer criterio debe ser una evaluación de la dirección política de
las manifestaciones, el sujeto político. La dirección de las manifestaciones
fueron el MBL, Vem para a rua y Revoltados on line, organizaciones, hasta
entonces, casi invisibles, pero muy bien financiadas por grandes empresas
nacionales y norteamericanas, e inspiradas por la importancia que las redes
sociales demostraron alcanzar desde junio de 2013. Ellas no pueden ser
caracterizadas sino como instrumentos de agitación y propaganda importante.
Es importante destacar la presencia de una extrema derecha
ultrarreaccionaria al frente, en especial, del MBL y de los Revoltados on
line.
(d) El último criterio son los resultados. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
El principal resultado de ellas fue la caída del gobierno Dilma Rousseff,
abriendo el camino para la pose de Michel Temer con apoyo de una mayoría en
el Congreso Nacional que garantizó la votación de la PEC del techo de
gastos. Un gobierno que promete la aprobación de una reforma de la Previsión
Social que es un ataque sin precedentes a los derechos conquistados en los
años ’80: edad mínima de 65 años, indiferenciadamente, para hombres y
mujeres; desvinculación del piso de beneficios de prestación continuada del
salario mínimo; 50 años de contribución para tener derecho a la jubilación
integral, aumento de 15 para 20 años de contribución para la jubilación
proporcional, y de ahí de mal en peor. Una vez más quedó demostrado que la
lucha contra la corrupción, una bandera democrática radical, solo es
progresiva cuando los sectores medios son arrastrados por la fuerza social
de choque de los trabajadores. Cuando ocurre lo contrario, y la dirección
del proceso es burguesa, los resultados son reaccionarios.
La izquierda socialista, o sea, aquellas organizaciones que se posicionaron
como oposición de izquierda a los gobiernos de coalición con el PMDB,
liderados por el PT, comparte entre si una posición de denuncia
intransigente del gobierno Temer y la destrucción de derechos que él intenta
implementar, y la denuncia contra la corrupción, inclusive, la corrupción
generada por los dirigentes del PT.
Pero estamos divididos sobre el tema del papel de la operación Lavajato y,
por tanto, sobre el significado del impeachment de Dilma Rousseff. Existen
dos campos en la izquierda anticapitalista. De un lado están aquellos que,
como nosotros, consideramos que la Lavajato está siendo apoyada desde el
inicio, por una fracción de la clase dominante. Una parcela de la burguesía
brasilera convive mal con el arcaísmo, o atraso de las costumbres políticas
que se perpetúan, desde los años ’80. Un anacronismo, especialmente,
decadente. Una fracción más articulada con un proyecto internacional, sobre
todo, del imperialismo norteamericano. Un proyecto vertebrado después de la
explosión de los escándalos que siguieron a la crisis de 2008, y a las
secuelas de la desregulación que favoreció el agigantamiento de los paraísos
fiscales. Una nueva política de empadronamiento de investigaciones del
mercado financiero internacional. Una política que responde a una estrategia
de limitación al movimiento de capitales de origen oscuro, sobre todo, de
China y Rusia, pero que alcanza, también, a Brasil y otros países de la
periferia. Una política que explica la emergencia de la aprobación, en los
primeros meses del gobierno Temer, de una amnistía para la repatriación de
más de R$150 milones de depósitos, hasta entonces, ocultos en el exterior.
Todo eso porque pretenden relocalizar, o por lo menos, reducir el papel de
algunas corporaciones que acumularon capital rápida e ilegalmente, a través
de relaciones corruptas con el Estado. Es, en consecuencia, cuando las capas
medias salieron a las calles, y se pronunciaron por derribar el gobierno del
PT. La movilización de las llamadas capas más altas de la clase media no
debe esconder que está por detrás de ellas, y las dirigen.
Las contradicciones entre fracciones burguesas existieron, desde el inicio
de la Lavajato, y permanecen. Pero ellas no reflejan la autonomía del núcleo
de fiscales de Curitiba o del juez Sergio Moro en relación a la clase
dominante. Ellas expresan y todavía traducen la contradicción entre la
necesidad de aplicación del ajuste fiscal liberal, y la inestabilidad
política que la Lavajato produjo, hasta ahora, y que será mucho mayor con la
delación premiada a la Oderbrecht.
Concluimos que el impeachment fue una solución reaccionaria, y era necesario
apoyar las movilizaciones contra esta maniobra jurídica-parlamentaria: la
forma que asumen los “golpes constitucionales”, como ocurrió en Paraguay.
Defendíamos que luchar contra el impeachment no era lo mismo que apoyar al
gobierno Dilma. Que era necesario estar contra el impeachment y denunciar,
al mismo tiempo, que la estrategia del gobierno Dilma de asumir el programa
de ajuste liberal después de las elecciones de 2014, hacía del PT el
principal responsable por la ofensiva reaccionaria que, finalmente, derribó
a su propio gobierno.
Del otro lado, están aquellos que perciben la operación Lavajato como una
iniciativa que expresa una crisis institucional del régimen de dominación.
Algunos hasta apoyan la Lavajato, la mayoría no. Algunos hasta se animan a
convocar la ida a los actos embriagados de nacionalismo “verde amarelo”
contra la corrupción, la mayoría no. Pero identifican una relativa autonomía
del Ministerio Público y sectores del Poder Judicial, sobre todo, en la
primera instancia, más permeable a la presión de la furia de la clase media
y del odio de la clase trabajadora contra la corrupción, incendiados por el
mal estar social que crece desde junio de 2013, por el desempleo galopante,
la reducción salarial. En consecuencia, no estaban dispuestos a unirse a las
movilizaciones contra el impeachment de Dilma Rousseff y levantaban el
“Fuera Todos” hasta el último momento, por tanto, el “Fuera Dilma”, cuando
esta era la exigencia de la mayoría de la clase dominante.
No entendieron que la pérdida de influencia del PT en la clase obrera no
había sido realizado por el fortalecimiento de la izquierda anticapitalista.
No se impresionaban con la ausencia de movilización política de la clase
obrera. No se afectaban por la dificultad de resistencia de los trabajadores
ante los ataques frontales del gobierno Temer. Valorizaban los choques entre
el Congreso y el Poder Judicial, y no vislumbraban elementos de bonapartismo
en la ofensiva burguesa relanzada luego de la caída de Dilma. Subestimaron
el significado de la victoria electoral de los partidos que hacen parte de
la base política de apoyo de Temer en el Congreso Nacional. No alertaron,
cuando no ignoraron, sobre el aumento de la influencia de la extrema derecha
entre los trabajadores, aunque minoritaria, pero con una audiencia que no
existía pocos años atrás.
En consecuencia, evaluaron como progresivas las movilizaciones contra la
corrupción, incluso siendo una fracción burguesa quien lidera el
protagonismo de la clase media que arrastra la simpatía de los trabajadores
y del pueblo. Ponderan que existen condiciones, en algún grado, para
disputar la evolución de las capas medias en radicalización. Se oponen a la
conclusión de que hubo una derrota política-social importante en Brasil, que
no fue solamente una derrota del PT. Resisten la evaluación de que acontece
una inflexión desfavorable de la relación social de fuerzas. Al contrario,
apuestan que el impacto de la profundidad de la crisis económica, y la
radicalización de las capas medias pueden crear obstáculos a la continuidad
de los planes de ajuste como a la reforma de la Previsión Social.
Resta saber cuál de las dos posiciones está pasando la prueba de la
historia.
De esa evaluación dependerá, en gran medida, el futuro del proceso de
reorganización abierto por el fin del ciclo de hegemonía del
petismo/lulismo.
Infelizmente, aquellos que pierdan la brújula de clase naufragarán.
* Militante del MAIS (Movimiento por una Alternativa Independiente y
Socialista) y columnista de Esquerda online (http://esquerdaonline.com.br/
<http://esquerdaonline.com.br/> ). Profesor titular jubilado del IFSP
(Instituto Federal de Educación, Ciencia y Tecnología de San Pablo). Doctor
en historia por la USP (Universidad de San Pablo). Su último libro es El
Martillo de la Historia. Ensayos sobre la urgencia de la revolución
contemporánea (Editorial Sundermann, San Pablo, 2016).
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